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martes, 28 de julio de 2015

EL PAN QUE SACIA TODO HAMBRE




Evangelio según San Juan 6,1-15. 
Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. 
Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. 
Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. 
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. 
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". 
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. 
Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". 
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: 
"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". 
Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. 
Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. 
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". 
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. 
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". 
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. 




Dignos del alimento
El evangelio de este domingo nos presenta el relato de la multiplicación de los panes y peces según el evangelio de Juan. En la primera lectura, en el libro de los Reyes se narra un episodio análogo de multiplicación del alimento. El salmo 144 expresa bellamente: Abres tu mano y colmas de favores a todos los vivientes. En la segunda lectura el apóstol invita: Los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Se nos recuerda que no basta con recibir pasivamente el alimento que el Señor nos da tan abundantemente. Nuestra vida ha de condecir dignamente con la vocación cristiana a la que hemos sido llamados y que ese alimento divino nutre cada día.
Observamos que la multiplicación es el único milagro de Jesús narrado por los cuatro evangelistas, hasta el punto que tenemos hasta seis relatos del mismo hecho. En el evangelio de Juan tenemos además el plano teológico del episodio, es decir, su interpretación.

El VI capítulo de san Juan: el Pan de Vida
En los domingos del ciclo B se lee preferentemente el evangelio según san Marcos. Como éste es el más corto de los evangelios, entre los domingos 17° y 21° durante el año se intercala el capítulo 6 del evangelio de san Juan, el capítulo del Pan de Vida.
Juan 6 es uno de los capítulos más significativos del evangelio. Es con mucho el más largo, 71 versículos, y se lee en 31 ocasiones en el año litúrgico de la Iglesia.
El texto concentra una serie de temas esenciales: la persona de Jesús, su identidad, su origen, su misión y su permanencia en la Iglesia como alimento de vida eterna; la fe como manera de llegar a la vida; y el misterio redentor en la encarnación y en la cruz, misterio que se condensa en la eucaristía.
El capítulo 6, al igual que el capítulo 5, es una unidad literaria que consta de signo y de discurso. Se añade una sección sobre el resultado del discurso.
El trozo evangélico que hoy leemos (6, 1-15) tiene cuatro partes:
1 La situación: está cerca la pascua. Jesús se encuentra seguido
por una gran multitud, en las orillas del mar de Galilea (6, 1-4).
2. Diálogo del Señor con Felipe y Andrés que prepara para el banquete que Jesús va a ofrecer a la gente (6, 5-10).
3. Destacan los gestos cuasi litúrgicos de Jesús, el rol de los apóstoles y la abundancia de panes repartidos (6, 11-13).
4. Reacción de las gentes ante el signo realizado por Jesús y su propia reacción ante las intenciones de la multitud (6, 14-15).

Los milagros son signos
El evangelista Juan describe algunos hechos milagrosos obrados por Jesús, que él llama signos; hasta diecisiete veces repite el vocablo signo, y casi siempre para designar los milagros de Jesús como hechos extraordinarios de la fe, como palabra visible y mensaje de lo alto, siendo el propio Jesús el gran signo de Dios Padre.
Los milagros son señales, signos de una realidad profunda y más importante. El signo es algo que pertenece al campo de lo sensible y material que lleva el pensamiento a una realidad de orden superior y espiritual.

El  primero de sus signos es la conversión del agua en vino en las bodas de Caná; el segundo, la curación del hijo de un funcionario real; el tercero, la curación de un enfermo junto a la piscina de Betesda en día sábado . Ahora va a realizar el cuarto signo: la multiplicación de los panes y peces.
Como al evangelista no le interesa tanto el aspecto milagroso de los hechos sino más bien la capacidad de significar que tiene cada uno de ellos, en el contexto de algunos de estos signos intercala algunas reveladoras que orientan al lector sobre el verdadero sentido del milagro. Así, después del milagro de la multiplicación de los panes, viene el discurso de Jesús donde reiterará que él es el Pan de Vida.

Ecos del Antiguo Testamento
En este evangelio hay muchas alusiones al Antiguo Testamento. Se habla de cruzar el mar, de ir a un lugar desierto, de subir a una montaña .Se precisa que está cerca la fiesta de la Pascua. El diálogo de Jesús con sus discípulos tiene resonancias del libro de los Números donde Moisés expone ante Dios la necesidad de alimento para la multitud de Israel que está en el desierto (Núm 1, 1 3). Cuando Jesús comience su discurso dirá que los judíos murmuraban. Repetidas veces se indica en el Antiguo testamento que, durante la travesía del desierto, los israelitas murmuraban contra Dios y contra Moisés (cf. Núm 11, 1).
El profeta Eliseo multiplicó veinte panes de cebada para alimentar cien personas (cf. 2 Rey 4, 42-44). Jesús multiplica cinco panes de cebada para una multitud inmensa, superando el milagro de Eliseo.
El texto joánico pretende revelar a Jesús como superior a Moisés y a Eliseo. Él es quien sacia el hambre de su pueblo. Él es el mismo Pan de Vida.
Jesús está dando cumplimiento a las esperanzas asociadas a la pascua: la liberación total del hombre, de sus esclavitudes, incluida la de la muerte.




