Centro de Apoyo y Orientación Complementario de los Cursos del P.Bradley
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P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS
EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
sábado, 28 de marzo de 2009
Tomo II de Moral de Discernimiento: Bioética
UNA NUEVA CIENCIA
1.1. Un nuevo contexto
1.2. La reflexión ética
1.3. El nacimiento de la bioética
1.4. La postura de la Iglesia Católica.
1.5. La ética de la vida
1.6. La vida humana hoy
2. LA PALABRA DE LA IGLESIA
2.1. El evangelio de la vida
2.2. Declaración sobre bioética
PRIMERA PARTE
EL COMIENZO DE LA VIDA HUMANA
1.EL ABORTO .
1.1. ¿Sociedad abortista? .
1.2. Definición del aborto
1.3. Clasificaciones del aborto
1.4. Métodos del aborto .
1.5. El comienzo de la vida humana
1.6. El problema de la "animación"
1.7. El magisterio de la Iglesia .
1.8. Valoración ética .
1.8.1. La polémica actual
1.8.2. Posturas de teólogos católicos .
1.8.3. El juicio ético cristiano
1.8.4. Situaciones Iímites
1.8.5. Dimensión social del problema del aborto
1.8.6. Una política sobre población
1.8.7. La píldora del día después
Conclusión .
LA INSEMINACIÓN ARTIFICIAL
2.1. El concepto
2.2. La práctica .
2.3. La historia
2.4. Tipos de inseminación artificial .
2.5. Las causas
2.6. Las técnicas .
2.7. Los problemas legales .
2.8. La postura oficial de la iglesia
2.9. Valoración moral
2.10. Conclusión .
SEGUNDA PARTE
LA CALIDAD DE LA VIDA HUMANA
SALUD Y ENFERMEDAD
1.1. El médico y el enfermo .
1.1.1. El cristianismo frente a la medicina .
1.1.2. La dimensión ética de la vocación médica
1.1.3. La relación médico-enfermo .
1.1.4. Los derechos del enfermo .
El riesgo y la actividad humana
1.2.1. Los accidentes laborales
1.2.2. El tránsito .
1.2.3 Los deportes
1.3. El alcoholismo
1.3.1. El aspecto médico
1.3.2. La definición del alcoholismo .
1.3.3. Las consecuencias del alcoholismo
1.3.4. El alcoholismo y la realidad popular
1.3.5. La terapia
1.3.6. Un desafío ético .
1.4. La drogadicción .
1.4.1. Las drogas .
1.4.2. Los efectos de la droga ..
1.4.3. Las causas de la drogadicción .
1.4.4 La terapia .
1.4.5, La drogadicción en Chile .
1.4.6. Valoración moral .
2. LA EXPERIMENTACIÓN HUMANA ..
2.1. EI Concepto de manipulación .
2.1.1. El sentido etimológico ..
2.1.2 La definición conceptual .
2.1.3. El problema .
2.1.4. Una pauta ética .
2.2 La experimentación humana ..
2.2.1. Ciencia y experimentación
2.2.2. Algunos hechos .
2.2.3. Aproximación conceptual .
2.2.4. Los códigos sobre la experimentación humana
2.2.5. Los discursos del papa Pío XII .
2.2.6. Orientación ética
2.3 La intervención genética
2.3.1.Aspecto biológico .
2.3.2. La terapia genética
2.3.3. La ingeniería genética .
2.3.4. La reproducción clónica .
2.3.5. El genoma humane
2.3.6. Una reflexión ética
2.4. La eugenesia
2.4.1. Un recorrido histórico
2.4.2. La discusión contemporánea
2.4.3. Noción y clasificación .
2.4.4. La palabra de Pío XII
2.4.5. Una apreciación moral
3. LOS TRASPLANTES
3.1. Un recorrido histórico
3.2. Concepto y tipología
3.3. Problemas técnico-médicos
3.4. La muerte clínica
3.5. Colegio médico de Chile .
3.6. Los discursos de Pío XII.
3.7. La postura actual del magisterio
3.8. Valoración moral
3.8.1. Trasplante autoplástico
3.8.2. Trasplante aloplástico
3.8.3. Trasplante homoplástico entre vivos.
3.8.4. Trasplante homoplástico de muerto a
3.8.5. Principios éticos .
4. LA ECOLOGíA
4.1. Una nueva ciencia .
4.2. La dimensión del problema .
4.3. Ecología y teología
4.4. Los documentos de la Iglesia
4.5. La carta ecológica de las Naciones Unidas
4.6. El talante ético
4.7. Hacia una espiritualidad franciscana
TERCERA PARTE
LA ETICA FRENTE A LA MUERTE
1. ¿LA MUERTE DULCE?
