.

.
P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS

EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
Tel. conmutador: (11) 5235 2281
EN MENDOZA: RESIDENCIA DE LA COMPAÑÍA . IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN
Portería Colón 67 Tel./Fax (261) 429 9437

E-mail : centroamarservir@gmail.com


viernes, 13 de octubre de 2000

EL SAMARITANO AGRADECIDO

Evangelio Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19)

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»


LOS LEPROSOS

Esta especial atención que le dan los evangelistas a la curación de leprosos, tiene su explicación en que para los judíos de la antiguedad, la enfermedad de la lepra tenía una dimensión religiosa.No era una enfermedad como otra, afectaba el comportamiento religioso del hombre. El Antiguo Testamento dedica varias de sus páginas a la lepra, y por las descripciones se puede saber que se llamaba lepra a varias afecciones de la piel qu hoy se sabe son otra cosa.Pero en esa epoca todo se relacionba con esa enfermedad. 

El Antiguo Testamento da  importancia a la lepra porque deformaba a las personas y porque al ser incurable, era una forma de impureza. El impuro debía permanecer apartado de la comunidad y del culto. Las cosas que acarreaban impurezas podían ser los alimentos tenidos como inmundos, algunas enfermedades, ciertos fenómenos fisiológicos, e incluso cierto contacto con otra persona o cosa impura.por supuesto que los paganos y sus cosas eran manchados de impureza. Los leprosos eran obligados a retirarse a lugares deshabitados y permanecer allí hasta su muerte. Elegían los desiertos o los cementerios. 

Si por alguna circunstancia se descubría que estaban curados, los sacerdotes debían preceder a examinarlos para autorizar el reintegro a la comunidad y al culto previo cumplimiento de ciertos ritos. Es importante subrayar que los leprosos, como todos los impuros estaban excluidos también del temple y de los lugares religiosos. No podían participar de los actos litúrgicos ni realizar acciones religiosas: todo esto era impedido por la impureza. Por esto, el leproso era como la figura viviente del hombre separado de Dios y de los hombres.

EL MILAGRO
El relato del evangelio habla de diez leprosos que estaban cerca de la entrada de un pueblo. Los pobres hombres se habían agrupado para ayudarse recíprocamente, mientras esperaban el día de su muerte. Se hallan cerca de un lugar habitado y saben que no pueden entrar ni tampoco acercarse a las personas con las que se cruzan por el camino. Por eso gritan desde lejos. Al dirigirse a Jesús a gritos, imploran su misericordia. Como única respuesta, reciben la orden de presentarse a los sacerdotes. Deben comenzar a actuar como si ya estuvieran curados, y obedecen al Señor. En el camino se produce la curación. Para decirlo, el evangelista utiliza la palabra «purificación». Al expresarse de esta manera, el autor del evangelio pone de relieve el aspecto religioso más que el sanitario. Le interesa más que el hombre haya recuperado su condición de puro, por encima de la adquisición de la salud corporal.

UN HOMBRE AGRADECIDO
Los diez leprosos quedaron curados, pero solamente uno de ellos volvió a Jesús. El relator dice que el hombre volvió dando gloria a Dios en voz alta. También en este caso se pone de relieve la referencia religiosa del hecho. Cuando Jesús constata que ha regresado solamente uno de los diez, también alude a que no vinieron a dar gloria a Dios. Esto nos hace ver que la forma de presentar el relate nos pone ante un caso de quienes son impuros y salen de esa situación para comenzar a alabar a Dios. El autor del texto quiere destacar el problema religioso de la persona 'impura' por encima del problema de la curación del que padece la enfermedad de la lepra. Por eso, es conveniente atender al dato que incluye al narrar el regreso del hombre ya purificado: Este era un samaritano.
El pueblo de los samaritanos habita dentro de los límites de Israel, pero no es reconocido como parte del pueblo judío porque se los tiene como paganos, y por lo tanto también son impuros. Entre judíos y samaritanos no hay ninguna comunicación de orden religioso, y así es desde los tiempos del Antiguo Testamento.
Por ese motivo, el samaritano del relato es doblemente impuro: primero por ser samaritano, y después por ser leproso. Pero sin embargo, una palabra de Jesús lo purifica y lo reinstala en el pueblo de Dios. La palabra final de Jesús muestra que ha sido la fe la que ha producido este cambio. Mediante la fe, todos los impuros pueden llegar a ser puros.

 ¿Y LOS OTROS NUEVE?
Los otros nueve hombres fueron también curados, sin embargo no volvieron para dar gloria a Dios. Ellos se llevaron solamente la salud corporal, y con eso se encontraron satisfechos. De estos nueve no se dice que recibieron la salvación gracias a la fe. De esta forma, el evangelio nos coloca ante dos clases de personas que se acercan a Jesús. Están en primer lugar los que vienen a pedir un favor, y cuando ven la acción del Señor que actúa concediéndoles lo que piden, entonces avanzan por el camino de la fe para encontrarse con Él en una intimidad cada vez mayor, en la comunidad de los hijos de Dios. Pero también están los que piden favores al Señor y los obtienen, pero toda su relación con Dios se reduce a pedir y recibir sin llegar al encuentro personal. El relato evangélico nos advierte que el solo hecho de recibir beneficios corporales no es garantía de salvación. Esta se alcanza solamente cuando se avanza hacia Cristo por la fe. La gratitud debe impulsarnos a buscar el encuentro personal con el Señor, que nos ha alcanzado el bien que pedíamos, hasta integrarnos plenamente en su Iglesia. El texto del evangelio nos muestra también que el poder de la fe es tan grande que puede purificar todo aquello que es un obstáculo para el encuentro con Dios. Bajo la figura del leproso y del pagano, el evangelio nos muestra a todos los hombres que por diversas razones se encuentran separados de Dios y sin poder acercarse a él. Hoy sabemos que las afecciones corporales y las diferencias de razas no apartan de Dios, pero tenemos conciencia de que hay otras clases de impurezas que verdaderamente nos hacen aborrecibles. Nuestros vicios o nuestras malas inclinaciones, nuestro egoísmo o nuestra búsqueda enfermiza de bienes materiales, nuestra falta de amor a Dios o nuestra indiferencia ante los problemas de los hermanos, son como abismos imposibles de franquear para llegar a un encuentro con Dios y con el prójimo. Estas son las verdaderas impurezas. 
Parecería que quienes nos sentimos así impuros nunca podremos llegar a tener un verdadero trato con Dios ni seremos capaces de vivir en una comunidad de hermanos como ha querido Jesucristo. Estamos como los leprosos del evangelio: solamente nos queda esperar el memento de nuestra muerte. Pero el evangelio nos trae esta buena noticia: hay un médico que puede curar esa enfermedad, hay un sacerdote que puede purificarnos de esa impureza. 
Si nos acercarnos a Él con fe, podremos oír la palabra que nos dice que la fe nos ha salvado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario