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lunes, 28 de febrero de 2000

LAS PREOCUPACIONES DE CADA DIA

Evangelio del Domingo 27 de febrero del 2011
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,24-34):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.»
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Estas palabras del evangelio según san Mateo se encuentran ubicadas dentro del sermón llamado "de la montaña", en el cual se exponen las condiciones que Se requieren para poder ingresar en el Reino de los Cielos. En los domingos precedentes hemos oído las palabras de Jesús sobre el sentido de la Ley en la nueva etapa de la histona de la salvación. En el párrafo que se proclama en este domingo se habla sobre la actitud que deben tener los cristianos ante el dinero. Y cuando se dice dinero se entienden todos los bienes materiales, todo aquello que se puede obtener por medio del dinero. 

Sabemos que para poder vivir necesitamos dinero y una cantidad de cosas: casa, ropa, alimentos, etc. Sí los cristianos tenemos que vivir para el Reino de los Cielos, es lógico que nos preguntemos si al preocupamos por estas cosas materiales no estamos traicionando nuestra vocación. A primera vista parecería que lo mejor sería no pensar más en el dinero ni en la comida ni en ninguna otra cosa terrenal para ocuparnos solamente de nuestra alma y del cielo. Inmediatamente viene a nuestra memoria el ejemplo de aquellos santos que dejaron sus bienes y se dedicaron exclusivamente a la oración, viviendo en la soledad y con total desprendimiento de todo. Pero no todos tienen esta vocación. ¿Qué hará - por ejemplo - aquél que tiene vocación al matrimonio, y por lo tanto tiene a su cargo el cuidado de una familia?
En otros siglos, cuando la sociedad estaba organizada de otra forma, vivir de la mendicidad podía ser visto como una forma de santidad. Pero la sociedad actual tiene otra organización, y se considera que lo más honroso es que cada uno se gane el pan de cada día con su trabajo. Surge entonces otra pregunta: si dejamos de preocuparnos por la comida y el vestido ¿cómo viviremos? ¿Quién nos dará de comer?

ESCLAVOS DEL DINERO

Pero debemos atender bien a las palabras de Jesús. Él no nos dice que no trabajemos, ni que no nos ocupemos del alimento y de las cosas necesarias para la vida. Jesús no nos dice que no usemos del dinero, sino que no seamos esclavos de él. La solución del problema está en saber bien quién es el patrón y quién es el esclavo. Lo correcto es que el hombre siga siendo el que domina el dinero y las cosas, pero no al revés. Jesús nos dice que no se puede ser servidores de Dios y del dinero al mismo tiempo. Compara la esclavitud del dinero con la actitud que el hombre debe tener frente a Dios: amor por encima de todas las cosas. Jesús excluye la forma de vivir de aquellos hombres que hacen de los bienes materiales y del dinero el valor más importante. Todo lo hacen para obtener bienes y ganancias, todo lo sacrifican, aun su propia vida, con tal de tener más. No se respetan a sí mismos ni respetan a los demás porque para ellos el bienestar material es lo más importante

EL HOMBRE NO ES ESCLAVO

Esta actitud ante los bienes materiales responde a lo que leemos en la primera página de la Biblia cuando se nos habla de la creación del mundo. Dios hizo todas las cosas y finalmente creó al hombre, al que puso por encima de todo, como imagen de Dios, para que gobierne y domine. Si el hombre ha sido creado para dominar la creación y servirse de ella en su propio beneficio, no puede ser esclavizado por ninguna otra criatura. Se trastorna el orden que Dios ha puesto en el mundo cada vez que un hombre se somete a cualquier otra criatura, cuando deja de ser señor para convertirse en esclavo. La única servidumbre que es aceptable es la del hombre que sirve a sus hermanos, pero lo hace por amor, porque en esto se asemeja más a Dios. Pero de ninguna manera un hombre puede estar sometido a las cosas, amándolas por encima de todo, sirviéndolas a ellas, ofreciéndoles el sacrificio de su propia existencia o la dignidad pisoteada de sus hermanos.

