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miércoles, 26 de agosto de 2009

La Pregunta de un Curioso

UNA PUERTA DIFÍCIL

Una persona viene a preguntar a Jesús por la cantidad de los que se salvan. Son muchos los que se hacen preguntas como esta. Siempre encontramos personas que están muy interesadas en saber cómo será la vida después de la muerte, cuándo sucederá el fin del mundo, o cualquier otra cosa por el estilo. Todo eso pertenece a lo pintoresco, a lo curioso, pero no agrega ni quita nada a la fe y por eso mismo no tiene nada que ver con nuestra propia salvación. Estas cosas solamente tienen que ver con la imaginación y con la cunosidad, y Dios no ha quendo revelarnos ninguna cosa que sirva sólo para alimentar nuestra fantasía. En la Palabra de Dios encontramos únicamente aquello que nos compromete a dar una respuesta ante un Salvador que se nos manifiesta ofreciéndonos su amistad y haciéndonos ver cual es nuestra verdadera situación ante El y ante los demás hombres.

Por ese motivo Jesús no responde directamente a la pregunta del hombre que lo interroga. En vez de decirle cuántos serán los hombres que se van a salvar (lo cual al fin de cuentas es un dato que no sirve para nada), le comienza a decir: «Traten de entrar ustedes.. .». La curiosidad sobre esos datos pintorescos acerca de lo religioso es una forma de evadirse y de eludir el compromiseo con Dios y con el prójimo. Jesus advierte la actitud del hombre que habla con El, y lo llama nuevamente al centro del problema: «No te ilusiones pensando que eres religioso porque sabes cosas que se refieren a la religión; más bien asume tu compromiso: lucha por entrar en el Reino en vez de preocuparte por saber el número exacto de los que se van a salvan
PARÁBOLA DE LA PUERTA ESTRECHA
La palabra que se usa para responder a la pregunta, y que aquí se traduce como "traten", en la lengua onginal (el griego) es muy ilustrativa: «luchen». La entrada en el Reino no es algo que se debe esperar pasivamente, sino que se debe conseguir por medio de un esfuerzo que se puede comparar con una lucha. Sin la gracia y sin la ayurla de Dios no se puede hacer nada en este sentido, pero una vez que hemos recibido la fuerza y el apoyo de Dios debemos responder poniendo todo nuestro esfuerzo y nuestras energías en un combate que se presenta como especialmente difícil.
Para hacer ver mejor cómo se presenta esa dificultad, el Serior dice dos breves parábolas. La pnmera comparación es la de la puerta estrecha. Supongamos que somos muchas personas que tratamos de entrar en un lugar que tiene una sola puerta y que ésta es muy estrecha. Es una situación que se da con frecuencia en ciertas aglomeraciones. Se empuja para entrar, se trata de apartar a los demás, y a veces hasta se pierde la noción de amor y de respeto por el prójimo. Quien se quede esperando que entren los demás puede tener la seguridad de que se quedará afuera. Algo simiiar sucede con la entrada en el Reino de ios cielos: para poder entrar hay que esforzarse, de lo contrario no se podrá entrar. Después de haber recibido la gracia de Dios se debe "luchar" y esa lucha es el esfuerzo que cada uno debe emprender contra sus malas inclinaciones para veneer la tendencia al pecado. Y es también el dinamismo que hay que poner en práctica para abundar en buenas obras para con los demás. La segunda parábola es la del Padre de familia que cierra la puerta antes de que comience el banquete. Algunos invitados Ilegan retrasados y pretenden entrar, pero ya no es hora. El Dueño de casa se asomará para ver quiénes son los demorados que Ilegan tan tarde y no los reconocerá. Por fr, visto estos que Ilegan a deshora no reúnen las condiciones para entrar en el banquete y tendrcín que quedarse afuera.Podemos preguntar: ¿Qué puerta es ésa por la que hay que entrar? ¿de qué banquete se trata? El Senor dice en la última parte del texto que se está hablando del Reino de Dios. Es esa realidad Ultima a la que todos estamos invitados, pero que ya se va haciendo presente en este mundo desde que Jesucnsto se manifestó. Él no vino sólo para hablarnos de lo que nos espera después de la muerte sino también -y principalmente- del Reino de Dios que se acerca y que viene a nosotros. El texto pone el acento en la forma definitiva, en el banquete final en compañía de todos los santos, pero no se debe perder de vista que ese Reino y ese banquete ya comienzan en este mundo.

