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domingo, 26 de mayo de 2013

EVANGELIO DEL DOMINGO EXPLICADO: FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD





Domingo de la Santísima Trinidad - Ciclo C ­ (26 de mayo 2013)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye, y les comunicará a ustedes lo que está por venir. Él me
glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá comunicando- Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y lo anunciará a ustedes"
(Juan 16, 12-15).

      
Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad: un solo Dios, tres personas distintas. Las lecturas de este domingo (Proverbios 8, 22-31; Salmo 8; Romanos 5, 1-5; Juan 16, 12-15) nos invitan a renovar nuestra fe en el misterio inefable de Dios Padre que ha creado el universo con su Sabiduría infinita (primera lectura), Dios Hijo hecho hombre en la persona de Jesús que es precisamente la Sabiduría misma de Dios, su Palabra hecha carne, que con su testimonio de vida, sus enseñanzas y su sacrificio redentor nos ha revelado la misericordia divina, y Dios Espíritu Santo, que es la energía positiva procedente del Padre y del Hijo, "el amor de Dios derramado en nuestros corazones"(segunda lectura) para vivificarnos ,renovarnos, iluminarnos, fortalecernos unirnos en comunidad y "guiarnos hasta la verdad plena" (Evangelio).

1. El Misterio de Dios trino y uno
Cuenta el gran filósofo y teólogo san Agustín de Hipona (354-430 d.C.) que cuando meditaba sobre la Trinidad divina mientras caminaba por la playa, de repente vio en la orilla a un niño que intentaba vaciar toda el agua del mar en la concha de un caracol. Esta experiencia le sirvió para comprender que la mente humana, por más esfuerzos que haga, es incapaz de abarcar el misterio de Dios. Por eso nosotros, con nuestro limitado lenguaje tenemos que recurrir a imágenes, a símbolos, a figuraciones poéticas para poder expresar de algún modo lo que Dios es, y que sólo percibimos al reconocer desde la fe sus modos de obrar. Y por eso mismo el lenguaje bíblico, al intentar describir a Dios -no para definirlo, porque el Infinito es indefinible-, lo hizo con una palabra que en su sentido más completo corresponde a lo que mejor puede caracterizar lo que es Dios: Dios es Amor (1 Juan 4, 8.16).
Pero si Dios es Amor, tiene que ser plural, pues para que exista el amor tiene que haber alguien que ama, alguien que es amado y que le corresponda también amando, y la relación misma de amor entre ambos. Este es justamente el sentido del misterio de la Trinidad divina: un solo Dios que es pluralidad y diversidad de personas en la perfecta unidad de una comunidad de amor.
Y es así como Dios Padre se nos revela en las enseñanzas y en la obra salvadora de su Hijo Jesucristo, que es su Palabra hecha carne y que entregó su vida en la cruz para que nosotros participáramos de su vida eterna, y nos comunica el Espíritu Santo que nos hace posible comprender y reconocer la verdad plena: el amor que Dios es y que nos tiene, que nos anima para corresponderle mediante el cumplimiento de su voluntad, es decir, amándonos unos a otros como Él mismo nos ha mostrado que nos ama.
2. Los símbolos de la Santísima Trinidad
Muchos símbolos se han empleado para tratar de expresar la realidad de Dios uno y trino,aunque en definitiva todos se quedan cortos. Uno de esos símbolos es el triángulo. Otro es el sol, que en sí mismo es fuego, luz y calor. Pero el que tal vez más llama la atención es el que usó San Patricio (387-461 d.C.), quien para enseñarles la idea de un solo Dios en tres personas a los paganos que en su época habitaban la isla de Irlanda, tomaba en sus manos un trébol de tres hojas.
Con este sencillo ejemplo, quienes lo escuchaban podían acercarse a la comprensión del sentido de la fe en la uni-trinidad divina, completamente distinta de las creencias politeístas por cuanto no se trata de varios dioses, sino de uno solo cuyo ser obra y se manifiesta pluralmente.
3. Nuestra fe en la Trinidad nos impulsa a la realización de lo que ella significa
La liturgia de la Iglesia, sobre todo en los sacramentos y especialmente en la Eucaristía, expresa constantemente la fe en Dios trino y uno. Esta fe implica a su vez el reconocimiento de lo que Dios Padre ha querido al crearnos a su imagen y semejanza, al revelarnos su misericordia y redimirnos por medio de su Hijo Jesucristo, y al comunicarnos el Espíritu Santo que procede de Él y de Jesús resucitado: que reconociendo en nosotros la pluralidad y la diversidad de las personas, se vaya realizando cada vez más entre todos la unidad mediante la comunión y la participación, es decir, mediante la construcción de una verdadera comunidad.
Al iniciar la Eucaristía nos santiguamos invocando el nombre del Dios uno y trino. En el Gloria alabamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en la oración inmediatamente anterior a las lecturas bíblicas, nos dirigimos a Dios Padre por medio de Jesucristo, su Hijo, que vive y reina con Él en la unidad del Espíritu Santo. Más adelante -en las misas dominicales y de las grandes fiestas religiosas-, proclamamos con el Credo nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo,
reconociendo respectivamente su acción creadora, salvadora y santificadora. Luego, después de haberle cantado nuestra alabanza al tres veces Santo, le pedimos a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que se conviertan sacramentalmente en el cuerpo y la sangre de su Hijo Jesucristo. Antes de la comunión hacemos el brindis mediante el cual expresamos nuestra disposición a que por Cristo, con Él y en Él, les sean dados todo honor y toda gloria a Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo. Y al concluir la Eucaristía, el sacerdote imparte a los fieles la bendición de Dios uno y trino.
Que esta fiesta de la Santísima Trinidad nos motive no sólo para renovar la expresión de nuestra fe en el misterio insondable de Dios, que es Amor, sino también para que reactivemos nuestro compromiso de realizar en nuestra vida lo que significa proclamar a Dios como comunidad perfecta en la unidad y pluralidad de personas: que habiendo sido creados a su imagen y semejanza, también nosotros, empezando por la familia, llamada a seguir el modelo de la comunidad trinitaria que es Dios, respondamos cada día mejor a la invitación que Dios nos hace a ser una auténtica comunidad de amor.-