1.1. La muerte
1.1.1. Un interrogante antiguo
1.1.2. Una reflexión moderna .
1.1.3. Una consideración bíblica .
1.1.4. La mentalidad contemporánea .
1.1.5. El proceso de morir
1.2. La eutanasia
1.2.1. El debate actual
1.2.2. Los conceptos básicos
1.2.3. El magisterio de la Iglesia .
1.2.4. La valoración ética
1.2.5. Una acotación ética .
1.2.5.1. Delimitación del concepto
1.2.5.2. Necesidad de una terminología correcta
1.2.5.3. ¿Despenalización de la eutanasia?
1.2.5.4. La postura médica
1.2.6. El derecho a morir con dignidad .
2. ¿LA MUERTE LEGALIZADA?
2.1. La pena de muerte
2.1.1. La situación actual
2.1.2. Evolución histórica del pensamiento eclesial
2.1.3. Postura actual de la Iglesia
2.1.4. Apoyo en la sagrada escritura
2.1.5. Polémica en torno a la pena de muerte
2.1.6. Un rechazo ético a la pena de muerte.
2.2 La tortura
2.2.1. La triste realidad
2.2.2. La definición de tortura
2.2.3. El mundo de la tortura
2.2.4. La condena internacional .
2.2.5. La tortura y el médico .
2.2.6. El pensamiento de la Iglesia
2.2.7. La postura actual de la Iglesia
2.2.8. El repudio ético .
3. ¿LA MUERTE PATRIOTICA?
3.1. La guerra moderna .
3.1.1. La maldición de la guerra .
3.1.2. El pensamiento eclesial a lo largo de los siglos
3.1.3. La teoría de la guerra justa
3.1.4. La postura del concilio
3.1.5. Un balance moral
3.1.6. La objeción de conciencia
3.2. La carrera de armamentos
3.2.1. Una carrera suicida
3.2.2. Algunas causas
3.2.3. La palabra de la Iglesia
3.2.4. La urgencia del desarme
3.3. Una opción ética
3.3.1. Una condena radical
3.3.2. Hacia una ética pacífica y solidaria
4. ¿LA MUERTE COMO PROTESTA?
4.1. El principio de la legítima defensa.
4.1.1. La definición del concepto
4.1.2. La postura tradicional .
4.1.3. Justificación y condiciones
4.1.4. Una postura distinta
4.2. El suicidio
4.2.1. Las estadísticas
4.2.2. Algunos intentos de explicación.
4.2.3. La condena tradicional
4.2.4. Un cambio de enfoque
4.3. La huelga de hambre
4.3.1. Recordando algunos hechos.
4.3.2. Su significado
4.3.3. Las distintas perspectivas éticas
4.3.4. El discernimiento ético
CONCLUSIÓN
viernes, 13 de marzo de 2009
MENSAJE POR LA PAZ
MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI PARA LA CELEBRACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
COMBATIR LA POBREZA, CONSTRUIR LA PAZ
1. También en este año nuevo que comienza, deseo hacer llegar a todos mis mejores deseos de paz, e invitar con este Mensaje a reflexionar sobre el tema: Combatir la pobreza, construir la paz. Mi venerado predecesor Juan Pablo II, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1993, subrayó ya las repercusiones negativas que la situación de pobreza de poblaciones enteras acaba teniendo sobre la paz. En efecto, la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas la contiendas armadas. Estas últimas alimentan a su vez trágicas situaciones de penuria. «Se constata y se hace cada vez más grave en el mundo –escribió Juan Pablo II– otra seria amenaza para la paz: muchas personas, es más, poblaciones enteras viven hoy en condiciones de extrema pobreza. La desigualdad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente, incluso en las naciones más desarrolladas económicamente. Se trata de un problema que se plantea a la conciencia de la humanidad, puesto que las condiciones en que se encuentra un gran número de personas son tales que ofenden su dignidad innata y comprometen, por consiguiente, el auténtico y armónico progreso de la comunidad mundial».
