.

.
P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS

EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
Tel. conmutador: (11) 5235 2281
EN MENDOZA: RESIDENCIA DE LA COMPAÑÍA . IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN
Portería Colón 67 Tel./Fax (261) 429 9437

E-mail : centroamarservir@gmail.com


lunes, 25 de noviembre de 2013

FESTIVIDAD DE CRISTO REY:RECONOCER A JESÚS EN LOS HERMANOS

DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DEL 2013
HOLA A TODOS LOS AMIGOS DE ESTE CENTRO, LA IGLESIA HA ELEGIDO ESTE TEXTO PARA QUE SEA PROCLAMADO EN LA FESTIVIDAD DE CRISTO REY. EN EL DÍA EN QUE CONTEMPLAMOS EL SUPREMO DOMINIO DE CRISTO SOBRE TODO LO CREADO LEEMOS ESTA PÁGINA EN LA QUE SE PROCLAMA QUE LA DIGNIDAD DE CRISTO RECUBRE A QUIENES SON MENOS IMPORTANTES ANTE LOS OJOS DEL MUNDO. QUIENES HOY PROCLAMAMOS QUE ACEPTAMOS ESTE DOMINIO DE CRISTO SOBRE TODOS NOSOTROS, DEBEMOS RECORDAR QUE SEREMOS JUZGADOS POR LA MANERA EN QUE HAYAMOS RECONOCIDO Y REVERENCIADO ESA DIGNIDAD CADA VEZ QUE NOS ENCONTRAMOS CON EL POBRE.



EVANGELIO
Mt 25, 31-46
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fluimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Éstos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?". Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo". Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.

CRISTO REY
El año litúrgico concluye en este domingo, con una solemnidad dedicada a Cristo como Rey del universo. Después de haber recorrido el desarrollo de la historia de la salvación a través de todas las celebraciones que tuvieron lugar en el transcurso del año, en este último domingo contemplamos a Cristo que volverá lleno de gloria, constituido como Señor de cielos y tierra, como lo confesamos en el Credo. Se proclama este texto que está tomado del Evangelio de san Mateo, en el que se nos presenta el cuadro del juicio final. En este caso ya no es el Señor que nos habla desde el tiempo de su peregrinación terrenal, sino el Cristo glorioso que vendrá al final de los tiempos. Ya no aparece como el Cristo terrenal que va poniendo los cimientos del Reino, sino como el Rey que viene con todo el esplendor de su majestad y va a dictar justicia desde su trono. En ese momento hará la separación entre los que van a participar de su Reino y los que quedarán afuera.
RECONOCER A JESÚS EN LOS HERMANOS
El evangelio de san Mateo concluye el último de sus discursos con esta Impresionante descripción del juicio final. Después de haber mostrado en una serie de parábolas la forma en que los discípulos deben permanecer en vigilancia hasta la venida gloriosa de Cristo (parábolas del mayordomo; de las muchachas prudentes y las muchachas necias; de los talentos), la instrucción se termina con un gran cuadro donde se representa el juicio que el Cristo glorioso hará sobre todas las naciones. Se trata de un texto de carácter didáctico, en el que sin dificultad se descubre la intención del relator. No se pretende hacer una descripción cuidadosa de lo que será el juicio final, sino que se centraliza la atención sobre un solo tema, que es el que se quiere grabar en la mente de los lectores: el cumplimiento de ciertas obras con el prójimo, aquellas que nosotros llamamos "obras de misericordia" 
De entrada, se presenta al Cristo glorioso que vuelve como rey y juez: se habla de venida gloriosa, de cortejo de ángeles, de trono también glorioso, se le da el título de rey. Por eso Se elige este texto para esta fiesta. La presentación responde a lo que los judíos pensaban sobre el Hijo del hombre, el personaje celestial que Dios enviaría al final de los tiempos, que llegaría sobre las nubes del cielo para instaurar el Reino de Dios y juzgar a justos y culpables dando a cada uno lo que merecían sus obras. Los lectores del evangelio comprenden que se trata de una nueva venida de Jesús, no en la humildad de la carne para padecer, sino en la gloria para juzgar y reinar. Se dice también que todas las naciones se reúnen delante de él. También se pensaba que el Hijo del hombre juzgaría a los paganos. Pero los libros de la época insisten más bien en que el juicio contra las naciones será muy severo porque se las juzgará por sus pecados y sobre todo por los atropellos cometidos contra Israel. 
En este punto comienza lo novedoso de la predicación de Jesús: el juicio no se hará por el trato dado a Israel sino por el comportamiento que se ha tenido con el mismo Cristo.
CRISTO Y LOS PEQUENOS
El Señor es comparado con un pastor que separa las ovejas de los cabritos. La figura de Dios como pastor es frecuente en los profetas. Generalmente se la utiliza para hablar del cuidado y la bondad que Dios muestra a su pueblo, como aparece en el texto del profeta Ezequiel que se ha proclamado como primera lectura. Pero el mismo profeta Ezequiel dice, en otro momento, que este Dios, que es Pastor, juzgará a las ovejas y a los cabritos. La parábola, entonces, añade el título de Pastor a los ya mencionados de Rey y de Juez. 