FUERA DEL BANQUETE

El Señor termina sus parábolas hablando de las dos situaciones diferentes: los que están dentro de la sala del banquete y los que quedarán afuera. De estos últimos dice que estarán con llanto y rechinar de dientes, imágenes que indican que estarán muy tnstes y con mucha rabia e indignación. Las dos situaciones, el banquete y el Ilanto con rechinar de dientes son figuras que nos aproximan al misteno de lo que será nuestra suerte definitiva. La Palabra de Dios nunca nos ha explicado en detalle cómo será la existencia que seguirá a esta vida, solamente lo ha hecho mediante imágenes y figuras. Unas, como la del banquete al que se hace referencia en la lectura de este domingo, nos hablan de una gran felicidad. Otras, como la del Ilanto con rechinar de dientes, nos presentan la posibilidad de una existencia llena de amargura.
Nadie puede decir que al fin da lo mismo. La situación del que quede afuera será muy dramática, será la entrada en una ofrecer cuando se ha revelado como nuestro Salvador. Hay un tiempo limitado para responder a esa invitación, y si no se aprovecha el tiempo, comenzará la etapa definitiva donde ya no habrá una segunda oportunidad. En cambio dentro del banquete estarán todos los santos y junto a ellos una multitud que vendrá de los cuatro puntos cardinales. Se reconoce aquí una alusión a textos del Antiguo Testamento, como el que se ha oído en la primera lectura, que anuncian una convocatoria universal al final de los tiempos. Para aquellos judíos que en la antigüedad confíaban imprudentemente en la elección de Israel y pensaban que los demás pueblos·quedarían fuera, estos textos proféticos causaban malestar. No podían aceptar que los odiados paganos pudieran tener una suerte semejante a la del pueblo de Israel. Sin embalrgo los profetas anunciaron que todos los pueblos han sido Ilamadós a la salvación. También nosotros podemos caer en el mismo error pensando que porque estamos en la Iglesia ya estamos seguros de nuestra salvación definitiva. Nos adelantamos aljuicio de Dios y en nuestro intenor ya hemos decidido que muches quedarán fuera, quizá porque no los vemos entre nosotros cuando nos reunimos en la Iglesia. Pero los que según nuestro criterio  son los últimos resulta que ante la mirada de Dios son los primeros, porque cuando el Señor les dio su gracia respondieron con mucha mayor generosidad y prontitud; de la misma manera los que juzgamos
como los pnmeros, ante la mirada de Dios puede ser que sean los últimos.

