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domingo, 31 de mayo de 2015

FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD 2015


DOMINGO 31 DE MAYO DEL 2015

Evangelio según San Mateo 28,16-20. 
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". 



Después de su resurrección, Jesús se apareció a las piadosas mujeres que habían ido al sepulcro. Ellas fueron encargadas de llevar un mensaje a los discípulos: "¡El Señor ha resucitado! ¡Vayan a Galilea, que allí lo verán!". La fe de los discípulos era puesta a prueba: tenían que aceptar la palabra de unas mujeres que decían que habían visto vivo al que ellos habían visto muerto. Y además, ahora les exigían que emprendieran un largo viaje para ir a encontrarse con El. Es posible que algunos hayan comenzado el viaje de muy buena gana, con mucha fe y con deseos de ver nuevamente a Jesús. Pero otros deben haber ido de mala gana, con poca iniciativa y más bien llevados por sus compañeros. Efectivamente, al llegar a Galilea fueron al lugar que se les había indicado y ahí estaba Jesús esperándolos. Hubo reacciones diferentes; los que tenían fe aceptaron que aquél a quien estaban viendo era el mismo Jesús, y por eso mismo se arrojaron al suelo postrándose ante Él. Pero los otros, los que no habían creído desde el principio, tampoco ahora creían. Se quedaron un poco más atrás y miraron con desconfianza: ¿Sería efectivamente Jesús este hombre que estaban viendo? Las palabras con las que Jesús se dirige a ellos no han podido ser repetidas jamás por ningún otro hombre. Son la pretensión de todos los ambiciosos y poderosos, son el sueño de todos los tiranos, pero son verdad solamente en los labios de Jesús: "He recibido todo el poder en la tierra y en el cielo"

 LA OBEDIENCIA AL PADRE
En más de una oportunidad Jesús había hablado de su futura muerte expresándose de tal manera que dejaba entender que Él la aceptaba cumpliendo la voluntad del Padre. Durante la última noche antes de la Pasión, cuando estaba rezando lleno de angustia en Getsemaní, le hablaba al Padre diciéndole: "¡que no se haga mi voluntad sino la tuya!" 
En el Evangelio de San Juan, Jesús se refiere a esa voluntad diciendo que es un "mandamiento" que le ha dado su Padre. Y este mandamiento consiste en dar su vida por los hombres. Por la admirable armonía que existe entre el Padre y el Hijo, el Hijo hecho hombre acepta la voluntad del Padre en un acto de amor infinito, y entrega su vida en sacrificio por todos los otros hombres, sus hermanos. San Pablo lo explica con pocas palabras: “Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". Y continúa diciendo: "Por eso Dios lo elevó", Como respuesta a la obediencia, el Padre ha sentado a este hombre Jesús en el trono de Dios. Tal vez esto sea algo difícil de entender, pero conviene hacer un esfuerzo para clarificar las ideas. El Hijo de Dios, que es Dios y que existe desde siempre, en un momento de la historia humana se hizo hombre en el seno de María. Nació como hombre y fue verdadero hombre. Y como verdadero hombre sufrió, sintió hambre, sed, tristeza y debió estar sometido a la tentación. Y aunque era Dios, experimentó nuestras mismas limitaciones. Un autor del Nuevo Testamento dice que "Él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado". Y por eso también pudo obedecer; el mismo autor dice que: “aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer, y de este modo alcanzó la perfección Y esto es lo grandioso de la resurrección y la ascensión de Jesús, que así como el Hijo de Dios vino hacia la humanidad y se unió con ella en este hombre-Dios que es Jesús, y permaneció unido con ella hasta en la cruz, ahora la humanidad va hacia el trono de Dios porque este hombre-Dios sigue siendo hombre y Dios para siempre. Ahora podemos contemplar algo que ninguno podía haber imaginado antes: en el trono de Dios está sentado un hombre que siendo débil como nosotros y siendo igual a nosotros en todo menos en el pecado, obedeció a Dios hasta la muerte porque es el Hijo de Dios. 

Cuando decimos en el Credo que "subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre" queremos decir que Jesús no ha dejado de ser hombre después de su resurrección, sino que siendo siempre verdadero Dios y verdadero hombre, ahora comparte el poder con el Padre y con el Espíritu Santo y gobierna sobre los cielos y sobre la tierra. Si ya tenemos un motivo de alegría pensando en la resurrección de nuestro Salvador, ahora nos sentimos orgullosos al ver que siendo de nuestra misma familia humana, el mismo que estuvo acostado en el pesebre y que padeció, el suplicio de la cruz tiene todo el poder sobre la totalidad de las cosas creadas, tanto las del cielo como las de la tierra.

 “HAGAN DISCIPULOS..."
Se trata ahora de ejercer el poder que Jesús ha recibido. Por eso se adelanta y les habla dándoles órdenes muy precisas. La primera de todas es la misión : "¡Vayan!''. Los discípulos no tienen que quedarse mirando. La orden del Señor es urgente, no admite demoras. Hay que comenzar inmediatamente. Él los envía haciendo uso de esa autoridad que ha recibido del Padre. Los once apóstoles tienen que salir para ir a ''hacer discípulos". No basta con que lleven la noticia de la muerte y la resurrección de Jesús. Tienen que hacer que todas las naciones del mundo puedan obtener la dignidad de "discípulos" que hasta ese momento tenían solamente ellos. Todo lo que hicieron antes los apóstoles para conocer a Jesús y convertirse en sus discípulos tiene que repetirse de ahí en adelante en cada uno de los hombres. Jesús dice que tienen que “hacer discípulos a todos los pueblos". 

La mirada de Jesús no conoce límites. Hasta ese momento el Pueblo de Dios estaba formado solamente por los miembros del pueblo judío. A este pueblo se le había anunciado la palabra de Dios y se le habían hecho todas las promesas. Jesús predicó solamente a los miembros de este pueblo, y nunca salió como misionero por otros países. Pero ahora, cuando Jesús ya tiene plenos poderes sobre toda la tierra envía a sus Apóstoles para que amplíen los límites del Pueblo de Dios. Este pueblo ya no tiene fronteras: todos los hombres, de todas las nacionalidades, de todas las razas y de todas las lenguas, están llamados a formar parte de él.

