Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
El texto evangélico de este domingo presenta el desenlace de la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret. Es visto como signo de contradicción para los nazaretanos. No es aceptado como el Mesías. Se preanuncia el rechazo de Israel y la salvación universal: Dios para todos los pueblos.
Buena noticia y admiración
El evangelista Lucas nos presentaba el domingo pasado el relato de la lectura de Jesús en el oficio de la sinagoga de Nazaret .En el oficio sinagogal como era habitual, después de algunas oraciones iniciales de intercesión, se leía en hebreo un texto de la Toráh (los cinco libros del Pentateuco). Un entendido lo traducía al arameo y lo explicaba. A continuación se leía una lectura tomada de los profetas, preferentemente de Isaías. Este texto recibía el nombre de cumplimiento al estar relacionado con el de la Toráh. Pues bien, lo novedoso del texto evangélico de Lucas es que omite el texto de la Toráh. El mensaje es claro: a partir de ahora, el foco de referencia de los textos proféticos no será la Toráh sino Jesús. El es el referente, intérprete y cumplimiento de las promesas divinas.
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.
Jesús anuncia que esa profecia mesiánica tan esperada por el pueblo se hace ya realidad en él. Se presenta, pues, como el ungido y enviado de Dios, que ya ha mostrado signos Iiberadores mesiánicos en Cafarnaúm. No hay que añorar el pasado ni esperar un futuro extraordinario. El Reino de Dios está aquí y ahora con Jesús.
Advertimos algo significativo. Lucas detiene la lectura de Isaías 61,2 en las palabras: un año de gracia del Señor, omitiendo las siguientes:un día de venganza para nuestro Dios.
En vez de conminar con castigos, Jesús habla de compasión y salvación, por eso todos los presentes la felicitaban y estaban admirados desus palabras llenas de gracia.
Una fanfarronada del hijo de José?
La presentación de Jesús parece buena, que el asunto gusta, pero el tono de humor va a cambiar pronto. Comienzan las discusiones. Cómo era eso de que ya se había cumplido la promesa en él si seguían oprimidos y colonizados por los romanos? Y decian ¿no es éste el hijo de José? Veían en él al hijo de josé, el carpintero de la aldea, que había vivido con los suyos como unjudío más. Al emplear Lucas la expresión hijo de José da a entender que los nazaretanos creían que Jesús era hijo según la carne de José, ignorando que era Hijo de Dios.
Los paisanos de Jesús, que lo conocían desde pequeño, fueron incapaces de superar el escándalo de la encarnación de Dios en la raza humana. ¿Cómo puede ser el Mesías el hijo de José, sin títulos académicos, sin rasgos levíticos o sacerdotales, sin dignidad aristocrática? No podía ser. ¡Imposible! Aquello era una fanfarronada del hijo de José.
La reacción de Jesús
Al leer el texto, a primera vista nos parece que Jesús pierde el oremus de su predicación y divaga con la suerte de los antiguos profetas de Israel. Pero no es así. Jesús no da puntada sin hilo.
El Señor interpreta y expone la reacción de sus oyentes expectantes. Estos confían en que haga en su terruño los milagros portentosos que ha prodigado en Cafarnaúm. Los tiempos del cumplimiento mesiánico eran tiempos de milagros, por lo tanto, si es el Mesías como dice ser, que empiece a hacerlos ya que ese tiempo ha llegado según él. Lo están tentando.
Sin duda ustedes me citarán el refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”.Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafamaúm”. Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Jesús se niega a respaldar su mesianismo con milagros. No acepta ser acaparado o secuestrado por los intereses pueblerinos de su gente. Les achaca su falta de fe para recibir a los profetas de Dios. Aquí se manifiesta la extrema libertad de Jesús, una libertad de espíritu tan profunda que mira con amplitud los horizontes del misterio de Dios para todo el mundo.