Al ver el signo que Jesús acababa de hacer.

 En  los comentarios al Sal 72, 16: Que abunden las mieses del campo y ondeen en lo alto de los montes, se afirmaba que en tiempo del Mesías, como señal de abundancia, estaría el suelo cubierto de panes de cebada. La tradición popular de Israel comentaba que Dios repetiría en los últimos tiempos el milagro del maná. Con este trasfondo, el evangelista hace notar que lo que realizó Jesús no era sólo un signo profético sino mesiánico. Los judíos esperaban al profeta de los últimos tiempos, que debía venir al mundo a fin de preparar al pueblo para el cumplimiento del proyecto de Dios, que es un proyecto de paz, de alegría y de felicidad.

Los comensales del milagro vieron el signo, pero no captaron su profundo significado. El evangelista está interesado en constatar que algunos confundieron a Jesús con un profeta, mientras que otros quisieron apoderarse de él para hacerlo rey.
¿En qué pensaba aquella gente tras el signo de la multiplicación de los panes y peces? Que sí Jesús repartía alimento gratis, podía solucionar los problemas económicos de cada uno de los presentes. Pero Jesús no venía a dar la vida de un día sino mucho más: la plenitud de la vida, la vida eterna.
Jesús no es el caudillo de una liberación nacional. La verdadera naturaleza de su reinado solamente podrá revelarse en el momento del proceso en su contra.

Jesús se retiró
La reacción de Jesús es sorprendente. No acepta los títulos de profeta y de rey. No quiere ser tentado por la multitud. Se retira solo a la montaña a orar.
El Señor Jesús no quiere dar su consentimiento para ese proyecto. No ha venido al mundo para convertirse en un monarca terrenal. Sólo él tiene el coraje de defraudar a la muchedumbre, después de haberla satisfecho de un modo tan generoso.
Esta actitud de Jesús constituye una apremiante enseñanza para nosotros. El Señor satisface nuestras peticiones, concediéndonos gracias maravillosas, aún mayores que las que pedimos. Otras veces, en cambio, se niega a concedérnoslas. Porque serían un obstáculo para nuestro progreso espiritual, que debe ser siempre un progreso en el amor y, por consiguiente, en el desprendimiento, en la gratuidad.
El evangelio nos está enseñando que para retener a Jesús con todas sus gracias se nos exige la fe, entrar en su proyecto salvífico; el materialismo lo hace alejarse de nosotros, bloquea todo don y gracia divinos.


El maná eucarístico
Al leer con detenimiento el relato evangélico, nos damos cuenta que los gestos realizados aquí por Jesús evocan los gestos de la Última Cena tal como es narrado en los evangelios sinópticos: Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados....
Y es que el pan que el Señor Jesús da para alimento del hambre del mundo es su propio Cuerpo, su propia Carne, y,¡oh maravilla! Esto no lo hizo una sola vez sino que lo sigue haciendo constantemente en el sacrificio eucarístico que es memoria, profecía y actualización del único sacrificio redentor de Cristo en la cruz.
El texto evangélico menciona un dato significativo: sobran doce canastos y Jesús ordena a sus apóstoles guardarlos. Es que tenían que seguir alimentando a su Iglesia por todos los tiempos.

Ya lo sabemos: en la eucaristía se nos da el Cuerpo glorioso de Cristo, el Maná que sacia toda el hambre de todo hombre, el hambre cl todos los hombres. ¡Buen apetito de vida eterna!

miércoles, 22 de julio de 2015

NOVENA A SAN IGNACIO DE LOYOLA



“A la mayor gloria de Dios”, ese era el lema de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, cuya fiesta litúrgica es cada 31 de julio. En preparación a esta gran celebración, aquí una novena especial.
San Ignacio nació en Loyola (España) por el 1491. Su vida se desarrolló primero entre la corte real y la milicia. Al convertirse, estudió teología en París (Francia), donde conoció a aquellos con los que fundaría la Compañía de Jesús.
Su fecundo apostolado, sus escritos y la formación de sus religiosos influenciaron enormemente en la renovación de la Iglesia. Partió a la Casa del Padre en Roma en 1556.
"Enséñanos, buen Señor, a servirte como mereces: a dar sin contar el costo, a luchar sin contar las heridas, a trabajar y a no buscar descanso, a laborar sin pedir recompensa excepto saber que hacemos tu voluntad", decía el gran San Ignacio de Loyola.
NOVENA