"BAUTIZANDO Y ENSEÑANDO”
 Para que los hombres lleguen a ser "discípulos" se requieren dos actos de los Apóstoles: tienen que bautizar y tienen que enseñar. En el Evangelio, hasta ese momento el Único bautizado con el Espíritu Santo era Jesús. Mientras todos se bautizaban solamente con agua para prepararse a la llegada del Reino de Dios, Jesús salió del agua y el Espíritu Santo descendió sobre él. Al mismo tiempo se oyó la voz de Dios que decía: "Este es mi Hijo, el Amado en el que yo tengo mi complacencia". Ese bautismo de Jesús inauguró una nueva forma de bautizar. Ya no es un símbolo para preparar la venida del Reino, sino que es un símbolo en el cual Dios une realmente a cada hombre con su Hijo Jesucristo, le comunica su Espíritu Santo y pronuncia también sobre él : “Este es mi hijo". Por eso Jesús ordena a los Apóstoles que bauticen: "...en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". 

Bautizar significa "sumergir". Jesús ordena a sus apóstoles que “sumerjan" a todos los seres humanos “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Dicho de otra forma, se ordena que todos los hombres sean sumergidos, introducidos dentro del mismo Dios, de tal forma que queden envueltos en el Nombre de las personas de la Trinidad. Desde el momento que Jesucristo tiene todo poder en el cielo y en la tierra, puede disponer que todos los nombres que obtienen la dignidad de "discípulos" queden en cierta forma divinizados. No tenemos que pasar por alto que de este bautismo se siguen muchas consecuencias: hemos dicho que por el bautismo nos hacemos hijos de Dios, que recibimos el Espíritu Santo que nos santifica y nos enriquece con sus dones. Pero al decir que nos unimos con Jesucristo, prestemos atención a lo que veníamos diciendo: este hombre-Dios que nos une con Él para que participemos de su titulo de “Hijo", ya "subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre". Un texto del Nuevo Testamento nos llama la atención sobre esta unión con Cristo que no se rompe, a pesar de que nosotros todavía estamos en la tierra y El ya está en la gloria del Padre: "Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó... nos hizo revivir con Cristo, y con Cristo nos resucitó y nos hizo reinar con Él en el cielo''. Es tan verdadera, tan real esta unión con Jesús que podemos decir que ya hemos empezado a resucitar y a reinar porque él ya ha resucitado y está reinando con el Padre en los cielos. La promesa de nuestra futura resurrección ya ha comenzado a cumplirse desde el momento que Jesús resucitó y subió a los cielos Pero todavía nos queda un camino que recorrer. Por eso es necesario que los Apóstoles "enseñen" a todos los hombres a cumplir todas las cosas que Jesús les ensenó. No podemos pensar que por el solo hecho de haber oído hablar de Jesús y de haber sido bautizados ya estamos salvados y que no nos queda nada por hacer sino ir a recibir el premio en los cielos. Si decimos que estamos unidos a Jesús, debemos vivir como él vivió, nos dice la primera carta de san Juan. 
La unión con Cristo tiene que manifestarse también en nuestra vida, y por eso la Iglesia no puede dejar de enseñar cada día cómo se debe vivir como discípulos de Jesús. Todos los días se presentan nuevas situaciones ante las cuales podemos preguntarnos ¿cómo se aplicará en este momento lo que dijo Jesús? ¿ante tantas opiniones y modos de preceder, qué seguridad tenemos de cuál es la verdadera interpretación de la palabra del Señor? 
Por eso es necesaria la palabra autorizada, que nos diga en nombre de Jesús qué es lo que tenemos que hacer si queremos ser sus discípulos. Los Apóstoles y sus continuadores que son el Papa y los Obispos, nos "enseñan a cumplir todo lo que Jesús nos ha mandado". 


"HASTA EL FIN DEL MUNDO"
 Las palabras de Jesús a los Apóstoles se cierran con una promesa de permanecer para siempre con los discípulos: "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo". Desde el momento de nuestro bautismo quedamos unidos con Cristo, y esa unión no se rompe ni se disminuye por el hecho de que Él esté reinando en el cielo. Todo lo contrario. Hay una presencia de Jesús en su Iglesia que no terminará nunca. Podrá haber momentos difíciles, podremos pasar por muchas pruebas, pero el Señor siempre estará con nosotros. La Iglesia nos enseña cuáles son las formas en las que Jesús se hace presente: está en la Eucaristía, en la reunión de la comunidad cristiana, en la lectura de la Escritura, en la celebración el culto cristiano, en la predicación de los que tienen el cargo de ser Pastores, en la misma presencia de los cristianos... De muchas maneras Jesús se hace presente para fortalecer, gobernar, y asistir a su Iglesia. Esta promesa, que se sigue cumpliendo todos los días, nos da una gran confianza. Nunca tendremos que temer ningún peligro porque el Señor está siempre junto a nosotros y en nosotros mismos. Pero volvamos a pensar en la presencia de Cristo en nosotros por la unión que se ha establecido en el bautismo: Él está con nosotros y nosotros estamos con Él. 

Formamos una unidad tan grande que la Escritura puede hablar de "nuestra" resurrección porque Cristo ha resucitado. Pero también de la misma manera podemos hablar de los trabajos, sufrimientos y dolores de Cristo cada vez que nosotros trabajamos, sufrimos y padecemos. Desde el momento que Cristo ha subido a los cielos, toda la vida de los cristianos comienza a tener otro valor. Ya Dios mira como sufrimientos de su Hijo todo lo que padecen los hombres en la tierra. Dios ya valora como trabajos de su Hijo lo que hacen los hombres cuando trabajan en este mundo, aunque sea pequeño e imperfecto. La fiesta de la Ascensión del Señor nos anima para seguir anunciando el Evangelio a todos los hombres, para que todos los pueblos lleguen a ser discípulos de Jesús; también reafirma nuestra esperanza porque nos insiste una vez más que por nuestra condición de hijos, recibida en el bautismo, ya hemos comenzado a subir al cielo junto con Jesús; y finalmente nos hace ver el sentido de nuestra vida, porque nos dice que Dios mide y pesa todos los actos que realizamos, valorándolos con el precio que corresponde a los actos de un hijo de Dios.

