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viernes, 22 de diciembre de 2000

EVANGELIO DEL DOMINGO 19 DE DICIEMBRE : EXPLICACIÓN

Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,18-24):

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Ya estamos a punto

¿De qué estamos a punto? Una buena pregunta. La Navidad está tan cerca que podemos pensar que el Adviento ha sido apenas una preparación para que esta celebración nos salga bien, para cantar mejor los villancicos, para que el incienso arome el templo y todos escuchemos atentos el antiguo relato del niño que nace en Belén. 
      O quizá hay que pensar que el Adviento es mucho más que un tiempo litúrgico que dura cuatro semanas escasas y de lo que se trata es de tocar una de las dimensiones esenciales de nuestra fe. Porque para lo que nos deberíamos de preparar, y lo que debería estar realmente a punto, es para dejar que nazca en nosotros, en nuestra mente y en nuestro corazón, el “Dios-con-nosotros” de que nos hablan la primera lectura y el evangelio de este domingo. 
      La lectura de Isaías puede ser muy iluminadora en el momento actual. Hay quienes piensan que ya no hay lugar para la esperanza, que la fe cristiana está a punto de entrar en fase de decadencia definitiva, que la sociedad ha perdido sus raíces. Son personas que tienen una visión de nuestro mundo realmente oscura. Y es posible que sea verdad. Pero es una situación hasta un poco mejor de la que estaba viviendo el rey Acaz. Su ciudad estaba sitiada por el ejército enemigo. No tenía ya muchas posibilidades de defensa. Y en aquella época los ejércitos vencedores no se andaban con chiquitas. Lo normal era arrasar la ciudad y pasar a cuchillo a los que no convertían en esclavos. Así que Acaz y su pueblo tenían un futuro mucho más negro que el nuestro. 
La señal va a ser un niño
      Ahí, en esa situación, el profeta habla en nombre de Dios. Va a tener una señal y va a ser una señal de futuro. ¿Qué mejor prueba se puede ofrecer de que hay esperanza para la vida  que el nacimiento de un niño? El signo es que va a ser una virgen –y la virgen por sí sola no puede dar lugar a la vida– la que va a dar a luz un niño. Ese niño es el signo vivo de la esperanza, de la capacidad de Dios para crear la vida allí donde nosotros sólo vemos muerte. 
      Ese signo se cumple en María. Ella es la virgen que va a dar a luz la esperanza de la humanidad. En ese niño pequeño recién nacido se hará visible el amor inmenso con el que Dios nos ama a cada uno de nosotros. Es una paradoja porque ese niño precisamente necesitará –como todos los niños– de todos los cuidados y atenciones del mundo para poder crecer y convertirse en una persona mayor. Hasta es poco prudente por parte de Dios alumbrar así la esperanza. ¡Es tan frágil! Es como si el amor, la salvación, necesitase ser amado para poder salir adelante y crecer y dar fruto. Así es Dios. Se hace frágil para estar con nosotros.
El que viene es Emmanuel 
      Así que eso es la esperanza: un niño que va a nacer y que algo, desde muy dentro de nosotros, nos dice que es “Dios-con-nosotros”. Gracias a él podemos seguir mirando al futuro con esperanza y ver en cada hombre y mujer la presencia del amor de Dios, la dignidad inmensa que nos da el ser fruto de su amor. Esa esperanza se constituye en el mejor motor para empujar nuestros deseos de construir un mundo más hermano y más justo, un mundo donde nadie se sienta excluido por ninguna razón. 
      Esa esperanza la tenemos que cuidar como se cuida y atiende a un niño recién nacido. Es frágil y liviana. Está en nuestras manos. No podemos dejar que se caiga. Hay que alimentarla para que crezca y llegue a todos los hombres y mujeres de nuestro mundo. Para que los rostros contraídos por el dolor y el sufrimiento de cualquier tipo conozcan la sonrisa que provoca el amanecer. 
      El Adviento es mucho más que preparar la celebración de la misa de gallo. El Adviento toca lo más central de nuestra fe y hace que arraigue en nosotros la esperanza y que, como José, hagamos todo lo que nos mande el ángel para prepararle una casa digna –un mundo más justo– al Emmanuel.

martes, 19 de diciembre de 2000

EJERCICIOS ESPIRITUALES DE ADVIENTO Y NAVIDAD- FICHA DE ORACIÓN NÚMERO III

FICHA DE ORACIÓN
EL CUMPLIMIENTO DE UNA PROMESA


 “...Cuando surgirá el sol, verán al Rey de reyes: como el esposo en la cámara nupcial  Él viene del Padre…  Oh!! Emmanuel, nuestro Rey y legislador, esperanza y salvación de los pueblos:  Ven a salvarnos, Oh! Nuestro Dios...”
       

El Papa Benedicto nos dice:
“……Vivamos atentamente estos momentos que preceden a la Navidad, junto con María, la Virgen del silencio y de la escucha. Ella, que fue totalmente envuelta por la Luz del Espíritu Santo, nos ayude a comprender y vivir en plenitud el misterio del Nacimiento de Cristo y a mantener vivo el asombro interior, en la ferviente espera del Nacimiento del Salvador……”

 En la Encarnación del Hijo de Dios reconocemos los inicios de la Iglesia, todo proviene de allí. Y ella debe rehacerse en Cristo, Verbo de Dios encarnado, el Emmanuel, el Dios con nosotros, por medio del cual se cumplió la voluntad salvadora de Dios Padre.
La esperanza se articula en la virtud de la paciencia y la humildad, que acepta el misterio de Dios y se fía de Él aún en tiempos de oscuridad. 
Debemos ser apóstoles llenos de esperanza, que confían con alegría en las promesas de Dios, invitados a realizar su Reino. Reino de Dios que quiere decir no sólo que Dios existe y vive, sino que también está presente y obra en el mundo
Jesús, nuestro Redentor, vino a crear un puente entre el cielo y la tierra, Él nos lleva a descubrir que se hizo hombre para hacernos partícipes de la dignidad de hijos de Dios, llamados a su Reino de Santidad y de Amor…. 

………………………………………………………… 

Guiados por las palabras de nuestro Papa Benedicto, reflexionemos juntos, preparándonos para la Navidad:

       *El tiempo se ha cumplido: después de haber revivido a través del Adviento la espera del Mesías, cantado por los profetas, caminemos con María y José, hacia la gruta de Belén; que nuestro corazón este preparado para recibir el anuncio de los ángeles y para adorar con los pastores al Niño recién nacido: nuestro Salvador.
       *En las cercanías de la santa Navidad, el grandioso cántico del Magníficat, todo tejido con los hilos de oro de la Antigua Alianza y con los mismos sentimientos de María, nos ayuda a vivir con alegría la gozosa espera de Jesús en el camino de nuestro seguimiento a Cristo, reconociendo a cada hermano con la mirada misericordiosa del Padre a esta humanidad perdida y oprimida, para que se abra a recoger el don de la paz y de la alegría que el Salvador viene a traer a la tierra.
        *Navidad es la fiesta de la paz. El Niño que Isaías anuncia es llamado por él: “Príncipe de la Paz”. De su Reino se dice: “la paz no tendrá fin”. A los pastores se anuncia en el Evangelio  “la Gloria de Dios en lo alto del cielo” y “la Paz en la tierra”,  junto con María, cultivemos la certeza de que el hombre que se deja iluminar por el esplendor de la verdad emprende casi naturalmente del camino de la Paz.
        *Mientras encendemos las luces del pesebre o del árbol de Navidad en nuestras casas, hagamos que se abra nuestra alma a la verdadera Luz Espiritual, llevada a todos los hombres de buena voluntad…. 
El verdadero misterio de Navidad es el esplendor interior que proviene de este Niño. Dejemos que este esplendor interior nos sea comunicado, que encienda en nuestro corazón la llama de la Bondad de Dios.
¡Que llevemos todos con nuestro amor la Luz en el mundo! ¡No permitamos que esta llama luminosa, encendida por la fe, se apague por las corrientes frías de nuestro tiempo!
Cuidémosla fielmente, y hagamos don de ella a los demás!
…………………………………………………….
Los invitamos a rezar con los siguientes textos:
   * Miq 5, 1-3
   *1 Sam 2, 1-2 , 8-10
   *Lc 2, 1-18
…………………………………………………….

