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P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS

EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
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EN MENDOZA: RESIDENCIA DE LA COMPAÑÍA . IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN
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E-mail : centroamarservir@gmail.com


jueves, 30 de octubre de 2014

La Personalidad y sus sombras

A pedido de innumerables personas, el P. Bradley sj repetirá el curso Intensivo, durante el mes de Noviembre, acerca de :
 La Personalidad y sus sombras

Los objetivos a alcanzar son:

Superar conflictos y duelos
Desde el alma iluminar el YO profundo

‡ El curso se cumplirá en 4 (cuatro) encuentros, luego de los cuales el P.Bradley realizará entrevistas personales con cada cursante a efectos de sugerir la inserción en otros cursos que faciliten la continuidad de los logros obtenidos.


Comienzo del Curso : Viernes 7 de Noviembre de 2014
Horario : Días Viernes de 18 a 19 hs.
Lugar : Av. Callao 542 – 2º piso
Colaboración voluntaria. Se sugiere: $100 por clase.
Secretaría : Tomás Bradley :  Lunes de 17 a 20 hs.
            Lic. Myriam Ruiz Carmona: Martes, Jueves y Viernes de  18,30 a 20 hs.
           
Tel: 4373.9799

‡ Para toda información o inquietud comunicarse EXCLUSIVAMENTE por el teléfono consignado o por el siguiente correo : centroamarservir@gmail.com
* Los invitamos a conocer nuestro blog  :   www.centroamarservir.blogspot.com

lunes, 27 de octubre de 2014

EL MANDAMIENTO PRINCIPAL




Domingo 26 de octubre de 2014

Los fariseos se reunieron al saber que Jesús había hecho callar a los saduceos, y uno que era maestro de la ley, para tenderle una trampa, le preguntó: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?” Jesús le dijo: “‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente’. Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; dice: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas” (Mateo 22, 34-40).

1.- ¿Cuál es el mandamiento principal?

En general los maestros o doctores de la Ley en tiempos de Jesús solían entender los mandamientos de Dios como obligaciones que constituían una carga bastante pesada, debido a la cantidad de formalismos y preceptos rituales que habían hecho del judaísmo una religión muy complicada. Para Jesús, en cambio, el significado de los mandamientos es la invitación de Dios a corresponder a su amor rechazando la idolatría -es decir, no endiosando las cosas ni los poderes terrenales- y tratándonos los unos a los otros como hijos e hijas de un mismo Creador.

La promulgación del Decálogo comienza en el libro del Éxodo (20, 1-21) dos capítulos antes del texto de la primera lectura de este domingo (Éxodo 22, 20-26), con una introducción en la que Dios le recuerda a su pueblo lo que ha hecho por él: Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo. La puesta en práctica de los 10 mandamientos -los 3 primeros referidos directamente a Dios y los otros 7 al prójimo- era para los israelitas la forma de corresponder al amor de Dios en el marco de un pacto celebrado entre Él y su pueblo en tiempos de Moisés (siglo 12 a.C.). Tal es el sentido del Código de la Alianza, del que hace parte la primera lectura y que es un desarrollo del Decálogo (Éxodo 20, 22-23.33).

2.- Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente

La respuesta de Jesús al maestro de la Ley comienza con una cita del Deuteronomio, (nombre que significa segunda promulgación de la Ley), un libro encontrado en el Templo de Jerusalén 7 siglos a.C. en el que se evoca el testamento que Moisés le dejó al pueblo de Israel antes de morir. En él aparecen de nuevo los 10 mandamientos con la misma introducción: Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo” (5, 6-21). La frase con la que Jesús inicia su respuesta forma parte del texto llamado Shemá Israel, las dos primeras palabras en hebreo de dos versículos del Deuteronomio que los judíos memorizan desde niños: Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente (Deuteronomio 6, 4-5). Los versículos siguientes dicen: “Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho y enséñalas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa” (6, 6-7).

Los fariseos que rechazaban a Jesús y querían ponerle una trampa cumplían al pie de la letra la última frase de este texto, llevando materialmente atadas en sus manos y en su frente las filacterias, unos pequeñísimos rollos de papiro que simbolizaban la Ley de Dios -en hebreo la Torá-, pero no realizaban el espíritu de lo mandado por Dios, que consiste en que el amor a Él se muestre en el respeto y la compasión para con los prójimos.

