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sábado, 7 de abril de 2012

LOS SIGNOS DE LA PASCUA- explicación

PARA ÉSTA PASCUA, DIVIDIMOS LA REFLEXIÓN EN DOS MOMENTOS, EL RELATO DE LA PASIÓN Y EL DE LOS SIGNOS DE LA RESURRECCIÓN. 
EN EL PRIMERO TRATEMOS DE IDENTIFICARNOS CON ALGUNO DE LOS PERSONAJES  DE LA PASIÓN, ESTO NOS AYUDARÁ A HACER UNA COMPOSICIÓN DE LUGAR, NO SOLAMENTE PARA ADENTRARNOS EN LO HISTÓRICO SI NO TAMBIÉN EN LA HISTORIA DE VIDA QUE LLEVA A CADA UNO A SER PARTE EN ESTA CRUCIFIXIÓN. ¿DONDE ESTABAMOS AL MOMENTO DE LA MUERTE DEL SEÑOR?
EN SEGUNDO LUGAR SE TRATA DE VER LOS SIGNOS DE LA RESURRECCIÓN Y DE LA FE QUE NOS HACEN SEGUIR A CRISTO RESUCITADO.
FELIZ PASCUA PARA TODOS LOS AMIGOS, AGRADEZCO A TODOS LOS QUE REZAN Y SE INTERESAN POR MI SALUD, GRACIAS POR ACOMPAÑAR EN ESTE MOMENTO, QUE TENGAMOS TODOS UNA MUY FELIZ PASCUA!
P. RAÚL BRADLEY S.J
PERSONAJES DE LA PASIÓN 
Los relatos de la pasión del Señor que leemos en las celebraciones litúrgicas de estos días nos hacen conocer las actitudes de muchos hombres y mujeres que queriéndolo o no tuvieron que participar en los dramáticos momentos del juicio, condena y ejecución del Salvador. Algunos asumieron el momento y actuaron admirablemente, otros dejaron un recuerdo lamentable a todos los cristianos.
 
PONCIO PILATO
Es el primer personaje en el que pensamos cuando recordamos la Pasión. El Credo también ha conservado su nombre: "...padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Poncio Pilato pertenecía a la nobleza romana, aunque no era de un rango muy elevado. Gobernaba la provincia de Judea en nombre del Emperador. Tanto los historiadores de la época como el mismo Evangelio (Lc 13,1) nos hablan de las atrocidades cometidas durante su gobierno. Por su sensación de omnipotencia a tantos kilómetros del poder de Roma, y con un gran desprecio por los judíos, no perdía oportunidad de ensañarse con sus gobernados y de burlarse de ellos. Los judíos se quejaron repetidas veces al César, hasta que seis años después de la muerte de Jesús fue depuesto de su cargo. Lo que sucedió después nos es desconocido. La leyenda se ha ocupado de llenar la laguna: algunos hablan de un suicidio, otros de que fue ejecutado, no faltan los que dicen que se hizo cristiano, y hasta alguna Iglesia de Oriente lo cuenta entre los Santos. Durante su gobierno de la provincia de Judea, Poncio Pilato residía en la ciudad de Cesarea. Pero en las grandes fiestas religiosas de los judíos se trasladaba a Jerusalén para poder actuar más rápidamente en caso de cualquier intento de sublevación. Las ansias de libertad del pueblo judío no se adormecían, y las concentraciones religiosas eran una buena oportunidad para mostrar públicamente su descontento por la opresión del gobierno romano. En la Pascua del año 30, Poncio Pilato estaba en Jerusalén. De pronto irrumpen ante él los sacerdotes judíos trayendo a un acusado: Jesús de Nazaret. Decían que alborotaba al pueblo que quería hacerse Rey, que negaba la obediencia al César... Pilato no era ningún tonto. Descubrió rápidamente que detrás de estas acusaciones había otros motivos: eran las discusiones religiosas de los judíos que él no entendía ni tenía interés en comprender. Pero era necesario actuar con urgencia, antes de provocar algún problema que diera lugar a otra sublevación de los judíos. Comenzó por interrogar al detenido, pero se encontró con el más absoluto silencio. Ante un caso así encontró otra solución más cómoda: ¡que juzgue un judío!
Entonces lo envió a Herodes, que era gobernante del territorio vecino de Galilea, pero que por ser fiesta había venido a Jerusalén. Pilato se decepcionó: poco rato después Jesús era traído nuevamente a su Tribunal: Herodes no había encontrado ninguna causa de condena. Era necesario sacarse este problema de encima. La solución más rápida era la de declarar inocente al acusado. Pero podía provocar el descontento de los sacerdotes, quienes irían inmediatamente a llevar las quejas al César. La solución llegó por otro camino. Por ser la fiesta de Pascua entraron al Tribunal de Pilato unos cuantos judíos que venían a pedir la libertad de un sedicioso que estaba en la prisión esperando su ejecución. Pilato encontró la forma fácil de liberarse de Jesús y de los sacerdotes, burlándose de uno y de otros: ¡qué decidan los amigos de Barrabás! Y como era de esperar, el público pidió la libertad de Barrabas, y que Jesús fuera ejecutado en su lugar. Fue otro acto de crueldad de Pilato, que para no poner en peligro su puesto se rió de la justicia y desprecio a sus subordinados.
 