 Oración conclusiva


Padre bueno y misericordioso,

que nos has sostenido

en el camino del Adviento,

danos saber vivir en plenitud

la gracia de la Santa Navidad

donde se cumple tu Palabra.

Haciéndonos conforme a Tu Hijo,

humilde y obediente,

haz que nosotros también usemos nuestra vida

en un fiel y generoso servicio

que te dé gloria a Ti y ayude a nuestros hermanos.

Por Cristo nuestro Señor.

Amén.


*Ref. bibliográfica:  “Novena de Navidad con Benedicto XVI”

martes, 12 de diciembre de 2000

III DOMINGO DE ADVIENTO 2010

Evangelio según San Mateo 11,2-11.

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:
"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".
Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino.
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

 EXPLICAMOS Y ENTENDEMOS:

San Juan Bautista es un personaje al cual los evangelios le dan mucha importancia. Él fue el último de los profetas, el que tuvo el privilegio de presentar al Salvador esperado, lo bautizó en el Jordán y preparó a algunos de los que serian después sus discípulos. Para cumplir con tan honroso ministerio se retiró al desierto y se dedicó a la ascética rigurosa, y al final de su vida puso un digno broche entregando su sangre como mártir. Fue tan grande la influencia de san Juan Bautista en los primeros días del cristianismo, que algunos llegaron a confundirse y formaron una secta que afirmaba que el Mesías era san Juan y no Jesús.

LA PREGUNTA DE JUAN BAUTISTA
 Esta página del evangelio nos hace ver que la fe no fue fácil para Juan Bautista. El también tuvo necesidad de interrogar a Jesús y de dejarse instruir por el Señor. La pregunta  que hizo a Jesús por medio de sus discípulos no fue una simple curiosidad, ni tampoco una ignorancia fingida con el fin de que se instruyeran los enviados, como han dicho algunos. Él fue llevado a la cárcel por atreverse a censurar la moral del Tetrarca Herodes Antipas. Mientras estaba allí, oyó hablar del comportamiento de Jesús y se ha sentido confuso. Ese comportamiento no era el que Juan esperaba cuando presentaba a Jesús como el que debía venir. Si leemos con atención la predicación del Bautista en los días que precedieron al bautismo del Señor, así como se encuentra en uno de los primeros capítulos del evangelio de san Mateo -que hemos leído el domingo pasado veremos que èl esperaba la llegada de un Juez que viniera a castigar a los pecadores y a dar a cada uno su merecido. La predicación de san Juan Bautista abunda en expresiones referentes al castigo y deja en la penumbra todo lo que se puede referir a la misericordia. Esto nos hace ver que hasta los más grandes santos son personas de su tiempo, y que también ellos deben dejarse conducir e instruir por el Señor. En la época en que apareció Jesús la espiritualidad judía acentuaba los rasgos vengativos del Mesías, sin dejar mayor espacio para la salvación de los pecadores o para la misericordia hacia todos. Y Juan Bautista oye decir que Jesús no condena a nadie. Por eso se pregunta: ¿Será éste el que debe venir? ¿O tal vez habría que esperar a otro?
 LAS OBRAS DE JESÚS
Cuando el evangelio dice que Juan Bautista oyó hablar de las obras de Jesús, se está refiriendo a lo que se relata en las páginas precedentes del libro de los Evangelios. Los últimos capítulos del evangelio de san Mateo, antes de la pregunta del Bautista, se ocupan de los milagros de Jesús, de la comida del Señor con los pecadores y del envío de los doce Apóstoles para que vayan a buscar las ovejas perdidas. En realidad la imagen que presenta Jesús es muy distinta de la que podía esperar el Bautista. Al curar a los enfermos, Jesús se ha acercado a los que eran considerados religiosamente impuros, ha curado al sirviente de un centurión romano, aprovechando la oportunidad para poner de relieve la buena disposición y la fe de aquel pagano. Ha llamado a un cobrador de impuestos para que forme parte del grupo de los doce apóstoles, cuando el gremio de los que cobraban impuestos era aborrecido por todo el pueblo religioso y además estaba prácticamente excomulgado. Finalmente, al sentarse a comer como amigo con los que estaban marginados de la comunidad religiosa por causa de su mal comportamiento y de su condición pecadora, había suscitado el escándalo de todos los piadosos y el conflicto interior de Juan. Pero el Bautista no criticó a Jesús ni dejó de creer en él. Por el contrario, con toda humildad mandó a sus discípulos para que le preguntaran. El que era maestro de otros, no se avergonzó de que sus discípulos vieran que él también necesitaba instrucción.
LA RESPUESTA DE JESÚS
Jesús no respondió con un sí o con un no. Simplemente les dijo a los enviados que fueran a decir a Juan lo que ellos oían y veían. Juan, que era buen conocedor de las profecías mesiánicas, sabía interpretar correctamente esos hechos. Las palabras de Jesús en el Evangelio explicitan los obras de las que son testigos los discípulos de Juan Bautista: Los ciegos ven, los paralíticos caminan... A primera vista son referencias a los milagros que el autor del Evangelio ha relatado en las páginas precedentes. Pero hay que ir más al fondo de la cuestión. Para los conocedores de la Sagrada Escritura, estas afirmaciones corresponden al texto del profeta Isaías que se proclama como Primera Lectura en este domingo. Este profeta habla de ciegos que comienzan a ver, de sordos que oyen, de paralíticos que saltan, de mudos que gritan... y todo esto en un contexto en el que se está anunciando el tiempo de la salvación. No se trata entonces de milagros que favorecen a uno o a otro sino a la situación de todo un pueblo que se encuentra ciego, sordo, mudo, muerto... y que necesita una intervención de Dios para sacarlo de esa condición miserable. En el mismo libro de Isaías se encuentra el texto en el que un Profeta relata su vocación diciendo que Dios lo ha ungido y le ha dado el Espíritu Santo para que vaya a anunciar la Buena Noticia a los pobres. Jesús concluye la lista de milagros añadiendo esta referencia al final de su mensaje a Juan Bautista. Al remitirlo a todos estos textos, Jesús le está diciendo al Bautista que en el Antiguo Testamento, además de los anuncios del tremendo día del juicio en el que Dios retribuirá a cada uno su merecido, están los anuncios de un tiempo de salvación en el que el mismo Dios curará las heridas de todos los hombres y recogerá cariñosamente a los que estaban perdidos y necesitados de perdón.
Como una discreta advertencia, la respuesta de Jesús termina con una bienaventuranza: "feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!". Ante el preceder de Jesús es fácil escandalizarse. Los hombres, aunque parezca contradictorio, no aceptan con facilidad que el Salvador sea amigo de los pecadores. ¡Feliz el que no se escandaliza, porque ese tiene una gran fe!.
De un manera indirecta, a través de su confusión y su pregunta, san Juan Bautista nos ha instruido a todos los que en este tiempo de Adviento nos preparamos para celebrar la venida del Señor. En esta Navidad nos encontraremos con el Salvador que viene a buscar la oveja perdida y a sanar todas nuestras enfermedades y dolencias. Si reconocemos que somos débiles y pecadores, el encuentro con El no debe producirnos temor, porque no viene a nosotros como Juez inflexible. La respuesta dada a Juan debe llenarnos más bien de confianza y de deseos de que venga.
Jesús habla a su Pueblo

