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P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS

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jueves, 27 de agosto de 2015

LA FE ES UN DON DE DIOS



EVANGELIO
Jn 6, 60-69
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".



 Desde hace algunos domingos la liturgia propone a nuestra reflexión el capítulo VI del evangelio de san Juan, en el que Jesús se presenta como el "pan de la vida bajado del cielo" y añade: "Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn 6, 51). A los judíos que discuten ásperamente entre sí preguntándose: "¿Cómo puede este darnos a comer su carne?" (v. 52) —y el mundo sigue discutiendo—, Jesús recalca en todo tiempo:"Si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes" (v. 53); motivo también para que reflexionemos si hemos entendido realmente este mensaje. 

Hoy, XXI domingo del tiempo ordinario, meditamos la parte conclusiva de este capítulo, en el que el cuarto evangelista refiere la reacción de la gente y de los discípulos mismos, escandalizados por las palabras del Señor, hasta el punto de que muchos, después de haberlo seguido hasta entonces, exclaman: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?" (v. 60). Desde ese momento "muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él" (v. 66), y lo mismo sucede continuamente en distintos períodos de la historia. Se podría esperar que Jesús buscara arreglos para hacerse comprender mejor, pero no atenúa sus afirmaciones; es más, se vuelve directamente a los Doce diciendo: "¿También vosotros queréis marcharos?" (v. 67).
Esta provocadora pregunta no se dirige sólo a los interlocutores de entonces, sino que llega a los creyentes y a los hombres de toda época. También hoy no pocos se "escandalizan" ante la paradoja de la fe cristiana. La enseñanza de Jesús parece "dura", demasiado difícil de acoger y poner en práctica. Hay entonces quien la rechaza y abandona a Cristo; hay quien intenta "adaptar" su palabra a las modas de los tiempos desnaturalizando su sentido y valor. "¿También ustedes quieren irse?". Esta inquietante provocación resuena en nuestro corazón y espera de cada uno una respuesta personal; es una pregunta dirigida a cada uno de nosotros. Jesús no se conforma con una pertenencia superficial y formal, no le basta con una primera adhesión entusiasta; al contrario, es necesario tomar parte durante toda la vida "en su pensar y en su querer". Seguirlo llena el corazón de alegría y da pleno sentido a nuestra existencia, pero implica dificultades y renuncias porque con mucha frecuencia se debe ir a contracorriente.

"¿También ustedes quieren irse?". A la pregunta de Jesús, Pedro responde en nombre de los Apóstoles, de los creyentes de todos los siglos: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (vv. 68-69). También nosotros podemos y queremos repetir en este momento la respuesta de Pedro, ciertamente conscientes de nuestra fragilidad humana, de nuestros problemas y dificultades, pero confiando en la fuerza del Espíritu Santo, que se expresa y se manifiesta en la comunión con Jesús. 
La fe es don de Dios al hombre y es, al mismo tiempo, confianza libre y total del hombre en Dios; la fe es escucha dócil de la palabra del Señor, que es "lámpara" para nuestros pasos y "luz" en nuestro camino (cf. Sal 119, 105). Si abrimos con confianza el corazón a Cristo, si nos dejamos conquistar por él, podemos experimentar también nosotros, como por ejemplo el santo cura de Ars, que "nuestra única felicidad en esta tierra es amar a Dios y saber que él nos ama".

jueves, 20 de agosto de 2015

Entrevistas personales de apoyo y orientación con el P.Bradley

Para la asignación de Entrevistas personales de apoyo y orientación con el P.Bradley, hacerlo exclusivamente por vía telefónica al N° del CEIA :5031-3053 los días :
VIERNES de : 18 a 20 hs;
SÁBADO de : 18 a 20 hs. (Atenciòn telefònica :MYRIAM)

martes, 18 de agosto de 2015

ACTIVIDADES DEL PADRE RAUL BRADLEY s.j. EN BUENOS AIRES -AGOSTO

AGOSTO/2015 – ACTIVIDADES DEL P. BRADLEY SJ
El cronograma de Actividades es el siguiente:

