San Mateo 26, 3-5.14-27,66
Los cuatro evangelios contienen un largo relato de la pasión, muerte y resurrección del Señor. En líneas generales se trata de la misma narración, pero la lectura atenta muestra que difieren en más de un detalle. Ninguno de los evangelistas ha intentado escribir una crónica detallada y completa de la pasión del Señor, sino que ha escogido algunos hechos, y luego los ha agrupado y narrado de una manera especial con la intención de transmitir por medio de ellos el mensaje de la salvación. No se trata de una narración para que nos enteremos, sino de una predicación para que descubramos en ella lo que se propone a nuestra fe. Este año la liturgia nos proclama en el primer día de la Semana Santa el relato de san Mateo.
Es muy fácil descubrir la intención de este evangelista, si se lee con atención y se observa su manera de narrar. Con frecuencia remite al lector a textos del Antiguo Testamento: "Esto sucedió para que se cumpliera...". Constantemente, a lo largo de toda la narración, el autor redacta las frases utilizando expresiones tomadas del Antiguo Testamento. De esta manera el lector va leyendo lo nuevo teniendo al mismo tiempo ante la vista lo antiguo. No disponemos de tiempo ni de espacio para reseñar todas las referencias. Pero por ejemplo, en el breve texto que en lugar de toda la narración hemos puesto en el encabezamiento de este comentario, se puede observar que se comienza señalando la oscuridad total en horas del mediodía. Se trata de una frase del profeta Amós describiendo el día del juicio de Dios sobre los pecadores. Después Jesús grita y dice palabras tomadas del comienzo de un salmo que contiene una súplica hecha por un justo que padece injustamente. Los presentes entienden mal las palabras y luego quieren darle a beber vinagre. Esto es algo que se dice en otro salmo que se refiere a los padecimientos de un justo perseguido injustamente. Los acontecimientos sorprendentes que tienen lugar en cuanto muere el Señor reúnen elementos que se encuentran disperses en los libros proféticos, en aquellos textos que hablan del fin de los tiempos: temblor de tierra, terremoto, quebradura de las piedras, resurrección de los muertos... ¡y la conversión de los paganos! Con estos pocos elementos ya vemos que el evangelista san Mateo muestra la pasión de Cristo como el elemento final de la historia de la salvación. Con la muerte y la resurrección se llega al último acto del plan de Dios. Todo lo que estaba prefigurado en los hechos y personajes de la Biblia, todo lo que estaba anunciado en los escritos de los profetas y en los salmos, ha alcanzado su cumplimiento. Y al decir "todo" se incluye también el juicio de Dios y el comienzo de la vida eterna. Ya se ha dicho que algunas frases del texto comentado hacían referencia a ese memento final de la historia de la salvación. La intención del evangelista es mostrarnos que Jesús es el que cumple todo lo que fue anunciado en el Antiguo Testamento y que ya no queda esperar ninguna otra etapa de esa historia. Jesús es el que resume y consuma toda la revelaciòn de Dios.
Pero el evangelista no es solamente un teólogo que reflexiona, sino que es un pastor que expone el misterio para que los fieles saquen consecuencias para sus propias vidas y para la vida de la comunidad cristiana. Y esto es lo que nos toca también a nosotros, los que recibimos esta lectura que se proclama hoy en la iglesia. Tenemos que tomar conciencia de que ya estamos en los últimos tiempos. Lejos de querer mantenernos en un estado de ansiedad enfermiza como la que padecen los miembros de algunas sectas, la palabra de Dios que leemos nos hace tomar conciencia de que el Reino de Dios ya llega a nosotros.
Que esa llegada se ha producido con la venida de Jesús y precisamente con su muerte y resurrección. Prestemos atención a la forma en que Jesús responde al sumo sacerdote durante el juicio según el relate de este evangelio: "Les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre... venir sobre las nubes del cielo". Los discípulos de Jesús debemos vivir la nueva vida que nos trae Jesús. Si ya hemos sido redimidos, nuestra vida no debe tener nada que ver con el pecado. Nuestro comportamiento no debe ser el de la injusticia y el alejamiento de Dios y de los hermanos, sino el modo de preceder de quienes ya han sido reconciliados por el acto redentor de Cristo. Pero también debemos sentirnos enviados a instaurar el reino que Cristo ya ha inaugurado. Es indudable que debemos rezar diariamente para "que venga el Reino", y también debemos esperar que ese mismo Reino se manifieste en su plenitud.
Pero al mismo tiempo debemos tener presente que no es cristiana la actitud de seguir esperando que llegue el Reino como si todavía estuviera totalmente ausente. El reino ya se ha acercado, se está manifestando en el mundo, principalmente en esta comunidad que llamamos "Iglesia". Nosotros hemos sido convocados para hacer que ahora sea una realidad sobre la tierra. El relate de la pasión ha sido expresado de tal manera por san Mateo como para que tomemos conciencia de que ya el pecado ha sido condenado, y ahora ha comenzado una nueva vida. No debemos quedarnos lamentándonos porque las cosas están mal en el mundo, sino que debemos levantarnos de nuestra modorra y comenzar a actuar, con hechos positives, para que se manifieste el reino de Dios entre nosotros. Es muy oportuno que la palabra de Dios nos diga estas cosas a los que en estos días asistimos a las ceremonias en forma multitudinaria, pero luego nos quedarnos adormecidos hasta el año próximo.
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