LOS PÁJAROS Y LAS FLORES

Algunos podrían preguntar a Jesús acerca de dos bienes que son los más cercanos y necesarios: la vida y el cuerpo. ¿Es posible aplicar la enseñanza de Jesús a estas dos realidades? ¿La misma vida no nos impone cierta esclavitud con respecto al propio cuerpo, al que hay que alimentar, cuidar, vestir? 
Jesús responde a estas preguntas haciéndonos observar lo que sucede en la naturaleza: hay que mirar los pájaros y las flores silvestres del campo. Dios alimenta a los pájaros y adorna a las plantas con flores sin que ellos se preocupen por nada. Algunos han interpretado estos textos diciendo que trabajar para conseguir el alimento y el vestido era una actitud poco cristiana, que lo más perfecto era vivir totalmente despreocupados esperando que todo venga de arriba. Pero hay que advertir que Jesús no dice que no hay que ocuparse, sino que no hay que preocuparse, no han que inquietarse. 

La palabra que se utiliza en estos casos en el texto original en griego, indica aquella actitud que acapara totalmente el corazón, sin dejar lugar para otra cosa. Hay una gran distancia entre ocupación y preocupación. La actitud del preocupado es la del que pierde la calma, vive ansioso, deja de ver la totalidad de la realidad para centrarse solamente en aquello que lo inquieta. Los pájaros y las plantas viven despreocupados, no desocupados. Porque las plantas, para poder embellecerse con flores, hunden sus raíces en la tierra buscando la humedad necesaria, se extienden hacia el sol para recibir sus rayos; los pájaros recorren buscando alimento, escarban la tierra, persiguen insectos. Si flores y pájaros se quedaran sin ocupación, rápidamente morirían. Lo que tenemos que aprender al contemplar los pájaros y las flores es que viven sin preocuparse. Es decir, no están apesadumbrados, ansiosos y taciturnos como los hombres que piensan solamente en los bienes materiales.

EL PADRE SE OCUPA DE TODOS

La razón que nos da Jesús para que vivamos sin preocuparnos es que detrás de nosotros está un Padre que nos da el precepto de trabajar, al mismo tiempo que se ocupa de nosotros para que nada nos falte. El Padre no quiere que sus hijos vivan ociosos, sin hacer nada. Pero porque es Padre no permitirá que sus hijos pasen necesidad. Así lo expresa el Profeta en la primera lectura que se proclama en este domingo. Vivir sin trabajar no es cristiano. Una de las cartas paulinas lo expresa claramente cuando se dirige a algunos que vivían ociosos y les dice: "El que no quiera trabajar, que tampoco coma" Pero tampoco es cristiano andar preocupados hasta el punto de perder la paz, porque eso significa que se desconfía del Padre. Si queremos resumir esta enseñanza, debemos decir que Jesús nos manda asumir nuestro lugar en el mundo de acuerdo con el plan de Dios. 

Tenemos que trabajar para llegar a dominar todas las cosas sin dejarnos dominar por ellas. Tenemos que trabajar para obtener nuestro alimento, nuestra ropa, nuestra casa y todos los demás bienes que pueden hacer nuestra vida más cómoda y más feliz. Pero si en algún memento llegamos a sentirnos esclavizados por las cosas porque queremos tener más, habremos traicionado nuestra condición cristiana, así como también la habremos traicionado si llegamos a inquietarnos preocupándonos porque desconfiamos de la providencia de Dios.