HERODES ANTIPAS
Era uno de los hijos del viejo Rey Herodes, que reinó en la época del nacimiento de Jesús. A la muerte de su padre, le tocó gobernar una parte del antiguo reino: la Galilea. El Emperador Romano no le dio el título de Rey, sino solamente de tetrarca que era una especie de subordinado. No tenía escrúpulos religiosos, y gobernaba con mucha astucia tratando de no crearse enemistades. Con todo, por secundar las protestas de los sacerdotes contra Pilato, se ganó la enemistad de éste. Y más tarde, cuando se unió con la esposa de su hermano, mereció ser reprendido por San Juan Bautista. A instancias de la mujer, silenció la predicación austera de Juan enviándolo a la muerte. Su conciencia no quedó tranquila, porque al enterarse de la predicación de Jesús, se alarmó creyendo que Juan Bautista había resucitado También Herodes Antipas había venido a Jerusalén en la Pascua del año 30. Su sorpresa fue tan grande cuando debió recibir a un grupo de sacerdotes que venían de parte de Pilato trayéndole a un acusado para que lo juzgase. Esta señal de deferencia por parte de Pilato fue el signo de reconciliación después de algunos años de enemistad. Herodes Antipas se alegró, al ver a Jesús. Hacia tiempo que quería verlo. Pero no quería oír mas predicaciones. Reunió a toda la corte y pidió a Jesús que hiciera algunos milagros para entretenerlos. También aquí Jesús permaneció, en silencio sin dar una sola respuesta: Herodes Antipas se había equivocado, la religión no es un espectáculo de circo. Herodes reaccionó, cruelmente: vistió a Jesús de loco y lo envió de nuevo a Pilato.
 
BARRABAS
San Mateo dice que se llamaba Jesús Barrabas, y san Juan explica que era "ladrón". Pero la palabra que se usa para decir "ladrón" es la que en aquellos tiempos se usaba para designar a los sediciosos que cansados de la opresión de los romanos habían elegido el camino de la violencia para liberarse de ellos. Se reunían en los lugares desiertos, formaban pequeños ejércitos, y se lanzaban sobre las poblaciones haciendo actos de vandalismo, asesinando a los romanos o a todos los que colaboraban o simpatizaban con ellos. Querían reconquistar la tierra de Israel derramando sangre, y Jesús les respondió que "solamente los mansos poseerán la tierra". Para estos sediciosos, los romanos habían establecido la pena más terrible: la crucifixión. Y Barrabas esperaba la hora de ser llevado a este suplicio porque también el había sido detenido durante una sublevación y era culpable de la muerte de un hombre. En la mañana de Pascua asomó para el la esperanza de la salvación: sus amigos vinieron a pedir al Gobernador Romano que según la costumbre, Barrabás fuera amnistiado. y Barrabás fue testigo de un espectáculo muy extraño: el Gobernador Romano lo hizo traer, lo colocó junto a Jesús, y luego preguntó a los que estaban allí reunidos: "¿A quién quieren que suelte, a Jesús Barrabás, o a Jesús llamado el Mesías?". Y sus amigos respondieron como era de esperar: "¡A Barrabas!" Y así fue como Barrabás salió en libertad, mientras Jesús – que había predicado contra la violencia - era condenado a la pena de la crucifixión.
 
