Centro de Apoyo y Orientación Complementario de los Cursos del P.Bradley
.
P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS
EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
Tel. conmutador: (11) 5235 2281
EN MENDOZA: RESIDENCIA DE LA COMPAÑÍA . IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN
Portería Colón 67 Tel./Fax (261) 429 9437
E-mail : centroamarservir@gmail.com
domingo, 25 de marzo de 2012
LA MUERTE DEL GRANO DE TRIGO
EVANGELIO DEL DOMINGO 25 DE MARZO DEL 2012
San Juan 12, 20-33
En aquel tiempo, entre los que habían llegado a Jerusalén para dar culto a Dios con ocasión de la fiesta, había algunos griegos. Estos se acercaron a Felipe, que era natural de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe se lo dijo a Andrés, y los dos juntos se lo hicieron saber a Jesús. Jesús contestó: «Ha llegado la hora en que Dios va a glorificar al Hijo del hombre. Yo les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere dará fruto abundante. Quien aprecia su vida terrena, la perderá; en cambio, quien sepa desprenderse de ella, la conservará para la vida eterna. Si alguien quiere servirme, que me siga; correrá la misma suerte que yo. Todo aquél que me sirva será honrado por mi Padre. Me encuentro profundamente angustiado; pero, ¿qué es lo que puedo decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? De ningún modo; porque he venido precisamente para aceptar esta hora. Padre, glorifica tu nombre».Entonces se oyó esta voz venida del cielo: Yo lo he glorificado y volveré a glorificarlo. De los que estaban presentes, unos creyeron que había sido un trueno; otros decían: Le ha hablado un ángel. Jesús explicó: Esta voz se ha dejado oír no por mí, sino por ustedes. Es ahora cuando el mundo va a ser juzgado; es ahora cuando el que tiraniza a este mundo va a ser arrojado fuera. Y yo una vez que haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacía mí. Con esta afirmación, Jesús quiso dar a entender la forma en que iba a morir.
LA HORA DE LA GLORIA
Jesús comienza diciendo:” ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado”
Con el nombre de 'gloria de Dios' se designa en la Biblia el resplandor con el que Dios manifiesta su presencia. Dios se hace presente por sus actos, por la creación y por todo aquello que acompaña sus manifestaciones (la luz, el ruido, la nube...). Dios manifiesta su gloria, al mismo tiempo que se oculta detrás de ella. Los seres humanos no pueden ver a Dios. Sólo perciben su gloria. Cuando Jesús dice que va a ser glorificado por el Padre, está indicando el cambio que se dará en su humanidad. Desde toda la eternidad El tenía la gloria junto al Padre, pero asumió una condición humana semejante a cualquier otro ser humano, hasta el punto de que también pudo padecer y morir.
Pero después de su muerte, también en su cuerpo se manifestará su condición divina. Jesucristo, siendo verdadero hombre, tendrá el resplandor que le corresponde como Hijo de Dios igual al Padre. Jesús había dicho que cuando llegará esta hora, El se convertiría en el centro hacia el que serían atraídos todos los hombres. Por eso en ese momento en que los judíos lo están aclamando como su rey y los griegos se acercan para conocerlo, Jesús tiene la señal dada por el Padre de que ha llegado la hora tan esperada. De una manera simbólica, pero también real, se percibe que Cristo es el centro hacia el cual confluyen todos los hombres. Lo único que falta ahora es dar definitivamente ese paso subiendo a la cruz para resucitar gloriosamente. Ha llegado la hora de la gloria.
LA PARÁBOLA DEL GRANO DE TRIGO
Con tres parábolas muy breves, Jesús va a explicar a los discípulos que lo rodean cuál es el sentido de ese paso por la muerte hacia la gloria. La primera de ellas es la del grano de trigo que muere. Algunos podrían haber pensado que era mucho mejor que Cristo se quedara para siempre entre nosotros sin morir. Todos los discípulos se escandalizaron al ver a Cristo crucificado porque para ellos esto era un fracaso. Por medio de una parábola muy simple Jesús dice a todos que la muerte es un fracaso sólo en apariencia.
Vean lo que sucede cuando se echa un grano de trigo en la tierra. Ese grano muere, se pudre, pero de él surge una planta que crece y luego puede dar muchos granos más.