domingo, 19 de mayo de 2013

EVANGELIO DEL DOMINGO: PENTECOSTES




EVANGELIO Domingo de Pentecostés – Ciclo C (19 de mayo 2013)

Jn 20, 19-23
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Palabra del Señor.

Un misterio llamado Iglesia
La fiesta de Pentecostés cierra el ciclo pascual. En este día, la comunidad de los  rimeros creyentes, apóstoles, discípulos, las mujeres que acompañaban a Jesús (entre ellas, María, la madre del Señor), recibieron al Espíritu Santo. Desde entonces, Dios mismo vino a habitar entre nosotros. El Señor les dio el poder de perdonar los pecados. Para ellos fue como comenzar de nuevo, como criaturas diferentes, recién creadas por Dios. Así comenzó la historia con Adán y Eva. Así comenzó nuestra Iglesia: toda pura. La fuerza del Espíritu no nos convierte automáticamente en santos y perfectos. Continuamos con nuestras debilidades y tentaciones, pero con la posibilidad de perdonar y ser perdonados. Esa es la fuerza que hace que la Iglesia, la comunidad de los creyentes, sea siempre joven, dinámica y que supere crisis, escándalos, dificultades y problemas que parecen invencibles. Es así desde hace más de 2000 años. Cuando escuchamos la palabra “iglesia”, inmediatamente pensamos en edificios muy lindos, grandes o chicos. 

Pero no hay en el mundo templo más hermoso que la persona humana, de cualquier raza y condición, porque en cada uno habita el Espíritu Santo. Este es el gran misterio y el gozo de Pentecostés: el envío del Espíritu a las personas, que todas unidas formamos la Iglesia, el pueblo creyente. En estos tiempos de crisis, de dura lucha para vivir, se busca, a menudo, un momento de paz en las iglesias de Material. Y, en cierta medida, se lo encuentra. Pero mucho más profunda es la paz que puede dar el Espíritu que habita en nosotros. 