JUDAS ISCARIOTE
No sabemos cuando lo llamó el Señor para que formara parte del grupo de los Apóstoles. Tampoco han quedado recuerdos de su actuación como discípulo si no es por el triste episodio de la traición. Los eruditos discuten sobre el sentido del titulo "Iscariote"¿Significa que era de la ciudad de Karioth? ¿o que pertenecía a un grupo subversivo? Todo queda en el terreno de lo hipotético. Los Evangelios sólo recuerdan que tenía una sórdida atracci0n por el dinero: se guardaba lo que se ponía en la bolsa común del grupo de Jesús y los apóstoles; protestó cuando se usó dinero para honrar a Jesús; y recibió dinero - tal vez lo pidió ~ por traicionar a Jesús. Nunca sabremos qué sucedi6 en el corazón de Judas. ¿Por qué traicionó al Señor? Quizá él esperaba otra cosa: un Reino en este mundo donde pudiera palpar con sus manes la riqueza y el poder. Pero se sintió decepcionado con la predicación y la actuación de Jesús. Entonces, para qué seguir jugándose al lado de este Maestro que era buscado por las autoridades. Judas habrá pensado sacar el mejor partido: abandonarlo, pero no sin obtener alguna ganancia. La siniestra figura del amigo traidor aparece de relieve en la escena de la entrega: se aprovecha del conocimiento que tiene de las costumbres de Jesús para acercarse de noche seguido por los guardias; se adelanta, y para que no se confundan en la oscuridad y detengan a otro, saluda a Jesús besándolo: es él deténganlo y llévenlo con cuidado!". Ya en tiempos en que se escribieron los Evangelios circulaban diversas versiones sobre su fin, de modo que hoy no podemos decir con certeza qué sucedió con él después de la Pasión: Mateo nos dice que se suicidó, el libro de los Hechos que murió en un accidente en un campo que se compró con el dinero de la traición, un antiguo escritor del siglo II recoge una tradición según la cual murió en medio de horribles dolores producidos por una penosa enfermedad.
 
SIMÓN DE CIRENE
Era el padre de dos cristianos conocidos en la comunidad de Roma: Alejandro y Rufo. De el sabemos muy poco; solamente que volvía del campo cuando acertó a cruzar por donde iban los que llevaban a Jesús a crucificar. Los soldados romanos, viendo el estado de agotamiento de Jesús, llamaron a Simón y lo obligaron a que llevara la cruz detrás de Jesús. Este era uno de los “derechos" que tenían los romanos: podían detener a un judío y obligarlo a hacer cualquier trabajo. Simón se encontró en una situación muy extraña: sin saber de qué se trataba ¡Tener que llevar la cruz de un condenado a muerte! El Señor le retribuyó muy bien: su familia se hizo cristiana. Y los Evangelios, al contar el episodio de Simón, lo hacen usando palabras que a los cristianos les hablan de algo mucho más profundo que de la prepotencia de los soldados romanos: "Simón de Cirene cargó la cruz y la llevó detrás de Jesús". ¿No es esto lo que Jesús pide a todos los cristianos? Por encima de este penoso incidente, se nos da una lección.
 
PEDRO
Es el principal de los Apóstoles. Uno de los primeros que siguieron a Jesús, y el que estaba llamado a ser piedra fundamental de la Iglesia. Era muy vehemente. Pero así también se apagaba en cuanto se encontraba ante una dificultad. Lo demostró, la noche del juicio de Jesús. Poco antes había prometido morir si era necesario, para acompañar al Señor. Pero en cuanto se encontró con una mujer que le preguntó si era uno de los discípulos, lo negó, y hasta juró que no conocía a Jesús. Pero fue capaz de reconocer su error: lloró amargamente cuando Jesús lo miró. Y así como había sumado sus negaciones a las falsas acusaciones de los sacerdotes, sus lágrimas de arrepentimiento acompañaron la condena y la ejecución de Jesús.
 