LA PREOCUPACIÓN DE LOS PAGANOS

Para completar la enseñanza, el Señor pronuncia una palabra muy fuerte ante sus discípulos: dice que los que andan preocupados por la comida y el vestido son los paganos. De esta forma, excluye de la comunidad de los discípulos a los que llegan a "preocuparse" por todas esas cosas. A muchos les parecerá que la exigencia de Jesús es excesiva, porque no existe ninguna persona que en algún memento de su vida no tenga que "preocuparse" por alguna de estas cosas. 
Pero no se puede acusar al Señor de ser poco realista. La afirmación de que son paganos los que andan preocupados por estas cosas se lee junto con otra frase que viene a continuación: Se debe buscar el Reino y la justicia de Dios, y serán el Reino y la justicia los que traerán todas aquellas cosas que son necesarias para esta vida. En los comentarios al Evangelio de san Mateo que se ha proclamado en la Misa de los últimos domingos se ha dicho varias veces que el Reino de los cielos tendrá su consumación en la otra vida, pero ya tiene su comienzo en este mundo. El Reino de Dios tiene que manifestarse en nuestra historia: Dios es Rey, y viene a reinar entre nosotros haciendo su voluntad. Dios no quiere que sus hijos padezcan necesidad, y por eso en el Reino no debe haber necesitados. Así lo ha dicho repetidas veces en el Antiguo Testamento, y es propio de la justicia de Dios que realice lo que El ha prometido. El Reino de Dios y la justicia de Dios se manifiestan en este mundo mediante la presencia de una comunidad de hermanos que tenemos como único Padre a Dios y en la que la única Ley es el amor que refleja la misericordia de Dios Padre hacia todas sus criaturas. El Reino no se muestra como presente en una comunidad en la que no existe la preocupación por los pobres y necesitados. 

Se dice en otra parte del Evangelio que, por el Reino, todos deben renunciar a lo que poseen para compartirlo con los pobres, y que aquellos que lo hagan, recibirán el ciento por uno. Si cada uno se despoja de lo propio, poseerá cien veces más porque tendrá a su disposición aquello de lo que se han despojado los demás, y nadie carecerá de nada. Entendemos entonces lo que significa que el Reino traerá consigo todo aquello de lo que hay que despreocuparse. Mediante la práctica del amor fraterno, busquemos con todo empeño que en la comunidad cristiana se manifiesten los rasgos del
Reino, y entonces no habrá nadie que carezca de lo necesario.
LA FALTA DE TRABAJO

Las palabras de Jesús se refieren solamente a la alternativa de vivir ociosamente o vivir obsesionado por los bienes. El mundo actual presenta otros problemas que no están contemplados en esta página del Evangelio. En la actualidad son muchos los que están sin trabajar, pero no por ociosos sino porque no encuentran trabajo. Los que se encuentran en esta situación, sobre todo cuando tienen la responsabilidad de una familia, sienten la tentación de "preocuparse" y de dejar de confiar en la Providencia. 

Es necesario exhortar con gran fuerza a estas personas para que no pierdan la confianza en el Dios providente, pero con mayor fuerza se debe exhortar a los cristianos para que tanto en forma individual y como comunitariamente se ocupen de estos hermanos y les hagan sentir la presencia del Padre. Los que se esfuerzan por vivir en el Reino tienen que poner todo su empeño en hacer que el Reino se manifieste. Una forma de hacerlo es preocupándose por los hermanos que carecen de trabajo para que nadie pase necesidad. Todos los cristianos, y sobre todo aquéllos a quienes se les ha confiado la conducción de la sociedad, tienen que ser conscientes de esta gran responsabilidad.

martes, 22 de febrero de 2000

UN NUEVO MOISÉS

San mateo 5, 38-48:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas. Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. 
Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

Nos relata la Biblia en el libro del Éxodo que cuando los israelitas fueron liberados de la esclavitud de Egipto, Moisés los condujo hacia el monte: Sinaí y  allí Dios hizo una alianza con ellos y les entregó unas tablas de piedra donde estaban escritos los diez mandamientos. Los diez mandamientos son el resumen de lo que Dios, exige de todo hombre, son los deberes que cada uno tiene con respecto a Dios, con respecto a los demás y con respecto a sí mismo. San Pablo dice que aun los paganos, que no conocen esta Ley, la tienen escrita en su corazón. Se considera que la ley dada por medio de Moisés es insuperable: nadie puede proponer algo más perfecto. Cuando Jesús fue interrogado sobre lo que se debía hacer para entrar en la vida eterna, respondió simplemente: 'Cumplan los mandamientos". 

Pero en la Biblia encontramos otro relato: cuando Jesús salió a anunciar la llegada del Reino de los Dios, el Evangelio nos dice que se reunió junto a él una gran multitud. Jesús los llevó a un lugar desierto, subió a una montaña y desde allí comenzó: a dar nuevos mandamientos para el pueblo de Dios. Jesús se manifiesta así como un nuevo Moisés que da mandamientos a los hombres. Pero es superior a Moisés porque muestra que aquellos mandamientos,  que  hasta entonces se consideraban insuperables, merecían una nueva interpretación y una mayor perfección.

OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE

En el Sermón de la Montaña Jesús comenta seis mandamientos de la antigua Ley, para mostrar cómo se deben vivir en esta nueva etapa de la historia de la salvación. El domingo pasado se vieron los cuatro primeros casos. En el texto del Evangelio estamos comentando, Jesús toma otras dos de las leyes dadas por Moisés para reemplazarla por una nueva exigencia. En la primera se trata de la ley que dice: "Ojo por ojo, y diente por diente". Muchas veces se toman estas palabras como si con ellas se permitiera e incluso se aconsejara la venganza. Sin embargo su verdadero sentido es muy diferente: en los pueblos antiguos con frecuencia se les imponían a los delincuentes penas que eran mucho más graves que los delitos que se habían cometido. Había penas terribles para faltas que hoy consideraríamos como de poca importancia, al mismo tiempo que se aconsejaba la venganza en caso de ofensas recibidas.

La ley de Moisés pone un límite a la venganza y a los castigos, mandando a los jueces que nunca impongan un castigo que vaya más allá del delito que se cometió. Para eso recurre a esta conocida fórmula: "ojo por ojo, diente por diente, vida por vida.., etcétera". Así como les manda a los jueces que no impongan penas mayores que el delito, a los particulares les pone barreras para impedir la venganza e incluso les aconseja el Perdón, como dice en el texto del Antiguo Testamento que se proclama en la primera lectura de este domingo. Se ve claramente que con la ley del ojo por ojo y diente por diente, la Biblia introduce un gran progreso sobre las costumbres de los pueblos antiguos. Con ella se puso un limite a los castigos para que nadie fuera a sufrir más de lo que es justo: la pena debía tener la misma gravedad que el delito. Jesús partió de esta ley del ojo por ojo y diente por diente, que exigía una rigurosa y estricta justicia, para proclamar una nueva enseñanza para el pueblo de Dios en la línea de reducir todos los mandamientos al mandamiento del amor a Dios y al prójimo. 

Si la ley de Moisés exigía una justicia tan estricta, de modo que por cada ofensa se debía imponer una pena igual, Jesús dice que en la nueva situación no hay que resistir al mal. Estas últimas palabras causarían asombro y tal vez escándalo entre los lectores del Evangelio. ¿Jesús estaría diciendo que hay que dejar al mal que progrese libremente? ¿Los cristianos tendremos que cruzarnos de brazos mientras los malvados actúan sin que nadie se les oponga?

LA OTRA MEJILLA

Tratemos de entender bien las enseñanzas de Jesús. El Señor no nos manda de ninguna manera que nos refugiemos en una pasividad injusta. Hay obligación de corregir al que esta equivocado, así como también estamos obligados a comprometernos en la lucha contra el mal y en el esfuerzo por promover el bien. Atendamos entonces a los tres ejemplos que nos propone Jesús cuando clarifica su enseñanza después de haber pronunciado el imperativo "no hay que resistir al mal". Estos ejemplos sirven para que entendamos el verdadero sentido de la enseñanza del Señor. 