LAS OBRAS DE LA IGLESIA
Muchos censuran a la Iglesia sin tener la misma humildad de san Juan Bautista. Le exigen que condene a todos los pecadores, que expulse de su seno a quienes no viven de acuerdo con las leyes rigurosas de la moral, que no se mezcle con la gente que vive al margen de la comunidad religiosa. Es cierto que a veces es necesario tomar medidas con algún miembro de la familia cristiana, y los apóstoles nos han dado el ejemplo. Pero esto no se debe hacer antes de agotar todos los medios. El mismo Jesús no expulsó a Judas del grupo de los apóstoles ni tomó medidas contra Pedro después de su negación..
La misión de la Iglesia es continuar las obras de Jesús. No debe adelantar el juicio final, sino que debe buscar a todos los que son ciegos, paralíticos, sordos, leprosos y muertos para devolverles la vida y la salud. Es necesario que la Iglesia busque a los pobres y se siente a comer alegremente con ellos para anunciarles la buena noticia del amor y del perdón de Dios. Estas obras de la Iglesia, que son las obras de Cristo, podrán escandalizar a algunos. En el texto que viene inmediatamente después del que estamos comentando, Jesús se lamenta porque muchos dicen que él es un glotón y borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. El preceder de Jesús con la gente fue ocasión para que le crearan mala fama. Solamente los que tienen fe son capaces de descubrir en Jesús y en la Iglesia que se ocupa de los pobres los rasgos del Buen Pastor anunciado en los profetas, que busca a la oveja perdida y la abraza cariñosamente.

ESCUDO DE VALORES: CLASIFICAR Y CONOCER MIS VALORES

Compartimos un breve artículo que nos ayudará a entender un punto importantísimo sobre el libro " LOS MIEDOS Y SU EFECTO SOBRE LA AUTOESTIMA". Este punto es el Escudo de Valores, una sencilla (si se puede decir así) dinámica para distinguir y afirmar valores. Espero que les sea de ayuda y lo aprovechen , ¡Animense!
P. Raúl

INTRODUCCIÓN
Los valores constituyen un aspecto esencial en la educación y en la formación de las personas. Desde la comunicación favorecemos el crecimiento transmitiendo valores claros y testimoniando con nuestra vivencia sus beneficios. La vida es el camino privilegiado para transmitir valores: el respeto enseña respeto, la acogida enseña acogida, la verdad enseña verdad, la alegría enseña alegría... Si queremos ayudar a los demás a crecer en valores, debemos demostrar que es posible hacerlo creciendo nosotros mismos.
El rumbo de mi vida, y el ejemplo que doy, dependen fundamentalmente del camino que tomo para buscar la felicidad: la busco en los ídolos del mundo, el tener, el poder, el placer; o la busco en los valores trascendentes, el ser, la verdad, la justicia, la fraternidad, el servicio...
Elegimos estos mensajes: 

«Cuida tu vida que es el único evangelio que mucha gente puede leer». (Helder Cámara)
«Lo que eres habla tan fuerte que no entiendo lo que dices». (Proverbio)
~Más que por lo que dice, el maestro enseña por lo que es». (Anthony de Mello)

TRANSMITIR VALORES
II. DESCRIPCIÓN DE LA HABILIDAD
Tanto imponer sus valores como desentenderse de la formación moral de las personas, son caminos ineficaces en los conflictos de valores. Transmitir valores es, sin embargo, un camino viable y eficaz. La habilidad de transmitir valores se puede sintetizar en: querer influenciar y saber cómo hacerlo: viviéndolos. Esto supone en primer lugar un trabajo personal: revisar mis valores y clarificarlos; es decir, conocer mis valores, definirlos con términos claros y verificar si hay coherencia entre lo que proclamo y lo que vivo realmente. Esta verificación me permite descubrir si el valor es real, o si simplemente es algo que quiero vivir, un anhelo, un ideal.
La clarificación de valores consiste en confrontar los valores apreciados y elegidos, con mi vida: mis acciones concretas, mis comportamientos, mis hábitos. Otros aspectos que tener en cuenta para la transmisión de valores:
1. Estar seguro de enviar mensajes claros sobre sus valores.
2. Estar dispuesto para evolucionar y crecer.
3. Mantenerse informado en materia de valores.
 III. APLICACIÓN DE LA HABILIDAD
Para transmitir valores conviene estar atento y dispuesto a:
· Utilizar el tiempo necesario para hablar y promover los valores que vivo.
· Identificar acciones concretas que son expresiones de la vivencia de valores.
 -Partir de mis convicciones y verificar cómo se encarnan en mi vida.
·Distinguir valores esenciales, valores perennes, de valores secundarios, que pueden evolucionar con la cultura y el tiempo.
·  Cuando afirmo un valor, cuido la coherencia del lenguaje: que los gestos digan lo mismo que las palabras.

 1. CLASIFICAR Y CONOCER MIS VALORES
 a) Cuáles son mis valores
1.   Hacer una Lista de mis valores.
2. Enumerarlos según prioridad, según su importancia para mí.
3.  Calcular aproximadamente cuánto tiempo, durante la semana, dedico a e valores: para practicarlos, hablar de ellos, promoverlos en mi ambiente.
4. Comparar mis valores con los valores de mi familia o de mi grupo.
b)Los valores que vivo:
1.  Elegir tres valores que corresponden a mis convicciones.
2.  Para  cada  uno  de  ellos,  encontrar  tres  acciones  concretas  realizadas ultimamente (hoy, ayer, hace una semana, este mes).- Ejemplo: para el valor familia: el domingo me senté a conversar con mis hijos varones, «ayer almorcé con mi hermano Juan», «acompañé a mi esposa a caminar».
c) Escudo de valores (personal - familiar - grupal)
DIBUJAR ( en  un escudo dividido como muestra la imagen de abajo). Luego completar según las indicaciones:

1. Lo que considero que es el mayor logro de mi vida. ·
2. El valor más importante para mí·
3. La principal cualidad en mi familia.
4. Aquello que más desearía lograr en mi vida.
5. El valor que yo desearía ver que viven y comparten todas las personas.
6. Cuatro cualidades mias que las personas recordarán después de mi muerte.

lunes, 11 de diciembre de 2000

EL TESTIGO

EVANGELIO DEL DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE DEL 2011
Jn 1, 6-8. 19-28
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. Éste es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?. Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías. "¿Quién eres, entonces?, le preguntaron: "¿Eres Elías?. Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?. "Tampoco", respondió. Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?. Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.. Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?. Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.


SAN JUAN BAUTISTA
Durante el tiempo de Adviento, la Iglesia dirige la atención de una manera muy especial a la figura de san Juan Bautista. De los cuatro domingos de este tiempo, dos de ellos lo tienen como figura central en la lectura del evangelio. El domingo pasado nos hemos ocupado de él, y hoy nuevamente volvemos a encontrarlo, pero esta vez en un texto del evangelio de san Juan. Cuando estamos por revivir el misterio de la venida del Señor en Navidad, es natural que pensemos en aquel que tuvo como misión preparar al pueblo judío para la primera manifestación pública del Salvador. Su predicación sigue siendo un llamado siempre actual para quienes nos disponemos a salir al encuentro de Jesús. Ya hemos visto que san Juan Bautista se presenta como el profeta que llamaba a todos a hacer penitencia en vista de la inminente llegada del Salvador. El texto de san Juan que se proclama en este domingo, se detiene a considerar la gran distancia que hay entre el Bautista y el Señor que viene. Llama la atención que mientras los otros evangelistas recuerdan los textos elogiosos para san Juan Bautista, el evangelio de san Juan, por el contrario, recoge todas aquellas escenas en las cuales se establece la comparación entre Jesús y san Juan Bautista, para concluir que Jesús es infinitamente superior. En el evangelio de este domingo podemos constatarlo, si ponemos atención en la insistencia en los aspectos negativas: "No era la luz... No soy el Mesías- Ni Elías... ni el Profeta...."
EL TESTIGO
El evangelio de este domingo un himno a la Palabra de Dios. En ese prólogo se introducen algunas frases referentes a san Juan Bautista, que son las primeras que leemos en el evangelio de este domingo: la comparación entre el Bautista y la Palabra. La Palabra es la luz, pero el Bautista no es la luz sino un testigo de la luz. El autor del evangelio le da gran importancia al título de 'testigo' que le aplica a san Juan Bautista. Un testigo es alguien que puede hablar de lo que ha visto y oído. Jesús, en el primer momento de su presentación ante los hombres, viene precedido por un hombre reconocido por todos y que da testimonio de que efectivamente Jesús es el Hijo de Dios, enviado por el Padre. Para poder hacer estas afirmaciones, Juan Bautista ha recibido una revelación especial de parte de Dios. Las cosas que dice san Juan Bautista no son ocurrencias ni opiniones de él, sino afirmaciones que ha oído del mismo Dios. Por eso se insiste en que es 'testigo': habla de lo que vio y oyó. 