Quién no sabía que los anuncios de la salvación habian sido siempre transmitidos al pueblo elegido por medio de los profetas llamando a la conversión? Es decir, que la salvación que se anuncia y se ofrece, hay que recibirla con docilidad, con conversión, hospedando al profeta y… sin milagritos.
Repetir la historia con los profetas
Con sus francas palabras, que parecen provocadoras, Jesús calienta el ánimo de todos los que estaban escuchándolo. Deja ver claramente que la historia de Israel con los profetas se está repitiendo ahora en él.
Les está echando en cara su mal proceder, ya que les está diciendo que se comportan de la misma manera que los contemporáneos de Elias y de Eliseo quienes, porla incredulidad y mala voluntad de su gente, sólo pudieron benificiar a paganos.
Los nazaretanos, airados, quieren matarlo como los antiguos hicieron con muchos de los enviados de Dios. Jesús no se había equivocado al hablarles. Ningún profeta es bien recibido en su tierra. Eso se acababa de comprobar.
Un final anunciado
No deja de sorprender que Lucas haya comenzado la presentación de la actividad evangelizadora de Jesús con un episodio de fracaso evangélico. Si, Jesús no tiene éxito, no hay empatía con sus paisanos, lo amenazan de muerte, tiene que salir deprisa, se va como un derrotado. Esta es la primera imagen que el evangelista nos presenta de Jesús
evangelizador.
Lucas adelanta ya al comienzo de la predicación de Cristo la suerte final del mismo. Rechazados él y su mensaje por el pueblo judío, su evangelio de salvación alcanzará a otros pueblos.
Se inaugura así la misión entre los paganos o gentiles, tema tan querido por Lucas y que expondrá sobre todo en el libro de los Hechos de los apóstoles.
No perder el ánimo
Si el evangelizador es fiel a Dios encontrará oposición o persecución, más o menos explícita, a veces en forma de indiferencia o de desautorización irónica.
Seguramente tampoco nosotros, si somos fieles a Dios, a corto plazo, seremos profetas en nuestra tierra. tendríamos que perder los ánimos en nuestra misión de ser tes-
tigos de los valores de Cristo en un mundo que tal vez ni nos quiera
escuchar. También a nosotros nos dice el Señor, como ajeremías: No
les tengas miedo... diles lo que ya te mando… yo estoy contigo. Como
Jeremías yjesús no callaron, a pesar de la oposición, nosotros también
tendremos que seguir con el compromiso de nuestra fe cristiana. Se-
guramente tendremos que recurrir a la oración que nos inspira el sal-
mo de hoy: Yo me refugio en ti, Señor… tú eres mi Roca y mi fortaleza.
Jesús no se desanimó: en Nazaret se abrió paso y siguió su camino.
Y continuará con valentía, hasta el final, su misión mesiánica. Nosotros
debemos hacer lo mismo.
Quién es el arquitecto de tu vida?
Aprendamos nosotros la lección de lo ocurrido en Nazaret y no cai-
gamos en el mismo error que los paisanos dejesús. Para poder recibir
la salvación tan esperada es necesario que aceptemos el mensaje y
también al Mensajero que nos invita a cambiar radicalmente entregán-
donos al Padre, nuestro arquitecto, para que él nos unja con su espíri-
tu, nos modele y haga su obra en nosotros.
También hoy hay muchos que se han hecho una idea propia de Je-
sús, una noción de él que les es simpática y que no los incomoda de
ninguna manera, porque no les exige nada. Un Jesús a su manera. Y,
así, la vida íntima con el Señor no se da. La gracia no se recibe de los
sacramentos. La oración no se ve necesaria. La Palabra divina queda
amordazada. No hay comunión ni compromiso eclesiales. Jesús ya no
es signo de contradicción. Dios no es arquitecto de la vida del creyen-
te. Y la conversión no llega…
Al celebrar el domingo, día señorial del Señor (Didajé), la eucaristía,
vamos a orar: Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una
palabra tuya bastará para sanarme. Estamos hospedando al Señor,
estaremos dispuestos a escuchar su palabra de conversión?