Jesús nos dice cómo hay que reaccionar cuando se recibe una ofensa, luego, qué es lo que se debe hacer en caso de un juicio; y finalmente, cuál es la manera de preceder del cristiano cuando se le impone una obligación injusta. En el primer caso; la ley de Moisés exige que aquel que ha dado una bofetada reciba otra bofetada igual. Pero Jesús nos habla de renunciar a este derecho, y en vez de exigir que se aplique la pena, estemos dispuestos a recibir otras ofensas. En el segundo caso, en un juicio, cada uno trata de defender sus derechos y obtener el mayor beneficio posible. Jesús pone un ejemplo muy gráfico: si nos hacen un juicio para quitarnos la ropa con que estamos vestidos, tenemos que evitar el litigio renunciando a lo que nos quieren quitar y agregando todavía algo más como donación. En el tercer y último caso, los soldados romanos tenían derecho a detener a cualquier ciudadano en la calle para obligarlo a hacer algún trabajo. Así hicieron con Simón Cirene  o cuando le obligaron a llevar la cruz de Jesús. El Señor nos dice que cuando seamos tratados de esta forma, en vez de protestar o de hacer el trabajo considerándonos esclavos, hagamos más de lo que nos obligan y transformemos la obligación en un servicio que le prestamos al otro. Los tres ejemplos propuestos por Jesús no son normas que se deben cumplir literalmente, sino ejemplos de situaciones "límites", que hablan más bien de las disposiciones interiores con las que debe actuar quien es tratado violentamente. Podría suceder que en algún caso se dé una situación en la que uno de estos ejemplos deba ser reproducido literalmente por algún cristiano, pero el texto se refiere a lo que debe suceder siempre en la vida de todos los discípulos del Señor. Cada uno deberá ver luego cómo aplica esta enseñanza del Señor en cada caso que se le presente. Nosotros ponemos siempre nuestros derechos por encima de todo, y Jesús nos enseña que hay una escala de valores donde lo más importante es el amor. Y es tan importante, que tenemos que actuar con amor aún con aquellos que nos están haciendo algún mal. Jesús nos demostró con su propio ejemplo lo que se debe hacer en estos casos es cuando alguien le dio una bofetada. Jesús no respondió con otra bofetada, sino que le pidió razones al que lo ofendía: "Si he obrado bien ¿por qué me pegas?". 

No se debe responder a un golpe con otro golpe, pero como se obra con amor, sigue en pie la obligación de corregir al que está equivocado o está obrando mal. Sigue en pie la obligación de impedir que se siga haciendo el mal, siempre que se trate de vencer al mal con la fuerza del bien. Se ve claramente que con estas palabras Jesús no está dando normas a los jueces y a las autoridades que deben velar por el bien y la justicia dentro de la sociedad, sino que se esta dirigiendo a cada uno de los cristianos en particular para que cada uno sepa cómo responder con amor, cuando se le está haciendo el mal.

¿Y QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

La Ley del Antiguo Testamento, como se ha proclamado en la primera lectura de este domingo, exige amar al prójimo y no ejercer la venganza. La palabra "prójimo" significa "próximo, el que está cerca", y el Antiguo Testamento llamaba "prójimo" a cualquier miembro del pueblo de Israel, de modo que los forasteros y los extranjeros no eran prójimos. Como el mandamiento dice literalmente que se debe amar al 'prójimo', algunos llegaron a la conclusión que se podía odiar a los que no eran prójimos, es decir a los enemigos y a los extranjeros. Pero Jesús enseñó que todo ser humane es un 'prójimo', aunque pertenezca a otro país, a otra religión, lleve otro color político, o sea simplemente un enemigo. 

Así lo mostró en la parábola del buen samaritano, que Él expuso para responder a la pregunta: "¿Quién es mi prójimo?" Cuando se dice que hay que amar al prójimo, es frecuente que tratemos de disminuir el alcance de estas palabras: amamos solamente a los que nos aman, saludamos a los que nos saludan, y a muchos los tratamos como si no fueran prójimos. Jesús nos dice que amar a los que nos aman es algo que también hacen los pecadores, como por ejemplo los cobradores de impuestos, que en esa época, por razones políticas y sociales, eran considerados como los pecadores más indignos y aborrecibles, los peores de todos. Si aun los peores pecadores aman a los que los aman y saludan a los que los saludan, los cristianos, en su obrar, tienen otro modelo que es el preceder del Padre que está en el cielo. Cuando Dios hace salir el sol o hace llover, no hace distinción de personas: el sol sale para todos, tanto para los buenos como para los males, y lo mismo sucede con la Iluvia. Esa es la forma de amar que tiene que distinguir a los cristianos: amando sin distinción demostrarán que son hijos del Padre Celestial. 
Todo hijo refleja los rasgos de su padre; los cristianos, al amar a todos, muestran los rasgos de su Padre y tratan de imitar su perfección en la universalidad del amor.