3.- Amarás a tu prójimo como a ti mismo

Pablo recuerda en la segunda lectura (1ª Tesalonicenses 1, 5c-10) cómo los primeros cristianos de la ciudad griega llamada Tesalónica habían abandonado los ídolos y se habían convertido a Dios. Precisamente el primer mandamiento, amar a Dios sobre todas las cosas, significa rechazar toda forma de idolatría. Por eso amar a Dios implica no dejarse arrastrar por el culto al dinero, al prestigio o al poder, que son ídolos por los cuales se suele remplazar al verdadero Dios.

Ahora bien, el amor a Dios sólo puede verificarse en el amor a los demás. Por eso Jesús no reduce su respuesta a los versículos del Shemá Israel del Deuteronomio, sino que cita además otro texto también del Antiguo Testamento, el del libro llamado Levítico, escrito hacia el siglo quinto a. C. por levitas o descendientes de Leví, uno de los doce hijos del patriarca Jacob, que colaboraban en el culto del Templo de Jerusalén. En este otro texto dice Dios: ama a tu prójimo como a ti mismo (Levítico 19, 18).

Y luego concluye Jesús su respuesta con una frase que indica la unión inseparable entre el amor a Dios y el amor al prójimo: En estos dos mandamientos se basan toda la Ley y los Profetas. A primera vista, no está diciendo nada nuevo. Pero si consideramos el contexto de los Evangelios, encontramos tres detalles muy significativos que constituyen lo novedoso del mensaje de Jesús y han sido ampliamente desarrollados entre otros por el Papa Emérito Benedicto XVI en la que fue su primera Encíclica, publicada a fines del año 2005 con el título Deus caritas est (Dios es amor):

1º - Prójimo (próximo, cercano) no es sólo el de la misma raza, nación, condición o cultura, o el que piensa igual, sino todo ser humano de cualquier condición, y especialmente el más necesitado, el excluido, el marginado, el oprimido.

2º - Amar al prójimo como a sí mismo (lo cual corresponde a la llamada Regla de Oro: Traten a los demás como quieren que los demás los traten a ustedes -Mt 7,12-), implica que quien se acepta y se reconoce como hijo o hija de Dios debe aceptar y reconocer a las demás personas también como hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Creador.

3º - Reconocer que Dios nos ama implica amar a los demás como Dios mismo nos ha mostrado su amor a través de Jesús, al encarnarse haciéndose nuestro prójimo (Dios-con-nosotros), y dar su vida en la cruz por todos.

Al celebrar pues la Eucaristía, que es el memorial del Amor de Dios manifestado en el sacrificio redentor de Cristo, dispongámonos a realizar en nuestra vida el mandamiento del amor que el propio Jesús nos dejó como testamento, en el sentido nuevo y pleno que Él quiso darle a la Regla de Oro: Ámense los unos a los otros como yo los he amado (Evangelio según san Juan 13, 34).

domingo, 19 de octubre de 2014

A DIOS LO QUE ES DE DIOS





En aquel tiempo, los fariseos fueron y se pusieron de acuerdo para hacerle decir a Jesús algo que les diera motivo para acusarlo. Así que mandaron a algunos de sus partidarios, junto con otros del partido de Herodes, a decirle: “Maestro, sabemos que tú dices la verdad, y que enseñas de veras el camino de Dios, sin dejarte llevar por lo que diga la gente, porque no hablas para darles gusto. Danos, pues, tu opinión: ¿Está bien que le paguemos impuestos al César, o no?” Jesús, dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo: Hipócritas, ¿por qué me tienden trampas? Enséñenme la moneda con que se paga el impuesto”.
Le trajeron un denario, y Jesús les preguntó: “¿De quién es esta cara y el nombre que aquí está escrito?” Le contestaron: “Del César”. Jesús les dijo entonces: “Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Cuando oyeron esto, se quedaron admirados; y dejándolo, se fueron (Mateo 22, 15-21).