Cristo comienza llamando a los que son destinados a heredar el Reino, no en su etapa incipiente en este mundo, sino en la forma de su consumación final. Pronuncia la sentencia favorable e inmediatamente pasa a dar las razones por las que han merecido esta suerte. Se describe el trato misericordioso que han tenido con el mismo Cristo cuando este se hallaba necesitado. Le dieron lo que le faltaba cuando estaba con hambre, con sed o desnudo; lo recibieron cuando era extranjero o forastero, es decir cuando no tenia domicilio ni derechos en el lugar; lo asistieron cuando estaba enfermo o preso. Ante esta afirmación, los que reciben el Reino responden con una pregunta: ¿Cuándo han visto a Cristo en estas situaciones? Por lo que se puede ver, ninguno es consciente de haber asistido a Cristo, y sin embargo el Señor los premia por haberlo hecho. El mismo Juez se encarga de explicarles el misterio: asistieron a Cristo cada vez que lo hicieron con uno de sus hermanos más pequeños. Hermanos de Jesús y pequeños son dos nombres que los cristianos, los discípulos del Señor, tienen en el evangelio de san Mateo. Con estos dos nombres muestran la gran dignidad con que se recubren los que siguen a Cristo, y al mismo tiempo la condición primera que hay que cumplir para poder ser discípulos: la pequeñez, la pobreza interior, la humildad.

En este texto del juicio, a esta cualidad de la pequeñez se le añade algo más: la circunstancia de estar en una grave necesidad. Así como en otra página del Evangelio se ha dicho que quien aspire a ser el mayor debe asimilarse a Cristo haciéndose servidor de todos y dando la vida por los demás, ahora se dice que es Cristo quien se asimila a sus discípulos cuando estos se encuentran padeciendo graves necesidades por la miseria, la enfermedad, la cárcel... Pero lo más sorprendente de las palabras del evangelio es que Jesús se está dirigiendo a todas las naciones, y no hay indicios de que se esté tratando de la situación de los cristianos dispersos por el mundo, sino más bien de todos los menesterosos, sin diferencia de origen y de religión. 

Jesús se solidariza con estos necesitados hasta el punto de que se considera como hecho a él mismo todo lo que se haga a quienes se encuentran en estas situaciones, aunque no sean cristianos.

LOS REPROBADOS 
La descripción del juicio continúa con las palabras dirigidas a los que son destinados a la condenación eterna. También a ellos se les dan las razones de tan grave castigo. Es porque no hicieron ninguna de las obras que a los otros les alcanzaron el premio: no asistieron a Cristo en su necesidad. También los réprobos preguntan, ya que no son conscientes de haber dejado sin ayudar al Señor en ningún memento. Y también a estos se les responde que no sirvieron a Cristo cada vez que dejaron sin ayuda a alguien que estaba en la necesidad. El detalle de los motives de la condena nos hace ver que la dignidad de los necesitados es algo mayor que lo que parecía a primera vista. Si solamente se hubiera hablado del premio a los que practicaron las obras de misericordia, podríamos haber pensado que Dios, en su bondad, quiso añadir un premio tan grande a esas obras porque él se ocultaba bajo el aspecto de un pobre, como se cuenta en las historias de algunos santos. Pero al decir que los que no las practicaron son condenados porque dejaron de hacérselas a Cristo, esto implica que el que pecó tiene que haber sido consciente de estar ofendiendo a esa suprema dignidad, porque nadie puede ser castigado por faltas cometidas inconscientemente. 