ES UNA NUEVA LEY

Estas exigencias de Jesús van más allá de lo que aceptaría la mayoría de los hombres, incluso aquellos que se consideran muy religiosos. Unos dirán: "Si obramos así ¡nos van a aplastar!"; otros pensarán que son formas de decir que requieren ser interpretadas, lo que en el fondo puede significar que todo seguirá como antes. De hecho, con el Sermón de la montaña ha sucedido que en muchos casos se han "interpretado" tanto sus exigencias que han perdido mucho de su impacto original. Es indudable que la palabra del Evangelio debe ser interpretada y se debe preguntar qué significaban esas expresiones en los tiempos en que predicaba Jesús. Pero no se las debe interpretar de tal modo que se las vacíe de contenido. Debemos tomar estas palabras con seriedad, sin retacearlas y sin retroceder ante sus exigencias por más tremendas· que sean, sabiendo que en tiempos en que Jesús las pronunciaba también eran enseñanzas que sonaban como "escandalosas". 

En el mismo discurso en que hace este comentario a los mandamientos, Jesús ha proclamado las Bienaventuranzas, en las que nos dice que los herederos del Reino de los Cielos son los que tienen alma de pobres, los pacientes y los misericordiosos. El Reino no es una realidad que se impone desde afuera, como si se tratara de un nuevo régimen político, sino que es una realidad que comienza a actuar en el corazón del hombre y se extiende en la sociedad a partir de allí..Esta es la novedad que produce el Reino al entrar en este mundo: los hombres que lo aceptan quedan transformados de manera que pueden amar aún a sus enemigos. Los ciudadanos del Reino de los cielos son personas que al encontrarse con sus enemigos no buscan la venganza sino que ofrecen la reconciliación, saben renunciar a sus propios derechos por amor a los demás, obran con amor aún cuando corrigen y reprenden, saben detener la fuerza del mal oponiendo solamente la fuerza del bien y la bondad.

LA PARTE MÁS DIFICIL

Es muy fácil pronunciar palabras, lo difícil es llevarlas a la práctica. Sobre todo cuando son palabras tan exigentes como las del Evangelio. Y estas exigencias están dirigidas a cada uno de nosotros en particular. Pero la dificultad se reduce cuando sabemos que esto no sera consecuencia de un esfuerzo realizado exclusivamente con nuestras fuerzas humanas, sino que será el resultado de la acción de Dios en nosotros, transformándonos para que seamos capaces de obrar como hijos de Dios. Esa transformación nos llevará a amar a todos sin excepción. De esta manera, amando a los que nos atacan, no les responderemos con la violencia. Pero tampoco nos quedaremos tranquilos viendo que obran mal. El amor nos llevará a no herirlos, pero también a corregirlos para que lleguen a ser mejores. Y para eso es necesario aprender a corregir con amor. Esta forma de corregir con amor vale tanto para el oprimido que se rebela contra el que lo oprime, como para el que castiga a un delincuente, o para la madre que reprende a su hijo porque se porta mal. Se debe evitar que bajo la apariencia de una corrección se oculte una venganza. El Señor no nos promete que obrando de esta manera vayamos a tener mucho éxito en este mundo. Jesús no respondió con la violencia y terminó clavado en la cruz, y aún en la cruz rezó por los que lo estaban torturando. Esto es así porque el pertenecer al Reino de Dios es mucho más importante y más valioso que todos los éxitos fugaces que podemos conseguir con la fuerza de la violencia o del odio a los enemigos. 

El Reino se abre paso a partir de lo que Dios va realizando en el corazón de cada hombre, y lentamente se va manifestando en el mundo. Y si nos dejamos transformar por Dios, también la sociedad y el mundo se transformarán con nosotros. Llegará el día en que todo el mundo será transformado por el Reino de Dios. En ese día ya no será el mundo de la agresión, de las represalias y de las venganzas, sino el Reino de paz, de justicia y de amor.

domingo, 13 de febrero de 2000

ESTRATEGIAS EMOTIVAS : Identificar los propios estados emocionales y sus mensajes

Esta es una ficha para conocer y aplicar una estrategia que nos ayude a identificar nuestras emociones.

RELATO
Atreverse a hablar
Una señora se sentía profundamente herida por el comportamiento de su hijo de quince años. Cada vez que salían juntos, él caminaba delante. ¿Se avergonzaba de ella?, le preguntó un día su madre.
«Claro que no, mamá -respondió él apurado-. Es que pareces tan joven que no quiero que mis amigos piensen que tengo una nueva novia».
La herida de la señora desapareció como por ensalmo.
 (Dieu est la dehors,de Anthony de Mello)

Para reflexionar
«Cuando las emociones no se expresan, se graban a fuego».
(Jean Monbourquette)

OBJETIVOS
Saber identificar y nombrar los propios estados emocionales. Aprender a discernir su mensaje. Pasar a la acción, si es conveniente, para resolver los estados emocionales.