Al contrario, el fracaso seria que el grano de trigo no muriera. El grano de trigo que no se pudre en la tierra queda solo, no se convierte en planta ni puede dar fruto. Así como es necesario que el grano de trigo muera para poder vivir, de la misma manera es necesario que Cristo pase por la dura y amarga experiencia de la muerte para poder dar vida a todos los que creen en él. La muerte de Jesús en la cruz ha cambiado esa espantosa realidad de la muerte. Lo que hasta entonces no era más que fracaso y pérdida, gracias a la pasión del Señor se ha convertido en el comienzo de la verdadera vida. Al morir, Cristo ha llegado a ser el Señor que da la vida a todos los creyentes. Él entró en la gloria para que la muerte de los cristianos pueda llegar a ser también un paso a la vida eterna. Como decimos en un hermoso texto de la Misa que celebramos en el tiempo de Pascua: Con su muerte venció, la muerte, y resucitando nos dio la vida eterna.
El sepulcro de Cristo, así como la tumba de los cristianos, no es un monumento que encierra una destrucción definitiva. La muerte de Cristo es como la muerte del grano de trigo: de esa muerte nació la vida. Lo mismo tenemos que pensar de la muerte de los creyentes en Cristo: la muerte y la sepultura son signos de la esperanza de una feliz resurrección.
Con tres parábolas muy breves, Jesús va a explicar a los discípulos que lo rodean cuál es el sentido de ese paso por la muerte hacia la gloria. La primera de ellas es la del grano de trigo que muere. Algunos podrían haber pensado que era mucho mejor que Cristo se quedara para siempre entre nosotros sin morir. Todos los discípulos se escandalizaron al ver a Cristo crucificado porque para ellos esto era un fracaso. Por medio de una parábola muy simple Jesús dice a todos que la muerte es un fracaso sólo en apariencia.
Vean lo que sucede cuando se echa un grano de trigo en la tierra. Ese grano muere, se pudre, pero de él surge una planta que crece y luego puede dar muchos granos más.
Al contrario, el fracaso seria que el grano de trigo no muriera. El grano de trigo que no se pudre en la tierra queda solo, no se convierte en planta ni puede dar fruto. Así como es necesario que el grano de trigo muera para poder vivir, de la misma manera es necesario que Cristo pase por la dura y amarga experiencia de la muerte para poder dar vida a todos los que creen en él. La muerte de Jesús en la cruz ha cambiado esa espantosa realidad de la muerte. Lo que hasta entonces no era más que fracaso y pérdida, gracias a la pasión del Señor se ha convertido en el comienzo de la verdadera vida. Al morir, Cristo ha llegado a ser el Señor que da la vida a todos los creyentes. Él entró en la gloria para que la muerte de los cristianos pueda llegar a ser también un paso a la vida eterna. Como decimos en un hermoso texto de la Misa que celebramos en el tiempo de Pascua: Con su muerte venció, la muerte, y resucitando nos dio la vida eterna.
El sepulcro de Cristo, así como la tumba de los cristianos, no es un monumento que encierra una destrucción definitiva. La muerte de Cristo es como la muerte del grano de trigo: de esa muerte nació la vida. Lo mismo tenemos que pensar de la muerte de los creyentes en Cristo: la muerte y la sepultura son signos de la esperanza de una feliz resurrección.
AMAR LA VIDA Y ODIAR LA VIDA
La segunda parábola que pronuncia Jesús es más difícil de entender. Nos dice que quien 'tiene apego a la vida' la perderá, y que el que 'no tiene apego' a su vida la conservará. En la lengua griega, en la que fue escrito el evangelio, se dice con palabras más duras: en griego dice textualmente 'el que ama' o 'el que odia la vida'. Es necesario explicar el sentido que tienen estas expresiones.
En la forma de hablar de los semitas, se dice que amar esta vida es lo mismo que perderla para indicar que quien se aferra más a la vida que a otra cosa, terminará perdiendo la misma vida que quiere defender. En este caso, y en continuidad con lo dicho sobre el grano de trigo, quien se resista a morir no podrá alcanzar la verdadera vida. Igualmente se habla también de 'odiar' esta vida. Por supuesto que no podemos 'odiar' la vida. Esto solamente lo pueden afirmar aquellas personas que por una grave dificultad en su vida se encuentran en un momento de amargura atroz. Cuando los orientales dicen 'odiar', como sucede en este caso, quieren decir "amar menos en comparación con otra cosa". Entonces esto significa que quien busca los verdaderos valores tiene todas las demás cosas, incluso la vida, como secundarias. Ama menos la vida terrenal.