2. En este cuadro, combatir la pobreza implica considerar atentamente el fenómeno complejo de la globalización. Esta consideración es importante ya desde el punto de vista metodológico, pues invita a tener en cuenta el fruto de las investigaciones realizadas por los economistas y sociólogos sobre tantos aspectos de la pobreza. Pero la referencia a la globalización debería abarcar también la dimensión espiritual y moral, instando a mirar a los pobres desde la perspectiva de que todos comparten un único proyecto divino, el de la vocación de construir una sola familia en la que todos –personas, pueblos y naciones– se comporten siguiendo los principios de fraternidad y responsabilidad.
En dicha perspectiva se ha de tener una visión amplia y articulada de la pobreza. Si ésta fuese únicamente material, las ciencias sociales, que nos ayudan a medir los fenómenos basándose sobre todo en datos de tipo cuantitativo, serían suficientes para iluminar sus principales características. Sin embargo, sabemos que hay pobrezas inmateriales, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales. Por ejemplo, en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar a pesar de su bienestar económico. Pienso, por una parte, en el llamado «subdesarrollo moral» y, por otra, en las consecuencias negativas del «superdesarrollo». Tampoco olvido que, en las sociedades definidas como «pobres», el crecimiento económico se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos. De todos modos, es verdad que cualquier forma de pobreza no asumida libremente tiene su raíz en la falta de respeto por la dignidad trascendente de la persona humana. Cuando no se considera al hombre en su vocación integral, y no se respetan las exigencias de una verdadera «ecología humana», se desencadenan también dinámicas perversas de pobreza, como se pone claramente de manifiesto en algunos aspectos en los cuales me detendré brevemente.
Pobreza e implicaciones morales
Este estado de cosas, en vez de facilitar, entorpece seriamente la consecución de los grandes objetivos de desarrollo de la comunidad internacional. Además, un incremento excesivo del gasto militar corre el riesgo de acelerar la carrera de armamentos, que provoca bolsas de subdesarrollo y de desesperación, transformándose así, paradójicamente, en factor de inestabilidad, tensión y conflictos. Como afirmó sabiamente mi venerado Predecesor Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz». Por tanto, los Estados están llamados a una seria reflexión sobre los motivos más profundos de los conflictos, a menudo avivados por la injusticia, y a afrontarlos con una valiente autocrítica. Si se alcanzara una mejora de las relaciones, sería posible reducir los gastos en armamentos. Los recursos ahorrados se podrían destinar a proyectos de desarrollo de las personas y de los pueblos más pobres y necesitados: los esfuerzos prodigados en este sentido son un compromiso por la paz dentro de la familia humana.
Lucha contra la pobreza y solidaridad global
Conclusión
«Que se ciña cada cual a la parte que le corresponde», escribía León XIII en 1891, añadiendo: «Por lo que respecta a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto regateará su esfuerzo». Esta convicción acompaña también hoy el quehacer de la Iglesia para con los pobres, en los cuales contempla a Cristo, sintiendo cómo resuena en su corazón el mandato del Príncipe de la paz a los Apóstoles: «Vos date illis manducare – dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). Así pues, fiel a esta exhortación de su Señor, la comunidad cristiana no dejará de asegurar a toda la familia humana su apoyo a las iniciativas de una solidaridad creativa, no sólo para distribuir lo superfluo, sino cambiando «sobre todo los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad». Por consiguiente, dirijo al comienzo de un año nuevo una calurosa invitación a cada discípulo de Cristo, así como a toda persona de buena voluntad, para que ensanche su corazón hacia las necesidades de los pobres, haciendo cuanto le sea concretamente posible para salir a su encuentro. En efecto, sigue siendo incontestablemente verdadero el axioma según el cual «combatir la pobreza es construir la paz».
Vaticano, 8 de diciembre de 2008
BENEDICTUS PP. XVI
Autor: Benedicto XVI- Fecha: 2008-12-31
Carta a los obispos
CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA
sobre la remisión de la excomunión
de los cuatro Obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre
Queridos Hermanos en el ministerio episcopal
La remisión de la excomunión a los cuatro Obispos consagrados en el año 1988 por el Arzobispo Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo. Muchos Obispos se han sentido perplejos ante un acontecimiento sucedido inesperadamente y difícil de encuadrar positivamente en las cuestiones y tareas de la Iglesia de hoy. A pesar de que muchos Obispos y fieles estaban dispuestos en principio a considerar favorablemente la disposición del Papa a la reconciliación, a ello se contraponía sin embargo la cuestión sobre la conveniencia de dicho gesto ante las verdaderas urgencias de una vida de fe en nuestro tiempo. Algunos grupos, en cambio, acusaban abiertamente al Papa de querer volver atrás, hasta antes del Concilio. Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento. Por eso, me siento impulsado a dirigiros a vosotros, queridos Hermanos, una palabra clarificadora, que debe ayudar a comprender las intenciones que me han guiado en esta iniciativa, a mí y a los organismos competentes de la Santa Sede. Espero contribuir de este modo a la paz en la Iglesia.
Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro Obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el Concilio había aclarado para el camino de la Iglesia. Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del Concilio, pasos compartidos y promovidos desde el inicio como un objetivo de mi trabajo personal teológico. Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y, durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente. Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias. Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque. Justamente por esto doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido y a restablecer la atmósfera de amistad y confianza que, como en el tiempo del Papa Juan Pablo II, también ha habido durante todo el período de mi Pontificado y, gracias a Dios, sigue habiendo.
Otro desacierto, del cual me lamento sinceramente, consiste en el hecho de que el alcance y los límites de la iniciativa del 21 de enero de 2009 no se hayan ilustrado de modo suficientemente claro en el momento de su publicación. La excomunión afecta a las personas, no a las instituciones. Una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma, porque cuestiona la unidad del colegio episcopal con el Papa. Por esto, la Iglesia debe reaccionar con la sanción más dura, la excomunión, con el fin de llamar a las personas sancionadas de este modo al arrepentimiento y a la vuelta a la unidad. Por desgracia, veinte años después de la ordenación, este objetivo no se ha alcanzado todavía. La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio. Con esto vuelvo a la distinción entre persona e institución. La remisión de la excomunión ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina eclesiástica: las personas venían liberadas del peso de conciencia provocado por la sanción eclesiástica más grave. Hay que distinguir este ámbito disciplinar del ámbito doctrinal. El hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una posición canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad non tenga una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia. Por tanto, es preciso distinguir entre el plano disciplinar, que concierne a las personas en cuanto tales, y el plano doctrinal, en el que entran en juego el ministerio y la institución. Para precisarlo una vez más: hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia.
A la luz de esta situación, tengo la intención de asociar próximamente la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", institución competente desde 1988 para esas comunidades y personas que, proviniendo de la Fraternidad San Pío X o de agrupaciones similares, quieren regresar a la plena comunión con el Papa, con la Congregación para la Doctrina de la Fe. Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas. Los organismos colegiales con los cuales la Congregación estudia las cuestiones que se presentan (especialmente la habitual reunión de los Cardenales el miércoles y la Plenaria anual o bienal) garantizan la implicación de los Prefectos de varias Congregaciones romanas y de los representantes del Episcopado mundial en las decisiones que se hayan de tomar. No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.
Espero, queridos Hermanos, que con esto quede claro el significado positivo, como también sus límites, de la iniciativa del 21 de enero de 2009. Sin embargo, queda ahora la cuestión: ¿Era necesaria tal iniciativa? ¿Constituía realmente una prioridad? ¿No hay cosas mucho más importantes? Ciertamente hay cosas más importantes y urgentes. Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: "Tú… confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15). En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto.
Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo. De esto se deriva, como consecuencia lógica, que debemos tener muy presente la unidad de los creyentes. En efecto, su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso, el esfuerzo con miras al testimonio común de fe de los cristianos –al ecumenismo- está incluido en la prioridad suprema. A esto se añade la necesidad de que todos los que creen en Dios busquen juntos la paz, intenten acercarse unos a otros, para caminar juntos, incluso en la diversidad de su imagen de Dios, hacia la fuente de la Luz. En esto consiste el diálogo interreligioso. Quien anuncia a Dios como Amor "hasta el extremo" debe dar testimonio del amor. Dedicarse con amor a los que sufren, rechazar el odio y la enemistad, es la dimensión social de la fe cristiana, de la que hablé en la Encíclica Deus caritas est.