Por todo esto la Iglesia dice en la misa de este día, que Jesús, ascendiendo al cielo "no se ha desentendido de este mundo, sino que ha ido delante de nosotros para que vivamos en la ardiente esperanza de que lo seguiremos en su Reino" 


domingo, 24 de mayo de 2015

Domingo 24 de mayo de 2015



Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Enormemente sorprendidos, preguntaban: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en la propia lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y todos los oímos hablar de las maravillas de Dios, cada uno en la propia lengua”. (Hechos de los Apóstoles 2, 1-11)



El término Pentecostés (que en griego se refiere al número cincuenta) proviene de una fiesta anual que marcaba el fin de la cosecha del trigo y la cebada en la región de Canaán, en la que se habían establecido los israelitas desde el siglo XII a. C. Era la fiesta de las Siete Semanas, 50 días después de la ofrenda de los primeros frutos. Los israelitas le dieron un significado histórico al conmemorar en ella la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí, 50 días después de la Pascua que evocaba su liberación de la esclavitud en Egipto. Para la Iglesia Católica, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que, 50 días después de la Pascua, los apóstoles reunidos en oración junto con María, la madre de Jesús, recibieron el Espíritu Santo para realizar la misión de proclamar, ya no sólo para un pueblo sino para toda la humanidad, la Buena Noticia de una nueva Ley: la ley del amor universal enseñada por Jesucristo nuestro Señor.

1. El Espíritu Santo es el aliento vivificante de Dios

Los relatos bíblicos de la creación dicen que “el Espíritu (la Ruah, es decir el Soplo, el Viento o el Aliento) de Dios se movía (o ‘aleteaba’) sobre las aguas” (Gn 1, 2) y que Dios “formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz y le dio vida” (Gn 2, 7). En hebreo la palabra Ruah es de género femenino, lo cual es muy significativo al expresar la acción creadora de Dios. Los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11) hablan de un viento fuerte; el Salmo responsorial [104 (103)] se refiere al aliento de Dios dador de vida, y el Evangelio (Juan 20, 19-23) al soplo de Jesús sobre sus discípulos.

Hay otros signos que también emplea el lenguaje bíblico tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para referirse al Espíritu Santo:
El fuego, que simboliza la energía divina que transforma y que da luz y calor.
El agua, que es signo de la vida nueva recibida en el sacramento del Bautismo.
El óleo o aceite de oliva, que significa fortaleza y se emplea en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de los Enfermos.
La paloma, que llega con una rama de olivo al concluir el diluvio (Gn 8, 11), y que se posa sobre Jesús bautizado, (Jn 1, 32), con quien comienza una nueva creación. 
La imposición de las manos, que expresa la comunicación del Espíritu Santo.

2. El Espíritu Santo hace posibles el nacimiento y el desarrollo de la Iglesia

Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo compuesto por muchos y distintos miembros -todas las personas bautizadas-, animado por el Espíritu Santo, del que provienen, como dice san Pablo en la segunda lectura (1 Corintios 12, 3b-7. 12-13), los dones o carismas que recibimos los bautizados, según la vocación de cada cual, para realizar nuestra misión en la vida. Con base en ese texto bíblico, la Iglesia reconoce estos 7 dones del Espíritu Santo:
1. Sabiduría, para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas.
2. Entendimiento, para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios
3. Ciencia, para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla. 
4. Consejo, para orientar a otros cuando nos lo solicitan o necesitan de nuestra ayuda.
5. Fortaleza, para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades.
6. Piedad, para reconocernos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
7. Respeto a Dios (llamado también temor de Dios, pero en un sentido diferente del 
miedo), para evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos.

3. El Espíritu Santo hace posible la comunicación gracias al lenguaje del amor

Toda la historia de la acción creadora, salvadora y renovadora de Dios es un paso de la incomunicación de Babel a la comunicación de Pentecostés. Cuando la intención humana es de dominación opresora, se produce como consecuencia una confusión total que impide el entendimiento entre las personas (Gn 11, 1-9); pero cuando la intención es compartir, construir una auténtica comunidad participativa, por obra del Espíritu de Dios se produce la verdadera comunicación (Hechos 2, 1-12).

En medio de la pluralidad y diversidad de lenguas y pueblos, hay un idioma que hace posible que todos los seres humanos podamos entendernos cuando lo ponemos en práctica: el lenguaje del amor. Este fue el lenguaje que expresaron los primeros seguidores de Jesús, gracias al Espíritu Santo que los llenó de la energía interior que necesitaban para proclamar el Evangelio, la Buena Noticia de la acción amorosamente salvadora de Dios Padre por medio de su Hijo Jesucristo.

Al celebrar la fiesta de Pentecostés, unidos en oración como los primeros discípulos lo estaban con María, la madre de Jesús, pidámosle al Señor que renueve en cada uno nosotros la venida del Espíritu Santo, repitiendo en nuestro interior la invocación que antecede en la liturgia eucarística al Evangelio de este domingo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.-

viernes, 22 de mayo de 2015

Taller DE LA VERGÜENZA A LA AUTOESTIMA, en Mendoza


COMPARTIMOS UNA BREVE INTRODUCCIÓN  ACERCA DE ESTE TEMA, UTILIZANDO EL LIBRO CUYA TAPA VEMOS AQUÍ. EL TALLER FUE PRESENTADO SEMANAS PREVIAS  EN LA CIUDAD DE MENDOZA.
UNA INVITACIÓN A RELACIONARNOS CON LIBERTAD A PARTIR DE ACEPTARNOS.





Es agobiante vivir con permanente sensación de vergüenza y auto-crítica punzante que en momentos difíciles o de estrés no nos permite encontrar tranquilidad, calma, seguridad. Y no son sólo sentimientos sino actitudes, formas de interpretar la experiencia que nos llevan a actuar en consecuencia. La vergüenza disfuncional es un indicador de baja autoestima, porque implica desamor a nosotros mismos: pensamos que somos indignos, que no somos como los demás y tampoco originales. 

Si bien este déficit en la autoestima deriva de mensajes negativos recibidos de nuestros padres y de otras personas significativas, que nos llevan a percibir que nuestros sentimientos, necesidades y nuestro sí mismo auténtico no son aceptables, no se trata únicamente de observar las heridas y seguir culpando, reprochando y reclamando a nuestros padres, a nuestra historia, sino de asumir la responsabilidad de nuestra vida. En este texto nos vamos a abocar a la vergüenza disfuncional, relacionada con los sentimientos de inferioridad y baja autoestima. 

