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lunes, 25 de septiembre de 2000

CARACTERÍSTICAS DE LOS NIVELES DE DESARROLLO EN LOS TIPOS DE PERSONALIDAD






CARACTERIZANDO LOS NIVELES DE DESARROLLO

Las características de los niveles
Un reexamen de Tipos de personalidad muestra que cada Nivel tiene características esenciales. Si bien aquí están simplificadas y presentadas esquemáticamente, es posible ver como estos rasgos constituyen el tema principal de cada Nivel; también es posible usar los siguientes rasgos claves como base para comparar horizontalmente cada rasgo de un tipo a otro en el mismo Nivel de Desarrollo.
Las características esenciales se mostraran de dos maneras; como una lista de rasgos y luego dispuestas alrededor de un Eneagrama. En esta primera entrega veremos los primeros cuatro niveles.



NIVEL 1
CARACTERIZADO POR : LIBERACIÓN (AUTOTRASCENDENCIA)

TIPO DOS:             DESINTERÉS: ALTRUISMO
TIPO TRES :          AUTOACEPTACION: AUTENTICIDAD
TIPO CUATRO:     AUTORRENOVACION : CREATIVIDAD
TIPO CINCO:        COMPRENSIÓN : DESCUBRIMIENTO
TIPO SEIS:            AUTOAFIRMACION: VALENTIA
TIPO OCHO :        MODERACION : MAGNANIMIDAD
TIPO NUEVE :      APLOMO: SATISFACCIÓN
TIPO UNO:            DISCERNIMIENTO: TOLERANCIA



NIVEL 2
CARACTERIZADO POR: CAPACIDAD SICOLÓGICA Y SENTIDO DE SÍ MISMO


TIPO DOS:  EMPATIA “ SOY CARIÑOSO”
TIPO TRES : ADAPTABILIDAD : “SOY DESEABLE”
TIPO CUATRO : AUTOPERCATACIÓN :”SOY INTUITIVO”
TIPO CINCO : OBSERVACIÓN:”SOY PERCEPTIVO”
TIPO SEIS: COMPROMISO EMOCIONAL: “SOY SIMPÁTICO”
TIPO OCHO : ASERTIVIDAD:”SOY FUERTE”
TIPO NUEVE : RECEPTIVIDAD:”SOY PACÍFICO”
TIPO UNO:  RACIONALIDAD:”SOY RAZONABLE”



NIVEL 3
CARACTERIZADO POR: VALOR SOCIAL (CONTRIBUCIÓN A LOS DEMÁS)


TIPO DOS:   GENEROSIDAD :SERVICIO
TIPO TRES : AMBICIÓN DESARROLLO: PROPIO
TIPO CUATRO :  INDIVIDUALIDAD: AUTOEXPRESION
TIPO CINCO :CONOCIMIENTO: PERICIA
TIPO SEIS: COMPROMISO: COOPERACION
TIPO OCHO : AUTORIDAD: LIDERAZGO
TIPO NUEVE : ESTABILIDAD: NUTRIMIENTO
TIPO UNO:  PRINCIPIOS: OBJETIVIDAD


NIVEL 4
CARACTERIZADO POR : DESEQUILIBRO (EMPIEZA A …)


TIPO DOS:   CONSIDERARSE SOLO BIEN INTENCIONADO
TIPO TRES : COMPETIR CON LOS DEMAS POR SUPERIORIDAD
TIPO CUATRO : VIVIR CONSTANTEMENTE EN LA IMAGINACION
TIPO CINCO :  ANALIZAR INCESANTEMENTE TODO
TIPO SEIS:      VOLVERSE DEPENDIENTE DE OTRO
TIPO OCHO :  PERSEGUIR SOLO EL PROPIO INTERÉS
TIPO NUEVE : VOLVERSE DEMASIADO ACOMODATICIO
TIPO UNO:    SENTIR CONSTANTEMENTE UNA OBLIGACION PERSONAL

domingo, 24 de septiembre de 2000

EVANGELIO DEL DOMINGO EXPLICADO 26 DE SEPTIEMBRE

Compartimos una reflexión sobre el evangelio del domingo 26 de septiembre.
Como siempre busquemos en nuestra biblia el texto y saboreamos la palabra o frase que nos llama la atención, luego podemos leer la siguiente ayuda para entender mejor el texto.