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración para todos los días. Gloriosísimo Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor; y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de Dios.
DÍA PRIMERO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que nos revelaste los misterios sagrados de vuestra fe, y por vuestra predicación deseasteis plantarla en los corazones humanos como raíz de todas las buenas obras y de la eterna salvación; os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de su iluminada fe, con la cual creería cuantos misterios están escritos en las santas Escrituras, aunque se perdiesen todos los libros sagrados, y de la cual animado la defendió contra los herejes, la dilató entre los gentiles y la avivó entre los católicos. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me deis una fe vivísima de vuestros divinos misterios que me ilustre para creerlos y estimarlos como verdadero hijo de la santa Iglesia con fervorosas obras de perfecto cristiano y me concedáis la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.
DÍA SEGUNDO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que prometisteis a vuestros siervos tendrían en vuestra esperanza todos los tesoros del mundo y nada les faltaría de cuanto esperasen confiados en vuestra liberalidad tan amorosa como infinita: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente aquella firmísima esperanza que le sirvió de tesoro inagotable en su pobreza, de áncora segura en las tormentas de tantas persecuciones, y de una gloria anticipada entre los riesgos de esta miserable vida. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una esperanza segura de salvarme, afianzada en las buenas obras hechas con vuestra gracia y revestidas de vuestros méritos y promesas; y también de conseguir los bienes de esta vida conducentes a mi eterna salvación y proporcionados a mi estado, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.
DÍA TERCERO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que tanto deseasteis el amor de vuestras criaturas que nos intimasteis como máximo y principal precepto amar a nuestro Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente aquel inflamadísimo amor con el cual, abrasado en un serafín humano, respiraba sólo llamas de amor divino, refiriendo todas sus palabras y pensamientos a la mayor gloria de Dios y deseando por premio de su amor más y más amor, posponiendo la certeza de su eterna felicidad a la gloria de servir a Dios. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una centella de ese fuego sagrado de mi seráfico Padre San Ignacio, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y provecho de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.
DÍA CUARTO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que nos recomendasteis la caridad y el amor a los prójimos como el distintivo y señal de vuestra escuela, diciendo que en esto se habían de conocer vuestros discípulos: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente aquella ardentísima caridad con que deseaba encender en el fuego del divino amor a todos los hombres del mundo, y con que hizo y padeció tanto por su eterna salvación y por asistirlos en todos sus trabajos. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una caridad inflamada, con la cual, a imitación de mi Padre San Ignacio, trabaje continuamente en el bien y salvación de mis prójimos con mis palabras y ejemplos, y con cuanto necesitaren de mi caritativa asistencia, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales
DÍA QUINTO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que nos encomendasteis la paciencia en los trabajos de esta vida como la senda de la perfección y el camino real de la gloria: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de aquella paciencia invicta con que sufrió desprecios, calumnias, cárceles y cadenas con un espíritu tan constante y alegre en los trabajos, que decía no tener el mundo tantos grillos y cadenas como deseaba padecer por Jesús. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, fortalezcáis la fragilidad de mi espíritu, para que con invencible paciencia resista los trabajos, penas y angustias de esta miserable vida, pobreza, dolores y afrentas, fabricando de ellas escala para subir a la gloria, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.
DÍA SEXTO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que con el ejemplo y las palabras nos enseñasteis el continuo ejercicio de la oración y a vivir con el cuerpo en la tierra y en el cielo con el espíritu: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de aquella continua y perfectísima oración con que vivió entre los ángeles mientras moraba entre los hombres, para conducirlos con sus trabajos y fatigas a la patria bienaventurada. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis el don de la oración perfecta en aquel grado que me conviene para mi salvación y para llevar a otros muchos a la gloria, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.
DÍA SÉPTIMO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que con las austeridades de vuestra sacratísima vida, pasión y muerte procurasteis inspirarnos una vida austera, rígida, penitente y mortificada: os ofrezco los merecimientos de mi Padre San Ignacio, y singularmente los de su espantosa penitencia, con la cual convirtió la gruta de Manresa en un abreviado mapa de los rigores de Egipto, Tebaida y Nitria, y venció todas sus pasiones hasta reducirlas a ser instrumentos de la divina gracia. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una mortificación interior y exterior tan perfecta que sujete todas mis pasiones y apetitos a la gracia, y con austeridades y penitencias de la carne, mi cuerpo obedezca a las leyes de una castidad evangélica; y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.
DÍA OCTAVO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que desde el instante de vuestra encarnación en el seno purísimo de vuestra madre Virgen, obedecisteis hasta morir obediente en la cruz: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de su heroica obediencia con que obedeció a todos sus superiores, especialmente al Sumo Pontífice de Roma, Vicario de Cristo en la tierra, consagrado con toda su religión, la Compañía de Jesús, con particular voto a la obediencia de la Santa Sede. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una perfectísima obediencia a todos mis superiores, continuada todos los instantes de mi vida, y perfecta en los tres grados de obedecer en cuanto a la ejecución, en cuanto a la voluntad y en cuanto al entendimiento, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.
DÍA NOVENO
Comenzar con la oración de todos los días.
Jesús mío dulcísimo, que al morir nos mostrasteis el amor y deseo ardiente que teníais de que los hombres todos amasen, reverenciasen y sirviesen a vuestra Santísima Madre, encomendándola al Discípulo Amado: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los que atesoró con la cordialísima devoción que profesaba a María Santísima, a quien escogió por Madre desde su conversión; y después esta Señora hizo oficio de madre amorosa en todas las empresas que para mayor gloria vuestra emprendió el Santo, iluminándole para que escribiese el libro admirable de los Ejercicios y el de las Constituciones y Reglas de la Compañía. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una sólida y cordial devoción para con María Santísima, vuestra Madre, aquella devoción que es señal cierta de predestinados; que yo sirva a esta Señora con los obsequios del más fiel y obediente hijo, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y provecho de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Terminar con las oraciones finales.

