Evangelio del domingo 11 de septiembre del 2011
Queridos amigos continúa el evangelio con la temàtica del anterior:EL PERDÓN.Pero nos instruye sobre un nuevo tipo de perdón que debe ser visto como el del cristiano, la misericordia.
San Mateo 18,21-35.
Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
PERDONAR DE CORAZÓN
En la proclamación del evangelio de este domingo oímos un texto que pertenece a la misma sección del evangelio de san Mateo, donde se encuentran las enseñanzas que se refieren al cuidado que se debe tener con los discípulos de Jesús en esta nueva etapa que se inaugura con la proximidad de la llegada del Reino de los cielos.
LA PREGUNTA DE PEDRO
Esta parábola que Jesús relata a sus discípulos esta motivada por una pregunta que hace Pedro. Es una pregunta que todos le hacemos a Jesús muchas veces en nuestra vida: ¿Cuántas veces tendremos que perdonar? ¿Existe algún límite para el perdón? ¿Hay alguna medida que se alcance y después de la cual podríamos decir que ya no perdonaremos más?
Esta pregunta tiene un sentido especial porque se propone en el contexto del anuncio del Reino que llega. En la antigüedad, muchos cristianos pensaron que en esta nueva realidad ya no debe existir el pecado, y por lo tanto no se puede hablar de perdón. Aún hoy se oyen afirmaciones en este sentido dentro de algunas sectas. Sin embargo, hemos oído el domingo pasado que Jesús habló de la corrección que se le debe hacer al hermano que peca o que nos ofende. Pedro quiere una norma precisa: ¿Hasta cuando? ¿Será necesario perdonar siempre? Por eso Pedro adelanta una medida que le parece justa y razonable: con perdonar siete veces al mismo pecador, ya es suficiente.
Pero la respuesta de Jesús indica otra cosa. En la etapa del Reino de los cielos la medida del perdón está dada por el ejemplo de Dios Padre, que perdona ampliamente y siempre. Él ofrece gratuitamente el perdón a los hombres, y quiere que todos sus hilos obren de la misma manera. Por esa razón, cuando Pedro pregunta por la medida del perdón, Jesús dice que no existe tal medida. Al decir que hay que perdonar setenta veces siete quiere decir que no hay número. Si bien todos sabemos que setenta veces siete significa cuatrocientos noventa, en el lenguaje oriental esto señala más bien una cantidad inalcanzable. Sería lo mismo que decir "siempre". Además “setenta veces siete" es una expresión que alguien utiliza en el Antiguo Testamento para reclamar una venganza ilimitada, en los tiempos más primitivos. La conocida ley del "ojo por ojo y diente por diente" vino a poner un límite a esta forma desmesurada de vengarse.
En su respuesta, Jesús pone en paralelo la venganza sin límites que existía antes de que existiera la Ley de Moisés, y la misericordia sin límites que se introduce en esta nueva etapa del Reino.
LA PARÁBOLA
Ante esta respuesta inesperada del Señor, Pedro se habría sentido desconcertado. Lo mismo nos pasaría a nosotros si escucháramos estas palabras cuando estamos esperando una licencia de Jesús para guardar rencor en ciertas circunstancias. Por eso el Señor se adelanta a dar una explicación antes de que Pedro tenga tiempo de replicar.
Jesús lo explica por medio de una parábola, un relato muy fácil que todos pueden comprender sin dificultad. El Reino de los cielos se parece a una situación que se presenta cuando un rey examina las cuentas de sus servidores. Se presenta un servidor que debe diez mil talentos a un rey. Esta es una cantidad inmensa de dinero, algo así como sesenta millones de denarios. Si se calcula que un denario es el salario de un día, se ve que es una suma imposible de pagar. Por más que hiciera, este servidor no podría pagar ni una ínfima parte de su deuda. Como era la costumbre en la antigüedad, él debía ser vendido como esclavo junto con toda su familia para pagar lo que debía. Ante esta perspectiva, el servidor apeló a la misericordia del rey, y como este era muy misericordioso, se compadeció de su servidor y le perdonó toda la deuda.