LOS OTROS TESTIGOS 

En el evangelio según san Juan se habla muchas veces de los testigos. El Bautista no es el único. Porque también Dios da testimonio sobre Jesús, así como también las Sagradas Escrituras, Jesús da testimonio de si mismo con sus propias obras, el Espíritu Santo lo da junto con los discípulos, y finalmente el mismo autor del evangelio de san Juan se apoya en el testimonio que dio un discípulo al que elogiosamente lo distingue con el nombre de "discípulo amado de Jesús" Cuando Jesús resucitado envió a los discípulos a predicar el Evangelio, les dijo que ellos debían hacerlo como testigos de lo que anunciaban. El Señor puede llevar a los hombres a la fe por caminos que sólo El conoce, y es sabido que lo hace con frecuencia. Pero es indiscutible que él ha querido que la forma normal en que el evangelio llegue a toda la humanidad es por medio de los testigos. El testimonio de los primeros discípulos de Jesús es de suma importancia para nuestra fe, porque nosotros podemos creer en Cristo, Hijo de Dios y Redentor nuestro, gracias a aquellos que fueron testigos de todo lo que Él hizo y dijo, y luego – iluminado por el Espíritu Santo - proclamaron a todo el mundo la Buena Noticia de la salvación. 
Ellos hablaron de lo que habían visto y oído, y en la mayor parte de los casos debieron derramar su propia sangre por sostener que lo que ellos decían era verdad. Por esa razón, la palabra testigo (que en griego de dice mártys: mártir ) se aplica ahora a quienes derraman su sangre por defender la fe cristiana. En todos los tiempos y en todos los lugares el Señor coloca a estos testigos que pueden hablar de lo que han visto y oído. Estos testigos son, en primer lugar, aquellos a quienes llamamos "los santos". No solamente creyeron en Jesús, sino que vivieron de su propia vida; conocieron a Jesús por lo que se les enseñó, y estudiaron, pero luego esa enseñanza resultó insignificante ante el conocimiento de Cristo que tuvieron por su contacto personal con el Señor en su vida interior, por la palabra del Evangelio que resonó dentro de ellos mismos, por la fuerza de la nueva vida de resucitados que recibieron de Jesucristo resucitado y vivo para siempre. Estos testigos dieron testimonio de que Cristo ha muerto y ha resucitado, pero mas que con las palabras lo han hecho con su propia vida. Jesús viviente ha transformado la vida de cada uno de ellos de tal manera que la vida de los santos no se explica ni se entiende si no es porque Jesucristo vive. Quedamos admirados ante la vida de algunos santos. Ante todo por los que han sido canonizados por la Iglesia. como san Francisco de Asís.. San Cayetano... santa Teresita... don Bosco... Maximiliano Kolbe...

Otros no han recibido este reconocimiento oficial, pero su ejemplo es conocido y admirado por todos, como es el caso de la Madre Teresa de Calcuta... los últimos Papas...
Pero ¿qué serían ellos sin Cristo? Todos los santos son como espejos que reflejan una sola luz que es Cristo. Si no está la luz, ellos ya no tienen ningún resplandor. Esto mismo es lo que se dice en el evangelio de hoy: Juan Bautista no es la luz, sino un testigo de la luz, Cristo era la Palabra, pero Juan era solamente la voz que resuena Debemos reflexionar seriamente sobre este aspecto del Evangelio, porque sucede con frecuencia que muchas personas, cuando descubren el resplandor de Cristo que hay en la personalidad de un santo, se sienten tan poderosamente atraídas que olvidan al Señor, o por lo menos lo dejan en un segundo lugar. Es necesario comprender muy bien que lo que brilla en los santos es un resplandor solamente, pero la verdadera luz es aquel que los ilumina: Cristo el Señor.
 Miremos a los santos para que descubramos donde esta la verdadera fuente de la luz, pero no nos quedemos con el reflejo: vayamos hacia la luz.

NOSOTROS SOMOS TESTIGOS

También nosotros somos llamados a ser testigos de Cristo delante del mundo. El mundo no puede ver directamente a Jesús resucitado, y por eso se necesitan testigos que hablen a todos de los que han visto y oído. Cada uno de nosotros, una vez que ha conocido a Jesús y ha experimentado la nueva vida de los resucitados, tiene el grave compromiso de hablar y de actuar para ser testigo delante de los demás.
Todo hombre tiene derecho de llegar a conocer a Dios. Este derecho se lo ha dado el mismo Dios cuando ha querido que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Si no actuamos como testigos le estamos negando a todos este derecho dado por el Señor. Para ser testigos es necesario que ante todo vivamos intensamente nuestra vocación cristiana. No podemos actuar como testigos si antes no hemos visto al Señor, si no lo hemos oído, si no lo hemos llegado a experimentar en nuestra vida. Jesús nos dice en otra parte del Nuevo Testamento que somos la luz del mundo. Y se explica esta figura diciendo que no se oculta una luz puesta en un lugar elevado. Debemos hacer todas nuestras obras de tal manera que todos los hombres, al verlas, glorifiquen a Dios. 

El proceder de los cristianos es el testimonio que el mundo necesita. De nada valen las palabras verdaderas y hermosas que decimos sobre la doctrina de nuestra fe, si luego les quitamos credibilidad actuando de una manera indigna de las palabras que hemos pronunciado. También se nos dice en la Escritura que debemos saber dar razón de nuestra esperanza. Es necesario que nos preocupemos por tener una buena formación cristiana como para saber responder a todo aquel que nos pregunta o nos plantea dudas y dificultades. Nos estamos preparando para recibir a Cristo en la Navidad. Necesitamos testigos que nos señalen al Señor, así como lo hizo san Juan Bautista. No nos quedemos con los testigos, sino más bien apoyémonos en ellos para reconocerlo y encontrarlo sin dificultad. Pero pensemos también en los millones de personas que todavía no lo han encontrado y que esperan y necesitan que nosotros seamos los testigos que con sus palabras y sus obras los lleven hacia Jesús.

sábado, 25 de noviembre de 2000

ESPERANDO CONTRA TODA ESPERANZA

Domingo 27 de noviembre de 2010
Mt 24, 37-44 
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada".

Palabra del Señor.

Hay esperas y esperas. No es lo mismo la espera del padre que en la sala de espera del hospital aguarda que le comuniquen el nacimiento de su hijo que la del soldado que en la trinchera aguarda el comienzo de la batalla. No es lo mismo el adviento que el espíritu de las lecturas de estos últimos domingos que nos hablaban casi del fin del mundo con imágenes terroríficas de destrucción y cataclismos cósmicos.