LOS SACERDOTES JUDÍOS
Entre los partidos políticos/religiosos del tiempo de Jesús, los fariseos se caracterizaban por su oposición al gobierno romano. Los sacerdotes judíos, en cambio, trataban de mantener su situación de privilegio mediante la condescendencia para con las autoridades. Por ese motive Jesús les parecía un elemento peligroso: en los últimos anos habían surgido muchos pretendidos Mesías - es decir "salvadores" - que habían provocado sediciones. Todas ellas habían sido ahogadas en sangre por parte del poder romano, que con su aparato represivo iba reduciendo cada vez más el ámbito de las libertades y privilegios judíos. Si Jesús era otro de estos Mesías, los privilegios sacerdotales estaban en peligro. El juicio de Jesús ante los sacerdotes judíos trató sobre sus pretensiones mesiánicas. Y Jesús no solo se proclamó Mesías, sino que afirmó que Él estaba a la derecha de Dios. Esto era ya demasiado: no sólo Mesías sino por encima de los sacerdotes. Lo llevaron ante Pilato, pero con acusaciones de carácter menos religioso: oposición al César. Hubo que convencer al Gobernador y mover al pueblo para obtener la ejecución de Jesús. Así las autoridades romanas podían estar contentas porque se habían librado de un sedicioso. Y los sacerdotes judíos mantenían sus privilegios felices de no tener que enfrentarse con Jesús que los juzgaba. Por eso expresaron su alegría burlándose de Cristo en la cruz.
 
EL PUEBLO
En la Pascua del año 30 había varios millones de judíos. Muchos de ellos habían ido a Jerusalén, pero esa mañana en la casa de Pilato había solamente unos pocos. Algunos amigos de Jesús que se habían enterado de la detención del Maestro; tal vez apóstoles, o beneficiados por sus milagros, o gente impresionada por su predicación. .. Junto a ellos, algunos judíos nacionalistas simpatizantes de un sedicioso llamado Barrabas, para quien pedían la libertad. Todos asisten en silencio, hasta que Pilato se dirige a ellos para preguntarles: "¿A quién quieren que ponga en libertad?". Los amigos de Barrabás ya tienen la respuesta. Los amigos de Jesús también, pero se sentirían avergonzados y llenos de temor. Además están los sacerdotes judíos, que con su prestigio y su autoridad les indican cuál es la respuesta correcta. Y así todos responden a una sola voz: "¡A Barrabás!" Los amigos de Jesús acompañan el cortejo hasta el lugar de la ejecución. Muchos otros se habrán agregado en el camino. Todos asisten al espantoso espectáculo: ¡La muerte del Señor que ellos han negado delante de Pilato! Pero el Evangelio termina su relato con estas consoladoras palabras: "Y todo el pueblo que se había reunido..., volvió a su casa golpeándose el pecho" (Lc 23, 48). En ese atardecer del primer viernes santo, hay un gesto de penitencia y de perdón para todo ese pueblo que en el momento crítico, por temor o por ignorancia, o por maldad de sus dirigentes, negó al Señor.
 
LAS MUJERES
Se habla de muchas de ellas en los relates de la Pasión. Algunas son individualizadas: María Magdalena, María la hermana de Lázaro, Juana, Salomé, la esposa de Pilato... Otras son recordadas como formando grupos: las que habían venido con Jesús desde Galilea, las que lloraban al ver a Jesús camino del Calvario, las que contemplaban la muerte del Señor... En todos los cases representan la actitud de valentía. Ellas son las únicas que se atreven a confesarse y a manifestarse como discípulas de Jesús cuando los otros discípulos lo callan por temor. En vísperas de la Pasión, cuando Judas está tramando la traición, María -la hermana de Lázaro- rinde homenaje a Jesús rompiendo un frasco de perfume muy caro y derramando su contenido sobre el cuerpo del Señor. Por eso merece los reproches de Judas y de los demás Apóstoles. El Señor en cambio la elogia. Mientras Jesús es llevado a la crucifixi0n, y todos sus enemigos se ensañan con él, un grupo de mujeres piadosas manifiesta su dolor llorando amargamente en la calle. Jesús tiene palabras de consuelo para ellas. Los crueles mementos de la crucifixión, la agonía y la muerte del Señor, tuvieron como mudos testigos a las mujeres que desde lejos "contemplaban" lo que estaba sucediendo. Si ponemos entre comillas el verbo "contemplar" es porque se trata de la palabra elegida por San Lucas para describir la actitud de estas mujeres: una actitud de recogimiento, de oración. No es la simple curiosidad de ver lo que pasa, sino de observar religiosamente, tratando de asimilar en el corazón. Dejamos el último lugar para la esposa de Poncio Pilato. Una sola vez es mencionada en toda la Biblia, pero impacta al lector porque tratándose de una pagana interviene en favor de Jesús fundándose en algún extraño sueno que ha tenido: "No te metas con ese hombre justo, porque anoche he tenido un sueno horrible...". Contrasta su actitud con la de los conciudadanos y amigos de Jesús, que en ese memento lo atacan o lo abandonan.
 