ORACIONES FINALES
ORACIÓN I
Santísimo Padre y Patriarca San Ignacio, a quién Jesús escogió para capitán de su sagrada Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo: ángel en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios de la mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad poderosísima para echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formó tan dignos ministros evangélicos y ahora continúa en formarlos desde el cielo; trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya mente ilustrada por el Espíritu Santo, dictó sabiduría celestial a su pluma; serafín fogosísimo que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo a encender todo el mundo en llamas del divino amor; abreviado paraíso de todas las virtudes y gracias, que a competencia formaron la heroicidad nunca bastantemente alabada de vuestra grande alma: yo, Padre mío amantísimo, me gozo de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de amaros y de que os amen todos los hombres. Confiado en vuestras piedades, imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo de María santísima y en vuestra presencia. Espero, Padre mío dulcísimo y suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación, y el favor que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma. Amén.
Mencione aquí su petición
ORACIÓN II
¡Oh Dios, infinitamente bueno y misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta oferta familiar en el corazón y en los labios de mi glorioso Padre San Ignacio:
"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro; disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta."
ORACIÓN III
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
SAN IGNACIO DE LOYOLA

Todo lo que San Ignacio de Loyola ha enseñado al Papa Francisco


lunes, 20 de julio de 2015

Urgencia de la misión. Urgencia del retiro



Evangelio según San Marcos 6,30-34. 
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 
El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. 
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. 
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. 
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. 





Un 13 de febrero

13 de febrero de 1963, monseñor Piero Gelmini, de la Secretaría del Estado Vaticano, atraviesa la romana plaza Navona para realizar una normal operación burocrática. Sentado en las gradas de la iglesia de santa Inés, se encuentra Alfredo, un drogadicto empedernido.
-iEh, cura! Dame una mano.
El Monseñor mete de inmediato su mano en el bolsillo.
- No quiero dinero. ¿No ves que estoy enfermo?
En una fracción de segundo, vienen a la mente de monseñor Gelmini tantos encuentros tenidos en el inicio de su labor sacerdotal con todos, especialmente con los más pequeños, quienes percibiendo su humanidad y buen corazón lo llamaban Don Pierino.
-Levántate. Ven conmigo, te llevo al hospital.
- iBah, he estado allí ya tantas veces! ¿Y qué? Nada. Monseñor Gelmini acepta la voz del Espíritu Santo. -Vamos, ven conmigo; te llevo a mi casa.
13 de febrero de 1963 renace don Pierino y nace la aventura de la Comunidad Encuentro, con más de 140 centros esparcidos por el mundo, para llevar la Buena Noticia a tantos jóvenes esclavizados por la droga, que están como ovejas sin pastor...

Consejo de santo
Adviertan, pues, los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración... de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aún a veces daño (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 29, 3).

Visión de la vida pastoral
¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal!
En la primera lectura, el oráculo del profeta jeremías denuncia por negligentes a los pastores del pueblo elegido y anuncia que Dios mismo tendrá cuidado de su rebaño.
El Señor es mi pastor nada me puede faltar, canta con total confianza el inspiradísimo salmista (salmo responsorial).
La segunda lectura habla de la paz, salvación y conciliación que nos ha traído Jesús, pastor bueno y fiel, con su entrega hasta la muerte.
En el evangelio, Jesús congrega a sus discípulos, como padre, maestro y pastor. Los escucha y les pide retirarse para descansar un poco. Siente compasión de la gente que está como oveja sin pastor, la instruye y alimenta...
Este evangelio quiere ser un espejo de lo que debe ser la actitud de los pastores de la Iglesia. ¿Tendremos que aprender de Jesús?



Con los hombres y con Dios
Cuando Jesús llamó a los discípulos e instituyó a los Doce, lo hizo para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar y para ejercer el carisma de la misericordia anunciando la Buena Noticia y curando (cf. Mc 3, 13-19).
El evangelio de Marcos del domingo pasado nos narraba el envío de los discípulos a la misión. A continuación, el precursor, Juan Bautista, el primer anunciador, muere a causa de su misión. El mensaje es claro: la misión de anunciar el Reino es una tarea que requiere una entrega generosa que puede acarrear la pérdida de la misma vida.
En el evangelio de este domingo se llama a los discípulos: apóstoles, es decir, enviados. Éstos, a su regreso de la misión le cuentan todo a jesús, origen y modelo de la misión.
El pasaje de hoy insiste en dos aspectos complementarios que tie¬nen mucho que ver con la tarea a favor del Reino de Dios y con el aprendizaje como discípulos: el descanso necesario para el enviado y la imposibilidad de evadir a la gente en grave necesidad, con la urgencia de preocuparse por ella.
El descanso constituye también un aspecto de la vida pastoral. Es necesaria la soledad como tiempo necesario de silencio, descanso y oración para serenarse, recobrar fuerzas y conocer la voluntad de Dios. Debe quedar claro que el discípulo es todo lo contrario a la persona ociosa, porque la misión es urgente y su campo inabarcable

El evangelio, pues, nos presenta el paradigma de lo que debe ser siempre la vida del apóstol, tensionado entre dos polos que lo atraen: las actividades pastorales con los hombres y la soledad relacional con Dios.