Es que ya hemos comenzado el Adviento. Comienza un nuevo año litúrgico, la oportunidad de domingo a domingo volver a meditar los grandes misterios de la vida de nuestro señor Jesucristo, el centro, el Alfa y la Omega, el principio y el fin de nuestra fe. Si seguimos aquí, si somos miembros de la comunidad creyentes es porque la figura de Jesús sigue estando en el centro de nuestros pensamientos. Y su reino es el sueño que anima nuestro compromiso. Y su Padre nos hace sentirnos miembros de la misma familia de Jesús y hermanos de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo. Y su Espíritu lo sentimos dentro de nosotros, animando nuestra vida, impulsando nuestros esfuerzos por crear fraternidad y vencer al odio y la violencia que demasiadas veces nos hacen hundirnos en el barro de la historia.



Comienza el Adviento

Y el primer misterio que hay que celebrar es el nacimiento de Jesús. No es un nacimiento más. Nos habla de la encarnación del Hijo de Dios. Nada es accidental en ese nacimiento. Todos los detalles tienen un poderoso significado para nuestra fe. Por eso no podemos llegar a celebrar la Navidad sin una adecuada preparación. El Adviento es ese tiempo que nos dispone para celebrar la Navidad, para darnos cuenta de lo que celebramos y vivimos, para que llegue a lo más hondo de nuestro corazón y entendimiento el misterio de un Dios hecho niño en un pesebre.

Adviento es tiempo de espera alegre. Lo que se nos viene encima no es una amenaza sino una gracia. La invitación a estar en vela no es para estar preparados ante el desastre final sino para disfrutar en comunidad de una espera que es casi tan alegre y gozosa como la misma celebración del hecho. En la espera anticipamos la realidad que viene, la presencia de Dios entre nosotros. En la espera nos permitimos soñar con un mundo diferente. Y ese sueño transforma ya nuestra manera de comportarnos, nos hace vivir de otra manera.

En la espera, volvemos a leer los textos de los antiguos profetas y sus palabras resuenan en nuestro corazón y pintan una sonrisa en nuestro rostro. Leemos y releemos las palabras de Isaías en la primera lectura y nos dan ganas de salir caminando hacia el monte del Señor. Es como si el Espíritu de Dios nos convocará a salir de las iglesias, de nuestras casa, a marchar por la calle anunciando a todos el gozo que se avecina. Por muchas noticias de crisis y desastres de los que están llenos nuestros telediarios, hay una noticia más importante Va a nacer Jesús, será el árbitro de las naciones. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. Es el más viejo sueño de la humanidad –la paz, la felicidad, el bienestar para todos– que se atisba ya en el horizonte. Y nosotros sabemos que ese sueño se va a hacer realidad. Se ha hecho ya realidad en Jesús, cuyo nacimiento nos preparamos para celebrar.



Tiempo para estar en vela

Por eso es hora de despertarnos del sueño. O de las pesadillas en que a veces estamos tan metidos que no vemos la luz del Señor que se atisba ya en el horizonte. La realidad es que la noche está avanzada y el día se echa encima. Hay que levantarse, desperezarse, salir de casa y ponerse trabajar por un mundo mejor, como dice la lectura de la carta de Pablo a los Romanos.

Es lo mismo que nos dice el Evangelio: ya está cerca algo tan importante que va a cambiar nuestra vida cotidiana. Hasta ahora la gente comía, bebía y se casaba. Ahora viene algo nuevo. Algo que va a cambiar el color de todo lo que hacemos, que va a dar un nuevo sentido. Lo que viene es la presencia novedosa del Espíritu de Dios, la irrupción de la gracia de Dios que, como un torrente, inunda nuestro presente y nos hace vivir de otra manera: bajo la luz de la misericordia, la reconciliación, el perdón, la comprensión. En definitiva, bajo el inmenso paraguas del amor de Dios que desea la vida de todas sus criaturas.

Por eso hay que estar preparados, en vigilia, y ya desde ahora gozar de esa presencia. ¿No se dice siempre que las vísperas de una fiesta son casi mejores que la fiesta misma? Pues ya estamos en las vísperas de la Navidad. Es tiempo de disfrutar y de gozar con la preparación de la fiesta mayor del año: viene Jesús. No es tiempo de angustia sino de esperanza.


Hay esperas y esperas. No es lo mismo la espera del padre que en la sala de espera del hospital aguarda que le comuniquen el nacimiento de su hijo que la del soldado que en la trinchera aguarda el comienzo de la batalla. No es lo mismo el adviento que el espíritu de las lecturas de estos últimos domingos que nos hablaban casi del fin del mundo con imágenes terroríficas de destrucción y cataclismos cósmicos.

Es que ya hemos comenzado el Adviento. Comienza un nuevo año litúrgico, la oportunidad de domingo a domingo volver a meditar los grandes misterios de la vida de nuestro señor Jesucristo, el centro, el Alfa y la Omega, el principio y el fin de nuestra fe. Si seguimos aquí, si somos miembros de la comunidad creyentes es porque la figura de Jesús sigue estando en el centro de nuestros pensamientos. Y su reino es el sueño que anima nuestro compromiso. Y su Padre nos hace sentirnos miembros de la misma familia de Jesús y hermanos de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo. Y su Espíritu lo sentimos dentro de nosotros, animando nuestra vida, impulsando nuestros esfuerzos por crear fraternidad y vencer al odio y la violencia que demasiadas veces nos hacen hundirnos en el barro de la historia.



Comienza el Adviento

Y el primer misterio que hay que celebrar es el nacimiento de Jesús. No es un nacimiento más. Nos habla de la encarnación del Hijo de Dios. Nada es accidental en ese nacimiento. Todos los detalles tienen un poderoso significado para nuestra fe. Por eso no podemos llegar a celebrar la Navidad sin una adecuada preparación. El Adviento es ese tiempo que nos dispone para celebrar la Navidad, para darnos cuenta de lo que celebramos y vivimos, para que llegue a lo más hondo de nuestro corazón y entendimiento el misterio de un Dios hecho niño en un pesebre.

Adviento es tiempo de espera alegre. Lo que se nos viene encima no es una amenaza sino una gracia. La invitación a estar en vela no es para estar preparados ante el desastre final sino para disfrutar en comunidad de una espera que es casi tan alegre y gozosa como la misma celebración del hecho. En la espera anticipamos la realidad que viene, la presencia de Dios entre nosotros. En la espera nos permitimos soñar con un mundo diferente. Y ese sueño transforma ya nuestra manera de comportarnos, nos hace vivir de otra manera.

En la espera, volvemos a leer los textos de los antiguos profetas y sus palabras resuenan en nuestro corazón y pintan una sonrisa en nuestro rostro. Leemos y releemos las palabras de Isaías en la primera lectura y nos dan ganas de salir caminando hacia el monte del Señor. Es como si el Espíritu de Dios nos convocará a salir de las iglesias, de nuestras casa, a marchar por la calle anunciando a todos el gozo que se avecina. Por muchas noticias de crisis y desastres de los que están llenos nuestros telediarios, hay una noticia más importante Va a nacer Jesús, será el árbitro de las naciones. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. Es el más viejo sueño de la humanidad –la paz, la felicidad, el bienestar para todos– que se atisba ya en el horizonte. Y nosotros sabemos que ese sueño se va a hacer realidad. Se ha hecho ya realidad en Jesús, cuyo nacimiento nos preparamos para celebrar.



Tiempo para estar en vela

Por eso es hora de despertarnos del sueño. O de las pesadillas en que a veces estamos tan metidos que no vemos la luz del Señor que se atisba ya en el horizonte. La realidad es que la noche está avanzada y el día se echa encima. Hay que levantarse, desperezarse, salir de casa y ponerse trabajar por un mundo mejor, como dice la lectura de la carta de Pablo a los Romanos.