martes, 18 de agosto de 2009

Asunción de la Virgen María al Cielo


Celebramos hoy la Festividad de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo en cuerpo y alma. Las Lecturas son referidas a la Virgen. Y aunque trataremos el tema de la Asunción, revisemos primeramente algo de los textos de hoy.
La Primera Lectura, tomada del Apocalipsis (Ap. 11, 19; 12,1-6, 10), nos habla de una figura prodigiosa que aparece como sol radiante en el Cielo: una mujer a punto de dar a luz que gemía con dolores de parto.
Se refieren estos textos sobre todo a María, pero también podrían aplicarse a la Iglesia. Por cierto, los dolores de parto no se refieren a los de la generación física del Mesías, los cuales la Virgen María no padeció, sino más bien se refieren a los dolores de la Pasión de su Hijo, dolores que la Madre compartió con el Hijo.
La batalla descrita en que el dragón barre un tercio de las estrellas, se refiere a los ángeles rebeldes que se opusieron a Dios y fueron barridos del Cielo.
La mujer que huye al desierto, se refiere más bien a la Iglesia, protegida por Dios durante la persecución. Termina el texto con la victoria de Cristo y de su Iglesia.
El Evangelio (Lc. 1, 39-56) nos relata la Visita de María a su prima Santa Isabel, y nos trae la bellísima oración de la Santísima Virgen María, el Magnificat, en la cual la Virgen, siendo la más grande de las creaturas humanas, se presenta como la más humilde de todas. Ella, que es la Madre del Mesías, refiere toda la grandeza y toda la gloria a Dios, que ha hecho maravillas en ella.
El Magnificat
Sin embargo, la fiesta de hoy, la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo, nos recuerda nuestra futura inmortalidad, nuestro destino final después de nuestra vida en la tierra. Predicar sobre esto había perdido vigencia, pero hoy vuelve a estar sobre el tapete el tema de nuestra muerte y lo que nos espera después de esta vida.
Y lo que se llamaban “los Novísimos” (muerte-juicio: infierno o gloria) están de moda otra vez. El Papa Juan Pablo II nos habló de los Novísimos, que él denominó “realidades últimas”.
En sus Catequesis, el Papa nos dijo que el recordar esas “realidades últimas”, nos ayuda a vivir mejor las “realidades penúltimas”, o sea, nos ayuda a vivir mejor nuestra vida aquí en la tierra.
¿Cómo, entonces, no hablar de las “realidades últimas” sobre todo en la Fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María? ¿Qué relación hay entre estas “realidades últimas” y la Asunción de la Virgen al Cielo?
Sabemos que la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando “ex-cathedra”. Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios.
En este caso se dice que el Papa habla “ex-cathedra”, es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos.
Un Dogma de Fe, entonces, es una verdad de obligatoria creencia para todo Católico. Y por el Dogma de la Asunción sabemos que María, “terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial” (de la Bula que declara el Dogma de la Asunción el 1-11-1950).
No quedó definido si la Santísima Virgen murió o no. Solamente que su cuerpo no quedó sometido a la corrupción del sepulcro y que ha sido ya glorificado.
Algunos pueden creer que éste en un “dogma inútil”, como se atrevió a proclamar hace algún tiempo un Teólogo. Pero ... ¿por qué, lejos de ser “inútil”, es importante que los Católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo?
El Catecismo de la Iglesia Católica responde clarísimamente a este interrogante:
“La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos” (#966). ¡Nada menos!
La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos de este Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica -entonces- en la conexión que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma, ya glorificada en el Cielo es esto: un anuncio o preludio de nuestra propia resurrección.
Veamos con más detalle, entonces, en qué consiste eso que los Católicos tenemos como uno de nuestros dogmas.
Los seres humanos que llegan directamente al Cielo, o aquéllos que al morir deben pasar una fase de purificación (purgatorio) y después de terminar esta fase, van pasando al Cielo, a todos ellos, Dios los glorifica sólo en sus almas y deben esperar el fin del mundo para ser glorificados también en sus cuerpos.
No así la Santísima Virgen María, quien tuvo el privilegio único de ser glorificada tanto en su alma, como en su cuerpo, al finalizar su vida terrena. En esto precisamente consiste el dogma de la Asunción.
El Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre el tema, explicó esto en los siguientes términos:
“El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio” (JP II, 2-julio-97).
María, un ser humano como nosotros -salvo por el hecho de haber sido preservada del pecado original- está en la gloria del Cielo, en cuerpo y alma. Esta “realidad última” de María Santísima es preludio de nuestra propia “realidad última”.
El Cielo y la gloria en cuerpo y alma es el fin último de cada uno de nosotros los seres humanos. Para eso hemos sido creados por Dios, y cada uno es libre de alcanzar esa realidad o de rechazarla. Cada uno es libre de optar por esa felicidad total y eterna en el Cielo, en gloria, o de rechazarla, rechazando a Dios.