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas como llamaradas que se repartían,
posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en la propia lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el
Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en la propia lengua” (Hechos 2, 1-11).
El término Pentecostés, que en griego significa Quincuagésimo Día o día número 50, proviene de una antigua fiesta anual con motivo de la cosecha del trigo y la cebada. Era llamada fiesta de la Semana de Semanas o de las 7 Semanas, y tenía lugar 50 días después de la ofrenda de los primeros frutos. Los judíos le dieron un significado histórico al conmemorar en ella la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí, 50 días después del acontecimiento de la Pascua con el que habían sido liberados los israelitas de la esclavitud en Egipto. Para quienes creemos en Jesucristo, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que, 50 días después de la Resurrección del Señor, once de los discípulos a quienes Él había llamado sus “apóstoles” o enviados, y el duodécimo que había sido designado para ocupar el puesto que había dejado vacío Judas Iscariote el traidor, reunidos en oración junto con María, la madre de Jesús, recibieron el Espíritu Santo prometido para realizar la misión de proclamar la Buena Noticia de una nueva Ley -la ley del amor universal-, ya no
sólo para un pueblo particular, sino para toda la humanidad. En la fiesta de Pentecostés se utilizan ornamentos de color rojo, que simboliza el fuego del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es el aliento vital y vivificador de Dios
Los relatos bíblicos de la creación dicen que “el Espíritu (en hebreo la Ruah) de Dios aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1, 2) y que el Señor “formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz y le dio vida” (Génesis 2, 7). La palabra ruah -en hebreo de género femenino- significa viento, aliento, soplo. En los Hechos de los Apóstoles se habla de un viento fuerte, en el Salmo 104 del aliento de Dios dador de vida, y en el pasaje del Evangelio según Juan 20, 19-23 escogido para este Domingo, del soplo de Jesús sobre sus discípulos para decirles: “reciban el Espíritu Santo”.
Hay otros signos que también emplea el lenguaje bíblico para referirse al Espíritu Santo:
- El fuego simboliza la energía divina que transforma, dinamiza, da luz y calor.
- El agua, signo de vida, expresa el nuevo nacimiento realizado en el Bautismo.
- El óleo o aceite de oliva, que significa fortaleza , se emplea en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de los Enfermos.
- La paloma (Génesis 8, 11), en el Bautismo de Jesús (Juan 1, 32) evoca al Espíritu que “aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1, 2).
- Con la imposición de las manos, abiertas y unidas por los pulgares representando a un ave con las alas desplegadas, se expresa la comunicación del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo produce el nacimiento de la Iglesia e impulsa su desarrollo
Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo compuesto por muchos y distintos miembros -todas las personas bautizadas-, animado por el Espíritu Santo, del que provienen, como dice san Pablo (1 Corintios 12, 3b-7. 12-13), los dones o carismas para realizar los servicios o ministerios que el Señor asigna según la vocación de cada cual. Estos dones son siete:
1. Sabiduría para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas.
2. Entendimiento para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios
3. Ciencia para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla.
4. Consejo para orientar a otros cuando lo solicitan o necesitan ayuda.
5. Fortaleza para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades.
6. Piedad para reconocernos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
7. Respeto a Dios (llamado también temor de Dios, pero con un sentido diferente del miedo), para evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos.
San Pablo dice (Romanos 8, 8-7) que el espíritu que recibimos en nuestro bautismo no es el de la esclavitud que nos llena de miedo, sino el de la libertad de los hijos de Dios, en virtud del cual podemos llamarlo papá, que es lo que significa abba, el término familiar con el que Jesús se dirigía a Dios Padre. Jesús mismo les había prometido a sus discípulos que Dios Padre enviaría en su nombre al Espíritu Santo, al que también llama “defensor” (Juan 14, 15-16.23b 26), el que está junto al creyente para darle fuerza. Esto fue lo que experimentaron los primeros cristianos en medio de las persecuciones que tuvieron que sufrir por causa de su fe. Y es también lo que nosotros podemos experimentar cuando, en las situaciones difíciles, reconocemos la presencia actuante del amor de Dios, que es justamente a lo que llamamos “Espíritu Santo”.