Evangelio de san Lucas  16, 19-31

LOS RICOS Y LOS POBRES

El evangelista san Lucas nos dice que Jesús relató esta parábola para responder a algunas personas que amaban el dinero y se burlaban  de las enseñanzas de Jesús  acerca del uso los bienes materiales.
La parábola compara dos personas distintas:
-          Un rico que se viste con las mejores ropas de su época y que puede hacer banquetes todos los días. Lo único que nos dice el Señor sobre este rico es cómo vestía y  comía.
-          -Un pobre que está arrojado junto a la puerta del rico. Está cubierto de llagas producidas por alguna enfermedad, y además pasa hambre. A tal punto, que está ansioso de comer lo que cae de la mesa del rico. Lo único que nos dice del pobre es también como se viste y como pasa hambre.

Jesús no se detienen a narrarnos una historia del rico y del pobre. Solamente después de describir como visten y comen  psa inmediatamente a relatar como mueren  y que los dos tuvieron suertes diversas. Las condiciones cambian en el mismo instante en que mueren, sufrimientos para el que recibió bienes en esta vida y felicidad para el que lo pasó mal.
La suerte del pobre Lázaro se describe con las palabras  “Seno de Abraham”. Con esta expresión los judíos resumen toda la felicidad de la otra vida: en el banquete del cielo está Abraham, el padre de todo el pueblo, y los elegidos se sientan junto a él para recibir su abrazo y su consuelo junto a su pecho. Esté será el lugar de Lázaro.
En cambio el rico está en medio de tormentos, habla de una llama que lo tortura.Y ahora es él quién desea que Lázaro le lleve una gota de agua.
Se ve claramente que Jesús quiere mostrarnos que el que antes banqueteaba ahora sufre miseria, mientras que el pobre está en un banquete en el cielo con muy buena compañía.
Podemos extrañarnos de este cambio de suerte ya que no se habla que el rico fuera una mala persona y que el pobre fuera virtuoso y bueno.
En está parábola no se habla del juicio en el que se examinará nuestra vida de cómo hemos vivido nuestra fe. Solamente se menciona el cambio de suertes.
A no confundirnos, en una parábola se trata de mostrar solamente un aspecto de una enseñanza. Se trata de aclarar sólo un punto. En este caso se quiere aclarar ésta afirmación : “ En asuntos de riqueza y pobreza las cosas no duran para siempre, porque en el momento de la muerte todo cambia”. No se trata de explicar nada más con respecto a temas de la muerte. Lo importante, entonces, será preocuparse por ser ricos para el Cielo.

COMO SER RICOS PARA SIEMPRE

En la parábola se cuenta que el rico trató  de enviar un mensaje a su familia para evitar que sus hermanos caigan condenados al infierno. El santo Abraham le dio una respuesta muy sencilla: no es necesario que vengan personas del otro mundo para decirnos algo tan sencillo, basta con que escuchen y pongan en práctica todo lo que dicen Moisés y los profetas. Los que no escuchan a estos mensajeros tampoco escucharán a un muerto que resucite.
En diversas páginas de su evangelio, san Lucas insiste en que el resumen  de todas las enseñanzas de la Biblia consiste en amar a Dios y al prójimo, y que este amor se tiene que manifestar en gestos tales como el de compartir con los necesitados todo lo que se tiene.
Lo más  importante es no apoderarse de las cosas como si los demás no existieran.
La enseñanza de los profetas nos lleva a tomar en cuenta al que está a nuestro lado y a considerarlo parte  de nuestra propia persona. El que hace estas cosas se preocupará por las necesidades del otro y ayudará. El que comparte con los demás es rico para el cielo.

UNA RIQUEZA PARA COMPARTIR

En tiempos en que se escribió este evangelio se debatía si se debía predicar solamente a los judíos o no.Los que estaban con la primera opción  soñaban con una Iglesia que fuera un grupo cerrado sin ningún contacto con los que no eran judíos. En cambio los que formaban el segundo grupo, de acuerdo con san Pablo, estaban convencidos que la Iglesia tenia que  estar abierta para todos los pueblos sin diferencias: el evangelio debe ser anunciado a todos.
San Lucas estaría representando a los creyentes en el rico y el pobre Lázaro sería como un símbolo de los paganos. Los creyentes han recibido de Dios toda clase de bienes: la Palabra, los Sacramentos, la comunidad, etc. En cambio los paganos aparecen frente a ellos como pobres y miserables.
La parábola sería como una voz de atención para que los creyentes no fueran a terminar mal su camino por no compartir la mayor riqueza : los bienes que nos da Jesucristo en su Iglesia.
Lo podemos ver así, si el cristiano tiene que salir a ayudar a los necesitados, su primera preocupación tiene que ser la de salir a ayudar a los de mayor carencia, que es la carencia de Dios.
Todos somos ricos. Comencemos a hacer un balance de lo que Dios nos ha dado: nuestra vida, nuestras facultades, habilidad, bienes materiales (aunque sean muy pocos) pero sobre todo ser hijos de Dios, la redención, los Sacramentos,la Palabra…
Una vez que tengamos una idea de nuestra riqueza preguntémonos como la administramos.  El Señor nos dio estas riquezas con la clara intención de que seamos generosos con todos.