Las lecturas de hoy nos muestran la distinción entre lo estatal y lo religioso, la relatividad de los poderes terrenales frente a la soberanía de Dios, y la relación entre la fe religiosa y la justicia social. Tratemos de aplicar a nuestra situación concreta el mensaje que nos traen los textos bíblicos de este domingo: Isaías 45, 1.4-6, Salmo 96 (95), 1ª Carta de Pablo a los Tesalonicenses 1,1-5b, y el pasaje del Evangelio.
1.- “Yo soy el Señor y no hay otro, fuera de mí no hay Dios”
En la primera lectura encontramos tres veces la frase “no hay otro…”. Esta es una de las expresiones más frecuentes en los textos de los profetas del Antiguo Testamento, en los que Dios se proclama como único merecedor de adoración.
Los monarcas de los grandes imperios de la antigüedad eran adorados como dioses.
Muchos llegaron a exigir que se les rindiera culto, como Nabucodonosor en Babilonia, de cuya tiranía liberó el rey persa Ciro a los hebreos en el año 538 a. C., acontecimiento al que hace referencia el texto del libro de Isaías en la 1ª lectura. Los césares o emperadores romanos también se creyeron dioses, y así sucedió en tiempos de Jesús, quien nació en la época de César Augusto y murió en la de su sucesor Tiberio César. Posteriormente la mayoría de sus sucesores harían morir a miles de cristianos que se negaban a reconocer la divinidad del César, título equivalente a lo que en otros idiomas significan los términos Kaiser y Zar: el Emperador.
Frente a la mentalidad que diviniza a los soberanos de la tierra, los textos bíblicos proclaman de muchas formas que Dios es el único Señor. Esto es lo que expresa el Salmo 96 (95), que aclama su gloria y su poder y dice que en comparación con Él “los dioses de otros pueblos no son nada”.
2.- “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
Esta frase de Jesús indica la existencia de dos planos: el de la relación con los poderes terrenos del Estado y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la fe religiosa. No en términos de dos planos necesariamente opuestos, pero sí en cuanto son distintos y no deben confundirse, como ha ocurrido con frecuencia y sigue sucediendo en todos los fundamentalismos, tanto políticos como religiosos, cuando no se respetan las competencias correspondientes. Pero esto no quiere decir que la religión no tenga nada que ver con la política. Sí tiene que ver, y mucho, por cuanto reconocer a Dios como el único Señor implica llevar a la práctica la justicia social que la misma fe exige. Los cristianos y en general los creyentes en Dios que se han negado y se siguen negando a la divinización de los poderes terrenos y a todas sus formas de tiranía, al hacerlo tomaron y toman posiciones políticas en el sentido más amplio de la palabra: el de la coherencia entre creer en Dios y practicar la justicia que esta fe implica, desde el reconocimiento de todos los seres humanos como hijos suyos, con su dignidad y sus derechos.
Contra las pretensiones tiránicas o totalitarias de cualquier soberanía terrena, Jesús proclamó el Reino de Dios. No como un imperio que suplante a las autoridades terrenas, pues como Él lo dijo también, su Reino no es de este mundo, y como él mismo lo mostró en la práctica, nunca cedió a la tentación del mesianismo político haciéndose o dejándose proclamar rey. Pero sí como el reconocimiento eficaz de la soberanía absoluta de Dios -que es la soberanía del amor, porque Dios es Amor- frente a toda pretensión de tiranía por parte de los poderes terrenales.
3.- Las virtudes “teologales” en el primer texto del Nuevo Testamento
La primera carta de san Pablo a la comunidad cristiana de la ciudad griega de Tesalónica, a quienes el mismo apóstol les había proclamado la Buena Nueva de Cristo en su primer viaje misionero, es el primer escrito que ha llegado hasta nosotros de entre todos los que componen el llamado “Nuevo Testamento”. En esta carta, situada por los estudiosos de la Biblia hacia el año 51, entre 20 y 25 años después de la muerte de Cristo, antes de los mismos Evangelios cuya redacción comenzaría hacia el año 64, es muy significativo que aparezcan mencionadas las tres virtudes teologales, es decir, las que corresponden directamente al reconocimiento de Dios como tal: fe, esperanza y caridad. Como lo indica Pablo, se trata de una fe activa, una esperanza que implica afrontar con paciencia las dificultades, y una caridad que supone la disposición de servicio a los demás desde el reconocimiento de todos como hijos e hijas de Dios.