Cuando somos muy críticos con nosotros mismos vivimos amenazados, externamente en relación con el juicio de los otros e interna-mente podas propias creencias. Si descubrimos lo que nos avergüenza, evitamos que se instale en nuestra identidad, porque cuando la vergüenza se internaliza más allá de un sentimiento pasajero, pasa a formar parte del sí mismo. Todos tenemos aspectos de nosotros mismos que valoramos y otros que rechazamos. La cuestión es cómo nos relacionamos con lo que no nos gusta de nosotros, cómo nos tratamos, ¿en forma agresiva o compasiva? ¿Con autocrítica condenatoria o con actitud amorosa? 
La autoestima se regula y fortalece si restablecemos la cohesión interna, si integramos todos nuestros aspectos, aun los que nos avergüenzan. No se trata de erradicar la vergüenza, de combatirla, sino de tomarla como mensajera, reconocer su buena intención descubriendo de qué nos quiere proteger. Si nos conectamos con nuestra verdadera esencia, reforzamos los recursos propios, nos respetamos y aceptamos como somos, al cambiar el concepto que tenemos de nosotros mismos, la transformación de la vergüenza vendrá por añadidura. Lo que pensamos, imaginamos y sentimos influye sobre el organismo y el sistema inmunológico.

Según experimentemos amor y compasión, o miedo, resentimiento y vergüenza, estimulamos sistemas cerebrales relacionados con la calma y el bienestar o con la intranquilidad. Es posible activar zonas cerebrales que contienen redes neurales vinculadas con la empatía, el amor y una mayor conexión entre pensamientos y sentimientos. Si aprendemos a relacionarnos con nosotros mismos con amabilidad y cuidado y, cuando tenemos dificultades, nos enviamos mensajes de ayuda, en lugar de criticarnos, estimularemos aquellas partes del cerebro que responden con amabilidad. Todos tenemos en nuestra esencia una fuente de energía amorosa. El arte consiste en conectarnos con ella y poder tomarla. 

Está en nuestras manos poner en funcionamiento esta capacidad y acceder a espacios más profundos de nuestro ser, en el cual todos estamos entrelazados, creados, hijos de un mismo Dios y hermanos con toda la humanidad. Nuestra propuesta, a través de una modalidad teórico-práctica, es sanar el autoconcepto de indignidad y pasar de la autocrítica a la autocompasión para adquirir una sana autoestima. 

La buena noticia es que podemos entrenarnos para desarrollar estados mentales positivos y desactivar los negativos. A este fin, y para comprender mejor la estrecha relación que existe entre el cuerpo, la mente y el espíritu, antes de abocarnos a desarrollar el tema de la vergüenza vamos a hacer una descripción de la neurofisiología de las emociones y de los sistemas cerebrales que las regulan. 

domingo, 17 de mayo de 2015

Ascensión del Señor - ¡Un hombre ha entrado en la gloria!


EVANGELIO DEL DOMINGO 17  DE MAYO DEL 2015


Mc 16, 15-20

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

Palabra del Señor.
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El texto escogido para que este año se proclame en el Evangelio de este día es parte de lo que se conoce como "final del Evangelio de Marcos". Es un fragmento que no pertenece a la forma original de ese Evangelio, sino un añadido posterior que proviene de otra mano. Esto se sabe por algunos indicios literarios y porque no figura en muchos de los manuscritos más antiguos. Sin embargo, es un trozo que tiene una venerable antigüedad, y la Iglesia lo reconoce como inspirado y como perteneciente a la Sagrada Escritura. Se lo enuncia como "Evangelio de san Marcos", aunque se sabe que originalmente no pertenecía a ese Evangelio.
COMPARTIMOS SU DIGNIDAD
Cristo se humilló hasta la muerte. Padeció una muerte vergonzosa, indigna hasta de los peores criminales. Y no fue porque lo mereciera, ya que en Él nadie podrá encontrar el más mínimo pecado. Si debió subir a la cruz fue por un acto de obediencia total a su Padre, que para salvar a todos los hombres quiso que su Hijo Único compartiera la vida de los seres humanos y fuera solidario con ellos hasta en sus últimas consecuencias. Pero Jesús. resucitado de entre los muertos, "subió a los cielos y esta sentado a la derecha de Dios Padre". Cuando subió a la cruz, estuvo unido con todos nosotros y asumió misteriosamente todas nuestras culpas para redimirnos. Al estar sentado a la derecha del Padre continúa unido a nosotros y nos comunica algo de lo que Él es y tiene en esta situación gloriosa. Se hizo uno con nosotros para poder cargar con nuestros pecados y continúa siendo uno con nosotros para poder darnos su gloria y su vida. Todos nosotros, los bautizados, formamos un gran cuerpo. Este cuerpo tiene una Cabeza, y esa Cabeza es Cristo. Nosotros estamos todavía en la tierra, pero nuestra Cabeza ya esta en el cielo.. Algunos podrán pensar que unas personas son mas importantes que otras. Es verdad que algunos desempeñan funciones de mayor responsabilidad, pero si tenemos en cuenta que todos formamos este Cuerpo de Cristo, entonces debemos admitir que aun el que parece más pequeño, más insignificante, tiene gran importancia. En el cuerpo humano, aun los órganos más pequeños, los miembros más olvidados, son también parte del cuerpo y reciben su importancia de la persona a la que pertenecen. También los cristianos reciben su importancia de la Cabeza: todo cristiano es miembro del cuerpo de Cristo. Nuestra Cabeza ya está en el cielo, sentado junto al Padre. Hay algo nuestro que ya ha alcanzado el cielo y reina junto a Dios. Esto tiene su repercusión en lo que cada cristiano trabaja o sufre.  Si trabajamos, trabajamos con Cristo; si sufrimos, sufrimos con Cristo; si rezamos, rezamos con Cristo; si hacemos el bien, lo hacemos con Cristo, y san Pablo se atreve a decir que si pecamos, lo estamos manchando a Cristo...
COMPARTIMOS SU MISIÓN
Cuando Jesús resucitó y desapareció de nuestra vista, el Espíritu comenzó a actuar a través de la comunidad cristiana para extender por todo el mundo la obra salvadora realizada por el Señor. El Evangelio que hoy se proclama describe esta tarea por medio de las instrucciones y mandatos que Jesús da a sus discípulos antes de ser llevado al cielo. Ante todo les ordenó salir por todo el mundo a llevar la Buena Noticia a toda la creación. Llevar la Buena Noticia significa llevar el mensaje y también la salvación. La comunidad que Jesús deja en el mundo tiene que continuar a través de todos los tiempos y por todo el mundo la acción que Él vino a realizar: anunciar el mensaje del Padre y reconciliar a los hombres con Dios, debe poner al alcance de todos, los medios que Cristo ha traído para nuestra salvación Los hombres que aceptan este mensaje y esta salvación no son hombres que solamente rezan en el secreto de su corazón, sino que son hombres que viven de una manera distinta, saben usar de otra forma las cosas que Dios ha creado, organizan sus familias y la sociedad humana de una forma diferente. En resumen: los hombres que viven el Evangelio transforman el mundo y la sociedad, y de esta forma el Evangelio llega también hasta las cosas creadas. Cristo no es solamente Cabeza de la humanidad salvada por su sangre, sino que es el punto en el que se apoya toda la creación. Si en un mundo dominado por el pecado las cosas sirven para la injusticia, para el vicio, para el placer deshonesto, en un mundo que es redimido y vive intensamente la Palabra de la Buena Noticia todas estas cosas se orientan hacia Dios y según la voluntad de Dios.