lunes, 11 de septiembre de 2000

PERDONAR DE CORAZÓN


Evangelio del domingo 11 de septiembre del 2011
Queridos amigos continúa el evangelio con la temàtica del anterior:EL PERDÓN.Pero nos instruye sobre un nuevo tipo de perdón que debe ser visto como el del cristiano, la misericordia.
San Mateo 18,21-35.
Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos". 

PERDONAR DE CORAZÓN
En la proclamación del evangelio de este domingo oímos un texto que pertenece a la misma sección del evangelio de san Mateo, donde se encuentran las enseñanzas que se refieren al cuidado que se debe tener con los discípulos de Jesús en esta nueva etapa que se inaugura con la proximidad de la llegada del Reino de los cielos.
LA PREGUNTA DE PEDRO
Esta parábola que Jesús relata a sus discípulos esta motivada por una pregunta que hace Pedro. Es una pregunta que todos le hacemos a Jesús muchas veces en nuestra vida: ¿Cuántas veces tendremos que perdonar? ¿Existe algún límite para el perdón? ¿Hay alguna medida que se alcance y después de la cual podríamos decir que ya no perdonaremos más?
Esta pregunta tiene un sentido especial porque se propone en el contexto del anuncio del Reino que llega. En la antigüedad, muchos cristianos pensaron que en esta nueva realidad ya no debe existir el pecado, y por lo tanto no se puede hablar de perdón. Aún hoy se oyen afirmaciones en este sentido dentro de algunas sectas. Sin embargo, hemos oído el domingo pasado que Jesús habló de la corrección que se le debe hacer al hermano que peca o que nos ofende. Pedro quiere una norma precisa: ¿Hasta cuando? ¿Será necesario perdonar siempre? Por eso Pedro adelanta una medida que le parece justa y razonable: con perdonar siete veces al mismo pecador, ya es suficiente.
Pero la respuesta de Jesús indica otra cosa. En la etapa del Reino de los cielos la medida del perdón está dada por el ejemplo de Dios Padre, que perdona ampliamente y siempre. Él ofrece gratuitamente el perdón a los hombres, y quiere que todos sus hilos obren de la misma manera. Por esa razón, cuando Pedro pregunta por la medida del perdón, Jesús dice que no existe tal medida. Al decir que hay que perdonar setenta veces siete quiere decir que no hay número. Si bien todos sabemos que setenta veces siete significa cuatrocientos noventa, en el lenguaje oriental esto señala más bien una cantidad inalcanzable. Sería lo mismo que decir "siempre". Además “setenta veces siete" es una expresión que alguien utiliza en el Antiguo Testamento para reclamar una venganza ilimitada, en los tiempos más primitivos. La conocida ley del "ojo por ojo y diente por diente" vino a poner un límite a esta forma desmesurada de vengarse.
En su respuesta, Jesús pone en paralelo la venganza sin límites que existía antes de que existiera la Ley de Moisés, y la misericordia sin límites que se introduce en esta nueva etapa del Reino.