La solidaridad de Cristo con los que padecen necesidad se extiende hasta el punto de que el pobre, el hambriento, el enfermo, el carente de derechos, el menospreciado, son personas que han quedado recubiertas con la dignidad de Cristo. La condición de pobre ha quedado tan enaltecida por Cristo, que se hizo pobre por nosotros, que en cualquier lugar en que haya un hombre pobre, allí está presente el Señor de una manera misteriosa

SERVIR A CRISTO
Cuando se pronuncia la sentencia contra los réprobos, se dice que es porque no sirvieron a Cristo atendiéndolo en la persona de los necesitados. Servir al Señor es también una expresión bíblica para decir que se es religioso. En el Antiguo Testamento ya se decía que se servía al Señor practicando el culto, celebrando las ceremonias y las festividades. El evangelio también trae una novedad en este sentido: el Señor quiere ser servido en la persona de nuestros hermanos, y sobre todo en la persona de los más pobres. Los gestos de adoración, de veneración, de amor y respeto que hacemos cuando celebramos la liturgia, no deben quedar aislados en el ámbito del templo. Por el contrario, deben extenderse a todos los lugares donde sabemos que está presente el Señor. Los gestos de nuestra devoción deben dirigirse al Señor también a través del servicio a todo hombre, y principalmente a aquellos que experimentan las carencias más graves y más urgentes. No se trata de oponer una forma de servicio a otra, ni de optar entre la liturgia y el servicio al prójimo. El mismo Señor que ha establecido una es el que nos ha ordenado hacer también lo otro. Debemos buscar la manera de ofrecer a Dios un culto integral. Finalmente, conviene reiterar que el texto de la descripción del juicio final es un texto didáctico. Pretende instruirnos acerca de un aspecto de la vida cristiana, sin ocuparse de otros. No se dice nada, por ejemplo, de la necesidad de la fe para alcanzar la salvación. Se cometería un grave error si se absolutizara este texto y, prescindiendo de otros textos igualmente importantes, se dijera que toda la vida cristiana se puede circunscribir sola y exclusivamente a la atención de los necesitados.


La Iglesia ha elegido este texto para que sea proclamado en la festividad de Cristo Rey. En el día en que contemplamos el supremo dominio de Cristo sobre todo lo creado leemos esta página en la que se proclama que la dignidad de Cristo recubre a quienes son menos importantes ante los ojos del mundo. Quienes hoy proclamamos que aceptamos este dominio de Cristo sobre todos nosotros, debemos recordar que seremos juzgados por la manera en que hayamos reconocido y reverenciado esa dignidad cada vez que nos encontramos con el pobre.

viernes, 15 de noviembre de 2013

¿CUANDO SERÁ EL FIN DEL MUNDO?



 
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 21,5-19
Correspondiente al domingo 17 de noviembre del 2013


Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: ‘Soy yo’, y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”. Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.
Palabra del Señor.
LA SEGURIDAD PUESTA EN EL TEMPLO 
Los discípulos de Jesús se sentían orgullosos del magnífico Templo que había en Jerusalén. Se lo mostraban a Jesús y le hacían notar la belleza de la construcción, el valor de los materiales, la riqueza de las donaciones... Pero la respuesta del Señor cayó sobre ellos como un balde de agua fría: "Todo será destruido... no quedará piedra sobre piedra..." Todos buscamos seguridad. Y al pueblo judío le pasó lo mismo que a muchos de nosotros. Hasta tal punto llegaba la seguridad en el Templo, que muchos pensaban que solamente podría destruirse cuando llegara el fin del mundo. Algo semejante pasa con algunos de nosotros que pensamos que si tenemos un hermoso temple, una iglesia bien adornada, o una imagen en la que Dios manifiesta de una forma especial su protección sobre nosotros, ya con eso podemos sentirnos satisfechos y libres de la responsabilidad de vivir nuestra fe. El Señor reprendió muchas veces a su pueblo por medio de los Profetas. Existe un famoso discurso del profeta Jeremías sobre este tema, y por haberlo pronunciado debió padecer mucho de sus connacionales. No se puede vivir en el pecado pensando que Dios nos va a proteger lo mismo, o que vamos a salir triunfadores en el Juicio sólo porque en nuestra ciudad o en nuestro barrio tenemos un hermoso templo. Dios no quiere que pongamos nuestra seguridad en esas piedras. Más de una vez, en la histona del pueblo de Dios, la desaprobación del Señor por la conducta de los hombres se manifestó de esa forma: Dios permitió que el Temple y la ciudad fueran destruidas. Si ellos ponían su confianza en la construcción del Temple, que sepan entonces que ni el mismo Temple era un lugar seguro; también podía ser destruido.

¿ESTAREMOS SEGUROS SI SABEMOS LA FECHA DEL FIN DEL MUNDO? 

Ya que no podemos confiar en el Templo, por lo memos sepamos cuándo será el día en que todo terminará y Dios hará el. juicio contra los pecadores. De esa forma podremos estar preparados. Los discípulos que oyeron a Jesús reaccionaron rápidamente: "¿Cuándo será todo eso? ¿Será la señal. ..?". A muchos les ha preocupado, y todavía les preocupa, la fecha del fin del mundo. Jesús tuvo que insistir ante sus discípulos: "No les toca a ustedes saber cuando será". "Esa fecha nadie la sabe, sino sólo el Padre...", "Vendrá en el memento menos pensado como un ladrón...". Años más tarde san Pablo tenía que volver a repetir lo mismo ante los fieles cristianos que se preocupaban por averiguar lo que nadie podrá saber. Todavía hoy hay sectas y cristianos exaltados que pretenden tener datos sobre la fecha exacta en que el Señor pondrá fin a nuestra historia y comenzará el juicio. Los discípulos de Jesús que oyeron hablar de la destrucción del Temple también quisieron tener esta seguridad. Y Jesús les respondió a ellos como también a nosotros: "Que nadie los engañe...", cuando vengan diciendo que el memento está cerca, "no vayan detrás de ellos». ¡Ni Jesús da la fecha, ni nos permite confiar en los que dicen saberla! Tampoco nos permite esa seguridad de conocer cuál es el día en que tenemos que estar preparados para enfrentar el Juicio de Dios. Jesús nos dice cómo debemos responder a quienes vengan a inquietarnos con la noticia de que se acerca el fin del mundo: «No vayan detrás de ellos». 

¿PONDREMOS NUESTRA SEGURIDAD EN EL ORDEN DEL MUNDO? 

Sin que los discípulos se atrevan a preguntar algo más, Jesús sigue hablando para demoler cualquier intento de poner la seguridad y la confianza en algo de este mundo: "guerras..., revoluciones..., terremotos..., epidemias..., hambre..., espanto...". Bastaría con echar una mirada a una Histona universal para saber que toda la vida de la humanidad sobre la tierra ha sido y sigue siendo una continua sucesión de guerras, con la inevitable consecuencia de dolor y lágrimas. El mundo no puede ayudamos a sentirnos seguros. Esa verdad es irrefutable. Lo experimentamos todos los días. La inseguridad es la característica de los tiempos que vivimos. Pero los antiguos no vivían mejor. En tiempos de los Apóstoles algunos pensaban que ya se acercaba el fin del mundo porque eran tan terribles los tiempos que vivían, que no podían ser peores. Y la histona va demostrando que nunca se está tan mal que no se pueda estar peor. El orden del mundo no promete seguridad al cristiano. 

¿ENTONCES ESTAREMOS SEGUROS SIENDO CRISTIANOS? 