Pidámosle pues al Señor que conserve y aumente en nosotros la fe, la esperanza y la caridad como manifestaciones de nuestro reconocimiento de su soberanía, que implica para cada uno de nosotros el compromiso de contribuir a la realización de la justicia social, específicamente en el contexto de la situación de pobreza, inequidad y violencia que, desde los inicios de la evangelización cristiana hace poco más de cinco siglos, viene padeciendo nuestro país en este continente americano en el que, con no poca frecuencia, se ha confundido y se sigue confundiendo el plano de la Religión con el del Estado, pero también en el que se ha tratado y se sigue tratando de reprimir la justa reivindicación de la dignidad y los derechos humanos con los falsos argumentos de una religión reducida a las sacristías.-

lunes, 13 de octubre de 2014

Inviten a todos los que encuentren

Domingo 12 de octubre de 2014



Estando Jesús junto al Templo de Jerusalén, de nuevo tomó la palabra y les habló en parábolas a las autoridades religiosas del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó a sus servidores para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar a sus servidores, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Vengan a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los servidores y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.

Luego dijo a sus nuevos servidores: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora ustedes a los cruces de los caminos, y a todos los que encuentren, convídenlos a la boda." Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.» (Mateo 22, 1-14).

1.- “Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir”

La imagen del banquete nos trae una primera enseñanza en la liturgia de este domingo. Como lo expresa el Salmo 23 (22), unos diez siglos antes de Cristo el rey David le había cantado al Dios que guió a su pueblo por el desierto hacia una tierra prometida como el pastor conduce a sus ovejas hacia praderas de hierba fresca, preparándole un banquete y protegiéndolo de sus enemigos. Dos siglos más tarde, en el siglo VIII a. C., el profeta Isaías (25, 6-10a) había anunciado que Dios prepararía para todos los pueblos una fiesta con manjares exquisitos.

En la parábola del Evangelio el banquete de bodas simboliza la alianza de Dios con su pueblo. Los profetas habían exhortado al pueblo de Israel a cumplir con esta alianza abandonando la idolatría y la injusticia, pero fueron rechazados por sus autoridades políticas y religiosas. Y este rechazo a la invitación de Dios iba a llegar hasta el punto de dar muerte a su Hijo en una cruz. Finalmente, la imagen de la ciudad consumida por el fuego hace referencia a lo que sucedió con Jerusalén, que en el año 70 d. C. fue incendiada y arrasada con todo y su templo.

También nosotros somos invitados por el Señor a abandonar la idolatría -los apegos desordenados- y la injusticia -los comportamientos destructivos contra la dignidad y los derechos de los demás-, para construir una comunidad en la que todos compartamos como hermanos la mesa de la creación. ¿Cómo estamos respondiendo a esta invitación? Para hacerlo positivamente contamos con la ayuda de Jesús, pues como dice el apóstol Pablo en la segunda lectura, “todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Filipenses 4, 12-14.19-20).

2.- “Vayan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren”

La segunda enseñanza consiste en reconocer la universalidad del mensaje salvador de Jesús. Los cruces de los caminos son una referencia simbólica a los lugares donde se encuentran las personas de las distintas culturas y condiciones sociales. Los profetas de Israel habían anunciado el alcance universal de las promesas de Dios, más allá de las fronteras. Al “banquete de manjares exquisitos y vino generoso” son invitados “todos los pueblos”, “todas las gentes”, dice el profeta Isaías en la primera lectura.

La Iglesia, nuevo pueblo de Dios del que somos invitados a formar parte todos los hombres y mujeres, tiene como misión mantener la misma actitud de apertura universal que mostró nuestro Señor Jesucristo, que acogía a los paganos, a los pobres, a los pecadores, contraria a la de los jefes religiosos del Templo que los rechazaban con sus leyes y ritos excluyentes. ¿Tengo yo la misma actitud de Jesús? ¿O me cierro a las personas que no son de mi propia raza, cultura, religión o condición social, o que son consideradas pecadoras, como lo hacían los jefes religiosos de Jerusalén?