Martes 18/08 - 19/20,30 hs. : 
 REUNIÓN CON EL GRUPO DE DÍAS MARTES    (M. de Vidrio)

Jueves 20/08  - 19/20,30 hs. : 
El demoledor mensaje del Papa Francisco sobre la Ecología: LAUDATO SI”  (Alabado seas)- Exposición y Debate  (M. de Vidrio)

Viernes 21/08 – 19/20,30 hs.:  “LAUDATO SI”    :  Continuación  (Salón)


Lunes 24/08   -    18 hs.   :           MISA (en la Capilla Doméstica)                               

                       -    19/20,30 hs :   REUNIÓN CON EL GRUPO DE DÍAS LUNES (Salón)  
             
 Quien deseare incorporarse a este grupo, deberá consultar 
previamente al P. Bradley.

Martes 25/08 -   19/20,30 hs. :  
REUNIÓN CON EL GRUPO DE DÍAS MARTES  (M. de Vidrio)
              
Jueves 27/08   -   19/20,30 hs. : 
Curso Intensivo : “TIPOS DE PERSONALIDAD”   (Aula 7°)

 PROFUNDIZAMOS LA COMPULSIÓN COMO FUERZA CAPITAL                                                                          (Tratamiento y Evolución)

NOTA : Para participar de los encuentros no es necesario efectuar inscripción previa.

Colaboración voluntaria: Sugerida $150 por clase. ( Por favor abonar con cambio)


Para la asignación de Entrevistas personales de apoyo y orientación con el P.Bradley, hacerlo por mensaje directo a través del FACEBOOK del P. Raúl (https://www.facebook.com/raul.bradleysj )
o a la dirección de correo electrónico: centroamarservir@gmail.com


_ Para consultas en general dirigirse al N° de teléfono consignado y en los horarios establecidos,  o bien a través de nuestro Correo:       

Cordiales saludos para todos,
Lic. Myriam Ruiz Carmona (Secretaria del P. Bradley sj)


Colegio del Salvador : Av. Callao 542

martes, 11 de agosto de 2015

COMUNIÓN CON DIOS Y CON TODOS



Estando en la sinagoga de Cafarnaúm, los judíos empezaron a criticar a Jesús porque había dicho que él era el pan bajado del cielo, y decían: -¿Éste no es Jesús, el hijo de José? Nosotros sabemos quiénes son su padre y su madre. ¿Cómo dice ahora que bajó del cielo? Jesús les respondió: -No critiquen entre ustedes. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Todos serán instruidos por Dios”. Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre fuera del que procede de Dios; sólo él ha visto al Padre. Yo les aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Sus antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron. El pan que baja del cielo es el que no deja morir al que lo come. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente. Y el pan que voy a dar es mi carne, para la vida del mundo (Juan 6, 41-51).



1.- Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió

Este texto del Evangelio de san Juan forma parte del llamado Discurso del pan de vida, pronunciado por Jesús en la Sinagoga de Cafarnaum después de la multiplicación de los panes. El término judíos designa aquí a quienes seguían rigurosamente las tradiciones rituales de la religión judaica y criticaban a Jesús porque no las cumplía. El propio Jesús había sido educado en la religión judaica, pero Él enseñaba que la verdadera unión del ser humano con Dios -que es lo que significa religión- no la producen los ritos externos por sí solos, como pensaban los maestros judíos o doctores de la ley que se oponían a Él, sino que es una relación espiritual que sólo puede darse desde la fe propia de los humildes y sencillos.

Las gentes que seguían a Jesús ávidas de ser instruidas y sanadas por Él, eran en su mayoría personas humildes y sencillas con una disposición abierta a su acción iluminadora y transformadora. En cambio, quienes se creían superiores a los demás -como los doctores de la ley-, con su soberbia se cerraban a sus enseñanzas y a su obra salvadora, y sólo veían en Jesús al hijo de un carpintero y de una campesina de la insignificante aldea de Nazaret. En este sentido podemos decir que el reconocimiento de la necesidad de una salvación que no puede provenir de nosotros mismos, es la única actitud que nos hace posible reconocer la presencia amorosa de Dios, de modo que podamos gustar y ver qué bueno es el Señor, como dice el Salmo 34 (33).