Muchos piensan que por ser cristianos, ya tienen un seguro de que todo les va a ir bien. Se sorprenden y protestan cuando algo sale mal: "¿Cómo es posible, si yo soy tan religioso. ..?". En su discurso a los discípulos, Jesús les dice que de una cosa pueden estar seguros: de que van a ser perseguidos. La única señal que da Jesús es que "... antes de todo eso, ustedes serán perseguidos, serán llevados a las cárceles y a los tribunales...". Y todo esto comenzó a cumplirse con la misma Pasión de Cristo. Él fue perseguido, encarcelado, juzgado y ejecutado. E inmediatamente pasó lo mismo con los Apóstoles, y después de ellos vinieron todos los mártires de la Iglesia antigua. Pero las persecuciones no han terminado: todavía hoy la Iglesia sigue sufriendo persecución en distintos lugares y de distintas maneras, y se ha visto que los mártires de los últimos tiempos son más que los de los primeros siglos. Algunos son perseguidos abiertamente: cárcel, muerte, torturas... Otros de una manera más discreta: críticas, calumnias, burlas. O también se los rodea de tentaciones, para que su cristianismo se enfríe y se debilite. De una forma o de otra, se trata de hacer desaparecer al cristiano. El verdadero cristiano molesta. Y en esto tampoco hay segundad de nada. Jesús dice que aún nuestros seres más queridos pueden conspirar contra nuestro compromiso cristiano: "Hasta sus padres, parientes y hermanos y amigos los traicionarán...". El que quiere vivir cristianamente sabe que cuando se trata de conveniencias personales, aun los más allegados y los más queridos son los que quieren hacerle olvidar la responsabilidad cristiana. 

LA ÚNICA SEGURIDAD 

Jesús termina diciendo: "Pero yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrán responder los adversarios... A ustedes no se les caerá ni un cabello...". Nuestra única seguridad consiste en saber que estamos en manos de Dios. Ni siquiera debemos poner la confianza en nuestra buena disposición ni en nuestra preparación: "No se preocupen por preparar la defensa. ..". En esto consiste la auténtica fe: en tener confianza solamente en Dios, sabiendo que estamos en sus manes y que Él cuida de nosotros. 

El texto evangélico que nos propone la Iglesia al terminar el año podría parecernos excesivamente exigente. No puede ser de otra manera. Trata de sacudirnos para que no nos apoyemos en aquellas cosas que no constituyen ninguna garantía. Se nos muestra cuál es la única segundad: la fidelidad de Dios hacia nosotros y nuestra fidelidad hacia Dios. En medio de la inestabilidad del mundo, Jesús nos recuerda cuál es nuestra misión: "Ustedes tendrán que dar testimonio...". Debemos vivir de tal manera que con nuestra conducta seamos testigos de Cristo, y para eso Él nos promete su continua asistencia. Para obtenerla debemos permanecer aferrados a Él, como alguien que, caído en el mar, se aferra a una roca en medio de una tempestad cuando todo se mueve a su alrededor. De esa manera todo lo demás tendrá sentido, perseverando como cristianos. Viviendo la vida que hemos recibido en el Bautismo y que se alimenta en los demás Sacramentos y en la Palabra que nos transmite la Iglesia. Por eso el texto del Evangelio concluye con estas palabras: "Con la perseverancia, ustedes se salvarán...". 


domingo, 10 de noviembre de 2013

EVANGELIO DEL DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DEL 2013



Domingo XXXII del tiempo ordinario

En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.” Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.» (Lucas 20, 27-38).

Las lecturas bíblicas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre el sentido de nuestra esperanza en la resurrección de los muertos que afirmamos en el Credo, a la luz de nuestra fe en Jesucristo resucitado.