Es lo mismo que nos dice el Evangelio: ya está cerca algo tan importante que va a cambiar nuestra vida cotidiana. Hasta ahora la gente comía, bebía y se casaba. Ahora viene algo nuevo. Algo que va a cambiar el color de todo lo que hacemos, que va a dar un nuevo sentido. Lo que viene es la presencia novedosa del Espíritu de Dios, la irrupción de la gracia de Dios que, como un torrente, inunda nuestro presente y nos hace vivir de otra manera: bajo la luz de la misericordia, la reconciliación, el perdón, la comprensión. En definitiva, bajo el inmenso paraguas del amor de Dios que desea la vida de todas sus criaturas.

Por eso hay que estar preparados, en vigilia, y ya desde ahora gozar de esa presencia. ¿No se dice siempre que las vísperas de una fiesta son casi mejores que la fiesta misma? Pues ya estamos en las vísperas de la Navidad. Es tiempo de disfrutar y de gozar con la preparación de la fiesta mayor del año: viene Jesús. No es tiempo de angustia sino de esperanza. 
ciudadredonda.org

lunes, 20 de noviembre de 2000

CRISTO REY

DOMINGO 20 DE NOVIEMBRE DEL 2011
HOLA A TODOS LOS AMIGOS DE ESTE CENTRO Y EN ESPECIAL A TODOS LOS QUE SE INTERESAN POR EL P. RAÚL, COMO HAN VISTO EN OTRA NOTA DE ESTE BLOG O EN FACEBOOK, RAÚL ESTÁ PASANDO UN MOMENTO DE ENFERMEDAD QUE LE DIFICULTA DESARROLLAR LAS ACTIVIDADES HABITUALES, PERO QUERIENDO ESTAR SIEMPRE CERCA ME PIDIÓ QUE COMPARTA ESTE EVANGELIO QUE UN TIEMPO ANTES DE CAER ENFERMO ESTUVIMOS TRABAJANDO JUNTOS. ¿PORQUE ES IMPORTANTE ESTE EVANGELIO?
LA IGLESIA HA ELEGIDO ESTE TEXTO PARA QUE SEA PROCLAMADO EN LA FESTIVIDAD DE CRISTO REY. EN EL DÍA EN QUE CONTEMPLAMOS EL SUPREMO DOMINIO DE CRISTO SOBRE TODO LO CREADO LEEMOS ESTA PÁGINA EN LA QUE SE PROCLAMA QUE LA DIGNIDAD DE CRISTO RECUBRE A QUIENES SON MENOS IMPORTANTES ANTE LOS OJOS DEL MUNDO. QUIENES HOY PROCLAMAMOS QUE ACEPTAMOS ESTE DOMINIO DE CRISTO SOBRE TODOS NOSOTROS, DEBEMOS RECORDAR QUE SEREMOS JUZGADOS POR LA MANERA EN QUE HAYAMOS RECONOCIDO Y REVERENCIADO ESA DIGNIDAD CADA VEZ QUE NOS ENCONTRAMOS CON EL POBRE.

SALUDOS A TODOS Y NO DEJEN DE ESCRIBIRLE A RAÚL, EL LEE TODO PERO DEBIDO A LA ENFERMEDAD NO PUEDE ESCRIBIR.
MARTÍN.

EVANGELIO
Mt 25, 31-46
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fluimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Éstos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?". Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo". Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.

CRISTO REY
El año litúrgico concluye en este domingo, con una solemnidad dedicada a Cristo como Rey del universo. Después de haber recorrido el desarrollo de la historia de la salvación a través de todas las celebraciones que tuvieron lugar en el transcurso del año, en este último domingo contemplamos a Cristo que volverá lleno de gloria, constituido como Señor de cielos y tierra, como lo confesamos en el Credo. Se proclama este texto que está tomado del Evangelio de san Mateo, en el que se nos presenta el cuadro del juicio final. En este caso ya no es el Señor que nos habla desde el tiempo de su peregrinación terrenal, sino el Cristo glorioso que vendrá al final de los tiempos. Ya no aparece como el Cristo terrenal que va poniendo los cimientos del Reino, sino como el Rey que viene con todo el esplendor de su majestad y va a dictar justicia desde su trono. En ese momento hará la separación entre los que van a participar de su Reino y los que quedarán afuera.
RECONOCER A JESÚS EN LOS HERMANOS
El evangelio de san Mateo concluye el último de sus discursos con esta Impresionante descripción del juicio final. Después de haber mostrado en una serie de parábolas la forma en que los discípulos deben permanecer en vigilancia hasta la venida gloriosa de Cristo (parábolas del mayordomo; de las muchachas prudentes y las muchachas necias; de los talentos), la instrucción se termina con un gran cuadro donde se representa el juicio que el Cristo glorioso hará sobre todas las naciones. Se trata de un texto de carácter didáctico, en el que sin dificultad se descubre la intención del relator. No se pretende hacer una descripción cuidadosa de lo que será el juicio final, sino que se centraliza la atención sobre un solo tema, que es el que se quiere grabar en la mente de los lectores: el cumplimiento de ciertas obras con el prójimo, aquellas que nosotros llamamos "obras de misericordia" 
De entrada, se presenta al Cristo glorioso que vuelve como rey y juez: se habla de venida gloriosa, de cortejo de ángeles, de trono también glorioso, se le da el título de rey. Por eso Se elige este texto para esta fiesta. La presentación responde a lo que los judíos pensaban sobre el Hijo del hombre, el personaje celestial que Dios enviaría al final de los tiempos, que llegaría sobre las nubes del cielo para instaurar el Reino de Dios y juzgar a justos y culpables dando a cada uno lo que merecían sus obras. Los lectores del evangelio comprenden que se trata de una nueva venida de Jesús, no en la humildad de la carne para padecer, sino en la gloria para juzgar y reinar. Se dice también que todas las naciones se reúnen delante de él. También se pensaba que el Hijo del hombre juzgaría a los paganos. Pero los libros de la época insisten más bien en que el juicio contra las naciones será muy severo porque se las juzgará por sus pecados y sobre todo por los atropellos cometidos contra Israel. 
En este punto comienza lo novedoso de la predicación de Jesús: el juicio no se hará por el trato dado a Israel sino por el comportamiento que se ha tenido con el mismo Cristo.
CRISTO Y LOS PEQUENOS
El Señor es comparado con un pastor que separa las ovejas de los cabritos. La figura de Dios como pastor es frecuente en los profetas. Generalmente se la utiliza para hablar del cuidado y la bondad que Dios muestra a su pueblo, como aparece en el texto del profeta Ezequiel que se ha proclamado como primera lectura. Pero el mismo profeta Ezequiel dice, en otro momento, que este Dios, que es Pastor, juzgará a las ovejas y a los cabritos. La parábola, entonces, añade el título de Pastor a los ya mencionados de Rey y de Juez. 

Cristo comienza llamando a los que son destinados a heredar el Reino, no en su etapa incipiente en este mundo, sino en la forma de su consumación final. Pronuncia la sentencia favorable e inmediatamente pasa a dar las razones por las que han merecido esta suerte. Se describe el trato misericordioso que han tenido con el mismo Cristo cuando este se hallaba necesitado. Le dieron lo que le faltaba cuando estaba con hambre, con sed o desnudo; lo recibieron cuando era extranjero o forastero, es decir cuando no tenia domicilio ni derechos en el lugar; lo asistieron cuando estaba enfermo o preso. Ante esta afirmación, los que reciben el Reino responden con una pregunta: ¿Cuándo han visto a Cristo en estas situaciones? Por lo que se puede ver, ninguno es consciente de haber asistido a Cristo, y sin embargo el Señor los premia por haberlo hecho. El mismo Juez se encarga de explicarles el misterio: asistieron a Cristo cada vez que lo hicieron con uno de sus hermanos más pequeños. Hermanos de Jesús y pequeños son dos nombres que los cristianos, los discípulos del Señor, tienen en el evangelio de san Mateo. Con estos dos nombres muestran la gran dignidad con que se recubren los que siguen a Cristo, y al mismo tiempo la condición primera que hay que cumplir para poder ser discípulos: la pequeñez, la pobreza interior, la humildad.