2.- Yo les aseguro: el que cree tiene vida eterna

“Creer”, en el lenguaje de la Biblia, no es el resultado de una experiencia física, ni tampoco la simple aceptación intelectual de una “verdad”. Es la adhesión confiada, con toda la mente y con todo el corazón, al Dios vivo que nos manifiesta su cercanía y nos invita a abrirnos a la revelación de sí mismo en la persona de Jesucristo, para que su Espíritu nos anime y nos llene de la vida que sólo Él nos puede dar.

El profeta Elías, quien vivió en el siglo VIII a.C., en la primera lectura de este domingo (I Reyes 19, 4-8), fue reanimado por el pan que Dios le ofreció para que no desfalleciera en su camino a través del desierto. Este pan venido del cielo, que le da fuerzas para caminar durante 40 días y 40 noches hasta llegar al monte Horeb -también llamado Sinaí-, lugar simbólico de la revelación del Señor, es una prefiguración de la Eucaristía, en la cual quienes creemos en Jesucristo resucitado recibimos su propia vida como alimento espiritual que nos fortalece para recorrer en esta tierra el camino hacia el encuentro con Dios en la eternidad.

3.- Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente

Jesús les recuerda a sus interlocutores cómo sus antepasados, mientras caminaban por el desierto hacia la tierra prometida, habían sido nutridos por Dios con el alimento milagroso llamado maná, que significa ¿esto qué es? -en hebreo man-hu-, porque los israelitas, al ver que en la madrugada había caído del cielo una especie de polvillo parecido a la harina de trigo, se preguntaron de qué se trataba, y Moisés les dijo: “Este es el pan que el Señor les da como alimento” (Éxodo 16, 1-15).

A este relato se refiere Jesús cuando evoca el “maná” para explicar por qué Él dice de sí mismo que es el pan bajado del cielo. En el prólogo del mismo Evangelio según san Juan se dice que la Palabra de Dios se hizo carne (1, 14) para iluminar y dar vida eterna a todos los que crean en ella no sólo con sus enseñanzas, sino además con su propia vida que iba ser entregada por todos. Por eso, la frase de Jesús que dice “el pan que voy a dar es mi carne, para la vida del mundo”, equivale a la fórmula de la consagración eucarística tomada de la carta de san Pablo a los Corintios y de los tres primeros Evangelios: Tomen y coman, esto es mi cuerpo entregado por ustedes.

En la 2ª lectura, (Efesios 4, 30; 5, 2), Pablo exhorta a los primeros cristianos de la ciudad de Éfeso a que vivan en el amor, como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros. El sentido pleno de la Eucaristía como sacramento del amor de Dios que nos alimenta con el cuerpo de Jesús, Pan de Vida, implica a su vez para nosotros la identificación con Él, llevando a la práctica su mandamiento del amor, y por lo mismo evitando, como dice el Apóstol, los disgustos, las iras, los arrebatos, las palabras duras y los insultos al igual que toda maldad, y siendo en cambio benignos y compasivos unos con otros, perdonándonos mutuamente como Dios nos perdonó en Cristo.


Conclusión

A la luz de los textos bíblicos de hoy, podemos entonces dirigirle a Dios Padre esta oración: Padre nuestro que nos amas infinitamente y nos has mostrado tu amor en tu Hijo Jesucristo: al partir y compartir el Pan de Vida, que es Él mismo, te pedimos que la comunión con Él nos dé la energía espiritual necesaria para el camino hacia la felicidad eterna, partiendo y compartiendo entre nosotros lo que tenemos, respetándonos y siendo compasivos unos con otros, para que así, no sólo en la celebración de la Eucaristía sino en toda nuestra existencia, se realice cada vez más plenamente la presencia del Amor que es la de tu Hijo en la unidad que forma contigo y con el Espíritu Santo. Amén.

lunes, 10 de agosto de 2015

martes, 4 de agosto de 2015

¡BUEN PROVECHO DE VIDA ETERNA!