El Espíritu Santo hace posible la comunicación gracias al lenguaje del amor
Toda la historia de la acción creadora, salvadora y renovadora de Dios es un paso de la incomunicación de Babel a la comunicación de Pentecostés. Cuando la intención es de dominación opresora, la consecuencia es una confusión total que impide el entendimiento entre las personas (Génesis 1-9); pero cuando la intención es compartir, construir una auténtica comunidad participativa en el amor, saliendo cada cual del egoísmo individualista, por obra del Espíritu de Dios se produce la verdadera comunicación (Hechos 2, 1-12).
Al celebrar la fiesta de Pentecostés, unidos en oración como los primeros discípulos lo estaban con María, la madre de Jesús, invoquemos la intercesión de nuestra Señora en este mes de mayo, y repitamos en nuestro interior la petición que antecede en la liturgia eucarística al Evangelio de este día: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.-

sábado, 18 de mayo de 2013

el espacio del niño

TALLER DE ESPACIO Y COMUNICACIÓN:EL ESPACIO DEL NIÑO




EL ESPACIO DEL NIÑO- EL ESPACIO DEL OTRO

1-    EL NIÑO TIENE DIFICULTADES EN SU ESPACIO
¿Cómo sabemos que el otro tiene dificultades en su espacio? La persona que no se siente bien tiende a deprimirse, a aislarse, a encerrarse, a veces se muestra agresiva. En casos más graves se evade en el alcohol, las drogas, los medicamentos, etc. En los mejores casos, busca ayuda en su entorno. Muchos de estos malestares y de estas dificultades, tan comunes en la vida cotidiana, se originan en la falta de comunicación. En nuestra vida de relación generalmente percibimos con facilidad los síntomas de una comunicación insatisfactoria, pero no siempre sabemos cómo actuar.

 Ante estos casos, lo primero que conviene hacer es definir el espacio, aceptar que esas dificultades corresponden al otro, que están en su espacio y aprender a tomar la distancia necesaria para ofrecerle un acompañamiento eficaz, de tal forma que al asumir la responsabilidad de su espacio,  pueda él mismo encontrar sus soluciones.
En la relación padre / hijo, la definición del espacio del otro, en este caso, del hijo, suele complicarse. Cuando el hijo tiene dificultades en su espacio, con frecuencia el padre vive una serie de sentimientos fuertes y muchas veces opuestos entre sí: preocupación, temor, frustración, impotencia, enojo, ansiedad, etc. Y todo esto mezclado con mucho amor
Para responder con eficacia a situaciones complejas como éstas, acompañar al otro,(al hijo en sus dificultades). Me conviene contactar con mis sentimientos y vivirlos, pero no dejarme llevar por ellos, porque puedo terminar invadiendo su espacio y mi ayuda será de poca calidad. Por eso es Importante ir más allá de los sentimientos y empezar buscando una definición racional y objetiva del espacio.
¿En el espacio de quién está tal responsabilidad?
Puede ayudarme también responder a preguntas como éstas:
Quién tiene que aprender a...?.
Quién tiene que decidirse a...?.
Quién tiene que reaccionar en esta situación?

EJERCICIOS PARA DEFINIR EL ESPACIO
En el espacio de quién está...
Leticia, 19 años, está dudando: quiere cambiar de curso, dejar letras y pasar a computación.
…la decisión?
El Padre Emiliano con frecuencia agrede a los feligreses en su homilía
…la agresividad?
José; 8 años, llega a casa llorando y dice a su madre que la maestra no lo quiere.
…el sentimiento?
Perla vive un estado depresivo porque su novio la dejó.
…la depresión?
Jorge 16 años, es asmático. No toma sus medicamentos con regularidad. Sus crisis son cada vez más intensas.
…la responsabilidad?
2. PARTIR DE UNA SITUACION
Para acompañar eficazmente a una persona que tiene dificultades en su espacio partimos de la identificación de nuestro comportamiento habitual y de nuestras actuaciones en casos reales y situaciones de la vida cotidiana. Invitamos a definir sus comportamientos realizando el siguiente ejercicio:
a.-Identificar una situación en la vida cotidiana en la que observamos que una persona que está cerca tiene problemas en su espacio. Describir en dos o tres líneas la situación. a
b.-Anotar lo que acostumbramos a decir, o la respuesta, o la ayuda que daríamos.