Se presentan entonces dos actitudes ante la vida: algunos no quieren dejar nada de lo que tienen. Aman esta vida terrenal y todo lo que en ella se puede poseer y gozar; y estén apegados de tal manera que no consideran otros valores, prefieren quedarse solos antes que dar fruto. Los que viven así, son los que no pueden ganar la vida eterna. Aman desordenadamente esta vida terrenal y no dejan ningún lugar para la vida eterna.
En cambio hay otros que descubren que la verdadera vida exige morir, y por amor a la verdadera vida no temen arriesgar e incluso perder todo lo que tienen y pueden gozar en este mundo. Como el grano de trigo, como Cristo, saben morir para poder seguir viviendo.
LA PARÁBOLA DEL SERVIDOR
La tercera parábola nos habla de un servidor que tiene que seguir a Cristo para poder estar donde El esta. Servir y seguir son dos palabras que se usan frecuentemente para decir que se es discípulo. Indican aspectos de la vida de un discípulo: se sirve al Señor y se sigue al Señor. Servir quiere decir que se asume una actividad, se realiza algo por encargo del Señor. El que sirve no está de brazos cruzados sino actuando.
Servir significa también rendirle culto: reconocerlo, proclamarlo, amarlo y obedecerlo como Hijo de Dios. El culto se expresa en los actos que celebramos en la Iglesia junto con los demás cristianos, pero también en nuestra oración privada y en la vida diaria, ya que toda nuestra vida tiene que ser un acto de culto al Señor. Cuando decimos que "seguimos a Cristo" queremos decir que nos comportamos ante Él como discípulos ante un maestro: lo escuchamos, aprendemos de Él y tratamos de imitarlo en toda nuestra vida.
Él, con su enseñanza y con su gracia nos va transformando en su propia imagen, para que reflejemos los rasgos de hijo de Dios tanto por lo que somos como por lo que hacemos. Jesús nos dice que sirviéndolo y siguiéndolo llegaremos a estar donde El está. Nos ha hablado de morir como el grano de trigo y de no apegamos a esta vida, y ahora nos dice claramente cuál es el final de este camino de renuncia y muerte. Nos dice que llegaremos a estar donde está Él. Es decir, nos promete participar de su misma gloria junto al Padre. Efectivamente, termina diciendo que sus servidores serán honrados por el mismo Dios, así como El será glorificado por el Padre al llegar a la cruz. Las últimas palabras de este breve discurso de Jesús terminan en el mismo punto donde éste comienza: en la gloria de Jesús. Jesús va a ser glorificado por su Padre porque obedientemente se hace solidario con los hombres hasta las últimas consecuencias: hasta la cruz, pero no va solo hacia la gloria sino que va acompañado por todos aquellos que por ser sus discípulos saben servirlo y seguirlo. Éstos también participarán de la gloria de la resurrección.
MORIR CON CRISTO
La Semana Santa nos llama a morir con Cristo para que podamos resucitar con Él. Él es el verdadero grano de trigo que nos ensena y nos da la posibilidad de ser nosotros también granos de trigo. Para poder morir con Cristo tenemos que apegarnos a la verdadera vida, de tal manera que amemos menos esta vida que ahora estamos viviendo. Valoremos la vida eterna, y no temamos perder todo aquello que puede ser un obstáculo para llegar a estar donde esta Jesús. Algunos se privan de muchas cosas, renuncian a muchos valores y hasta exponen su vida por un premio que dura poco. Lo hacen por obtener un premio deportivo, o un aplauso por una actuación artística. Los mejor intencionados lo hacen por la política o por el bien de la sociedad. Los delincuentes se privan también de muchas cosas y ponen en peligro su vida para obtener ganancias ilícitas. A nosotros Cristo nos llama a morir para obtener la vida que no se acaba. Morir con Cristo significa en primer lugar hacer desaparecer de nosotros todo lo que pertenece al hombre pecador y que ya ha muerto con Cristo en la cruz. A esta muerte la Iglesia la llama 'penitencia', 'conversión', 'cambiar de vida' o 'cambiar de mentalidad'.