1. El sentido de nuestra esperanza en la resurrección de los muertos
Los saduceos, miembros de la casta religiosa sacerdotal del judaísmo antiguo, se gloriaban de ser herederos de Sadoq, un antepasado a quien el rey Salomón, nueve siglos antes de Cristo, había nombrado sumo sacerdote del templo de Jerusalén (1 Reyes 2, 27 ss.). Ellos sólo aceptaban como inspirados por Dios los cinco primeros libros de la Biblia (que contenían la “Torá”, es decir la “Ley” de Dios transmitida por Moisés), y no creían en la resurrección porque estos libros no hablaban de ella. La respuesta del Señor a la pregunta que le hacen los saduceos nos invita a revisar nuestro concepto de la resurrección, que sería errado si la confundimos con un regreso a la misma forma de vida que tenemos ahora. Jesús utiliza una comparación muy significativa cuando dice que la vida futura después de la muerte será como la de los ángeles. Es un modo de indicar que la resurrección no es una vuelta a la existencia material, sino el paso a una nueva vida de carácter espiritual. De manera semejante el apóstol san Pablo, al explicar como será la resurrección de los que han muerto, dice en una de sus cartas que se siembra un cuerpo natural y resucita un cuerpo espiritual (1 Corintios 15, 44). En efecto, si quienes han muerto regresaran a la vida con el mismo cuerpo natural o material de antes, se volverían a morir. Pero la vida nueva que nosotros esperamos tener después de la actual, es precisamente una vida perdurable, cuya forma concreta no puede expresar adecuadamente nuestro limitado lenguaje y por eso necesitamos recurrir a imágenes simbólicas para referirnos a ella. La resurrección es un misterio de fe, que no corresponde al plano de la materia sino al del espíritu.

2. La creencia en la reencarnación no es compatible con la fe en Jesús resucitado
Un error frecuente con respecto a lo que ocurrirá después de la muerte es la idea de la “reencarnación”, que afirma la preexistencia de unas almas que vuelven a este mundo revestidas de otro cuerpo con el fin “purificarse”. La creencia en la reencarnación no es compatible con nuestra fe, pues la antropología cristiana considera al individuo humano como un solo ser que, mientras existe en las dimensiones actuales del espacio y del tiempo, está ligado a condiciones materiales, pero cuando muere pasa a otra forma de vida en condiciones distintas, ya no de orden material sino espiritual. Por lo tanto, cuando nos referimos al “cielo” no estamos hablando de un lugar material, sino de un estado espiritual de felicidad completa que esperamos como nuestra vida futura después de la presente. Esa “vida del mundo futuro” -como dice la versión del Credo proclamada por los Concilios de Nicea y Constantinopla- es una vida nueva en otra dimensión y no un regreso a este mundo; es la vida que esperamos quienes creemos en un Dios que, como dice Jesús en el Evangelio aludiendo a Moisés -a quien se remitían los saduceos-, no es Dios de muertos sino de vivos. Es la vida futura que esperaban los Macabeos, aquellos judíos del siglo II antes de Cristo, hermanos de sangre, de quienes nos cuenta la primera lectura que defendieron hasta la muerte el respeto a sus convicciones religiosas (2 Macabeos 7, 1-2.9-14). Y será nuestra participación plena de la vida resucitada y gloriosa de nuestro Señor Jesucristo.

3. “Al despertar, Señor me saciaré de tu semblante”
El Salmo 17 (16) expresa con la imagen del despertar de un sueño el paso de esta forma actual de nuestra existencia terrena a la futura: Al despertar, Señor me saciaré de tu semblante. Este semblante es lo que también se denomina el rostro de Dios. Es un modo de expresar la felicidad que tendremos cuando nos encontremos, por decirlo así, “cara a cara” con el Señor, para disfrutar de la participación en la resurrección gloriosa de Jesucristo, quien precisamente por su encarnación es el rostro humano de Dios. La seguridad de una vida nueva y sin fin que no sólo aguardamos para el futuro, sino cuyas primicias ya poseemos en la medida en que le abrimos espacio a Jesús y a su Espíritu Santo en nuestra existencia, es precisamente, como nos lo recuerda el apóstol Pablo en la segunda lectura (2 Tesalonicenses 2,16 - 3,5), la gran esperanza que expresamos de manera especial en la liturgia de cada domingo y cada vez que evocamos la memoria de quienes nos han precedido en la fe, como lo hemos hecho en los dos días iniciales de este mes de noviembre al celebrar la fiesta de todos los Santos -con María la Madre de Jesús como la primera entre ellos- y el día de todos los Difuntos. Tal es el verdadero sentido de la resurrección, que reconocemos ya obrada en la naturaleza humana de Cristo y que aguardamos también para nosotros. Y es en este sentido como podemos dar razón de nuestra esperanza, no con creencias falsas, sino con una fe auténtica en Él, que así como nos creó para esta vida, si dejamos que actúe en nosotros su Espíritu de Amor puede re-crearnos para una vida nueva en la eternidad.-