3-LOS OBSTACULOS DE LA COMUNICACIÓN

Los padres quieren acompañar a sus hijos en sus dificultades y sin embargo, no siempre lo hacen de manera competente y eficaz. En su necesidad de decir algo, de responder, de ayudar, a veces sus intervenciones crean más confusión en el otro. Provocan comportamientos polarizados o hacen que la otra persona se bloquee y se encierre. Responder de esta manera, no satisface las necesidades del otro, que suelen ser implemente hablar y ser escuchado. Estas intervenciones poco felices son en realidad obstáculos en la comunicación y se presentan no sólo entre padres e hijos, sino en todo tipo de relaciones interpersonales. Estos son los más comunes:
1- Dar órdenes. Amenazar
2- Moralizar. Sermonear. Aconsejar.
3. Juzgar. Criticar. Reprender.
4. Aprobar. Tranquilizar. Excusar.
5. Investigar. Preguntar. Interpretar.
6. Distraer. Eludir. Cambiar de lema.
7. Comparar.
8. Contar algo aparentemente más grave.
4. CÓMO FUNCIONAN ESTOS OBSTÁCULOS
a) Situación:
Julio, 15 años, vuelve del colegio y dice a sus padres: «Se acabó, ya no iré al colegio. Estudiar no tiene sentido, lo mismo no se consigue trabajo y yo necesito tener mi propio dinero».
b) Respuestas:
1. Dar órdenes. Amenazar:
a) Mensaje:
«Cállate; no hables así de tus estudios. Yo te lo digo, vas a volver al colegio». «Si hace: eso, vas a ver lo que te pasa».
b) Efectos:
«Mis padres no me comprenden; no saben lo que yo vivo. Les voy a demostrar que aunque me envíen a la fuerza, yo saldré de allí».
 Este mensaje invita a la rebeldía. La persona tiende a recurrir al enfrentamiento, o puede decidir ser sumisa y obedecer por temor. Suscita resentimiento, cólera y resistencia.
2. Moralizar. Sermonear. Aconsejar.
a) Mensaje: «Esa es tu obligación». «Es tu responsabilidad» «Debes ser educado». «Lo que yo haría...» «Sería mejor...»
b) Efectos: Aparece el elemento del deber, de la sumisión a la autoridad externa. Ante un consejo que viene de fuera la tendencia es rechazarlo. El consejo implica una idea de «superioridad», el otro se siente inferior, inepto y se defiende. «Quién dice que yo debo... »
3-. Juzgar. Critican Reprender.
a) Mensaje: «Estás equivocado». «No sabes de lo que hablas». «Haces mal». «Eres un fresco, deja de hacerte el rebelde».
b) Efectos: El otro se siente herido en su autoestima. Se siente inferior, incompetente, malo, se rebela contra los juicios, o en su interior los acepta para evaluarse en forma negativa; empieza a sentirse avergonzado y crece su sentimiento de inferioridad.
4. Aprobar. Tranquilizar. Excusar.
a) Mensaje: «Haces bien». «No te preocupes» «Te comprendo». «Pobrecito, yo te apruebo».
b) Efectos: Después de un primer sentimiento de apoyo, el otro se pregunta si se está’ siendo sincero con él, o si se le está tratando de Conquistar. Luego tiene miedo de ser manipulado. El apoyo exagerado impide al otro vivir profundamente los sentimientos que lo habitan.
5. Investigar. Preguntar. Interpretar.
a) Mensaje: «¿Que’ está pasando?». «¿Por qué?» «¿ Cómo 7,,_ «¿o que necesitas es... ». «Tratas de llamar la atención...
b) Efectos: El otro se siente «en el banquillo de los acusados», no se siente comprendido. Las preguntas le significan falta de confianza. Tienda a t encerrarse y se corta el diálogo.
6. Distraer. Eludir. Cambiar de tema.
a) Mensaje: «No hablemos de eso». «No en la mesa». «Olvida eso». «Ahora recuerdo que... ». ¿Sabías que... .?».
b) Efectos: El otro no se siente aceptado en lo que en ese momento es importante para él. Ante el desinterés que se le demuestra, se vuelve molesto y encolerizado.
7. Comparar.
a) Mensaje: «Cuando yo tenía tu edad... ». « ¿Por que’ no eres cómo...?». «Mira como tu amigo...»
b) Efectos: La comparación ataca la autoestima. Comunica que no se le acepta por lo que él es, sino a condición de que se parezca a otro.
8. Contar algo aparentemente más grave.
a) Mensaje: «Eso tiene muy poca importancia». «Te preocupa: por poca cosa, pobrecito». «Yo sí que tengo un problema».
b) Efectos: Deja la sensación de que él vale poco. Se siente disminuido, incomprendido y decide que no vale la pena confiarse.
En caso de descubrir que hemos contestado con uno de los obstáculos, es importante tener en cuenta que hemos actuado con buena intención y con deseos de ayudar al otro. Sin embargo, comprobamos que los resultados no son, muchas veces, los que esperábamos. La intención fue buena, pero el resultado no lo es. Vemos que el otro, en lugar de encontrar soluciones, desarrolla comportamientos inesperados. Esto se debe a que nosotros hemos actuado respondiendo ante todo a nuestra necesidad, sin atender a la necesidad del otro.