COMPARTIMOS SU PODER
Los discípulos de Cristo, al salir a proclamar la Buena Noticia de la salvación, irán acompañados por algunos prodigios que confirmarán la fuerza del mensaje: expulsarán los demonios, hablarán nuevas lenguas, no se dañaran con los venenos, curarán milagrosamente a los enfermos... Ahora queda a disposición de los evangelizadores el mismo poder con que actuaba Cristo mientras realizaba su misión entre nosotros. El poder que Él les otorga está en proporción con la obra tan grande y difícil que les confía. Ningún cristiano puede sentirse solo y falto de fuerzas cuando se entrega generosamente a la obra de llevar la salvación a los hermanos porque sabe que Cristo esta con él acompañándolo y dándole fortaleza. El Señor prometió a los discípulos que estos milagros acompañarían la obra de evangelización. Los milagros se entienden solamente cuando están en relación con el anuncio del Evangelio. Cumplen la función de signos de que la buena noticia de la salvación ya esta obrando en el mundo, y sirven para suscitar y fortalecer la fe en la palabra del evangelio. Es algo muy diferente de lo que se lee que sucedía con los antiguos taumaturgos, que realizaban obras portentosas solamente para atraer la atención de la gente sobre su propia persona. Por esa razón se ve que en todo tiempo hay cristianos que han realizado y realizan milagros cuando tratan de llevar la salvación a otros hombres. No son sólo los casos extraordinarios y espectaculares, porque todos somos testigos de otros milagros que se producen diariamente cuando la Iglesia, a través de sus ministros, y sobre todo en la administración de los sacramentos, realiza la reconciliación de los hombres pecadores con Dios, o cura los corazones enfermos y endurecidos por el pecado. En toda la acción de la Iglesia se ve el poder de Cristo que sigue realizando su obra, aun cuando los hombres que actúan en su nombre sean débiles y limitados. Así como ningún cristiano puede pretender que él solo, individualmente, ha recibido el mandato de llevar la Buena Noticia a toda la creación, de la misma forma, ninguno puede arrogarse el poder de realizar todos estos milagros que se mencionan en el texto del Evangelio que estamos comentando. El Señor no mandó realizar milagros, sino que prometió que los milagros acompañarían a los evangelizadores.

LA ASCENSIÓN, FIESTA NUESTRA
La fiesta de la Ascensión del Señor nos llena de alegría porque Cristo, que es nuestro Salvador y nuestro amigo, es elevado a la gloria que le corresponde como Hijo de Dios y ocupa su lugar a la derecha del Padre. Es una fiesta que nos llena de alegría porque sabemos que Cristo al ascender al ciclo no nos abandona sino que sigue unido con nosotros: todos recibimos algo de su gloria y comenzamos a subir al cielo junto con Él. Debemos felicitarnos a nosotros mismos y también felicitarnos unos a otros porque la fiesta de la Ascensión no es solamente fiesta de Cristo sino también de todos aquellos que formamos un solo Cuerpo con El. Y también es una fiesta que nos recuerda la responsabilidad de la evangelización.

sábado, 9 de mayo de 2015

Dios es amor en acción

VI DOMINGO DE PASCUA




Primera lectura: Hechos 10, 25-26. 34-35. 44-48
Todo el que lo teme y practica la justicia es agradable al Señor

Salmo responsorial: Salmo 97
El Señor reveló su victoria a las naciones

Segunda lectura: 1 Juan 4, 7-10
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios

 Evangelio: Juan 15, 9-17
Ámense los unos a los otros como yo los he amado

Dios es amor en acción

El amor en acción transforma Un día, en el hospital, el monseñor comendador de la orden del Santo Espíritu de Roma mandó llamar a san Camilo de Lelis (1550-1614). El santo que eligió como distintivo la cruz roja estaba sirviendo a un enfermo, muy llagado, con la misma dedicación que una madre para con su único hijo enfermo. A quien le trajo el recado le respondió: Digan a monseñor que estoy ocupado con Jesucristo; en cuanto termine la caridad estaré con su señoría. El mensajero quedó impresionado con aquella escena y respuesta. El que ha visto el amor en acción no lo olvidará jamás. Es capaz de transformar en un instante a una persona. Deja en él una impresión imborrable. ¿No es verdad?

Cristo es el revelador del amor en acción

Nos acercamos hoy al corazón del mensaje de Jesús y a la motivación más profunda de toda su vida. Estamos verdaderamente en el punto más elevado de la revelación del Nuevo Testamento. El amor procede del Padre, pasa a través del corazón de Jesús y por su Espíritu Santo llega hasta nosotros. El amor (que es de Dios) ha sido revelado a este mundo en Jesucristo. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados (2a lectura). En la persona encarnada de Jesús hemos conocido lo que es el amor autentico. Para poder amar verdaderamente además de tomar ejemplo de Jesucristo hay que permanecer en su amor.
En esta primera lectura encontramos la narración de la conversación del pagano Cornelio, que tanto impactó a la Iglesia naciente. En este hecho, Pedro comprendió que Dios tomó la iniciativa de llamar también a los no judíos porque Dios no hace diferencia entre personas y todos constataron que el Espíritu Santo era derramado también sobre los paganos. El amor de Dios no conoce fronteras.
Este texto nos muestra que este amor es universal. En el Antiguo Testamento se podía tener la impresión de que el amor de Dios se limitaba al pueblo elegido. En realidad, Dios había querido que el privilegio del pueblo judío no siguiera siendo exclusivo, sino que se extendiera a todas las naciones. Ya había insinuado desde la llamada a Abrahán: Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. Por consiguiente, su proyecto es universal, y se lleva a cabo por medio del misterio pascual de Jesús, por medio del misterio de su muerte y resurrección.
El Señor reveló su victoria a las naciones. El salmo responsorial aclara que Dios es fiel y por eso no puede olvidar su misericordia hacia Israel y hacia todos los pueblos.