LA PARÁBOLA
Ante esta respuesta inesperada del Señor, Pedro se habría sentido desconcertado. Lo mismo nos pasaría a nosotros si escucháramos estas palabras cuando estamos esperando una licencia de Jesús para guardar rencor en ciertas circunstancias. Por eso el Señor se adelanta a dar una explicación antes de que Pedro tenga tiempo de replicar.
Jesús lo explica por medio de una parábola, un relato muy fácil que todos pueden comprender sin dificultad. El Reino de los cielos se parece a una situación que se presenta cuando un rey examina las cuentas de sus servidores. Se presenta un servidor que debe diez mil talentos a un rey. Esta es una cantidad inmensa de dinero, algo así como sesenta millones de denarios. Si se calcula que un denario es el salario de un día, se ve que es una suma imposible de pagar. Por más que hiciera, este servidor no podría pagar ni una ínfima parte de su deuda. Como era la costumbre en la antigüedad, él debía ser vendido como esclavo junto con toda su familia para pagar lo que debía. Ante esta perspectiva, el servidor apeló a la misericordia del rey, y como este era muy misericordioso, se compadeció de su servidor y le perdonó toda la deuda.
 Pero este mismo servidor tiene un compañero que le debe dinero. Unas monedas, muy poco en comparación con lo otro: poco más de tres meses de sueldo. Pero por más que le suplica, este compañero no encuentra misericordia. El que recibió un perdón tan grande hizo encarcelar a su compañero.
El rey, al enterarse, se indignó justamente contra este mal hombre que había pedido misericordia para sí pero no la tuvo para con otro. Por eso el rey volvió, a tomar en cuenta la deuda y entregó a este malvado a los verdugos para que lo torturaran hasta tanto alguien se compadeciera y pagara la cuenta por él. Será muy difícil encontrar alguna persona que disponga de tanto dinero y que quiera invertirlo para pagar las cuentas de este desalmado.
LA MISERICORDIA
 El evangelista san Mateo vuelve repetidas veces sobre el tema del perdón de las ofensas. Para referirse a este perdón, él usa preferentemente la palabra "misericordia". Siguiendo las enseñanzas del Antiguo Testamento, comienza indicando que la misericordia es un atributo de Dios: en el rey que perdona con tanta amplitud se adivinan los rasgos de Dios.
Dios es misericordioso y manifiesta su misericordia perdonando. Sabemos que los atributos de Dios no tienen medida ni término de comparación. En esa misericordia podemos confiar cada vez que pecamos, porque sabemos que siempre encontraremos misericordia cuando nos volvamos a Dios confesando nuestra culpa.
Pero el evangelio nos ensena que Jesús ha puesto como condición para recibir esta misericordia que también nosotros imitemos a Dios perdonando a nuestros hermanos; esto significa que también nosotros debemos ser misericordiosos. El Antiguo Testamento lo había ensenado en el texto que se lee como primera lectura de este domingo, y Jesús lo introdujo en la oración que nos dejó como modelo de toda oración cristiana: "Perdónanos a nosotros así como nosotros hemos perdonado".
Si verdaderamente perdonamos, si verdaderamente practicamos la misericordia, tendremos la certeza de que también el Señor tendrá misericordia perdonándonos a nosotros. En la Bienaventuranza se proclama que los misericordiosos son dichosos porque recibirán misericordia. El anuncio de la venida del Reino no es otra cosa que el anuncio del perdón gratuito de Dios. Si queremos vivir en la atmósfera del Reino, debemos vivir en un ambiente de perdón. Así como sabemos y confesamos que somos perdonados, también es necesario que sepamos perdonar de corazón a todos los que nos ofenden. En las parábolas no se expone una doctrina en toda su totalidad, sino que solamente se ilumina un aspecto de ella. En estos textos la necesidad de estar dispuestos a perdonar para poder recibir el perdón. Otros aspectos han quedado en la penumbra, por ejemplo la necesidad de que el pecador reconozca el error y que esté dispuesto a reparar el mal que se ha hecho. Por esa razón el evangelio de san Lucas reproduce de esta otra forma el texto que comentamos: "Si tu hermano peca contra ti siete veces al día, pero las siete veces vuelve a ti diciendo: 'me arrepiento', tienes que perdonarlo"
DEBEMOS PERDONAR
Las enseñanzas de Jesús mantienen su actualidad. Todos tenemos necesidad de ser perdonados, y al mismo tiempo se nos presentan múltiples oportunidades de ejercitar el perdón. Diariamente pedimos que se nos perdonen nuestras deudas, y simultáneamente estamos rodeados de hermanos que deben ser perdonados por nosotros. Y la oración del Padre Nuestro nos recuerda cada día que es inútil que pidamos perdón al Señor si antes no hemos perdonado de corazón a nuestros hermanos.
Todos tenemos necesidad de la misericordia de Dios. El evangelio nos enseña que son felices los que saben ejercitar la misericordia con sus hermanos, porque ellos tienen la certeza de que Dios la derramará sobre todos los que lo imitan siendo misericordiosos.

lunes, 4 de septiembre de 2000

EL PECADO Y LA COMUNIDAD



EVANGELIO DEL DOMINGO 4 DE SEPTIEMBRE DEL 2011
Mt 18, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos: "Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos?.