JOSE DE ARIMATEA
Era un hombre rico, del partido de los fariseos. Vivía cerca de Jerusalén y era miembro del Supremo Tribunal de los judíos: el Sanedrín. Como fariseo, era celoso de la Ley y de las tradiciones judías; no toleraba a los romanos que aplastaban al Pueblo Santo, así como tampoco podía permitir ninguna doctrina que fuera en detrimento de la religión de Israel. Cuando le tocó votar en el juicio de Jesús, él no dio su voto para la condena. Conocía a Jesús y simpatizaba con su doctrina,
 
LA FE EN LA RESURRECCIÓN
Evangelio del día de Pacua- SAN JUAN 20, 1-9
 
El evangelio que se lee en este domingo de Pascua no se refiere directamente a Jesús sino a sus discípulos, Y a la impresión que ellos tuvieron cuando descubrieron el sepulcro vacío. En primer lugar aparece María Magdalena. Esta discípula del Señor había estado al pie de la cruz, había sido testigo del descendimiento del cadáver, y también había visto como se realizaba la sepultura de Jesús. Movida por el profundo amor que sentía por el Señor se dirige al lugar del sepulcro antes que ningún otro, y descubrió con sorpresa que la pesada piedra que cubría la entrada de la gruta había sido quitada. Lo único que pudo imaginar en ese momento era que alguien había retirado el cadáver para llevarlo a otro lugar. Así fue como lo relató a Pedro y al discípulo anónimo, a quien el evangelio llama con el nombre de "amado por Jesús" Pedro y el otro discípulo fueron rápidamente al sepulcro. El evangelio dice que corrían. Ellos sabían que ninguno de los apóstoles y de los amigos de Jesús había retirado el cuerpo. ¿Qué habría sucedido? ¿Los ladrones? ¿Los enemigos? Cualquier explicación era posible. Lo único que no entraba en sus cálculos era la posibilidad de la resurrección. Al llegar observaron que en el lugar quedaban las vendas con las que había sido envuelto el cuerpo, como se hacia con las momias. En un lugar aparte estaba el sudario, que era una especie de pañuelo con el que se envolvía la cabeza y se ajustaba con un nudo en el cuello. Pero al contemplar esto, el evangelio dice que el discípulo amado del Señor vio y creyó. Al leer esta afirmación recordamos inmediatamente que en el mismo evangelio, pocos renglones más abajo, se encuentra el relato de Tomas, que exigió ver para creer. No se puede entender un texto sin tener presente al otro.
 
EL DISCÍPULO AMADO Y TOMÁS
El autor del evangelio intenta darnos una catequesis utilizando la figura de estos dos personajes. Uno es el discípulo incrédulo, que quiere ver y tocar para aceptar que Jesús ha resucitado. El otro es el discípulo al que Jesús ama, que cree después de haber visto, pero que no ha visto a Jesús sino otra cosa. Los dos discípulos llegan a la fe después de haber visto, pero ven realidades diferentes. Tomás cree una vez que vio al Señor. Y merece escuchar de Jesús que "son felices los que creen sin haber visto". En cambio el discípulo amado no exigió nada, tampoco vio al Señor resucitado, y sin embargo creyó. Él sólo vio el sepulcro vacío y las vendas caídas. El autor del evangelio se encuentra en la Iglesia con personas como Tomás, que exigen pruebas para creer, o que piensan que los cristianos de la primera generación, que tuvieron la oportunidad de ver al Señor con los ojos de su cuerpo, fueron más felices que nosotros que no lo vemos de esa manera. A ellos les responde que están equivocados: es más perfecto conocer a Jesús como lo conocemos nosotros, por medio de la iluminación que nos da el Espíritu Santo. Por eso el discípulo amado, que es como la figura del cristiano perfecto, no necesita pruebas para creer en el Señor resucitado. Le basta con ver las vendas y la tumba vacía: un signo, una señal que le confirma la palabra de la Sagrada Escritura que anuncia la resurrección.
 