Es una muerte dolorosa que se va sufriendo día a día, para que a medida que muere este hombre pecador vaya apareciendo en nosotros el hombre resucitado, la nueva vida que nos da Cristo salido del sepulcro. Morir con Cristo significa también morir a nosotros mismos para vivir para los demás. Así como Cristo en la cruz, y junto con El, nos entregamos totalmente en una actitud de servicio al Padre y a todos nuestros hermanos.
Cuando se trata de servir, pensar siempre primero en los demás, y en último lugar en nuestro interés. Morir con Cristo significa que debemos amar de tal manera la vida, que por alcanzar una vida que no se acaba no tengamos ningún temor en arriesgar y perder todo lo que se acaba.
Morir con Cristo significa amar de tal manera a todos los hermanos, que consideremos preferible perderlo todo, también nuestra propia vida, para dar fruto y no quedarnos solos.
Morir con Cristo significa que tenernos que mirar con serenidad el memento de nuestra propia muerte y la de los seres que nos rodean. Sabemos que a pesar del dolor de la separación la muerte no es destrucción total sino encuentro con el Padre, es una participación de la resurrección de Jesús que alcanzará su plenitud cuando nosotros mismos seamos resucitados por el poder de Cristo.
Morir con Cristo significa que no debemos considerar la muerte como una caída en una oscuridad total y en una perdición definitiva, sino como un entregarse en las manos amorosas del Padre que nos recibe y nos hace entrar en la vida eterna.
En esta Semana Santa, junto a la cruz y al sepulcro de Jesús aprendamos que por Cristo la muerte está siempre unida a una esperanza de vida y resurrección. No temamos morir cada día para que podamos vivir eternamente con El.
Etiquetas:
Cuaresma,
Evangelio del Domingo Explicado
lunes, 19 de marzo de 2012
domingo, 11 de marzo de 2012
UN NUEVO TEMPLO
Evangelio del domingo 11 de marzo del 2012
San Juan 2, 13-25
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: "El celo por tu Casa me consume". Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: Él sabía lo que hay en el interior del hombre.
LA PURIFICACIÓN DEL TEMPLO
El evangelio que la Iglesia ha elegido para este domingo de Cuaresma es el que narra la expulsión de los mercaderes del templo, una escena que san Juan coloca en el comienzo de la vida pública de Jesús. Conociendo el culto que se exigía en tiempos del Antiguo Testamento, no tiene nada de sorprendente que en el recinto del templo tuviera que realizarse el comercio de animales necesarios para los sacrificios y el cambio de monedas para pagar los impuestos al santuario y hacer donaciones. Todos los varones israelitas estaban obligados a concurrir al templo por lo menos tres veces por año, y allí debían ofrecer animales para que fueran sacrificados.
A esto se sumaban los sacrificios que podían realizarse por otros motivos cualquier otro día del año. "No te presentarás delante del Señor tu Dios con las manos vacías", decía la antigua Ley. La Ley exigía que los animales para el sacrificio reunieran una cantidad de condiciones: edad, carencia de defectos, pureza, etc. Además, no todos los israelitas disponían de animales para llevar al templo, y los que venían desde lejos no podían hacer tan largos recorridos llevando los animales para ofrecer, y con el peligro de que en el recorrido sufrieran una herida o una quebradura que los invalidara para los sacrificios. Era necesario que alguien los proveyera en el templo, con la garantía de que reunían todas las condiciones para ser sacrificados: El impuesto al templo debía ser pagado por todos los israelitas mayores de 20 años, y el pago se debía efectuar con monedas especiales que en ese tiempo ya no se acuñaban.
Las monedas que circulaban en esa época eran las acuñadas por los romanos, que tenían la efigie del Emperador. Este dinero no estaba permitido en el templo porque violaba el mandamiento del Decálogo que prohíbe las imágenes. Era necesario entonces que el mismo templo pusiera las monedas permitidas al alcance de todos. Para facilitar el cumplimiento de estas leyes acerca de los sacrificios y del pago de los impuestos y limosnas, en los atrios más exteriores del temple se ubicaban los vendedores de animales y los que cambiaban las monedas, en un lugar que no se consideraba propiamente sagrado y al cual tenían acceso también los paganos. Con su actividad prestaban un servicio a todos los que concurrían al templo, sobre todo a los que venían de más lejos.