domingo, 12 de mayo de 2013

La Ascensión del Señor


EVANGELIO
Lc 24, 46-53
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a sus discípulos: "Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Palabra del Señor.

Solemnidad. La Ascensión del Señor.
San Lucas 24,46-53:
Reforzamiento de la fe y de le esperanza

Autor: SS. Juan Pablo II


(Hch 1,1-11) "Galileos, ¿qué hacéis mirando al cielo?"
(Ef 1,17-23) "Y todo lo puso bajo sus pies"
(Lc 24,46-53)"Mientras los bendecía se separó de ellos"

Homilía en la fiesta de la Ascensión (12-V-1983)

--- Reforzamiento de la fe y de le esperanza
--- Divinidad de Cristo y dignidad del hombre
--- Esperanza de nuestra resurrección

--- Reforzamiento de la fe y de le esperanza

“¡Asciende el Señor entre aclamaciones!”.

Para la Iglesia entera y también para la humanidad es motivo de alegría profunda la celebración litúrgica del misterio de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, que fue exaltado y glorificado solemnemente por Dios. A Cristo que vuelve al Padre aplica hoy la liturgia las palabras jubilosas que dedica el Salmista al Eterno:

“Dios desciende entre aclamaciones,/ El Señor al son de trompetas./ Pueblos todos, batid palmas,/ aclamad a Dios con gritos de júbilo./ Porque Dios es el rey del mundo,/ Dios reina sobre las naciones,/ Dios se sienta en su trono sagrado” (Sal 46(47),6-9).

En este “misterio de la vida de Cristo” meditamos, por una parte, la glorificación de Jesús de Nazaret muerto y resucitado, y, por otra, también su marcha de esta tierra y su vuelta al Padre.

Esta glorificación, incluido su aspecto cósmico, San Pablo la acentúa cuando nos habla de la grandeza extraordinaria del poder de Dios respecto de nosotros, que se manifiesta en Cristo “resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado y potestad... y de todo nombre conocido no sólo en este mundo, sino en el futuro” (Ef 1,20).

La Ascensión de Cristo constituye una de las etapas fundamentales de la “historia de la salvación”, es decir, del plan misericordioso y salvífico de Dios para la humanidad. Santo Tomás de Aquino, en sus meditaciones sobre los “misterios de la vida de Cristo”, subraya maravillosamente, con su precisión neta y profunda, que la Ascensión es causa de nuestra salvación bajo dos aspectos. De parte nuestra, porque la mente se centra en Cristo a través de la fe, esperanza y caridad; y de su parte, en cuanto al subir nos prepara el camino para ascender nosotros también al cielo; siendo Él nuestra Cabeza, es necesario que los miembros le sigan allí donde Él les ha precedido. “La Ascensión de Cristo al cielo es directamente causa de nuestra ascensión, pues se incoa en nuestra Cabeza y a ésta deben unirse los miembros” (S. Th. III, 57,6,ad 2).