Por ley natural, entonces, los cuerpos de los seres humanos se descomponen después de la muerte y sólo en el último día volverá a unirse cada cuerpo con su propia alma. Todos resucitaremos: los que hayamos obrado mal y los que hayamos obrado bien. Será la “resurrección de los muertos (o de la carne)”, que rezamos en el Credo. “Unos saldrán para una resurrección de vida y otros resucitarán para la condenación” (Jn. 5, 29).
¿Y cómo serán nuestros cuerpos gloriosos? Nuestros cuerpos resucitados serán nuestros mismos cuerpos, pero en un nuevo estado: inmortales, sin defecto, ya no se corromperán, ni se enfermarán, ni se envejecerán, ni se dañarán, ni sufrirán nunca más. Serán cuerpos realzados hasta la gloria.
Dice la Bula de la Asunción que la Virgen María “no estuvo sujeta a la ley de permanecer en la corrupción del sepulcro, ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo”.
Nosotros sí. Pero tenemos la seguridad de nuestra futura inmortalidad, de nuestra futura resurrección en cuerpo y alma gloriosos. Si optamos por Dios, amándolo sobre toda otra cosa, persona o consideración, si buscamos hacer su Voluntad en todo ... resucitaremos como Cristo y estaremos en el Cielo, en gloria ... como El y su Madre, la Santísima Virgen María.
Sabemos que nuestra meta, entonces, es llegar al Cielo. Llegar al Cielo es “la carrera que tenemos por delante”, esa carrera de la cual nos habla San Pablo (Hb. 12, 1). El Cielo es la meta de nuestra carrera. San Pablo, que según sus escritos pudo vislumbrar el Cielo, no lo puede describir y dice del Cielo lo siguiente: “ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón humano puede imaginar lo que Dios tiene preparado para aquéllos que le aman” (1 Cor. 2, 9). Así es el Cielo: indescriptible, inimaginable, insondable, inexplicable para el ser humano, pues somos limitados para comprender lo ilimitado de Dios. Y el Cielo es básicamente la presencia de Dios.
Al morir, pues, nuestra alma se separa del cuerpo. El alma pasa a la Vida Eterna: o al Purgatorio para posteriormente pasar al Cielo, o al Cielo directamente, o al Infierno. Y el cuerpo, que es material, queda en la tierra, bien descomponiéndose o bien hecho cenizas si ha sido cremado, o de alguna otra manera, según haya sido la muerte.
Volvamos, entonces, al Misterio de la Asunción de la Virgen María al Cielo. Este Misterio nos recuerda la promesa del Señor de nuestra resurrección: resucitaremos como El ... Y ¿qué significa resucitar? Resurrección es la re-unión de nuestra alma con nuestro cuerpo glorificado. Resurrección no significa que volveremos a una vida como la que tenemos ahora. Resurrección significa que Dios dará a nuestros cuerpos una vida distinta a la que vivimos ahora, pues al reunirlos con nuestras almas, serán cuerpos incorruptibles.
Nuestros cuerpos resucitados serán nuestros mismos cuerpos, pero en un nuevo estado: serán inmortales (ya no volverán a morir); serán sin defecto, y ya no se corromperán, ni se enfermarán, ni se envejecerán, ni se dañarán, ni sufrirán nunca más. ¡Serán cuerpos gloriosos!
Y ¿cómo es un cuerpo glorioso? ¿Cómo es el cuerpo glorioso de la Santísima Virgen María? Los videntes que dicen haber visto a la Virgen -y la ven en cuerpo glorioso, como es Ella después de haber sido elevada al Cielo- se quedan extasiados y no pueden describir ni lo que sienten, ni la belleza y la maravilla que ven.
Conocemos de otro cuerpo glorioso: el de nuestro Señor Jesucristo después de resucitar. Era ¡tan bello! el cuerpo glorioso de Jesús, que no lo reconocían los Apóstoles ... tampoco lo reconoció María Magdalena. Y cuando el Señor se transfigura ante Pedro, Santiago y Juan, en el Monte Tabor, mostrándoles parte del fulgor de su Gloria ... era ¡tan bello lo que veían! ¡tan agradable lo que sentían! que Pedro le propuso al Señor hacerse tres tiendas para quedarse a vivir allí mismo. Así es un cuerpo glorioso.
Esta Fiesta importante de la Iglesia, esta Fiesta importante de la Santísima Virgen María, en la que conmemoramos su subida al Cielo en cuerpo y alma, nos recuerda nuestra futura inmortalidad. Y sírvanos este recuerdo, y esta seguridad que tenemos de resucitar como Cristo resucitó, para erradicar de una vez por todas de entre nosotros los Católicos, esa creencia estúpida en ese mito, en esa mentira, que es la re-encarnación.
La re-encarnación niega la resurrección ... y niega muchas otras cosas. Parece muy atractiva esta falsa creencia. Sin embargo, si en realidad lo pensamos bien ... ¿cómo va a ser atractivo volver a nacer en un cuerpo igual al que ahora tenemos, decadente y mortal, que se daña y que se enferma, que se envejece y que sufre ... pero que además tampoco es el mío?
Aun partiendo de una premisa falsa, suponiendo que la re-encarnación fuera posible, si no fuera un mito, una mentira ... ¿cómo podemos estar pensando los cristianos, que tenemos la seguridad y la promesa del Señor de nuestra futura resurrección ... cómo podemos pensar que es más atractivo re-encarnar, por ejemplo, en un artista de cine, o en un millonario, o en una reina ... que resucitar en cuerpos gloriosos?
Entonces, ante la promesa del Señor de nuestra futura inmortalidad al ser resucitados con El, y ante la maravilla de lo que serán nuestros cuerpos resucitados ¿cómo a algunos hombres y mujeres de hoy puede ocurrírsenos que re-encarnar -si es que esto fuera posible- en otro cuerpo terrenal, decadente, que no es el mío y que además volverá a morir, puede ser más atrayente que resucitar en cuerpo glorioso como el de la Santísima Virgen María?
Celebremos la Asunción de María al Cielo renovando nuestra fe y nuestra esperanza en nuestra futura inmortalidad. Que así sea