El relato evangélico es la continuación del texto del domingo pasado que nos presentaba la primera parte del discurso de Jesús sobre la vid verdadera. Allí se apelaba a la imagen de una planta para explicar la relación que existe, después de la Pascua, entre Jesús y los creyentes. El Señor sigue llamándonos a permanecer en él, como el sarmiento a la vid, en una honda comunión de vida y apostolado.

Amor y obediencia

 El texto evangélico responde a una pregunta: ¿cómo mantenerse unidos a Cristo para dar fruto? La respuesta: permaneciendo en su amor (íntimamente unidos como la vid y el sarmiento) y guardando sus mandamientos, especialmente el del amor fraterno. Lo que les mando es que se amen los unos a los otros.
Jesús insiste en la realidad del amor. En el texto evangélico, cuatro veces se repite el sustantivo amor y cinco veces el verbo amar. Pero tengamos en cuenta que el amor verdadero no está al alcance del hombre abandonado a sus propias fuerzas. Sin la gracia de Dios, la naturaleza humana desvirtúa el amor auténtico. Dos grandes frutos se obtienen de permanecer en el amor de Jesús: el amor mismo y la obediencia, que no se excluyen mutuamente sino que dependen el uno del otro, pues la obediencia a Dios brota del amor a él: y este amor, a su vez, plenifica la obediencia creando la paz y la alegría profundas.

¿Se puede mandar el amor?

 Este es mí mandamiento: Ámense los unos a los otros como yo los he amado.
Nadie puede obligar a otro que lo ame, o que ame a otra persona. Esto no se lo podemos pedir ni siquiera a una madre para con su hijo. Ni siquiera Dios nos obliga a que lo amemos a él o a las demás personas. El amor nunca puede ser obligado. Ya sabemos que cuando se introduce en él la obligación sólo produce rechazo. Tampoco resulta si el amor es mandado.
La sabiduría de la fe está en navegar en esta corriente de amor que procede del Padre, se nos manifiesta en Jesucristo (el Hijo amado) y se actualiza por el Espíritu Santo. Es una relación en el dinamismo unitivo del amor.
 Comentaba san Francisco de Sales: El corazón lleno de amor ama los mandamientos y cuanto más difíciles son los encuentra más dulces y agradables, porque complacen más al Amado y le dan más honor.

Amor servicial con medida previa

Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes... Ámense los unos a los otros como yo los he amado... Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mí Padre y permanezco en su amor.
 Se establece una comparación entre el amor del Padre a Jesús y el amor de Jesús a los discípulos. Y también sobre la obediencia de Cristo al mandamiento que le ha dado el Padre, y la obediencia de los discípulos al mandamiento que les da Cristo.
 Es gozoso que Jesús hable del amor que tiene a los discípulos afirmando que los ama tal como él es amado por el Padre. Admirémonos gratamente al escuchar que la intensidad de este amor es como la del amor que le tiene el Padre.
Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por aquellos a quienes ama. Muchos sabios y filósofos lo habían dicho. Se trata de algo indiscutible. Ahora comprendemos la dignidad que tenemos ante Dios. Es cierto que siempre somos servidores del Señor pero, por el modo en que nos trata, él nos pone en la categoría de amigos. Al sentirnos amados de esta manera, y al saber que no se trata solamente de un ejemplo que debemos imitar sino de una fuerza que ya actúa en nuestro interior, nuestro amor se pone en acción.
Y un amor obediente
El Hijo se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2, 8).
Es lo que Jesús declara y condensa en sus últimas palabras antes de morir en la cruz: Todo se ha cumplido Un 19, 30).
 El mandamiento del amor no nos viene desde afuera y nos obliga, sino que es una fuerza que desde lo interior nos impulsa a amar y a entregar nuestra vida por los demás, en obediencia gozosa, en plena sintonía con la voluntad de Dios.

Y un amor gozoso
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Cada vez que oímos estas palabras, podemos llenarnos de pena. ¿Habremos nosotros descubierto el vínculo entre el amor y el gozo? Ama como yo y descubrirás un gozo del que no tienes la menor idea, parece que nos dice nuestro Dios. ¿Estamos convencidos de que es posible sentirse Heno de gozo a fuerza de amar?

Intentemos abrirnos plenamente a esa afirmación de Jesús. El gozo de amar es locamente plenificante, pero su precio también es loco; resulta fácil comprender las vacilaciones.
Pareciera que no abunda la gente feliz de verdad, y que escasean las personas profundamente alegres que contagien humor jovial. Todos ocultamos un fondo de insatisfacción, una añoranza de dicha, quizá una amargura de tristeza. ¿Por qué? Aparte de las razones que apuntan a la radical limitación humana (el vacío interior, la inmadurez personal, la incapacidad de entrega) hay una causa definitiva: la falta de apertura al amor de Dios. El amor de Dios en nuestra vida es fuente de amor y de gozo; es preventivo y terapéutico.
Y un amor amistoso
Uno de los atributos de Moisés como amigo de Dios era poder hablarle con total libertad. Dice el libro del Éxodo que Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo (cf. Éx 33, 11). Aquella expresión marca lo más hondo de las nostalgias de un creyente. Hablar a Dios como a un amigo: he ahí la aspiración más alta de quien se postra ante el Señor de todo.
El término amigos aparece en Filón (filósofo judío, 20 a.0 -50 d.C.) para designar a los sabios que son amigos de Dios en lugar de ser sus esclavos.
 Pero ¿cómo es posible la amistad entre el Absoluto y Eterno con los mortales? Jesús es la respuesta a ese dilema. En él se hace posible la amistad entre Dios y el hombre. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
Jesús es tu mejor amigo. ¿Tienes apertura interior para que él sea tu mejor amigo? ¿Tú eres el mejor amigo de Jesús?


Y un amor adelantado y comprometido
 Los destiné para que vayan y den fruto y ese fruto sea duradero.
 Y en caso que aún quedara en los primeros discípulos -y en nosotros- alguna pretensión de habernos anticipado a Dios o de ponernos nosotros en primer lugar, Jesús nos dice: No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes (Jn 15, 16).
Las ramas no pueden ser diferentes ni dar otros frutos que los que da el árbol. Por nosotros corre la misma savia que viene desde el Padre. Por ello, no podemos tratar a los demás hombres de otra manera distinta de como los mira el Padre. Y es que amor crea amor.