En este texto del juicio, a esta cualidad de la pequeñez se le añade algo más: la circunstancia de estar en una grave necesidad. Así como en otra página del Evangelio se ha dicho que quien aspire a ser el mayor debe asimilarse a Cristo haciéndose servidor de todos y dando la vida por los demás, ahora se dice que es Cristo quien se asimila a sus discípulos cuando estos se encuentran padeciendo graves necesidades por la miseria, la enfermedad, la cárcel... Pero lo más sorprendente de las palabras del evangelio es que Jesús se está dirigiendo a todas las naciones, y no hay indicios de que se esté tratando de la situación de los cristianos dispersos por el mundo, sino más bien de todos los menesterosos, sin diferencia de origen y de religión. 

Jesús se solidariza con estos necesitados hasta el punto de que se considera como hecho a él mismo todo lo que se haga a quienes se encuentran en estas situaciones, aunque no sean cristianos.

LOS REPROBADOS 
La descripción del juicio continúa con las palabras dirigidas a los que son destinados a la condenación eterna. También a ellos se les dan las razones de tan grave castigo. Es porque no hicieron ninguna de las obras que a los otros les alcanzaron el premio: no asistieron a Cristo en su necesidad. También los réprobos preguntan, ya que no son conscientes de haber dejado sin ayudar al Señor en ningún memento. Y también a estos se les responde que no sirvieron a Cristo cada vez que dejaron sin ayuda a alguien que estaba en la necesidad. El detalle de los motives de la condena nos hace ver que la dignidad de los necesitados es algo mayor que lo que parecía a primera vista. Si solamente se hubiera hablado del premio a los que practicaron las obras de misericordia, podríamos haber pensado que Dios, en su bondad, quiso añadir un premio tan grande a esas obras porque él se ocultaba bajo el aspecto de un pobre, como se cuenta en las historias de algunos santos. Pero al decir que los que no las practicaron son condenados porque dejaron de hacérselas a Cristo, esto implica que el que pecó tiene que haber sido consciente de estar ofendiendo a esa suprema dignidad, porque nadie puede ser castigado por faltas cometidas inconscientemente. 

La solidaridad de Cristo con los que padecen necesidad se extiende hasta el punto de que el pobre, el hambriento, el enfermo, el carente de derechos, el menospreciado, son personas que han quedado recubiertas con la dignidad de Cristo. La condición de pobre ha quedado tan enaltecida por Cristo, que se hizo pobre por nosotros, que en cualquier lugar en que haya un hombre pobre, allí está presente el Señor de una manera misteriosa

SERVIR A CRISTO
Cuando se pronuncia la sentencia contra los réprobos, se dice que es porque no sirvieron a Cristo atendiéndolo en la persona de los necesitados. Servir al Señor es también una expresión bíblica para decir que se es religioso. En el Antiguo Testamento ya se decía que se servía al Señor practicando el culto, celebrando las ceremonias y las festividades. El evangelio también trae una novedad en este sentido: el Señor quiere ser servido en la persona de nuestros hermanos, y sobre todo en la persona de los más pobres. Los gestos de adoración, de veneración, de amor y respeto que hacemos cuando celebramos la liturgia, no deben quedar aislados en el ámbito del templo. Por el contrario, deben extenderse a todos los lugares donde sabemos que está presente el Señor. Los gestos de nuestra devoción deben dirigirse al Señor también a través del servicio a todo hombre, y principalmente a aquellos que experimentan las carencias más graves y más urgentes. No se trata de oponer una forma de servicio a otra, ni de optar entre la liturgia y el servicio al prójimo. El mismo Señor que ha establecido una es el que nos ha ordenado hacer también lo otro. Debemos buscar la manera de ofrecer a Dios un culto integral. Finalmente, conviene reiterar que el texto de la descripción del juicio final es un texto didáctico. Pretende instruirnos acerca de un aspecto de la vida cristiana, sin ocuparse de otros. No se dice nada, por ejemplo, de la necesidad de la fe para alcanzar la salvación. Se cometería un grave error si se absolutizara este texto y, prescindiendo de otros textos igualmente importantes, se dijera que toda la vida cristiana se puede circunscribir sola y exclusivamente a la atención de los necesitados.


La Iglesia ha elegido este texto para que sea proclamado en la festividad de Cristo Rey. En el día en que contemplamos el supremo dominio de Cristo sobre todo lo creado leemos esta página en la que se proclama que la dignidad de Cristo recubre a quienes son menos importantes ante los ojos del mundo. Quienes hoy proclamamos que aceptamos este dominio de Cristo sobre todos nosotros, debemos recordar que seremos juzgados por la manera en que hayamos reconocido y reverenciado esa dignidad cada vez que nos encontramos con el pobre.

lunes, 6 de noviembre de 2000

HAY QUE ESTAR ATENTOS

DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DEL 2011

HOLA A TODOS, ES GRATO ENCONTRARNOS NUEVAMENTE PARA REFLEXIONAR JUNTOS SOBRE LA PALABRA DEL DOMINGO. DESPUÉS DE UN INTERVALO JUSTIFICADO PARA CUIDAR LA SALUD, UNA PAUSA OBLIGADA, ACÁ ESTAMOS ACERCANDONOS AL ADVIENTO QUE NOS PONE EN ALERTA PARA RECIBIR AL NIÑO.

Mt 25, 1-13
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero éstas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos'. Pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora".