sábado, 8 de agosto de 2009

MIENTRAS REGRESA EL SEÑOR


Continuamos con este espacio para  reflexionar  el evangelio del domingo. Algo que podemos hacer a lo largo de la semana en nuestra intimidad pero que sirve para llevar a los demás.
 San Lucas  12. 32-48
“acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón”
“estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas”


EL TEXTO DE LA LECTURA “
La lectura de este domingo, tal vez un poco larga, carece de unidad. Encontramos dos temas en cierta forma inconexos.Los primeros versículos tratan sobre el uso de los bienes materiales, y en realidad son parte de un discurso que no se ha leído hoy y que se refiere a las riquezas.Está más relacionado con la lectura del domingo pasado.A partir de la advertencia  “ estén preparados…”, entramos en un segundo discurso, que tiene por tema la vigilancia  que deben tomar los discípulos hasta que vuelva el Señor.
LAS TRES PARÁBOLAS
El discurso de Jesús sobre la vigilancia está compuesto por tres parábolas breves. La primera y la tercera de ellas se refieren a unos servidores que quedan al cuidado de la casa del patrón durante su ausencia. La parábola central habla de un dueño de casa que dbe vigilar para que un ladrón lo despoje. Las tres tienen como tema la hora de la llegada de alguien, y en dos se tremina con una bienaventuranza : ¡felices..! y ¡Feliz…!, pero mientras en una se habla de la recompensa en la segunda se extiende para describir el comportamiento y el castigo del servidor que no cumple su tarea.