Evangelio según San Juan 6,24-35.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".
Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?".
Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".
Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".
Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.




El texto evangélico de este domingo es la introducción al discurso sobre el pan de vida que Jesús pronuncia en la sinagoga de Cafarnaúm. Allí lo encontró la gente al día siguiente de la multiplicación de los pa­nes. Jesús pide que se trabaje sobre todo por el alimento que no pere­ce: Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello.
Los oyentes de Jesús recuerdan el maná que sus padres comieron en el desierto, detalle que ante el pueblo avaló a Moisés como profeta enviado por Dios. Jesús puntualiza que fue Dios su Padre, y no Moisés,quien dio a Israel ese alimento material y perecedero. Por eso, ahora, les da el pan verdadero y definitivo, prefigurado en el maná: el Pan de Dios que baja del cielo y da vida al mundo. Jesús se autodefine: Yo soy el Pan de vida.
Duro reproche
La gente busca a Jesús. Éste reprocha a la multitud que sólo están interesados en él por los panes que comieron el día anterior.
Quiere abrirle los ojos y sanar su miopía, comieron los panes, pero no vieron en ello el signo trascendental.
Jesús no se quiere dejar engañar. Sabe que lo buscan no porque hayan comprendido que él es el verdadero Pan, sino porque comieron panes y piensan que, teniendo al taumaturgo, solucionan el problema cotidiano de la alimentación.
Alusiones al Antiguo Testamento
Como Jesús está hablando con judíos, sus palabras contienen constantes referencias al Antiguo Testamento. Está estableciendo un contraste entre el ayer y el hoy. Lo que sucedió ayer en el desierto con Moisés, ocurre ahora con Jesús, pero infinitamente superado.
Provocativamente, Jesús afirma que fue Dios y no Moisés quien les dio el pan verdadero y que es él mismo, el enviado del Padre, quien sustituye a Moisés ofreciendo un pan que viene del cielo y da la vida al mundo.
Por otro lado, el maná también simboliza para los israelitas la Ley (Toráh) que recibieron en el Sinaí, puesto que ella constituía su ali­mento cotidiano. Por eso, cuando Jesús habla de alimento, la gente lo interpreta en este sentido y le pregunta sobre lo que deben hacer para actuar como Dios quiere.
Gracias al malentendido
Jesús acaba de realizar el milagro de la multiplicación de los panes y comienza un largo discurso sobre el pan de vida. A partir del hambre de la gente que acude a escuchar a Jesús, y a partir del pan que ha multiplicado, Jesús hace progresar hacia otra hambre y otro pan.
Usar el malentendido es específico del cuarto evangelio y permite volver continuamente a la misma idea central -la que no se entiende o se malinterpreta- para perfilar con mayor nitidez su significado.
Sus oyentes se resisten no sólo a creer, sino también a entender la hondura de estas palabras. Siguen pensando en el pan material o, a lo sumo, en el alimento de la Toráh de Moisés. En la literatura sapiencia', la sabiduría, que se hace presente y accesible en la Ley, aparece como pan (cf. salmo 11 9).
Jesús es el enviado del Padre para realizar su obra, es el Pan de vida y lo que se pide a la gente es que crea en él.



Estar en regla con Dios

Los oyentes de Jesús, ya interpelados, preguntan a Jesús: ¿Qué de­bemos hacer para realizar las obras de Dios? Al oír hablar de obras, la multitud pregunta a Jesús por la obra que los haga más gratos en presencia de Dios. Jesús da también a esta pregunta una respuesta inesperada: La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado.
Los piadosos judíos conocen los mandamientos y se esfuerzan por cumplirlos con la mayor perfección posible para agradar a Dios. Jesús invita a dar el paso de la fe que significa entra en una relación personal con él, en una adhesión a su persona. Entrar en una relación personal a la cual sólo se llega por la gratuidad, por el amor, y no por el interés en los beneficios que puede reportar.
Pidiendo una señal
En el pasado, Moisés había hecho signos y prodigios que lo acre­ditaron como enviado de Dios para salvar al pueblo. Alimentó con el maná al pueblo hambriento.
Algunos judíos esperaban que el Mesías que estaba por venir hi­ciera los mismos milagros que hizo Moisés. Se decía que en los días del Mesías volvería a llover maná desde el cielo como en el tiempo del éxodo. Por eso la multitud recuerda a jesús un texto del Antiguo Testa­mento que menciona el maná. Si él es el enviado de Dios, que entonces repita el milagro del maná.
¿Qué seguridad pueden tener aquella gente de que Jesús sea el verdadero enviado de Dios y de que Dios exija que crean en él?