EXPLICACIÓN
Una emoción es un estado afectivo intense, caracterizado por una brusca perturbación física y psíquica. Un sentimiento es un estado afectivo complejo, bastante estable y duradero, ligado a representaciones sensoriales (palabras
e imágenes).Solemos confundir la emoción con el sentimiento y, en consecuencia, empleamos ambos términos indistintamente. Sin embargo, un sentimiento no es una emoción. El sentimiento es más intuitivo, más sutil y menos turbador que la emoción. La modificación de las propias emociones se efectúa de dos maneras, directa o indirecta. La manera directa consiste en cambiar el ritmo respiratorio, la postura física y el gesto. La manera indirecta requiere cambiar las representaciones internas, es decir, las imágenes y palabras interiores.

ESTRATEGIA
Primera parte
Descubrir las propias emociones
El descubrimiento de las emociones personales se efectúa tomando conciencia del propio cuerpo. Este es el camino más directo para acceder a la propia emotividad.

Estrategias emotivas.
Si no puedes entender tus emociones y las reprimes, corres el peligro de somatizarlas en todo tipo de malestares e incluso de enfermedades.


Segunda parte
Aplicarse a nombrar las emociones y los sentimientos personales Muchas personas se comportan como «analfabetas» en lo que respecta a nombrar sus emociones, ya sea porque no conocen el vocabulario, ya sea porque se equivocan en lo que atañe a la naturaleza de las mismas.
Para soslayar este peligro, consulta la lista de emociones siguiente. Las emociones están agrupadas por categorías. Es importante aprender a identificar y nombrar correctamente los matices emocionales. De lo contrario, habrá quien emplee, por ejemplo, la palabra «ira» para referirse sin distinción a una multitud de emociones, como la frustración, la rebelión, la tristeza, la irritabilidad, la decepción y la rabia.


VOCABULARIO DE LAS EMOCIONES : si se necesita ver con más detalle se puden ampliar cada página de la lista haciendo un clic sobre ellas









Tercera parte
Atreverse a expresar las emociones y los sentimientos personales mediante mensajes en «primera persona»

La autoafirmación exige asumir el riesgo de expresar las propias emociones. Si no expresas tus emociones, se grabarán a fuego en ti y crearán tensiones. Hay un riesgo real al expresar las emociones personales. ¿Será aceptada por tu entorno la emoción que expreses?; ¿será bien recibida?; ¿no pasarás por ser una persona ridícula o ingenua? Las vacilaciones de este tipo pueden llegar a impedirte comunicar tus emociones. Recuerda, sin embargo, que no hay emociones malas; todas son buenas, porque todas tienen su razón de ser. En las relaciones íntimas, más particularmente, es primordial expresar las propias emociones para el mantenimiento de la intimidad. Los únicos límites a la expresión de las emociones derivan de la necesidad de elegir el contexto y el memento oportunos para expresarse. Debes esperar a que tu interlocutor se encuentre en un estado emocional propicio y se muestre receptivo para hacerle partícipe de tus emociones. Desde el momento en que es expresada una emoción, ésta se pone a evolucionar y puede incluso ceder su lugar a otra emoción más precisa. La expresión de una emoción más superficial permite la emergencia de otra emoción más profunda.
Ejemplo: una emoción de frustración puede disimular una emoción de tristeza que, a su vez, podría ocultar un sentimiento de vulnerabilidad. Se trata de comenzar a expresarse para que la conversación se haga más íntima.
Una manera magnífica y eficaz de expresar las propias emociones consiste en transmitirlas mediante un mensaje en «primera persona», lo que se desarrolla en tres tiempos.
1.  Precisa las circunstancias en que has sentido la emoción en cuestión. Expresa tu emoción objetivamente y sin hacer ninguna acusación.
Ejemplo: «Cuando tú llegas tarde...».
2. Expresa tu emoción en «primera persona».
Ejemplo: «...yo me enfado».
3. Expón la razón o las razones por las que te sientes esa emoción.
Ejemplo: «Yo me enfado porque me preocupo y porque la cena se va a quedar fría».
Es probable que el empleo de la primera persona modifique para bien el comportamiento de tu interlocutor. Y, en el peor de los casos, invita a un diálogo fecundo.