3.- “Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos

En esta conclusión de la parábola encontramos una tercera enseñanza. Hay un detalle muy significativo en la parábola del Evangelio: dice Jesús que los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, “malos y buenos”. Esto quiere decir que Dios no sólo llama a los justos, sino también a los pecadores, y Él mismo ofrece a todos, sin distinciones, la posibilidad de presentarse bien dispuestos para la fiesta a la que los invita. En las fiestas de bodas de la época de Jesús el anfitrión solía suministrarles a los invitados el vestido apropiado para la ocasión. El personaje de la parábola que se presenta sin este vestido, simboliza por tanto un rechazo al gesto amigable de quien lo ha invitado.

Dios nos ofrece a todos la vestidura que necesitamos para presentarnos a compartir la fiesta de la felicidad eterna, de la cual la Eucaristía es un signo anticipatorio porque en ella entramos en comunión con la vida resucitada de Jesús. Tal vestidura es lo que se llama el “estado de gracia”, es decir la situación resultante de estar en paz con Dios. Para alcanzar este “estado de gracia”, que como la palabra misma lo dice es un don gratuito no obtenido por nuestros méritos sino por la pura misericordia divina, tenemos que reconocer nuestra necesidad de reconciliarnos con Él y con nuestros prójimos, tanto con los que hayamos ofendido como con los que nos hayan hecho algún mal.

¿Estamos presentables para nuestro encuentro con el Señor, llevando la vestidura apropiada que Él mismo nos ofrece? Examinemos nuestra vida, revisemos nuestras actitudes y dispongámonos a responder positivamente a la invitación que Dios nos hace a participar en su banquete: el de la Eucaristía durante nuestra vida presente, y el de “la vida del mundo futuro” cuando pasemos a la eternidad.-

martes, 7 de octubre de 2014

LA PERSONALIDAD Y SUS SOMBRAS

El P. Bradley sj continúa el curso Intensivo a partir de Octubre
 La Personalidad y sus sombras

Los objetivos a alcanzar son:

·        Superar conflictos y duelos
·        Desde el alma iluminar el YO profundo

El curso se cumplirá en 5 (cinco) encuentros, luego de los cuales el P.Bradley realizará entrevistas personales con cada cursante a efectos de sugerir la inserción en otros cursos que faciliten la continuidad de los logros obtenidos.


Comienzo del Curso : Jueves 2 de Octubre de 2014
Horario : Días jueves de 18 a 19 hs.                             
Lugar : Av. Callao 542 – 2º piso
Colaboración voluntaria. Se sugiere: $100 por clase.
Secretaría : Tomás Bradley :  Lunes de 17 a 20 hs.
            Lic. Myriam Ruiz Carmona: Martes, Jueves y Viernes de  18,30 a 20 hs. 
            
Tel: 4373.9799

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sábado, 4 de octubre de 2014

Mejor que decir es hacer


En aquel tiempo dijo Jesús a las autoridades religiosas de los judíos: "Escuchen otra parábola: El dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco; preparó un lugar donde hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo. Luego alquiló el terreno a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó unos criados a pedir a los labradores la parte que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a otro.

El dueño volvió a mandar más criados que al principio, pero los labradores los trataron a todos de la misma manera. Por fin mandó a su propio hijo, pensando: Sin duda, respetarán a mi hijo. Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: Este es el que ha de recibir la herencia; matémoslo y nos quedaremos con su propiedad. Así que lo agarraron, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Y ahora, cuando venga el dueño del viñedo, ¿qué creen ustedes que hará con esos labradores?" Le contestaron: “Matará sin compasión a esos malvados, y alquilará el viñedo a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde”. Jesús entonces les dijo: “¿Nunca han leído ustedes las Escrituras? Dicen: La piedra que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal. Esto lo hizo el Señor, y estamos maravillados. Por eso les digo que a ustedes se les quitará el Reino, y se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha”. (Mateo 21, 33-43).

Las parábolas propuestas por Jesús junto al Templo de Jerusalén poco antes de su pasión simbolizan el rechazo a la acción amorosa de Dios por parte de los falsos creyentes, representados en las autoridades religiosas de su tiempo. Meditemos en el sentido de la parábola del Evangelio, relacionándola con los otros textos bíblicos de este domingo [Isaías 5, 1-7; Salmo 128 (127); Carta de Pablo a los Filipenses 4, 6-9].