A solas con el Señor a solas
En soledad vivía / y en soledad ha puesto ya su nido, / y en soledad la guía / a solas su querido / también en soledad de amor herido, así se expresa san Juan de la Cruz en su Cántico espiritual.
Quienes trabajan en el campo del Señor deben estar en permanente contacto con él: buscando momentos de intimidad con él, tratando de amistad con él, llenándose de la Palabra y de la gracia de él.
A su vez, el evangelio nos enseña que no existe para el hombre descanso verdadero, integral, si no es en Dios. El hombre descansa, en realidad, si entra en el descanso de Dios. El verdadero descanso del hombre es una participación en el descanso de Dios.
Nos creaste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en ti (San Agustín, Confesiones 1, D.


A un lugar de desértico
Que el evangelista Marcos use la palabra desierto (heremón en griego) tiene un sentido teológico. El desierto es el lugar donde el pueblo de Dios encontró la liberación y por donde marchó durante cuarenta años. Es el lugar de la Alianza y del encuentro con Dios. Allí se constituyó la Asamblea de Israel, que se llamó qahal en hebreo, y que la Biblia griega tradujo por ekklesía.
Como ovejas sin pastor, también son palabras con gran sentido teológico. Están tomadas de Núm 27, 1 5-1 7, donde se habla del pueblo de Israel y de su situación ante la muerte de Moisés. Dios se compadece de los israelitas y para que la comunidad de Israel no quede como ovejas sin pastor pone a Josué para dirigirlo y llevarlo hacia la tierra prometida.
Jesús aparece como superior al mismo Moisés, con los mismos atributos de Dios constituyendo con los doce el Nuevo Israel, la nueva Iglesia de Dios que comerá, en la Nueva Alianza del nuevo maná, el pan multiplicado por el Señor.
Jesús es el definitivo buen pastor que reúne a las ovejas descarriadas y las conduce hacia pastos tranquilos; él es profeta-mesías que, por encima de los profetas, goza de la plenitud del Espíritu divino.


El pathos de la compasión empática
la mirada compasiva de Jesús que manifiesta la compasión de Dios Vatit e tiene su origen en el misterio de la encarnación del Verbo.
Jesús tiene el corazón lleno de compasión, por ello se da cuenta de que estas personas están como ovejas sin pastor.

Esta compasión empática lo impulsa, primero, a enseñar. Las personas tienen necesidad de la verdad para que guíe sus vidas. No pueden vivir sin luz, y la luz para ellas es la verdad. Quien no conoce las verdades esenciales no puede encontrar el camino adecuado en la vida, sino que se extravía, va a parar a callejones sin salida; la vida se vuelve entonces una continua desesperación (Cardenal Vanhoye). Esta mirada compasiva empática hacia la gente lleva a Jesús a alimentarla. Él es el Pan de vida.


Místicos en la acción
Tras la misión de los apóstoles, Jesús quiere escucharlos y estar con ellos a solas. Pero no lo consiguió porque una multitud se dirigió hacia su escondite.
Esto mismo ocurre a diario en la vida de los ministros del Señor. Parecemos personas devastadas por los demás. Continuamente aparece una necesidad urgente, que hay que afrontar sin demora. ¿Cómo hacer? En esas ocasiones tenemos que actuar como Jesús, con plena disponibilidad, superar nuestro cansancio, dejar a un lado otros proyectos y escuchar la voz del Señor a través de esas necesidades urgentes.
Con la sabiduría del Santo Espíritu hay que vivir la contemplación en la acción pastoral, que también es enseñanza, oración y discernimiento de la voluntad divina. La acción pastoral es mística y fuente de gracia: Lo que hagan con uno de estos más pequeños a mí me lo hacen (Mt 25, 40).


En la eucaristía
En la eucaristía, Jesús hace con nosotros lo mismo que realizaba con sus apóstoles: se entrega todo él.
El Señor nos convoca y congrega a estar con él, en comunión con los hermanos. Nos invita a pedir perdón y a perdonar. Nos instruye con su Palabra. Nos alimenta con el Pan de la inmortalidad. Nos escucha y consuela. Nos envía, llenos de paz, a la misión.
En la celebración eucarística cada uno de nosotros es invitado a descansar un poco en el descanso que es el Señor mismo.
Sí, la eucaristía es el gran nutriente y descanso en Dios.


martes, 14 de julio de 2015

Cristiano sin misión, ¿cristiano?




Evangelio según San Marcos 6,7-13.
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión;
expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.