domingo, 3 de noviembre de 2013

Dios quiere que todos los hombres se salven


 Evangelio según San Lucas 19,1-10. 
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".
Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,
porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido"

LOS COBRADORES  DE IMPUESTOS
Desde la distancia en el tiempo, tal vez no lleguemos a darnos cuenta de la importancia del signo que hizo Jesús al entrar a la casa de Zaqueo.
Como se dijo el domingo pasado, en aquellos tiempos para los habitantes de Judea y Galilea los cobradores de impuestos, o publicanos como también se los llama, eran lo peor entre los más males. Cuando se los nombraba era para ponerlos como representantes de los peores pecadores.

UNA VISITA PARA ZAQUEO

Zaqueo era nada menos que el Jefe de los cobradores. Esto significa que había comprado el cargo de cobrador de impuestos para todo un territorio, y tenía varios subordinados que cobraban para él. Este hombre quería ver a Jesús pero no podía conseguirlo.
No queda muy claro en el texto si Zaqueo era la persona de baja estatura, y no podía ver porque los más altos se lo impedían, o si era Jesús, y entonces Zaqueo no podía verlo porque la multitud lo tapaba. Pero a pesar de todo, para ver a Jesús no encontró mejor manera que treparse a una higuera de las que abundan por Palestina, llamadas también higueras egipcias o sicómoros. Era tan grande su curiosidad que no pensó en que podía quedar en ridículo. Cuando Jesús llegó a ese lugar miró hacia arriba y lo llamó. Todos se habían reído de Zaqueo: una persona tan importante en una situación tan cómica. Pero a Zaqueo le importaba muy poco, ya que él estaba deseoso de ver al Señor. Pero Jesús no señaló a Zaqueo para reírse de él ni para que se rieran los demás. El Señor llamó a Zaqueo diciéndole que iba a ir a alojarse a su casa; Tremenda sorpresa para Zaqueo, que no esperaba tanto, y también para el pueblo que estaba alrededor, que no aprobaba de ninguna manera esa clase de visitas prohibidas por las normas religiosas«Todos murmuraban» dice el Evangelio. A todos les pareció muy mal la actitud de Jesús, que también se manchaba yendo a casa de un pecador tan grande, traidor a la patria, que trataba con paganos y que se enriquecía injustamente con el dinero de los pobres. El Evangelio no relata la conversación entre Zaqueo y Jesús. Solamente nos dice las últimas palabras para contrastarlas con las criticas del pueblo. A pesar de las criticas, Zaqueo demostró que todavía era capaz de convertirse. Dividió la fortuna en dos partes: la mitad la dio a los pobres, y con la otra parte reparó, pagando cuatro veces más, como se estipulaba para las estafas, el robo que había hecho al pueblo. Sin embargo, aquí es necesario hacer una salvedad. Si se presta atención a la forma en que está redactada la Frase que dice Zaqueo, el texto puede ser leído de una forma diferente. Algunos comentaristas observan que Zaqueo no dice que "dará" la mitad de sus bienes ni "restituirá" lo que cobró de más. Traduciendo fielmente el texto original griego, así como está en el Leccionario que se lee en la Misa, él se expresa en tiempo presente: "yo doy la mitad de mis bienes... le doy cuatro veces más". Entonces ¿Zaqueo está haciendo un propósito para el futuro? ¿o más bien responde a la critica de la gente mostrando lo que él habitualmente hace? En este último caso, Zaqueo tendría muy mala fama entre la gente a pesar de ser una persona honesta.