--- Divinidad de Cristo y dignidad del hombre

La Ascensión no es sólo la glorificación definitiva de Jesús de Nazaret, sino también la prenda y garantía de la exaltación, de la elevación de la naturaleza humana. Nuestra fe y esperanza de cristianos se refuerzan y corroboran hoy, pues nos invita a meditar en nuestra pequeñez, sí, en nuestra fragilidad y miseria, pero también en la “transformación” más maravillosa aún que la propia creación, transformación que Cristo actúa en nosotros al estar unidos a Él por los sacramentos y la gracia. “Recordamos y celebramos litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza ha sido elevada en Cristo por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre -nos dice San León Magno-. Hemos sido establecidos y glorificados por este modo de obrar divino y así resplandece más maravillosamente la gracia de Dios..., y la fe se mantiene firme, la esperanza no vacila y el amor sigue encendido. En esto reside el vigor de los espíritus realmente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas fieles de verdad: creer sin vacilación lo que nuestros ojos no ven, tener fijo el deseo en lo que no puede alcanzar la mirada” (Sermo LXXIV,1; PL 54,597).

En el momento de separarse de los Apóstoles, Jesús les confiere el mandato de dar testimonio de Él en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines lejanos de la tierra (cfr. Hch 24,47).

--- Esperanza de nuestra resurrección

...Todos somos pecadores y todos necesitamos “ese cambio radical de espíritu, mente y vida que en la Biblia se llama metánoia, conversión. Esta actitud es suscitada y alimentada por la Palabra de Dios que es revelación de la misericordia del Señor (cfr. Mc 1,15), se actúa sobre todo por vía sacramental y se manifiesta en múltiples formas de caridad y servicio a los hermanos” (Aperite portas Redemptori,5).

Este es el rico significado litúrgico, teológico y espiritual de la solemnidad de hoy. A este propósito deseo hacer mías las palabras que otro gran predecesor mío, San Gregorio Magno, dirigía a los fieles de Roma reunidos en San Pedro en esta fiesta: “Debemos seguir a Jesús de todo corazón allí donde sabemos por fe que subió con su cuerpo. Rehuyamos los deseos de tierra, no nos contentemos con ninguno de los vínculos de aquí abajo, nosotros que tenemos un Padre en los cielos... Aunque os debatáis en el torbellino de los quehaceres, echad el ancla de la esperanza en la patria eterna ya desde ahora. No busque vuestra alma otra luz, sino la verdadera. Hemos oído que el Señor ascendió al cielo, pues reflexionemos con seriedad sobre aquello que creemos. No obstante la debilidad de la naturaleza humana que todavía nos retiene aquí, dejémonos atraer por el amor en pos de Él, pues estamos bien seguros de que Aquel que nos ha infundido este deseo, Jesucristo no defraudará nuestra esperanza” (In Evang, Homilia XXIX,11; PL 76,1219).


sábado, 4 de mayo de 2013

EVANGELIO DEL DOMINGO EXPLICADO:RUMBO A PENTECOSTES



Evangelio

En la cena pascual dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que ustedes están oyendo no es la mía, sino la del Padre que me envió. Les he hablado ahora que estoy a su lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo que les enviará el Padre en mi nombre les enseñará y les irá recordando todo lo que les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No la doy como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Ustedes me han oído decir: ‘me voy y vuelvo a lado de ustedes’. Si me amaran se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho a ustedes ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda sigan creyendo” (Evangelio según Juan 14, 23-29).

El Evangelio de este domingo nos prepara para la fiesta de la Ascensión del Señor, ya próxima a celebrarse. Los primeros discípulos, junto con la vivencia pascual de la resurrección de Jesús captada por la fe, experimentaron la realidad de su ausencia física. Ya no podían tenerlo presente en su cuerpo físico como antes, pero sabían que Él estaba espiritualmente con ellos. La predicación del apóstol Juan, recogida en el cuarto Evangelio, insiste en referirse a este nuevo modo de presencia que el mismo Jesús ya les había anunciado cuando en su última cena pascual con ellos antes de su pasión y muerte, los quiso preparar para que pudieran posteriormente comprender el sentido final del acontecimiento del Calvario. Aunque las otras lecturas bíblicas escogidas por la liturgia de la Iglesia para este domingo encierran también enseñanzas significativas [Hechos de los Apóstoles 15, 1-2.22-29; Salmo 67 (66); Apocalipsis 21, 10-14.22-23], centrémonos en tres frases del Evangelio y tratemos de aplicarlas a nuestra vida. 