El Padre envía, Jesús envía
Jesús envía. Los apóstoles no eran ni profetas ni sacerdotes de profesión. El Señor los aparta de la vida ordinaria y los envía por un camino inédito para ellos, como en el caso del profeta Amós.
Sí, Jesús envía a sus discípulos como Yahvéh había enviado a sus profetas. El envío es un mandato y un don.
El misionero no debe temer: Jesús repite las mismas palabras que Yahvéh decía a sus profetas: ¡No teman!.
El discípulo recibe la potestad (exousía) de hacer los mismos sig­nos que hacía el Señor.
Misión sagrada
Hasta este momento, el evangelista Marcos nos ha mostrado a Jesús en plena acción, hablando con autoridad, desplegando dones sobrenaturales. Luego de la crisis ocurrida en Nazaret, a causa del rechazo y falta de fe de los habitantes de su pueblo, Jesús continúa su misión, enviando a los Doce como heraldos suyos: en palabras y acciones.
En los escritos judíos había una cláusula que mandaba que nadie suba al monte del templo, con su bastón, sus sandalias o su alforja (Be­rakot, 9, 5). A la luz de ese texto, comprendemos que la misión de lós discípulos se considera como una tarea sagrada. Para el nuevo pueblo de Dios, la tarea de la evangelización es tan sagrada como era para el pueblo de Israel la peregrinación al templo de Jerusalén.
Comenzó a enviarlos
El evangelio de hoy nos relata el primer envío en misión de los se­guidores de Jesús: Llamó a los Doce y los envió de dos en dos. Se trata de algo nuevo. Por eso dice: comenzó a enviarlos. El verbo griego que se traduce aquí por enviar, transcrito suena así: apostéllo, y el sustan­tivo correspondiente es: apóstolos: enviado.
El Evangelio de hoy es la continuación del relato de la institución de los Doce. En este punto del evangelio, Jesús considera que ellos ya están suficientemente bien formados como para ser enviados, ellos solos, de dos en dos. Su tarea la describe el Evangelio así: Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo. Es la misma actividad que ha desarrollado Jesús. Ellos comienzan a asu­mir la misma misión de Jesús. Se puede decir que, en vida de Jesús, comienzan a entrenarse para la tarea de prolongar la obra salvífica de Jesús.
De dos en dos
Los discípulos salen de dos en dos. Lo primero que señala el pa­saje es que Jesús los envió de dos en dos. En la antigüedad los acontecimientos importantes eran confirmados al menos por dos testigos. Además, el compañero servía de ayuda en el camino, juntos podían intercambiar experiencias y trabajos. Uno de los rasgos del estilo de vida misionero cristiano es el sentido comunitario.
Exigen la conversión, porque así lo ha dicho Jesús. Están cumplien­do la función de verdaderos testigos, y para esto es necesario que sean por lo menos dos.
Al enviarles de dos en dos, Jesús ha querido que sus discípulos se presenten ante la gente como testigos veraces.
Ligeros de equipaje
Pareciera que la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles re­vistiera suma urgencia. Las órdenes que él les da describen la actitud del que debe partir precipitadamente. Este es el carácter de la misión que Jesús encarga a sus discípulos. Es algo que no admite dilación alguna. La nota de urgencia está presente en toda la enseñanza de Je­sús. Él exige una decisión hoy y no mañana; mañana ya es demasiado tarde.
Con el espíritu de desprendimiento: los apóstoles no deben tener apego al dinero, a las comodidades, no deben sentirse retenidos por nada. Jesús les dijo que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero.
Esta actitud de completo desprendimiento es muy importante, porque, si una persona siente apego por sus propios intereses, no puede ser verdaderamente mensajera del amor de Dios.
Se menciona seis cosas: tres que no se deben llevar, y otras tres de las que se dice que deben llevar lo mínimo y lo más modesto.
Están en primer lugar las tres prohibiciones: en primer lugar que no lleven pan. Con esta palabra se designa toda clase de alimentos, como también acostumbramos a decir nosotros hoy. Junto a los ali­mentos, se indica que tampoco lleven dinero como para comprar lo que sea necesario para el viaje. Cuando se indica que tampoco lleven provisiones se quiere decir que no hay que llevar ningún equipaje.
Luego vienen las tres cosas que se permiten llevar, pero con limi­taciones. En primer lugar se permite un bastón. Para quienes deben recorrer largos caminos, sobre todo en zona montañosa, es un acom­pañante indispensable. Es lo único que el Señor permite llevar en las manos. Se dice también que vayan calzados con sandalias, es decir con lo más modesto que había en aquellos tiempos y que también, como el bastón, era necesario para recorrer terrenos pedregosos. En cuanto a la vestimenta, se permite llevar solamente una túnica. No se permite llevar otra, ni siquiera de repuesto.
Jesús quiere enseñar que para esta misión no se necesita nada, nada de esta tierra. Sólo es necesaria la fuerza del Espíritu y de ésta Cristo proveyó a sus apóstoles abundantemente dándoles su poder. Para ser apóstol de Cristo tampoco es necesario gozar de mucho talento humano, no sirve para nada la influencia que conceden el dinero, la inteligencia y la sabiduría humana y tanto menos la fuerza física.
La pobreza exterior del misionero debe ser un signo de su convic­ción de que toda su fuerza la recibe del Señor, y de que él no confía en sus propios medios para llevar a cabo la misión que se le ha enco­mendado.
Sacudirse el polvo
El no andar pasando de casa en casa está queriendo mostrar que la idea de lucro ha de estar ausente de la misión. Así es, quien anda cambiando de una casa a otra en la que se le trata con más considera­ción está indicando que, tras sus afanes misioneros, hay una idea de prosperidad que nada tiene que ver con el Reino.
Jesús advierte además a los discípulos que no siempre recibirán una acogida positiva: en ocasiones serán rechazados; más aún, tam­bién podrán ser perseguidos. Ahora bien, eso es algo que no debe impresionarles: es una realidad que forma parte de su destino. De­ben hablar en nombre de Jesús, predicar el Reino de Dios, aunque sin preocuparse por tener éxito.
Sacudirse el polvo. Era esta una costumbre que practicaban los ju­díos cuando volvían de tierras paganas. Manifestaban de este modo la renuncia a la impureza que se había podido quedar adherida en ellos a través del contacto con otros pueblos. El gesto indicaría para los cristianos itinerantes que ponían directamente bajo el juicio de Dios a esa gente, porque habían rechazado la oportunidad de convertirse. De modo que ser pagano no es pertenecer a tal o cual país distinto de Israel, sino recibir o no el mensaje ofrecido. Por eso, el paganismo se muestra en la asimilación o no de los valores del evangelio.
Conversión y bondad de Dios
Hay otra indicación muy importante en el texto evangélico: que los Doce no pueden contentarse con sólo predicar la conversión. A la tarea de la predicación deben añadir, según las instrucciones y el ejemplo dado por Jesús, la cura de los enfermos. El evangelio nos refiere, de hecho, que los apóstoles curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
La misión apostólica debe incluir siempre dos aspectos insepa­rables: la predicación de la Palabra de Dios y la manifestación de la bondad de Dios con gestos de caridad, de servicio y de entrega.