Por tanto, si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas. Que el humilde gesto de una mano tendida haya dado lugar a un revuelo tan grande, convirtiéndose precisamente así en lo contrario de una reconciliación, es un hecho del que debemos tomar nota. Pero ahora me pregunto: ¿Era y es realmente una equivocación, también en este caso, salir al encuentro del hermano que "tiene quejas contra ti" (cf. Mt 5,23s) y buscar la reconciliación? ¿Acaso la sociedad civil no debe intentar también prevenir las radicalizaciones y reintegrar a sus eventuales partidarios –en la medida de lo posible- en las grandes fuerzas que plasman la vida social, para evitar su segregación con todas sus consecuencias? ¿Puede ser totalmente desacertado el comprometerse en la disolución de las rigideces y restricciones, para dar espacio a lo que haya de positivo y recuperable para el conjunto? Yo mismo he visto en los años posteriores a 1988 cómo, mediante el regreso de comunidades separadas anteriormente de Roma, ha cambiado su clima interior; cómo el regreso a la gran y amplia Iglesia común ha hecho superar posiciones unilaterales y ablandado rigideces, de modo que luego han surgido fuerzas positivas para el conjunto. ¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? Pienso por ejemplo en los 491 sacerdotes. No podemos conocer la trama de sus motivaciones. Sin embargo, creo que no se hubieran decidido por el sacerdocio si, junto a varios elementos distorsionados y enfermos, no existiera el amor por Cristo y la voluntad de anunciarlo y, con Él, al Dios vivo. ¿Podemos simplemente excluirlos, como representantes de un grupo marginal radical, de la búsqueda de la reconciliación y de la unidad? ¿Qué será de ellos luego?
Ciertamente, desde hace mucho tiempo y después una y otra vez, en esta ocasión concreta hemos escuchado de representantes de esa comunidad muchas cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos, etc. Por amor a la verdad, debo añadir que he recibido también una serie de impresionantes testimonios de gratitud, en los cuales se percibía una apertura de los corazones. ¿Acaso no debe la gran Iglesia permitirse ser también generosa, siendo consciente de la envergadura que posee; en la certeza de la promesa que le ha sido confiada? ¿No debemos como buenos educadores ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir fuera de las estrecheces? ¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele –en este caso el Papa- también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas.
Queridos Hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Ga 5,13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: «No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este "morder y devorar" existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada. ¿Sorprende acaso que tampoco nosotros seamos mejores que los Gálatas? Que ¿quizás estemos amenazados por las mismas tentaciones? ¿Que debamos aprender nuevamente el justo uso de la libertad? ¿Y que una y otra vez debamos aprender la prioridad suprema: el amor? En el día en que hablé de esto en el Seminario Mayor, en Roma se celebraba la fiesta de la Virgen de la Confianza. En efecto, María nos enseña la confianza. Ella nos conduce al Hijo, del cual todos nosotros podemos fiarnos. Él nos guiará, incluso en tiempos turbulentos. De este modo, quisiera dar las gracias de corazón a todos los numerosos Obispos que en este tiempo me han dado pruebas conmovedoras de confianza y de afecto y, sobre todo, me han asegurado sus oraciones. Este agradecimiento sirve también para todos los fieles que en este tiempo me han dado prueba de su fidelidad intacta al Sucesor de San Pedro. El Señor nos proteja a todos nosotros y nos conduzca por la vía de la paz. Es un deseo que me brota espontáneo del corazón al comienzo de esta Cuaresma, que es un tiempo litúrgico particularmente favorable a la purificación interior y que nos invita a todos a mirar con esperanza renovada al horizonte luminoso de la Pascua.
Con una especial Bendición Apostólica me confirmo
Vuestro en el Señor
Benedictus PP. XVI
[Traducción distribuida por la Santa Sede
jueves, 12 de marzo de 2009
¿que son las Constelaciones Familiares?
Gran partede los problemas psicológicos vienen de nuestra historia y relación familiar. El hijo, por amor ciego, adopta reacciones y soporta cargas que le dificultarán la vida de adulto. Las Constelaciones saca a la luz la dinámica que causa el sufrimiento y, si se dan las circunstancias , la corrige en el mismo momento.
Esta Terapia se diferencia de otras por su extrema rapidez. Cada vez más psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas se interesan por las Constelaciones Familiares como herramienta terapeutica.
El Método de trabajo se fundamenta en trabajar con en grupo (aunque también existen las sesiones individuales).
El alcance del trabajo no se limita a la persona que ha hecho su Constelación, sino también a su sistema familiar, ya que cuando un elemento del sistema se mueve, todos se recolocan a su vez, encontrando un mejor equilibrio. Asimismo, el trabajo de una persona en su Constelación también afecta al resto de participantes del Taller, ya que muchísimas problemáticas son comunes, en menor o mayor grado, a las del resto de participantes.
Nacido en 1925, estudió filosofía, teología, y pedagogía. Posteriormente, se hizo psicoanalista y profundizó también en la Dinámica de Grupos, Terapia Primaria, Análisis Transaccional, y diversos métodos hipnoterapéuticos. Tras 16 años trabajando en Sudáfrica como misionero católico, desarrolló su propia Terapia Sistemica Familiar: las Constelaciones Familiares.