Pero este mismo servidor tiene un compañero que le debe dinero. Unas monedas, muy poco en comparación con lo otro: poco más de tres meses de sueldo. Pero por más que le suplica, este compañero no encuentra misericordia. El que recibió un perdón tan grande hizo encarcelar a su compañero.
El rey, al enterarse, se indignó justamente contra este mal hombre que había pedido misericordia para sí pero no la tuvo para con otro. Por eso el rey volvió, a tomar en cuenta la deuda y entregó a este malvado a los verdugos para que lo torturaran hasta tanto alguien se compadeciera y pagara la cuenta por él. Será muy difícil encontrar alguna persona que disponga de tanto dinero y que quiera invertirlo para pagar las cuentas de este desalmado.
LA MISERICORDIA
El evangelista san Mateo vuelve repetidas veces sobre el tema del perdón de las ofensas. Para referirse a este perdón, él usa preferentemente la palabra "misericordia". Siguiendo las enseñanzas del Antiguo Testamento, comienza indicando que la misericordia es un atributo de Dios: en el rey que perdona con tanta amplitud se adivinan los rasgos de Dios.
Dios es misericordioso y manifiesta su misericordia perdonando. Sabemos que los atributos de Dios no tienen medida ni término de comparación. En esa misericordia podemos confiar cada vez que pecamos, porque sabemos que siempre encontraremos misericordia cuando nos volvamos a Dios confesando nuestra culpa.
Pero el evangelio nos ensena que Jesús ha puesto como condición para recibir esta misericordia que también nosotros imitemos a Dios perdonando a nuestros hermanos; esto significa que también nosotros debemos ser misericordiosos. El Antiguo Testamento lo había ensenado en el texto que se lee como primera lectura de este domingo, y Jesús lo introdujo en la oración que nos dejó como modelo de toda oración cristiana: "Perdónanos a nosotros así como nosotros hemos perdonado".
Si verdaderamente perdonamos, si verdaderamente practicamos la misericordia, tendremos la certeza de que también el Señor tendrá misericordia perdonándonos a nosotros. En la Bienaventuranza se proclama que los misericordiosos son dichosos porque recibirán misericordia. El anuncio de la venida del Reino no es otra cosa que el anuncio del perdón gratuito de Dios. Si queremos vivir en la atmósfera del Reino, debemos vivir en un ambiente de perdón. Así como sabemos y confesamos que somos perdonados, también es necesario que sepamos perdonar de corazón a todos los que nos ofenden. En las parábolas no se expone una doctrina en toda su totalidad, sino que solamente se ilumina un aspecto de ella. En estos textos la necesidad de estar dispuestos a perdonar para poder recibir el perdón. Otros aspectos han quedado en la penumbra, por ejemplo la necesidad de que el pecador reconozca el error y que esté dispuesto a reparar el mal que se ha hecho. Por esa razón el evangelio de san Lucas reproduce de esta otra forma el texto que comentamos: "Si tu hermano peca contra ti siete veces al día, pero las siete veces vuelve a ti diciendo: 'me arrepiento', tienes que perdonarlo"
DEBEMOS PERDONAR
Las enseñanzas de Jesús mantienen su actualidad. Todos tenemos necesidad de ser perdonados, y al mismo tiempo se nos presentan múltiples oportunidades de ejercitar el perdón. Diariamente pedimos que se nos perdonen nuestras deudas, y simultáneamente estamos rodeados de hermanos que deben ser perdonados por nosotros. Y la oración del Padre Nuestro nos recuerda cada día que es inútil que pidamos perdón al Señor si antes no hemos perdonado de corazón a nuestros hermanos.
Todos tenemos necesidad de la misericordia de Dios. El evangelio nos enseña que son felices los que saben ejercitar la misericordia con sus hermanos, porque ellos tienen la certeza de que Dios la derramará sobre todos los que lo imitan siendo misericordiosos.