Poder sobre los espíritus impuros
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsa­ron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Los apóstoles van a la misión con el aval de un poder otorgado por el Señor Jesús para llevar a cabo la tarea de luchar contra las consecuencias que ha traído al mundo la tenebrosa fuerza demoníaca. Ellos deben derrotar el reino del mal, para establecer el Reino de Dios.
No es un poder de este mundo; es poder sobre los espíritus inmun­dos. El poder que Jesús les da es un poder espiritual, un poder que tiene relación con el misterio de la salvación; un poder que libera a los hombres de los males que ha introducido el maligno, tanto las enfer­medades como la muerte, pero sobre todo del pecado, que es lo que daña al hombre desde su interior.
No hay excusa para la misión
Todo cristiano es misionero. Así lo ha enseñado siempre la Iglesia y lo han recordado las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Pero en la realidad, es frecuente que no siempre sea así. Son comunes las obje­ciones: no estoy preparado, no tengo tiempo, no se cómo hacerlo...
El laico cristiano que no es misionero peca contra la vocación in­herente a su bautismo: por ser Hijo de Dios es piedra viva de la Iglesia, sacerdote, profeta y rey. El laico cristiano es responsable de su salva­ción y de la salvación de los demás.
Y que nada ni nadie nos amedrente: la eficacia no depende de nuestras fuerzas sino del Señor que nos envía. Cada domingo, en la eucaristía está presente el Señor Jesús para alimentar nuestra debili­dad con su mismo Cuerpo eucarístico.

El envío de Jesucristo es claro y tajante: Vayan. Bauticen. Enseñen. Proclamen. Anuncien. Liberen. Curen. Un cristiano sin misión, ¿es cris­tiano?



miércoles, 8 de julio de 2015

AUTOESTIMA DEL ALMA II




Ser paisano de Jesús



Evangelio según San Marcos 6,1-6. 
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. 
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? 
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. 
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". 
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. 
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente. 


Faltó fe
Las enseñanzas de Jesús en parábolas, que manifiestan una sabiduría sobrehumana, y su actuación prodigiosa, que manifiesta poderes sobrehumanos, en torno al lago de Galilea, culminan con el retorno a su tierra nazaretana. En sábado, Jesús entró en la Sinagoga, como era su costumbre. Los actos religiosos de ahí eran semejantes a los de la liturgia de la Palabra de nuestra eucaristía: lecturas bíblicas, cantos de los salmos, comentario y plegarias. Para las lecturas se invitaba a cualquier judío varón adulto preparado. El comentario a la Palabra competía al rabino, pero si entre los asistentes había alguna persona que tuviera la debida preparación, era invitada a predicar. Jesús hizo la lectura y la comentó.
El evangelista Marcos no detalla cuál fue el texto bíblico leído ese día sábado, tampoco la predicación de Jesús, pues lo que realmente le interesa es presentar la impresión que la palabra de Jesús provocó entre los oyentes. En una primera instancia, los nazaretanos quedaron asombrados. Esa era la reacción común que siempre se producía cuando el Señor hablaba o realizaba algún milagro. Pero acto seguido, la reacción de la gente dejó que desear. El asombro suscitado por la predicación de Jesús topó con un obstáculo que la paralizó. Se maravillaron pero no tenían los ojos de la fe.
Cataratas de preguntas
Jesús ya traía fama de taumaturgo, pero con tan buena carta de presentación, y en contra de lo esperado, sus paisanos reciben a Jesús con incredulidad y con críticas, que el evangelista Marcos sintetiza en forma de cinco preguntas, tres de ellas sobre la actividad de Jesús y dos sobre sus parientes. "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?".
El asombro de los coterráneos ante el maestro y sanador termina en escándalo e incomprensión, propios de quien se niega a reconocer d Dios en la persona de Jesús, para ellos alguien conocido y cotidiano. Aquella gente miraba pero no creía; oía pero no entendía (cf. Mc 4, 1 2).
El evangelista destaca sutilmente que, mientras sus paisanos buscan la respuesta en la filiación humana de su maestro, ignoran que el origen de sus poderes se encuentra en Dios. Sí, una catarata de preguntas, pero ninguna apertura al Espíritu.