¿Quién da a comer pan del cielo?
Les dio como alimento un trigo celestial, leemos en el salmo res­ponsorial de la eucaristía de este domingo.
Jesús corrige de nuevo la perspectiva de la gente. En realidad, el Antiguo Testamento, cuando dice esas palabras, se refiere a que Dios les dio el pan del cielo a los israelitas en el desierto, no fue Moisés el que les dio el pan del cielo.
Jesús explicita que el maná no era en verdad un pan del cielo sino un pan material. El pan del cielo, en cambio, es un pan espiritual, un pan que da vida al mundo.
Jesús corrige el tiempo del verbo, porque el verdadero pan del cielo no es el que comieron en el desierto después de la salida de Egipto, sino un pan que ahora -en tiempo presente- les está dando el mismo Dios
Sin hambre y sin sed
¡Un Pan que puede dar la vida al mundo! Los oyentes hacen una petición: ¡Señor, danos siempre ese Pan! Pareciera que el Señor ha con-



seguido elevar el espíritu de aquella gente hacia la trascendencia del pan material al Pan espiritual que es Jesús mismo.
Y llega la gran autoproclamación: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. roda vida humana es un peregrinar en el que no faltan los desiertos, y en el desierto el alimento escasea. ¡Cuánto necesitamos a Jesús!
Sólo el que da hospitalidad a Jesús y se alimenta de él, come real­mente el Pan del cielo. En su propia vida deja de tener hambre y sed, porque sus anhelos más profundos se sacian en Jesús.
Dios no quiere que nos contentemos con poco, con cualquier tipo de alimento que el mundo nos ofrece, sino que él mismo quien quiere venir a saciar los anhelos más profundos y verdaderos del ser humano: Porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo.
La eucaristía es Jesús. Ven a comer todo deleite. 
¡Qué maná-menú eucarístico!
Pues por aquí puedes fácilmente conocer qué es lo que obra en ti este Señor cuando viene a ti. Porque viene a honrarte con su presen­cia, a ungirte con su gracia, a curarte con su misericordia, a lavarte con su sangre, a resucitarte con su muerte, a alumbrarte con su luz, a inflamarte con su amor, a regalarte con su infinita suavidad, a unirse y a desposarse con tu ánima, y hacerte partícipe de su espíritu y de todo cuanto para ti ganó en la cruz con esa misma carne que te da. Y así este divino sacramento perdona los pecados pasados, esfuerza con­tra los venideros, enflaquece las pasiones, disminuye las tentaciones, despierta la devoción, alumbra la fe, enciende la caridad, confirma la esperanza, fortalece nuestra flaqueza, repara nuestra virtud, ale­gra la conciencia, hace al hombre participante de los merecimientos de Cristo, y da prendas de la vida perdurable. Éste es aquel pan que confirma el corazón del hombre, que sustenta los caminantes, levanta los caídos, esfuerza los flacos, arma los fuertes, alegra los tristes, con­suela los atribulados, alumbra los ignorantes, enciende los tibios, des­pierta los perezosos, cura los enfermos, y es común socorro de todos los necesitados. Pues si tales y tan maravillosos son los efectos de este sacramento, y tal la bondad y amor del que nos lo da, ¿quién no será codicioso de tales riquezas? ¿Quién no tendrá hambre de tan excelente manjar? (Fray Luis de Granada).
¡Buen provecho de vida eterna!