Y un amor orante
Decía Santa Teresa de Jesús que orar es hablar de amistad con quien sabemos que nos ama. Por eso, las palabras de Jesús que hemos meditado en el evangelio de hoy deben conducirnos obligatoriamente a la oración, encuentro de amigo a amigo.
 Formamos un solo cuerpo con Cristo, siendo él la vid y nosotros los sarmientos. De ahí se sigue que hay una sola oración al Padre, hecha por Cristo y todos sus discípulos. San Agustín nos ha enseñado que Cristo reza en nosotros y nosotros rezamos por medio de él. El Padre no puede dejar de escuchar las oraciones de su Hijo, y por esa razón tenemos la certeza de que nuestras oraciones son siempre escuchadas (L. H. Rivas).
Puesto que Jesucristo nos dice que en este dinamismo del amor podemos confiar que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los concederá (Jn 15, 16), pidamos lo propio del Reino de Dios, que nos enseñe vivir bajo su amor y voluntad, que aprendamos a amar como él ama, que crezcamos como una comunidad de fe que lo sigue en su camino con una vida entregada según su amor.

¿Queremos ser amigos de Jesús?
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les he mandado.
Jesús nos pide permanencia en un amor que no es puramente platónico ni contemplativo o estético sino activo y práctico: Si guardan mis mandamientos permanecerán en mi amor (Jn 5, 1 0).
 Al celebrar la eucaristía estamos conociendo y reconociendo el amor de Jesús. Nuestra eucaristía es acción de gracias para Aquél que nos amó primero Agradezcamos al Padre ser el Dios del amor y su manifestación en Jesucristo que es:
• El amor comprometido, generoso, valiente.
• El amor fiel, abnegado, para siempre.
• El amor bello, verdadero y libre.
 • El amor en acción, que educa y transforma.
• El amor que no excluye el sufrimiento.
• El amor sacrificial que redime.
• El amor que alimenta, eucarístico.
• El amor no escrito en la corteza de un árbol sino en la cruz.
La eucaristía calienta nuestro amor con el Amigo-Jesús y con los

amigos-hombres. 

domingo, 3 de mayo de 2015

LA VID VERDADERA




EVANGELIO DEL DOMINGO 3 DE MAYO DEL 2015
Jn 15, 1-8
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.
Palabra del Señor.
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EL SERMÓN DE LA CENA
El evangelio de san Juan tiene diferencias muy marcadas con respecto a los otros evangelios. Una de ellas es que el autor no se contenta con reproducir más o menos literalmente las palabras pronunciadas por Jesús y conservadas por la tradición de la comunidad primitiva, sino que a partir de esas palabras y de esas tradiciones ofrece a los lectores largos desarrollos que permiten contemplar las profundidades que se ocultaban en esos dichos.
 El autor del evangelio, guiado e iluminado por el Espíritu Santo, alcanza con su mirada hasta donde ninguno de los otros evangelistas había llegado. Por esa razón, desde muy antiguo, se ha elegido el águila como el signo con el que se representa el evangelio de san Juan, por la altura y la majestuosidad de su vuelo. En este evangelio se narra una cena de Jesús celebrada antes de la fiesta de la Pascua, en la que el Señor se extiende en un largo discurso. Para componer este discurso, el autor del Evangelio ha desarrollado y profundizado expresiones de Jesús que daban a entender de manera velada cual es la relación que hay entre El y el Padre, y entre El y los discípulos.

La comunidad llegó a comprender el sentido de esas expresiones sino después de la venida del Espíritu Santo. Con esta mayor comprensión, el autor del evangelio ha compuesto este discurso. Este hermoso texto que se proclama en la misa de este domingo pertenece a ese largo discurso que sigue a la Última Cena en el evangelio de san Juan. Se trata de una comparación o alegoría, semejante a otras igualmente encabezadas por la expresión "Yo soy" que se encuentran en el mismo evangelio. Y en las que Jesús se presenta como el pan, la luz, la puerta, el pastor, la resurrección y la vida, el camino, verdad y la vida. La vid. Estas metáforas expresan cual es la relación que existe entre Cristo y los hombres redimidos por Él.
En la lectura del domingo pasado, Jesús se presentaba como un Pastor Y decía que era el bueno, es decir el auténtico: “Yo soy el buen Pastor". En este caso la comparación es con una vid, que es llamada “verdadera". 
En la Misa de este domingo sólo se lee la primera parte de éste texto en el que se describen los distintos rasgos de la vid. En los fragmentos que siguen, la comparación se prolonga por medio de dos desarrollos en los que aplica las conclusiones: en un primer desarrollo - que se leerá el próximo domingo - la comparación con la vid se extiende sobre el aspecto del amor. El segundo desarrollo, que este año se omite, ofrece la contemplación desde el punto de vista del odio. Unido con Cristo por la fe, el creyente forma una sola realidad con El, y por eso recibe en si el amor del Padre (primer desarrollo)y el odio del mundo (segundo desarrollo). 
LA VID VERDADERA 

Jesús se presenta como una vid. Esta imagen, además de ser muy familiar en el ambiente palestinense, tiene un lugar de privilegio en los textos del Antiguo Testamento. Dadas las condiciones del terreno y del clima en Israel, la viña es una plantación que exige mucho cuidado. 
Por esa razón, hablar de una vid o de una viña equivale a mencionar una propiedad por la que el dueño se desvive y cuida de una manera muy especial. De ahí se sigue que la vid y la viña aparecen con frecuencia en la Biblia para representar a Israel, el pueblo de Dios. A veces se muestra el amor de Dios por su pueblo comparándolo con una vid que el Señor trasplantó desde Egipto, plantó cuidadosamente y rodeo de toda clase de cuidados para que se extienda y cubra un extenso territorio.
 Pero otras veces la viña o la vid debía ser reprendida porque no daba los frutos esperados y no respondía al cuidado que se le había prodigado. La viña del Antiguo Testamento es el pueblo de Israel, como lo dice explícitamente el profeta Isaías. Se pertenece a esta viña por el nacimiento, los miembros del pueblo están unidos por vínculos de sangre. y se tiene clara conciencia de que los extranjeros están excluidos de ella. Ahora Jesús habla de la vid, pero añadiendo que Él es la vid "verdadera". Con esta aclaración, la vid del Antiguo Testamento queda como una figura profética de esta realidad nueva que es Cristo. 
De la misma manera el evangelista ha identificado antes a Jesús con la luz verdadera, y en palabras de Jesús, Él mismo es el pan verdadero. El domingo pasado oímos que Jesús es el Buen Pastor, con lo que se quería decir que era el Pastor autentico y no el falso o aparente. En la vid verdadera la pertenencia a la planta no se da por razones de sangre sino por la adhesión de la fe. Todos los creyentes en Cristo -judíos o no judíos - son los sarmientos de esta vid y participan de su vida. La Única condición es permanecer en la vid. Con esta palabra 'permanecer', que el evangelio de san Juan usa con mucha frecuencia, no se indica solamente el mantenerse presente. 
En san Juan este termino incluye, además de la presencia, la unión reciproca, el mutuo conocimiento y amor, a semejanza de la unión entre el Padre y el Hijo, ya que Jesús también dice que el Padre permanece en Él y El permanece en el amor del Padre.

