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lunes, 6 de noviembre de 2000

HAY QUE ESTAR ATENTOS

DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DEL 2011

HOLA A TODOS, ES GRATO ENCONTRARNOS NUEVAMENTE PARA REFLEXIONAR JUNTOS SOBRE LA PALABRA DEL DOMINGO. DESPUÉS DE UN INTERVALO JUSTIFICADO PARA CUIDAR LA SALUD, UNA PAUSA OBLIGADA, ACÁ ESTAMOS ACERCANDONOS AL ADVIENTO QUE NOS PONE EN ALERTA PARA RECIBIR AL NIÑO.

Mt 25, 1-13
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero éstas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos'. Pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora".

LA PARÁBOLA
Esta parábola forma parte de una serie que el evangelista san Mateo coloca a continuación del discurso sobre la destrucción de Jerusalén y la manifestación gloriosa del Hijo del hombre. Después de haber insistido en la incertidumbre sobre el día y la hora en que vendrá el Señor, Jesús pronuncia varias parábolas que tienen como tema común la vigilancia. Esta parábola de las diez jóvenes es una de ellas. En los próximos domingos se proclamarán las de los talentos y la del juicio final, que forman parte del discurso, y encaran otros aspectos de la enseñanza.
La figura de la novia ha servido para representar a Israel en el Antiguo Testamento, y el Nuevo Testamento retoma esta imagen para describir a la Iglesia. Igualmente el banquete de bodas es una de las formas de describir la felicidad definitiva, cuando se cumpla totalmente el Reino de Dios.
La parábola tiene en cuenta estas figuras bíblicas y alude a las costumbres orientales para la celebración de los matrimonios. En la noche de la fiesta de bodas, el esposo se dirige a la casa de su novia para llevarla al domicilio que tendrán como casados. El novio viene acompañado por sus amigos, mientras que la novia sale con el cortejo de sus amigas. Se forma una alegre procesión con cantos en la que todos los acompañantes llevan antorchas y lámparas. Para iluminar mejor el camino y disipar la oscuridad de la noche, las lámparas se cuelgan de largas varas.
La parábola dice que hay diez jóvenes que esperan al novio. Según la costumbre oriental, son diez esposas de un mismo joven que lo están esperando para casarse con él. En muchas copias y traducciones antiguas se hizo un añadido en la primera frase. Donde el texto dice que las jóvenes esperaban al novio, agregaron "y a la novia", con lo que el grupo de las diez muchachas se convirtió en un cortejo que acompaña a la pareja de recién Casados. Muchos tendrán esta imagen en su memoria, porque esta forma de traducir el texto se difundió mucho hasta hace poco tiempo. Pero la severidad con la que se cierra la puerta después que las diez jóvenes han entrado en la sala nupcial una vez que ha llegado el esposo, parece indicar que se trata más bien del matrimonio del novio con las diez jóvenes. La narración se limita a la presentación de las jóvenes y al incidente que tiene lugar cuando llega el novio.
Las diez muchachas son presentadas diciendo que son cinco prudentes y cinco necias. Estos nombres, prudentes y necias, se encuentran con mucha frecuencia en los libros sapienciales. Al describir la Sabiduría de Dios, se enseña que quien vive y obra de acuerdo con la instrucción dada por la Sabiduría divina es el sabio, el prudente. En cambio aquel que no se deja guiar por la Sabiduría es el impío, el necio. Mientras que los sabios y prudentes llegan a ser felices y adquieren inmortalidad, los necios viven mal, nunca llegan a la felicidad, y su fin es la destrucción.
El incidente que ocupa la mayor parte del relato es la llegada del esposo a medianoche, cuando todas las jóvenes están dormidas. Las prudentes han tenido precaución de llevar suficiente aceite como para que sus lámparas no se apaguen durante la noche, en cambio las necias solamente tienen aceite para los primeros mementos. A la hora tardía en que el esposo llega, ya sus lámparas se están apagando. Mientras van en busca de un negocio abierto a esas horas de la noche, el esposo llega y la puerta de la sala de bodas se cierra una vez que han entrado aquellas muchachas que estaban preparadas. Es inútil que las necias vengan a golpear después de haber conseguido aceite: la puerta ya no se abrirá más.
LA ESPERA DEL ESPOSO
Para los lectores del evangelio de san Mateo, la figura de la espera del esposo está ligada a la enseñanza de la venida del Señor para instaurar el Reino de los cielos. En el capítulo que precede a esta parábola se ha hablado de la venida del Hijo del hombre y de la necesidad de estar preparados. San Mateo nos dice que esa venida del Señor no está limitada a un hecho futuro, al final de los siglos, sino que ya comienza con la resurrección del Señor. A partir de entonces, el Señor está viniendo todos los días y el Reino se va haciendo presente.
Junto a esta enseñanza del regreso del Señor, el evangelio habla de insistentes advertencias para que todos estemos atentos y preparados. A esa preparación se refieren todas las parábolas de la vigilancia que encontramos en esta parte del evangelio.
Algunos, como sucede a menudo en las sectas, confunden esta vigilancia con una actitud enfermiza de ansiedad ante un inminente fin del mundo. Pero esto es muy distinto de lo que enseña san Mateo. Si examinamos atentamente las parábolas sobre la vigilancia, que se encuentran junto a esta de las diez jóvenes, nos encontramos con que vigilancia significa cumplir bien el oficio o ministerio que hemos recibido (parábola del mayordomo), obtener frutos de los bienes que se nos han dado (parábola de los talentos), servir al prójimo necesitado (juicio final). Se trata del empeño de vivir cada día mejor la vocación cristiana, sabiendo que el Señor está viniendo constantemente a nosotros.
En el relato se dice que las jóvenes se duermen. Y esto les sucede a todas, tanto a las prudentes como a las necias. Cuando el esposo llega no se reprocha a nadie porque se han dormido, pero son rechazadas las que no tenían aceite suficiente en sus lámparas.
Tal vez este detalle de la narración nos sirva para insistir en el aspecto señalado más arriba: la espera del Señor no tiene que ser una actitud de ansiedad enfermiza. Durante el día podemos estar distraídos en muchas cosas, pero sin embargo hay que estar preparados. La preparación para un encuentro con el Señor tiene que ser constante, aun cuando estemos ocupados en los trabajos o en los necesarios esparcimientos y descansos. El aceite no tiene ningún significado especial; en la parábola no cumple otro papel que el de significar la disposición como para poder gozar de la compañía del Señor cada vez que se nos manifieste.
Si la venida del Señor es constante, es muy probable que nos encontremos muchas veces al día con Él: será en la oración, en la liturgia, en la palabra de la Iglesia, en las situaciones que debamos enfrentar, en un hermano que se nos acerca... Si no tenemos la suficiente disposición, el Señor pasará de largo y no nos habremos dado cuenta de que lo hemos tenido tan cerca.
LA LLEGADA DEL ESPOSO 
El relato se detiene en la confusión de las jóvenes necias cuando se despiertan y tratan de encender sus lámparas en el memento en que oyen anunciar al Esposo que llega. La respuesta de las jóvenes prudentes a las necias, así como la severidad del esposo una vez que se ha cerrado la puerta, sorprenden a los lectores. Se habría esperado una actitud más caritativa hacia las compañeras, así como mayor comprensión por parte del esposo. Pero se ve que el relato no trata de reproducir con verosimilitud los detalles del cuento, sino que mira más bien a lo que se está significando.
Una vez que llega el Esposo-Cristo, ya es demasiado tarde para ir a adquirir disposiciones que no se han obtenido durante la vida. Y las disposiciones que unos tienen no se pueden transmitir ni prestar a otros. La entrada a la fiesta de las bodas indica la llegaba a la felicidad eterna, que se representa también con las figuras del banquete, de la alianza definitiva, del cielo... Sabemos que todo esto se dará un día, pero también sabemos que ya ha comenzado: lo ha logrado Cristo en la cruz y en la resurrección, nosotros comenzamos a gozarlo ya en el bautismo, y lo vamos acrecentando cada día hasta que lleguemos a la plenitud en el último día. Pero para que se dé este acrecentamiento debemos estar preparados y dispuestos a fin de que se realice en nosotros el encuentro constante con el Señor que viene en todos los mementos. Es inútil que tratemos de conseguir la realización plena en el último día si no se ha hecho antes todo el recorrido previo. Será como el golpear de las jóvenes que llegaron una vez que la puerta estaba cerrada. Es imposible que descubramos la presencia del Señor cerca de nosotros a cada momento si no adquirimos la capacitación mediante una vida cristiana llevada seriamente.