1.- “El dueño de una finca plantó un viñedo”

Las viñas o viñedos, nombre dado a los campos de cultivo de uvas para la producción de vino, eran y siguen siendo muy comunes en Israel. En la parábola de los viñadores o cultivadores homicidas que nos presenta el Evangelio hay una referencia implícita a la canción de la viña, compuesta por el profeta Isaías 8 siglos A.C. y contenida en la primera lectura (Isaías 5, 1-7). Es una imagen poética del amor de Dios al pueblo de Israel, al que en el siglo 12 A.C., por medio de Moisés, había liberado de la esclavitud en Egipto para plantarlo en una tierra en la cual le brindaría todos los cuidados, como dice asimismo el Salmo 128: Sacaste Señor una vid de Egipto y la trasplantaste. Extendió sus sarmientos -o sea sus ramas- hasta el mar -el Mediterráneo, al occidente de Jerusalén- y sus brotes hasta el gran río -el Jordán, al oriente de la misma ciudad-. El texto de Isaías expresa claramente la decepción de Dios ante la ingratitud de su pueblo: “El Señor esperaba de ellos respeto a su ley, y sólo encuentra asesinatos; esperaba justicia, y sólo escucha gritos de dolor”.

También a nosotros el Señor nos ha querido liberar de la esclavitud del pecado, es decir de las cadenas del egoísmo, para plantarnos en una tierra nueva que es su Reino, un reino de amor, de justicia y de paz, la paz verdadera a la que se refiere san Pablo en la segunda lectura, y cuya realización para cada uno de nosotros depende de nuestra disposición a responder al amor infinito de Dios mediante la puesta en práctica de todo lo que es verdadero -sincero-, noble, justo, puro, amable… (Carta a los Filipenses 4,8).

2.- “Por fin mandó a su propio hijo… lo sacaron del viñedo y lo mataron”

A través de sus enviados anteriores, los profetas, Dios había invitado una y otra vez a su pueblo a la conversión, a que cambiara la adoración a los falsos dioses por el reconocimiento de su Amor, manifestado en el culto a Él como único Dios y en el amor al prójimo mediante la práctica de la justicia y la compasión. Pero una y otra vez los profetas y sus mensajes fueron rechazados por quienes preferían sus ídolos y sus intereses egoístas a la voluntad de Dios. Y el colmo de este rechazo fue precisamente la forma en que quienes se consideraban a sí mismos buenos y santos, pero en realidad se adoraban a sí mismos y se habían fabricado una imagen falsa de Dios, trataron a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, condenándolo a la muerte en el suplicio de la cruz.

Cada uno de nosotros es invitado a responder al amor de Dios mediante el comportamiento constructivo con los demás, reconociendo en cada quien a nuestro hermano o hermana, porque todos somos hijos e hijas de un mismo Creador. ¿Cómo estoy respondiendo a esta invitación que el Señor me hace una y otra vez? Si Jesús se presentara nuevamente hoy en la tierra como lo hizo hace poco más de veinte siglos, sin duda sería igualmente asesinado por quienes se sienten incómodos con las exigencias del amor al prójimo. ¿Sería yo uno de ellos? ¿Qué debería hacer para no serlo?

3.- “A ustedes se les quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca lo debido”

Esta frase con la que Jesús concluye la parábola es una clara alusión a lo que iba a ocurrir con los que se creían santos y mejores que los demás y se opusieron a Jesús hasta matarlo por el hecho de haberse puesto al lado de los excluidos por ellos. Esos que se creían superiores iban a resultar fuera, y en cambio los despreciados como paganos y pecadores iban a constituir el nuevo pueblo de Dios, en el que el reino del amor y de la paz se iría realizando en la medida en que acogieran y llevaran a la práctica las enseñanzas de Jesús. Y tal profecía tiene una aplicación especial al comenzar este mes de octubre, dedicado a las misiones de la Iglesia en muchos lugares o regiones en donde no se conoce o no se reconoce a Jesucristo.

No vale sólo pertenecer institucionalmente a la Iglesia. Si no reconocemos efectivamente a los demás como nuestros hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Creador, nos haremos merecedores de las mismas palabras de Jesús con las que concluye el Evangelio de hoy: “a ustedes se les quitará el Reino, y se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha”. Revisemos pues nuestras actitudes y comportamientos, y dispongámonos a realizar con hechos lo que expresamos al decirle a Dios Padre, en la oración que Jesús nos enseñó, “venga a nosotros tu Reino”.-