LA VIGILANCIA
Jesús anunció la inminente llegada del Reino de Dios. Pero mientras sus contemporáneos esperaban la llegada FULMINANTE  de un reino que transformara todo en un abrir y cerrar de ojos, el Señor fue enseñando que el reino ya se hacía presente en su persona, y que debía ser recibido en la fe. A través de un proceso muy lento, los primeros discípulos fueron descubriendo que el Reino, ya presente entre nosotros, debía ir desplegándose lentamente. Los primero cristianos aprendieron que en ese crecimiento paulatino del Reino había una manifestación plena del mismo que estaba muy cerca de cada uno. Esta manifestación era la del momento de la muerte. Por esa razón  los llamados urgentes  a estar atentos por la venida del Señor que se aproxima, tienen un doble valor: no olvidar que hay un final de la historia donde hay que preparar la manifestación del reino, y al mismo tiempo nos recuerda que hay un final de nuestra historia personal.
EL SEÑOR QUE FUE A UNA FIESTA
La primera de las parábolas, al mismo tiempo que reitera el llamado a la vigilancia , nos advierte sobre la forma en que hay que esperar al Señor.
La espera no debe ser una actitud enfermiza sino la de los servidores que esperan el regreso de su señor. El señor se ha ido a esa fiesta pero no ha dicho a que hora volverá, por lo tanto los sirvientes deben esperarlo atentos y con las lámparas encendidas.
La bienaventuranza con la que termina la parábola nos coloca en una situación inaudita, el señor para retribuir la espera, los hace sentar  a la mesa y los sirve para ofrecerles la cena que ellos han postergado. En la misa de cada día con la que ya adelantamos sacramentalmente el banquete celestial, nosotros somos los que comemos y Cristo nos sirve dándose en la mesa de su palabra y en la mesa de su cuerpo y de su sangre.

ASERTIVIDAD: LOS DERECHOS ASERTIVOS



 
















Como estrategia y estilo de comunicación,la asertividad se diferencia y se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la agresividad y la pasividad (o no asertividad). Suele definirse como un comportamiento comunicacional maduro en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.
Es una forma de expresión consciente, congruente, clara, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la rabia.

Los derechos asertivos: sociología de vida


Los derechos asertivos surgen de la idea de que todos los seres humanos en un sentido moral, somos creados iguales y debemos tratarnos como tales, es decir que ninguna persona tiene privilegios sobre otra. Las necesidades de cada uno deben ser valoradas
de igual manera.
Constituyen una estructura básica para una saludable participaciòn de cada individuo en toda la relación humana. Los derechos asertivos son afirmaciones o declaraciones acerca de nosotros mismos como seres humanos, declamaciones sobre las responsabilidades que tenemos hacia nuestra persona. Señala limites prácticos que permiten a los demás saber qué pueden esperar de nosotros.
Muchas personas no reconocen los mismos derechos básicos y esto genera conflictos en la interacción. Si decidimos romper estas reglas sociales o de comportamiento que encontramos en determinadas situaciones, deberemos, claro está asumir la responsabilidad de nuestros actos

1. Tiene derecho a ser juez de su propio comportamiento, pensamiento y emociones y a tomar  la responsabilidad de su iniciación y de sus consecuencias.

2. Tiene derecho`a cambiar de manera de pensar, su opinión o actuación.

3. Tiene derecho a tomar decisiones o hacer declaraciones sin la obligación de justificarlas.

4. Tiene derecho a cometer errores y ser responsable de ellos.

5. Tiene derecho a no saber o no comprender algo.

6. Tiene derecho a sentir y expresar emociones tanto positivas como negativas, sin quedarse con la sensación débil o que está haciendo algo censurable.

7. Tiene derecho a no dejarse involucrar en los problemas de otros si uno no quiere hacerlo.

8. Tiene derecho a no satisfacer las demandas de otra persona sobre las suyas.

9. Tiene derecho a ser sencillamente usted mismo sin estar obligado a comportarse en función de los demás.

10. Tiene derecho a pedir aclaración.

11. Tiene derecho a intentar cambiar lo que no le satisface.

12. Tiene derecho a ser tratado con dignidad.

13. Tiene derecho a ignorar los consejos de los demás.

14. Tiene derecho a pedir ayuda o apoyo emocional.

15. Tiene derecho a recibir el reconocimiento por trabajo bien hecho.

16. Tiene derecho a no anticiparse a los deseos y necesidades de los demás y a no tener que 
intuirlos.

17. Tiene derecho a detenerse antes de actuar.

18. Tiene derecho a decidir qué hacer con su cuerpo, tiempo y propiedades.

19. Tiene derecho a estar solo, aun cuando los demás deseen su compañia.

20. Tiene derecho a tener sus propias necesidades y que sean tan importantes como las de los demás.

21. Tiene derecho algunas veces a ser primero/a.

22. Tiene derecho a hablar sobre el  problema con la persona involucrada y aclararlo en caso en que los derechos de cada uno no están del todo claros.