El hijo de la María
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano...? La misma connotación de carpintero (teknon) está indicando la pertenencia a la escala social (era para los fariseos y clase sacerdotal un poco despectivo). Con ello se muestra la dificultad que experimenta el judaísmo para dar validez a un mesianismo inmerso en la debilidad humana. La descripción de Jesús como el hijo de María podría ser hasta un Insulto, puesto que a los judíos se les conocía tradicionalmente por el nombre del padre. Los nazaretanos colocan junto al estrato social de Jesús y nombre de la madre el nombre de los demás miembros de la familia, conocidos por ellos, ya que todos viven allí. ¿Cómo es posible que Jesús sea alguien importante, si su familia está constituida por toda aquella gente?
 Los familiares son personas sin renombre, y se habla de ellas dejando entender que son tan humildes como la madre de Jesús.
Lo más curioso de todo esto es que sucede en la sinagoga. Aquellas personas eran religiosas, creían en Dios y, más en concreto, cono-dan las acciones de Dios a favor de su pueblo Israel. Sabían que Dios actuaba así en la historia, por eso sorprende aún más el escepticismo (le aquellos nazarenos. Una actitud espiritual que es un toque de atención muy serio también para nosotros.




Y Jesús era motivo de escándalo
 La gente de Nazaret hace una comparación entre el origen humil-de de Jesús, su origen familiar, su actividad y capacidad actuales; y esto les resultaba escandaloso. Jesús, carpintero, no es una persona que haya hecho grandes estudios, no ha sido educado como un rabino. El significado básico de skaudalon es piedra de tropiezo. En las Escrituras se emplea este término como equivalente a obstáculo que se puede encontrar para la fe. Escandalizarse es tropezarse contra algo o alguien que impide creer o que hace tambalear la fe. ¿Por qué se escandalizan los nazarenos? Porque el que se presenta como profeta es un simple hijo del pueblo, cuyos parientes son parte de la vida de todos los días.
Porque Jesús se atribuye una Palabra profética dicha con autoridad, a pesar de ser, como todos saben, el hijo de María, una mujer sencilla de aquel lugar. Porque él mismo es un obrero a quien no le corresponde meterse en cuestiones de la Torah. ¡Quién lo diría: el Hijo de Dios, motivo de escándalo!
Más que los antiguos profetas
Te hagan caso o no te hagan caso, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos (1 a lectura). La gente de Nazaret encontraba incompatible la acción profética de Jesús con su pertenencia a un hogar pobre y humilde. Mucho más incompatible encontraron ver en Jesús al Hijo de Dios. Sin embargo, sabían por la tradición bíblica que el Señor era libre de elegir un hombre independientemente de su condición social para traerlo a su servicio profético. También sabían que en el carisma profético el Espíritu ponía sus palabras en la boca del profeta y le otorgaba una audacia y poderes extraordinarios. Con un dicho tradicional, Jesús expresó lo que le estaba sucediendo: Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa. Nadie es profeta en su tierra, dice nuestro refrán. El proverbio citado por Jesús lo identifica como profeta y, por tanto, sujeto al tratamiento que reciben todos los profetas. Todo el profetismo veterotestamentario está orientado hacia Jesús de Nazaret y en él culmina. Jesús es más que un profeta. Dios Padre, llegada la plenitud de los tiempos, ya no nos habló por intermediarios sino por su propio Hijo. Jesús es la Palabra personal del Padre hecha hombre.
La fe es la llave
La incredulidad de la mayoría de los habitantes de Nazaret impide que se realicen entre ellos los signos del Reino que se habían obrado en otros lugares. El evangelista nos dice que Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Nos sorprenden estas palabras. Pero así ya sabemos que un corazón incrédulo y duro bloquea la gracia divina. La gracia divina se ofrece, no se impone. La fe es la clave. Es la llave que permite mantenernos despiertos y abiertos a la salvación que Dios nos regala. Si cerramos esta puerta al modo como se manifiesta la salvación de Dios, por prejuicios, o porque nos hace salir de la comodidad, corremos el riesgo de que nos suceda lo mismo que a los paisanos de Jesús. He aquí quizás el drama mayor de la fe: la pérdida de confianza en las garras de la gracia.
Si le pasó al Maestro...
Los discípulos que acompañaron al Maestro no pudieron menos que aprender una importante lección: si el maestro halda sido rechazado en su pueblo. sus seguidores no debían esperar un trato mejor.
También en la propia familia y en el ambiente cristiano de hoy se pueden encontrar el rechazo a Jesús y la cerrazón a la gracia. ¿Qué hacer?

Los discípulos de Jesús deben aprender a no desanimarse ante la hostilidad, mantenerse fieles ante la dificultad, mostrar coraje frente a la indiferencia.