El evangelio nos dice que Jesús encontró este negocio en el templo, y que reaccionó expulsándolos a todos, y puntualiza que sacó los animales del templo. El evangelista relata este hecho nombrando dos veces las distintas clases de animales que se vendían en el templo, y que son aquellos que se requerían para los sacrificios. Cuidémonos para no confundir esta escena con la que leemos en los otros evangelios, donde el mismo asunto es tratado desde otra perspectiva, la de "la cueva de ladrones", que no es mencionada en el evangelio de san Juan. En el evangelio de san Juan se muestra a Jesús sacando los animales que servían para los antiguos sacrificios y las monedas que se utilizaban para los impuestos del templo y para las ofrendas y donaciones. Los que leen el Evangelio de san Juan desde el principio, saben que Jesús fue presentado por Juan Bautista como "EI Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", y que en Caná cambió el agua de las purificaciones de los judíos en el vino de la nueva alianza. La actitud de Jesús, al llegar al templo de Jerusalén, se inscribe dentro de la renovación que introduce Jesús: se cambian las antiguas instituciones por el nuevo orden de cosas que comienza con la venida de Jesús.
Estando presente "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", dejan de tener sentido todos los animales para los sacrificios. Ahora hay una nueva víctima, y como se dirá en lo que sigue, se anuncia la construcción de un nuevo templo. Se ha dicho más arriba que el comercio de animales y el cambio de monedas se realizaba en un lugar al que también tenían acceso los paganos. Esto indica que ese espacio no era considerado propiamente sagrado. Sin embargo Jesús expulsa los animales y a los cambistas de ese lugar diciendo que no se convierta "la casa de su Padre" en una casa de comercio. Con estas palabras insinúa que también considera lugar sagrado el que estaba abierto a los paganos. En esta renovación de las instituciones ya no cabe ningún particularismo y no hay excluidos, ya no hay más división entre judíos y paganos. Todos los hombres están llamados a vivir en la familiaridad con Dios.
LA SEÑAL DADA POR JESÚS
Ante este comportamiento de Jesús, que anuncia una nueva forma de relacionarse con Dios, es natural que los responsables del templo vengan a exigirle sus credenciales. ¿Quién es Él para cambiar algo tan sagrado como es el culto establecido por el mismo Dios en el Antiguo Testamento? ¿Podía hacer algún milagro que sirviera de señal de que en realidad venia como enviado de Dios? Por eso le preguntan qué signo realiza para obrar de esa manera. Jesús responde yendo más allá de lo que ellos quieren saber. El signo consistirá en la construcción de un nuevo templo en el breve plazo de tres días. No solamente habla de cambiar el culto sino también el templo. Les dice que lo destruyan, y que Él lo levantará en tres días. Los interlocutores del Señor no entienden sus palabras.
Ellos piensan que El habla de destruir y reconstruir el templo material que están viendo y que ha llevado tanto tiempo para su construcción. El autor del evangelio nos aclara que el verdadero sentido de las palabras de Jesús se comprende a partir de su resurrección. El templo que ellos destruirán y que Jesús levantara en tres días es el cuerpo de Jesús. El autor del evangelio dice que los discípulos de Jesús asociaron este hecho de Jesús con las palabras de un Salmo del Antiguo Testamento. En ese texto, un hombre justo se lamenta porque por su fidelidad al culto los malvados le han levantado Calumnias y lo han hecho encerrar en la prisión. El autor del salmo, considerando la condición en la que ha caído por ser fiel al templo, dijo: "El celo por tu casa me ha consumido". Pero el autor del evangelio escribe este mismo texto de otra manera: "El celo por tu casa me consume", porque lee ese lamento como una profecía Y la aplica a Jesús: El es el verdadero justo que por su celo por la casa del Padre será calumniado y llevado a la muerte. Efectivamente, durante el juicio de Jesús sus adversarios recordaron las palabras sobre la destrucción y reconstrucción del templo y las presentaron como testimonio para que el Señor fuera condenado a muerte.
El templo fue arrasado en el año 70, durante la guerra contra los romanos. Después de eso ya nunca más fue reedificado. El templo que Jesús ha levantado no es semejante a ese, sino uno diferente. El templo construido en tres días es el cuerpo resucitado del Señor. La humanidad gloriosa de Cristo es el verdadero punto de encuentro entre la divinidad y lo humano.