EL PECADO Y LA COMUNIDAD
El evangelio que se proclama este domingo continúa con las enseñanzas de Jesús sobre el reino de los cielos que se acerca. Son unos pocos versículos en los que el evangelista ha reunido varias frases del Señor que se refieren al trato que se debe dar a los pecadores. Las enseñanzas del Antiguo Testamento, y las normas de los maestros judíos de ]a época de Jesús eran a veces muy rigurosas con los pecadores. Los reinos de este mundo suelen hacer gran publicidad cuando alguna persona delinque, o con gran facilidad dejan impunes los grandes delitos. El trozo del evangelio que la liturgia señala para este domingo trata de la disciplina que debe regir en esta etapa del Reino que viene a instaurar Jesús. Los criterios que deben aplicarse en la comunidad de discípulos cuando algún hermano peca no pueden ser los mismos que regían en la antigua Ley, ni tampoco los que aplican los reinos de este mundo. Jesús viene a establecer una comunidad diferente, en la que ya se descubran los rasgos del Reina que se acerca.

LOS PEQUEÑOS
Para la proclamación del evangelio de este domingo se han escogido varios versículos pertenecientes a una serie de enseñanzas que se refieren al cuidado que se debe tener con los discípulos de Jesús. La sección del evangelio de donde se han tomado estos versículos comienza con la respuesta que da Jesús a la pregunta de los apóstoles sobre quién es más grande en el Reino de los cielos. Jesús señala a un niño y les dice que para ser grande en el Reino es necesario hacerse pequeño como un niño. Todo aquel que se hace pequeño es grande. De esta forma se establece que la humildad es la primera condición que se requiere para poder ser contado entre los discípulos del Señor. Los criterios que rigen en el Reino no son como los del mundo, que considera más grandes a los que tienen más o pueden más. A continuación el evangelista ha colocado varias enseñanzas de Jesús que tratan sobre el mismo tema de los que son pequeños: No ser para ellos como una piedra de tropiezo, no menospreciarlos, buscarlos cada vez que alguno se pierde. En ese punto se incluye la parábola de la oveja perdida, que concluye con la afirmación de que la voluntad del Padre es que no se pierda ninguno de los pequeños. Ante los ojos del mundo los que son pequeños, los humildes, valen muy poco, pero a los ojos de Dios son muy importantes. Valen tanto, que es preferible dejar las noventa y nueve ovejas para salir a buscar a uno de los pequeños que se haya perdido. El trozo del evangelio que se proclama en este domingo es como una explicitación de lo anterior, pero está presentado en la forma de una solución a un problema concrete. Se indica el proceso que se debe seguir cuando 'se pierde' un hermano de la comunidad. El texto del evangelio explicita que esta pérdida se produce cuando un hermano peca.

EL HERMANO QUE HA PECADO
El evangelio es muy realista. No oculta que puede haber pecado también dentro de la comunidad cristiana, aunque ya nos encontremos en esta etapa en la que se está manifestando el Reino. Nos habla de un hermano que ha cometido alguna falta. Comparando los manuscritos más antiguos no queda claro si se trata de un pecado.de cualquier clase, o si es una ofensa personal a un miembro de esa misma comunidad. Los manuscritos antiguos tienen lecturas diferentes en este lugar: mientras que unos dicen simplemente "ha pecado", otros dicen "ha pecado contra ti". En la traducción que se utiliza para la liturgia se ha optado por esta última forma. Ya desde los primeros días de la Iglesia ha habido cristianos que encontraron dificultad en admitir que pudiera existir el pecado entre los discípulos de Cristo. Y por eso se dieron cases de no querer reconocer como cristianos a los que cometían alguna falta, e incluso se llegó a decir que los pecados cometidos después del bautismo ya no tenían perdón. Todavía hoy hay cristianos que no aceptan como hermanos a quienes tienen tales o cuales pecados, y las sectas pretenden probar que la iglesia católica no es la Iglesia de Cristo porque en ella hay pecadores. Por supuesto que no podemos aprobar el pecado, pero debemos reconocer que mientras vivamos en este mundo el pecado va a existir. Jesús no aprueba el pecado, pero nos habla de cómo debemos preceder cuando uno de nuestros hermanos peca. El primer paso a dar es no hacer publicidad del pecado de nuestro hermano. El Señor señala que la exhortación o reprensión para que el pecador tome conciencia de su situación, debe ser hecha en privado: las palabras textuales del evangelio, en su lengua original, suenan así como "entre tú y él solos". La publicidad daña al hermano porque le dejará mala fama, aún cuando después se arrepienta y cambie de actitud. Pero también daña al mismo que la hace, porque esa forma de andar divulgando los pecados ajenos no está libre de cierta dosis de arrogancia o soberbia semejante a la del hombre de aquella parábola, que señalaba los pecados de los demás para terminar diciendo: Yo no soy como los demás hombres. Al exigir que la exhortación se haga en privado, el Señor nos muestra que el hermano pecador conserva su dignidad, y debe ser tratado con cariño y respeto. El también es un pequeño que hay que recuperar a toda costa.
LA EXCOMUNION
El texto del evangelio continúa considerando la posibilidad de que el hermano se resista a escuchar la exhortación. En ese caso la divulgación del pecado se debe hacer, pero con una medida muy limitada: una o dos personas más. El evangelista recurre aquí a una expresión tomada del Antiguo Testamento: por la declaración de dos o tres testigos quedará concluida toda causa. Es un principio para ser aplicado en los tribunales. Los delitos se prueban cuando hay por lo menos dos o tres testigos. En este caso puede ser que el hermano no acepte la palabra de uno solo y se plante en su posición considerando que él tiene razón. El evangelio, con suma delicadeza, tampoco condena al hermano en esta actitud, y pide que con la acumulación de testigos se intente convencerlo de que esta obrando mal. ¿Que hacer si el hermano tampoco se deja convencer por los testigos? En este caso hay que llevar el asunto a la comunidad. Se entiende entonces que no se trata de un asunto insignificante, sino que es algo que tiene suficiente importancia como para que tenga que intervenir toda la comunidad. Si la comunidad exhorta al pecador y este no se deja convencer, entonces se recurre a la última solución: el hermano ya no será considerado como miembro de la Iglesia. La fórmula "será para ustedes como un pagano o un publicano" es la que expresa que ya no es más un miembro de la comunidad. ¿Por qué se aplica este rigor cuando el hermano no acepta la palabra de la comunidad? El evangelio lo aclara con las palabras que vienen a continuación: en la comunidad está el mismo Cristo.


CRISTO EN LA COMUNIDAD
San Mateo ha incluido en este texto unas palabras que en el mismo evangelio encontramos en otro lugar como dichas a san Pedro, en el momento en que el Señor lo declara piedra fundamental de la Iglesia y le confiere el primado. Son palabras sobre el poder de atar y desatar, con la correspondiente ratificación en el cielo. En este lugar del evangelio se aplican esas mismas palabras a la Iglesia, para indicar que su decisión, al declarar como ajeno a la comunidad al pecador, es una decisión que el mismo Dios confirma desde el cielo. Podría parecer que es demasiada arrogancia la de un grupo de hombres que considerar rubricado por el Cielo todo lo que ellos hacen sobre la tierra. Por eso el autor del evangelio sale al paso de esta objeción añadiendo otra frase de Jesús referente a la comunidad: El se hace presente donde hay dos o tres que invocan su nombre. Está de por medio la promesa de la asistencia de Jesús a quienes se reúnen en su nombre, y es por eso que las decisiones de la comunidad tienen esta fuerza y esta autoridad. El Señor resucitado hace partícipe a la Iglesia de su misma autoridad.

LA IGLESIA Y EL PECADOR
Todos podemos sacar grandes enseñanzas de este texto del evangelio. La Iglesia siempre debe revisar sus actitudes de acuerdo con la palabra del Señor, para no contagiarse con las formas de actuar que tienen los reinos de este mundo. En este caso Jesús, la invita a examinarse sobre la forma de tratar al pecador y al que se equivoca. Los cristianos también somos invitados " revisar nuestra actitud para con estos hermanos y para con el mismo hecho del pecado: ni excesivo egoísmo para con los primeros ni permisividad culpable para con el segundo. Y todos debemos recoger la enseñanza de saber escuchar a la Iglesia, cuando en nombre de Cristo nos enseña cómo debemos vivir. El Señor le ha prometido su especial asistencia y debemos creer en ella.