PRUDENTES Y NECIAS
Se ha dicho más arriba que prudencia y necedad son conceptos que se encuentran en los libros sapienciales. No se trata de la simple prudencia humana, sino de aquella que se obtiene cuando se recibe la instrucción de la Sabiduría divina, así como la necedad es la carencia o el rechazo de esa misma Sabiduría. La Sabiduría de Dios, eterna e infinita como es el mismo Dios, es la que ha obrado en la creación del mundo, pero que también se ha manifestado a los hombres en la palabra de Moisés, en la predicación de los profetas y en las reflexiones de los sabios de Israel. Es esta Sabiduría que habla en el texto sapiencial que se ha proclamado en la primera lectura de este domingo, y que busca discípulos por todas partes. El hombre que medita en la palabra de Dios y vive de acuerdo con las enseñanzas de Moisés y de los profetas, va haciendo transparentar en su persona esa sabiduría: es el sabio, es el prudente. Como no se trata de prudencia y sabiduría humanas, sino de una participación de la sabiduría de Dios, este hombre se va convirtiendo en amigo de Dios y en heredero de la inmortalidad. Esta es la condición que tienen aquellos que participarán en la fiesta de las bodas eternas, como nos dice la parábola.
Es preciso ser prudentes. En otra parábola del evangelio de san Mateo se nos ha hablado de un hombre que entró en una fiesta de bodas sin llevar ropa apropiada. No difiere mucho de lo que se nos enseña en la parábola de las diez muchachas: no basta con tener la invitación para participar de la alegría divina, porque todos los hombres están invitados, sin excepción. Pero además de la invitación hay que tener las disposiciones debidas.
No sabemos cuando será la llegada definitiva del Señor que anuncia el evangelio. Tal vez será dentro de unos días, o quizá sea dentro de muchos millones de años. Pero sin embargo debemos vivir con vigilancia, debemos adquirir las disposiciones necesarias para encontrarnos con Él. En otras palabras, debemos ser prudentes como ensena la Biblia: vivamos de acuerdo con la palabra de Dios, siguiendo las enseñanzas de Moisés y de los profetas. De esta manera, cuando el Señor se nos presente a cada momento del día podremos reconocerlo. Y cuando llegue el momento en que nos llame para que entremos en la otra vida, estemos preparados y no participemos de la confusión que tuvieron las jóvenes necias.

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