Jesucristo es la verdadera y única víctima de este sacrificio que hizo innecesarios a todos los demás.
EL TEMPLO
Los hombres siempre han edificado templos para sus dioses. En las religiones paganas imaginaban que los dioses debían tener sus palacios como los reyes, y por eso les daban forma semejante a las residencias de los monarcas. Pero en Israel se sabía que Dios no puede habitar en casas hechas por mano de los hombres. Los profetas dijeron que Dios no podía quedar encerrado dentro de una casa, por grande que esta fuera, porque ni los mismos cielos pueden contener al Señor. Para Israel el templo era el lugar especial donde Dios ponía su nombre y sus oídos. Allí los hombres rezaban y ofrecían sacrificios. Otros profetas anunciaron que llegaría el día en que tampoco seria necesario el temple, porque Dios estaría presente en el pueblo y en cada hombre. Esto se realizó en Jesús. Él es nuestro nuevo templo, en él nos encontramos con Dios. El Espíritu Santo, al unirnos con Jesús, forma con todos nosotros un gran templo, como lo enseña la carta de los Efesios. Entonces ¿para qué sirven los templos? ¿por qué los consagrarnos solemnemente? ¿por qué celebramos la fiesta de sus aniversarios? Porque los templos son los lugares en los cuales nos reunimos como Iglesia, porque en ellos se ve de una forma mas clara que formamos el pueblo de Dios, porque en ellos se expresa visiblemente la unión entre todos nosotros y nuestra unión con Jesucristo.
El verdadero templo somos nosotros, los que estamos reunidos, pero ese templo que nos contiene, esas paredes con ese techo y esos adornos, nos están representando. Los templos son como imágenes de nosotros mismos, son las figuras visibles de lo que es la Iglesia. Por eso, aunque sean humildes, tratamos de que sean hermosos, limpios y ordenados, que produzcan sensación de piedad y de alegría al mismo tiempo, que sean luminosos e inviten a la oración.
Los templos son figura de la Iglesia porque en ellos se nos da la Palabra de Dios y en ellos se celebran los sacramentos. Son figura del cielo porque en ellos ya se da comienzo al banquete celestial cada vez que celebramos la Eucaristía, y todos juntos cantamos las alabanzas del Señor. Pero todo esto se da porque nosotros estamos unidos en Cristo, que es el templo nuevo, Único y verdadero, donde Dios se encuentra con la humanidad.
domingo, 4 de marzo de 2012
POR LA CRUZ HACIA LA GLORIA
EVANGELIO DEL DOMINGO 4 DE MARZO DEL 2012
San Marcos 9, 2-10
POR LA CRUZ HACIA LA GLORIA
Cada año, en el segundo domingo del tiempo de cuaresma, se proclama el relato de la transfiguración del Señor. Después de haber contemplado en el domingo precedente la figura de Cristo padeciendo la tentación como verdadero hombre, la palabra de Dios nos muestra hoy al Hijo de Dios con gloria igual al Padre.
EL CAMINO HACIA LA PASIÓN
Este relato está ubicado en el evangelio en estrecha relación con el primer anuncio de la pasión, y se comprende a partir de el.
Si tomamos el libro de los evangelios, podremos observar que, inmediatamente antes de esta escena de la transfiguración, se encuentra el texto en el que Jesús anuncia por primera vez que debe padecer, morir y resucitar, reprende a Pedro que no quiere oír hablar de los sufrimientos del Señor, y luego se dirige a los discípulos y a la gente, para decirles que quien quiera seguirlo deberá cargar con la cruz y venir detrás de él.
El autor del evangelio introduce luego este relato de la transfiguración, del que estamos tratando, y lo enlaza con todo lo anterior indicando que seis días después de haber dicho estas palabras Jesús llevó con él a tres de sus discípulos a una montaña muy elevada.
Al terminar el relato, vuelve nuevamente la mirada hacia el anuncio de la pasión, cuando indica que Jesús les ordenó guardar secreto hasta que se produzca la resurrección, e insiste en el mismo tema cuando dice que los discípulas no entendían qué quería decir "resucitar de entre los muertos"
Suscribirse a:
Entradas (Atom)