NUESTRA FE EN LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
Ante el anuncio feliz de la resurrección del Señor, se nos propone como ejemplo la actitud del discípulo amado. Su repuesta es la del cristiano que actúa según el modelo que enseña el evangelio de san Juan. Nosotros no hemos tenido oportunidad de ver a Jesús resucitado con los ojos de nuestro cuerpo. Solamente nos encontramos con una palabra de la Sagrada Escritura que nos anuncia que Cristo murió por nuestros pecados y que resucitó, para no morir nunca mas; esa palabra nos enseña que por la muerte y la resurrección del Señor hemos quedado liberados del pecado para vivir la vida nueva de los hijos de Dios. Ante estos anuncios debemos responder con la fe, y nuestra fe debe ser un acto libre. Por eso no hay pruebas en el sentido estricto de la palabra. Solamente hay signos, señales: una tumba vacía... En todas partes se muestran las tumbas que contienen los restos de grandes héroes y personajes de la antigüedad. También los fundadores de religiones tienen sus sepulcros. Pero de Jesús solamente ha quedado en Jerusalén una tumba vacía que se encuentra en la basílica del Santo Sepulcro. Aunque no vayamos a Jerusalén para ver esa tumba, también nosotros podemos ver y creer como el discípulo amado. No vemos a Jesús resucitado, pero vemos que la muerte ha sido vencida. Podemos contemplar que la muerte pierde su eficacia porque triunfa la vida. Es verdad que por todas partes hay guerras y dolor, que parece que el mal se hace cada día más evidente, que cada día son más las personas que están en la pobreza y en la miseria... Pero así como el discípulo amado vio las vendas, nosotros podemos ver que hay personas que no se dejan dominar por el pecado. Tenemos ejemplos de pecadores que sin que sepamos explicar las razones, de un día para el otro abandonan su antiguo proceder para comenzar una vida de virtud.
Aquí será un joven que abandona la droga, allá un avaro y egoísta que comienza a compartir sus bienes, en otra parte un rencoroso que se decide a perdonar, y muchos otros ejemplos más. Pero también están los que diariamente se sacrifican cumpliendo por amor a su familia las exigencias del trabajo penoso y rutinario, los que en medio de la pobreza no pierden el ánimo y trabajan hasta extenuarse para alimentar a sus hijos, Los que con heroísmo sobrehumano pasan en medio de todas las tentaciones y atracciones del pecado y sin embargo mantienen su fidelidad a Cristo. Están los que en silencio y con paciencia soportan el dolor. Están también los que sin ninguna obligación y solamente por amor están trabajando voluntariamente para atender a enfermos, huérfanos o desposeídos... o los que siguiendo su vocación sacerdotal o religiosa se dedican a vivir para Dios y para los hermanos. Esta finalmente el signo que es la misma Iglesia, que a pesar de la debilidad y de los defectos de sus miembros, permanece siempre estable, a través de los siglos, para dar testimonio de la palabra del Señor y para llevar a todos los hombres la buena noticia de la salvación. Todos estos signos son como las vendas: no nos muestran a Jesús resucitado, pero nos indican que está vivo, porque de lo contrario estas cosas no podrían suceder. Estos hechos confirman la palabra de la Escritura que dice que Jesucristo salió del sepulcro vencedor de la muerte. Si analizarnos nuestra propia vida encontraremos sin duda muchos signos de la vida que nos da Cristo resucitado. Y viéndoles, también creemos. Como el discípulo amado, junto a Pedro, que representa en este relate a los pastores de la Iglesia, reafirmemos nuestra fe en la resurrección del Señor. De esta manera tendremos un apoyo sólido v un aumento de fortaleza en nuestro camino hacia la vida definitiva. Profesando la fe en Cristo resucitado renovemos nuestro compromiso de luchar cada día para que triunfe la vida sobre la muerte, el amor sobre el odio, la verdad sobre la mentira, la alegría sobre el dolor.

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