LOS FRUTOS
Así como el amor del Padre está en Cristo y lo lleva a entregar su vida para que todos tengan vida, de la misma manera el discípulo que permanece en Cristo recibe, junto con la vida divina, la fuerza del amor que proviene de Dios. Este amor lo impulsa a poner su vida al servicio de los otros e incluso a entregarla, como Jesús, para que todos puedan tener vida. La pertenencia a La vid produce alegría y gloria en los discípulos. Pero esto no es lo único. Como sucede con las ramas de la vid, lo importante es que den frutos. La vida y el amor que reciben los discípulos deben exteriorizarse en obras salvadoras para beneficio de todos los demás. El discípulo, unido a Cristo ("permaneciendo en El"), también debe dar frutos. 

En otra parte del evangelio se ha hablado de los frutos que produce Jesucristo: en la comparación con el grano de trigo se dice que el grano muere y produce mucho fruto. El fruto que Jesucristo produce es la vida eterna para todos los hombres que creen en El. 
La alegoría de la vid nos muestra que la obra apostólica es en realidad una tarea que realiza Jesucristo por medio de los hombres unidos a el. Nadie puede atribuirse nada, así como las ramas no pueden decir que son ellas las que producen los racimos. Todo el discurso sobre la vid tiende hacia la producción de los frutos. En el libro del profeta Isaías se le reprocha a la viña Israel porque dio frutos agrios. Jesús habla de sus ramas que no dan fruto y de aquellas otras que los dan. Con palabras tomadas del profeta Ezequiel amenaza a las primeras con cortarlas y echarlas al fuego. Pero a las que dan fruto les anuncia una poda para que puedan abundar más. 

La fuerza purificadora de la palabra de Cristo obrara en los discípulos para que produzcan mayores frutos. Para poder llevar a cabo su entrega y obtener frutos, el discípulo debe someterse constantemente a la poda, es decir a la purificación que la palabra del evangelio realiza en él. Se trata de la santificación que permanentemente se debe ir adquiriendo de modo que la unión con el Señor sea cada vez más intensa, y la disponibilidad para servir a los hermanos se realice con mayor libertad y sin trabas de ninguna clase. 
SEPARADOS DE Mí...
Es muy fácil comprender que las ramas no podrían hacer nada sin la planta que hunde sus raíces en la tierra para extraer la humedad y que transmite la savia vital. De la misma manera nosotros, separados de Cristo, no podemos hacer nada en la obra de salvación de los hombres. Es muy grande la tentación de querer hacer "nuestra" obra, como también la de atribuir a nuestra capacidad los resultados positives que puedan encontrarse al final de una tarea. San Pablo, hablando de la evangelización de la comunidad de Corinto dice: "Yo planté y Apolo regó, pero el que ha hecho crecer es Dios. Ni el que planta ni el que riega valen algo, sino Dios, que hace crecer". El evangelio nos dice que el Padre esta en Cristo y realiza las obras. De la misma manera Cristo está realizando diariamente su obra de salvación por medio de los cristianos que actúan en el mundo. Esto nos hace tomar conciencia de la necesidad de nuestra santificación, mediante la búsqueda de una mayor unión con el Señor, para que de esa manera El pueda actuar mejor en nosotros y por medio de nosotros. 



LA GLORIA DE DIOS
La gloria es la manifestación exterior de la presencia de Dios. Cristo, muriendo y resucitando para la salvación de los hombres, en un gesto de total obediencia al Padre, realiza una obra que glorifica a Dios. En ella Dios manifiesta su gloria porque hace aparecer en toda su luminosidad el amor que tiene a todas sus criaturas. Y en ella recibe gloria porque con ese gesto de obediencia Jesús proclama a todos que Dios es amor. Parecería que después de esto, a los hombres ya no les queda posibilidad de glorificar a Dios. Pero el evangelio termina diciendo que podemos asociarnos a ese acto de glorificación siendo discípulos de Jesús. Es evidente que no se trata entonces de una alabanza diferente, distinta de la que realiza Jesús, sino que es la misma. 
Unidos a Él como en una única realidad, así como la vid y sus sarmientos, podemos dar fruto que son glorificación de Dios. Se ha dicho más arriba que los frutos que producimos son de Jesucristo, así como los racimos que producen las ramas son racimos de la vid y no de ellas solas o separadas de la vid. Unidos a Cristo resucitado, Él realiza por medio de nosotros su obra de salvar al mundo, la suprema glorificación del Padre. y de esa manera se puede decir que nuestra condición de discípulos y las obras que realizamos son una verdadera alabanza de Dios. Tal vez nos preguntemos con frecuencia sobre la mejor manera de alabar a Dios. ¿Que alabanza podemos tributarle, que sea digna de El?
 El evangelio nos responde diciendo que renunciemos a la búsqueda de una alabanza nuestra, independiente de la que ofrece Jesús en su misterio pascual. Después que Jesús se ofrendó a si mismo en la cruz, entró a la presencia del Padre con su propia sangre, y resucitó de entre los muertos, ya no queda otra alabanza que pueda ser superior y ni siquiera semejante.
 Pero todos los hombres somos invitados a tomar parte en esa alabanza, uniéndonos a Jesucristo resucitado para producir una única obra de salvación para el mundo. Esta acción única que realiza Jesús para alabanza del Padre es, como se ha dicho, hacer que todos los hombres "tengan Vida, y la tengan abundantemente". 

Nuestra adhesión a Cristo y nuestra actividad apostólica y misionera es lo que glorifica a Dios de una manera digna. También en nuestra oración al Padre debemos estar unidos a su Hijo Jesucristo, hasta el punto de que nuestra oración sea una oración que no es individualmente nuestra, sino la oración del Hijo en nosotros al Padre. Por eso mismo el evangelio nos promete que siempre seremos escuchados cuando rezamos. Como nos enseña san Agustín. Jesús reza al Padre en nosotros, por medio de nosotros, y en favor de todos nosotros.

 Que el misterio pascual realice en nosotros esta obra de unirnos cada vez más a Cristo para que podamos tributar la única alabanza digna del Padre