LA PARÁBOLA
Esta parábola forma parte de una serie que el evangelista san Mateo coloca a continuación del discurso sobre la destrucción de Jerusalén y la manifestación gloriosa del Hijo del hombre. Después de haber insistido en la incertidumbre sobre el día y la hora en que vendrá el Señor, Jesús pronuncia varias parábolas que tienen como tema común la vigilancia. Esta parábola de las diez jóvenes es una de ellas. En los próximos domingos se proclamarán las de los talentos y la del juicio final, que forman parte del discurso, y encaran otros aspectos de la enseñanza.
La figura de la novia ha servido para representar a Israel en el Antiguo Testamento, y el Nuevo Testamento retoma esta imagen para describir a la Iglesia. Igualmente el banquete de bodas es una de las formas de describir la felicidad definitiva, cuando se cumpla totalmente el Reino de Dios.
La parábola tiene en cuenta estas figuras bíblicas y alude a las costumbres orientales para la celebración de los matrimonios. En la noche de la fiesta de bodas, el esposo se dirige a la casa de su novia para llevarla al domicilio que tendrán como casados. El novio viene acompañado por sus amigos, mientras que la novia sale con el cortejo de sus amigas. Se forma una alegre procesión con cantos en la que todos los acompañantes llevan antorchas y lámparas. Para iluminar mejor el camino y disipar la oscuridad de la noche, las lámparas se cuelgan de largas varas.
La parábola dice que hay diez jóvenes que esperan al novio. Según la costumbre oriental, son diez esposas de un mismo joven que lo están esperando para casarse con él. En muchas copias y traducciones antiguas se hizo un añadido en la primera frase. Donde el texto dice que las jóvenes esperaban al novio, agregaron "y a la novia", con lo que el grupo de las diez muchachas se convirtió en un cortejo que acompaña a la pareja de recién Casados. Muchos tendrán esta imagen en su memoria, porque esta forma de traducir el texto se difundió mucho hasta hace poco tiempo. Pero la severidad con la que se cierra la puerta después que las diez jóvenes han entrado en la sala nupcial una vez que ha llegado el esposo, parece indicar que se trata más bien del matrimonio del novio con las diez jóvenes. La narración se limita a la presentación de las jóvenes y al incidente que tiene lugar cuando llega el novio.
Las diez muchachas son presentadas diciendo que son cinco prudentes y cinco necias. Estos nombres, prudentes y necias, se encuentran con mucha frecuencia en los libros sapienciales. Al describir la Sabiduría de Dios, se enseña que quien vive y obra de acuerdo con la instrucción dada por la Sabiduría divina es el sabio, el prudente. En cambio aquel que no se deja guiar por la Sabiduría es el impío, el necio. Mientras que los sabios y prudentes llegan a ser felices y adquieren inmortalidad, los necios viven mal, nunca llegan a la felicidad, y su fin es la destrucción.
El incidente que ocupa la mayor parte del relato es la llegada del esposo a medianoche, cuando todas las jóvenes están dormidas. Las prudentes han tenido precaución de llevar suficiente aceite como para que sus lámparas no se apaguen durante la noche, en cambio las necias solamente tienen aceite para los primeros mementos. A la hora tardía en que el esposo llega, ya sus lámparas se están apagando. Mientras van en busca de un negocio abierto a esas horas de la noche, el esposo llega y la puerta de la sala de bodas se cierra una vez que han entrado aquellas muchachas que estaban preparadas. Es inútil que las necias vengan a golpear después de haber conseguido aceite: la puerta ya no se abrirá más.
LA ESPERA DEL ESPOSO
Para los lectores del evangelio de san Mateo, la figura de la espera del esposo está ligada a la enseñanza de la venida del Señor para instaurar el Reino de los cielos. En el capítulo que precede a esta parábola se ha hablado de la venida del Hijo del hombre y de la necesidad de estar preparados. San Mateo nos dice que esa venida del Señor no está limitada a un hecho futuro, al final de los siglos, sino que ya comienza con la resurrección del Señor. A partir de entonces, el Señor está viniendo todos los días y el Reino se va haciendo presente.
Junto a esta enseñanza del regreso del Señor, el evangelio habla de insistentes advertencias para que todos estemos atentos y preparados. A esa preparación se refieren todas las parábolas de la vigilancia que encontramos en esta parte del evangelio.
Algunos, como sucede a menudo en las sectas, confunden esta vigilancia con una actitud enfermiza de ansiedad ante un inminente fin del mundo. Pero esto es muy distinto de lo que enseña san Mateo. Si examinamos atentamente las parábolas sobre la vigilancia, que se encuentran junto a esta de las diez jóvenes, nos encontramos con que vigilancia significa cumplir bien el oficio o ministerio que hemos recibido (parábola del mayordomo), obtener frutos de los bienes que se nos han dado (parábola de los talentos), servir al prójimo necesitado (juicio final). Se trata del empeño de vivir cada día mejor la vocación cristiana, sabiendo que el Señor está viniendo constantemente a nosotros.
En el relato se dice que las jóvenes se duermen. Y esto les sucede a todas, tanto a las prudentes como a las necias. Cuando el esposo llega no se reprocha a nadie porque se han dormido, pero son rechazadas las que no tenían aceite suficiente en sus lámparas.
Tal vez este detalle de la narración nos sirva para insistir en el aspecto señalado más arriba: la espera del Señor no tiene que ser una actitud de ansiedad enfermiza. Durante el día podemos estar distraídos en muchas cosas, pero sin embargo hay que estar preparados. La preparación para un encuentro con el Señor tiene que ser constante, aun cuando estemos ocupados en los trabajos o en los necesarios esparcimientos y descansos. El aceite no tiene ningún significado especial; en la parábola no cumple otro papel que el de significar la disposición como para poder gozar de la compañía del Señor cada vez que se nos manifieste.
Si la venida del Señor es constante, es muy probable que nos encontremos muchas veces al día con Él: será en la oración, en la liturgia, en la palabra de la Iglesia, en las situaciones que debamos enfrentar, en un hermano que se nos acerca... Si no tenemos la suficiente disposición, el Señor pasará de largo y no nos habremos dado cuenta de que lo hemos tenido tan cerca.
LA LLEGADA DEL ESPOSO 
El relato se detiene en la confusión de las jóvenes necias cuando se despiertan y tratan de encender sus lámparas en el memento en que oyen anunciar al Esposo que llega. La respuesta de las jóvenes prudentes a las necias, así como la severidad del esposo una vez que se ha cerrado la puerta, sorprenden a los lectores. Se habría esperado una actitud más caritativa hacia las compañeras, así como mayor comprensión por parte del esposo. Pero se ve que el relato no trata de reproducir con verosimilitud los detalles del cuento, sino que mira más bien a lo que se está significando.
Una vez que llega el Esposo-Cristo, ya es demasiado tarde para ir a adquirir disposiciones que no se han obtenido durante la vida. Y las disposiciones que unos tienen no se pueden transmitir ni prestar a otros. La entrada a la fiesta de las bodas indica la llegaba a la felicidad eterna, que se representa también con las figuras del banquete, de la alianza definitiva, del cielo... Sabemos que todo esto se dará un día, pero también sabemos que ya ha comenzado: lo ha logrado Cristo en la cruz y en la resurrección, nosotros comenzamos a gozarlo ya en el bautismo, y lo vamos acrecentando cada día hasta que lleguemos a la plenitud en el último día. Pero para que se dé este acrecentamiento debemos estar preparados y dispuestos a fin de que se realice en nosotros el encuentro constante con el Señor que viene en todos los mementos. Es inútil que tratemos de conseguir la realización plena en el último día si no se ha hecho antes todo el recorrido previo. Será como el golpear de las jóvenes que llegaron una vez que la puerta estaba cerrada. Es imposible que descubramos la presencia del Señor cerca de nosotros a cada momento si no adquirimos la capacitación mediante una vida cristiana llevada seriamente.

PRUDENTES Y NECIAS
Se ha dicho más arriba que prudencia y necedad son conceptos que se encuentran en los libros sapienciales. No se trata de la simple prudencia humana, sino de aquella que se obtiene cuando se recibe la instrucción de la Sabiduría divina, así como la necedad es la carencia o el rechazo de esa misma Sabiduría. La Sabiduría de Dios, eterna e infinita como es el mismo Dios, es la que ha obrado en la creación del mundo, pero que también se ha manifestado a los hombres en la palabra de Moisés, en la predicación de los profetas y en las reflexiones de los sabios de Israel. Es esta Sabiduría que habla en el texto sapiencial que se ha proclamado en la primera lectura de este domingo, y que busca discípulos por todas partes. El hombre que medita en la palabra de Dios y vive de acuerdo con las enseñanzas de Moisés y de los profetas, va haciendo transparentar en su persona esa sabiduría: es el sabio, es el prudente. Como no se trata de prudencia y sabiduría humanas, sino de una participación de la sabiduría de Dios, este hombre se va convirtiendo en amigo de Dios y en heredero de la inmortalidad. Esta es la condición que tienen aquellos que participarán en la fiesta de las bodas eternas, como nos dice la parábola.
Es preciso ser prudentes. En otra parábola del evangelio de san Mateo se nos ha hablado de un hombre que entró en una fiesta de bodas sin llevar ropa apropiada. No difiere mucho de lo que se nos enseña en la parábola de las diez muchachas: no basta con tener la invitación para participar de la alegría divina, porque todos los hombres están invitados, sin excepción. Pero además de la invitación hay que tener las disposiciones debidas.
No sabemos cuando será la llegada definitiva del Señor que anuncia el evangelio. Tal vez será dentro de unos días, o quizá sea dentro de muchos millones de años. Pero sin embargo debemos vivir con vigilancia, debemos adquirir las disposiciones necesarias para encontrarnos con Él. En otras palabras, debemos ser prudentes como ensena la Biblia: vivamos de acuerdo con la palabra de Dios, siguiendo las enseñanzas de Moisés y de los profetas. De esta manera, cuando el Señor se nos presente a cada momento del día podremos reconocerlo. Y cuando llegue el momento en que nos llame para que entremos en la otra vida, estemos preparados y no participemos de la confusión que tuvieron las jóvenes necias.