 “Si alguno me ama (…), vendremos a él y haremos morada en él”

Según los Evangelios de Marcos y Mateo, la predicación de Jesús había comenzado un anuncio inicial: “El Reino de Dios -el Reino de los Cielos- está cerca” (Mc 1, 14; Mt 4, 17). En el Evangelio de Lucas, Jesús dice: “el Reino de Dios está dentro de ustedes mismos” (Lc 17, 21). Las expresiones Reino de Dios o Reino de los Cielos, evocadas por los tres primeros evangelios, equivalen en el lenguaje bíblico de Juan al poder del Amor que es Dios mismo. Por eso, cuando Jesús dice en el Evangelio de Juan que quien guarda su palabra será morada de Dios, quiere significar que el cumplimiento del mandamiento del amor que Él mismo les dio a sus discípulos en aquella cena pascual en la que instituyó la Eucaristía, es lo que hace posible que el Reino de Dios, es decir, el poder del Amor que es Dios mismo, venga en plenitud a quienes escuchan sus enseñanzas. Y este mensaje llega hoy a cada uno y cada una de nosotros. Jesús habla en plural: “vendremos a él y haremos morada en él”. En un primer momento esta frase se refiere a su Padre y a sí mismo, pero también un poco más adelante menciona al Espíritu Santo: “el Espíritu Santo que les enviará el Padre en mi nombre les enseñará y les irá recordando todo lo que les he dicho”. En otras palabras: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, Dios uno y trino, habita espiritualmente donde hay AMOR. Por eso mismo uno de los himnos más antiguos y más hermosos de la liturgia de la Iglesia comienza con esta frase en latín: “Ubi caritas et amor, Deus ibi est” (“Donde hay caridad y amor, allí está Dios”).

 “La paz les dejo, mi paz les doy”
En hebreo la palabra shalom, que se traduce como paz, significa lo máximo que le podemos desear a una persona o a una comunidad humana en términos de bienestar y felicidad. En estesentido, no se  trata únicamente de la ausencia de la guerra o de cualquier forma de violencia, sino además de la presencia del Amor, con todo el gozo que produce la armonía de unas relaciones humanas constructivas, la convivencia sin tensiones ni temores, la confianza mutua. Esta paz verdadera es el resultado de la presencia activa de Dios en nuestras vidas. Pero tal presencia activa de Dios sólo es posible si hay una disposición sincera a recibirla como un don suyo y a comunicarla a nuestro alrededor, a compartirla con los demás. Este es el sentido del saludo de paz que se nos invita a darnos los unos a los otros en la celebración de la Eucaristía, inmediatamente antes de la comunión en la cual recibimos sacramentalmente la presencia y la vida de Jesucristo resucitado.

 “No la doy como la da el mundo”
El término “mundo”, en el lenguaje de los escritos bíblicos que corresponden a la predicación del apóstol san Juan, significa todo lo que es contrario a la presencia de Dios en la vida humana y, por lo mismo, a la realización de la verdadera paz. Jesús nos dice que la paz que da el mundo es sólo una apariencia de paz: la pasividad, la inacción de una vida en la que nunca sucede nada constructivo. La indolencia ante los problemas, la ausencia de inquietud por lo que sucede a mi alrededor, por los sufrimientos y las necesidades de los demás. La falsa paz del silencio sobre lo que hay que discutir, por temor a las dificultades que pueda traer el decir lo que uno piensa o lo que siente. La falsa paz de las cadenas y los sepulcros, la falsa paz que se pretende lograr por el sometimiento al poder del más fuerte, por medio del autoritarismo y de la guerra y no por medio de la justicia social, el diálogo, el perdón y la reconciliación. La verdadera paz nos la da Cristo resucitado al comunicarnos el Espíritu Santo, al que llama Paráclito, término procedente del griego que corresponde en latín a advocatus y literalmente significa aquel que es llamado o invocado como abogado, mediador, defensor, consolador. Pidámosle al Señor que el Espíritu Santo nos haga comprender y vivir la verdadera paz, distinta de la inmovilidad y de las falsas seguridades, para que podamos contribuir constructivamente, cada cual como persona y todos como comunidad de fe y de esperanza, a que la presencia de Dios Amor sea una realidad cada vez más palpable en nuestras vidas y en nuestro entorno social.