ES UN HIJO DE ABRAHAM
Aparte de la forma en que interpretemos las palabras de Zaqueo, prestemos atención ahora a lo que Jesús dice explicando su visita a la casa del cobrador de impuestos: Él vino a traer la salvación porque este hombre es también un hijo de Abraham. Aquí está io sorprendente para los oyentes: los juicios que hacen los hombres no impiden la actuación de Dios. Hay una promesa de Dios dirigida "a Abraham y a su descendencia, para siempre". No importa cuál era el comportamiento de Zaqueo, Dios sólo se acuerda de la promesa de salvación que un día le hizo a Abraham, y ha venido a cumplirla. Por más que los hombres excluyan a algunos porque los consideran pecadores - tanto si lo son verdaderamente, como si no lo son - Dios no se olvida de su promesa de salvación. Para Dios no hay excluidos.  Sin entrar a discutir en este lugar cómo se deben entender las -palabras de Zaqueo, quedémonos por ahora con la interpretación más difundida. Supongamos, aunque sea por un momento, que este hombre era un gran pecador, un pecador tan grande que de él ya no se podía esperar nada bueno. Los religiosos lo habían dejado de lado y ya no se  preocupaban más. A tal punto desesperaban, que vieron mal que Zaqueo recibiera a Jesús en su casa, así como vieron mal que el Señor entrara en casa de Zaqueo. Si Zaqueo era un pecador, su pecado habrá sido muy grande porque es el de un hombre que ha cerrado su corazón y que sólo ha pensado en su propio interés, en cómo aumentar su riqueza sin detenerse a pensar en los medios. Pero entró Jesús en su vida. Jesús no es un predicador que con palabras y argumentos más o menos brillantes ha tratado de hacer que su vida cambiara, sino que es la misma Palabra de Dios, poderosa como en el primer día de la creación, que vino a anunciarle la salvación, que se presentó para hacerle conocer el amor de Dios que le ofrecía su salvación. Era la misma Palabra que al principio dijo «Que haya luz» la que ahora le abría los ojos para que viera a los demás hombres y comprendiera que todos son hijos del mismo Padre: Zaqueo abrió su corazón y en él actuó la obra salvadora de Dios. La Palabra de Jesús es tan poderosa que pudo cambiar el corazón de Zaqueo. Este comenzó a comprender que no estaba solo en el mundo y que no podía seguir pensando solamente en sí mismo. Se abrió a Dios y se abrió a sus hermanos. Si hasta ese memento había traicionado a los suyos, ahora compartía sus bienes con todos; si hasta ese memento había sido injusto, reparaba todas las injusticias que había hecho; si hasta ese memento había sido considerado como un impuro, al escuchar la palabra de Dios había dejado que esta Palabra lo purificara y lo colocara otra vez en la familia de los hijos de Abraham, herederos de las promesas de Dios. Nuestros criterios son muchas veces muy estrechos. Al ver a ciertos pecadores ya decidimos por nuestra cuenta que la salvación de Dios no es para ellos. Las palabras del libro de la Sabiduría que en este domingo se proclaman como primera lectura nos muestra el preceder amoroso de Dios, que aparta los ojos de los pecados de los hombres esperando la conversión de todos. Nosotros, en cambio, olvidamos con frecuencia aquellas palabras de la Escritura: "Dios quiere que todos los hombres se salven...". Para nuestros criterios, muchos ya están "perdidos" y no se puede esperar de ellos ningún cambio. Pero Jesús vino para buscar a estos que ya estaban perdidos y que habían endurecido sus corazones. El, como Buen Pastor buscó la oveja perdida y cambió el corazón de Zaqueo. Al utilizar la palabra "perdido", el autor· del evangelio nos remite a otro texto: en el capítulo de la parábola del hijo pródigo se utiliza este término con respecto a la oveja, a la moneda y al hijo. Si unimos ahora los dos textos podremos descubrir muchas relaciones enriquecedoras.No desesperemos de nosotros mismos si nos vemos agobiados por grandes pecados, y tampoco consideremos a nadie indigno del perdón de Dios.