UNA NUEVA LEY

Evangelio del Domingo 13 de febrero del 2011
San Mateo (5,17-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil" tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado" merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio." Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor." Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»

En estos domingos se viene leyendo el sermón de la montaña, en el que Jesús proclama la venida del Reino de los cielos y enseña cuáles son las condiciones para poder participar en él. En este domingo y en el que sigue, el evangelio que se proclama en la Misa está tomado de aquella parte del mismo sermón, en la que Jesús examina los mandamientos de la antigua Ley y les da una nueva formulación para esta parte definitiva de la historia que se produce con la llegada el reino. En el texto de este domingo, que es el más largo, se toman las frases introductorias y cuatro de las seis nuevas formulaciones de la ley. En el domingo próximo se verán las dos restantes, Conviene tener en cuenta esta continuidad en el momento de hacer un comentario de los textos.

NO HE VENIDO A ANULAR

Las palabras con las que se introduce esta parte del sermón son una advertencia a los cristianos. Esta advertencia era necesaria para ciertos grupos de la iglesia primitiva que pensaban que con la venirla de Jesús todo el Antiguo Testamento había perdido su vigencia, y que por lo tanto ya no había que seguir cumpliendo los mandamientos. Y esto no lo entendían así porque vivían de una forma mucho más perfecta, sino porque proclamaban una total falta de control en las normas morales. Por supuesto que este comportamiento no era cristiano. Las palabras del evangelio dan una respuesta a quienes pensaban de esta manera equivocada, y al mismo tiempo señalan la novedad que trae Cristo. Dicho de otra manera, explican qué es lo que ha cesado en el Antiguo Testamento, y qué es lo que sigue siendo vigente. En primer lugar, Jesús dice que él no ha venido a anular, a abolir la Ley, sino a cumplir. Los judíos designan con el nombre de 'Ley' lo que nosotros llamamos 'Biblia'. En este texto, Jesús no se refiere sólo a cumplir los diez mandamientos, sino a cumplir todo lo que está en la Sagrada Escritura. La palabra cumplir es muy amplia en su sentido. El evangelio de san Mateo abunda en referencias a que el Señor 'cumplió' lo dicho en el Antiguo Testamento. Esto significa que Él es la perfecta realización del plan de Dios que está expresado en las antiguas Escrituras. La palabra de Dios en la Escritura no sólo es mandamiento sino también anuncio y profecía de lo que está por venir. Y Jesús la realiza plenamente, porque Él es el Hijo que en todo expresa la voluntad del Padre. Es el modelo perfecto hacia el cual todos deben mirar para ver cómo es un hijo de Dios. Por esa razón, todo lo que está dicho en las Escrituras tiene que cumplirse, sin excepción, hasta la última y más pequeña de las letras, como es la letra "i" en hebreo. La Ley no se entiende como un rígido código de moral sino que es toda la Sagrada Escritura como expresión de la voluntad de Dios, que siempre está abierta a nuevas formulaciones ya que la perfección de Dios es infinita y nunca puede ser abarcada en una sola fórmula. En ese sentido, la Ley no es un código que nos dice lo mínimo que debemos hacer, y comienza a aparecer como un reflejo de la perfección divina, que cada día abre nuevos horizontes a los cristianos. En un sentido se puede decir que ha sido abolida, pero en otro sentido aprendemos que debemos cumplirla así como la cumplió Jesús.

LA JUSTICIA DE LOS FARISEOS

En el judaísmo del tiempo en que predicaba Jesús había varios partidos político-religiosos. Uno de los más conocidos, sobre todo para los lectores de los evangelios, es el de los fariseos: Los miembros de este partido habían formado esta agrupación en mementos en que el pueblo y su religión estaban amenazados por los paganos invasores que pretendían imponer una cultura y una religión ajenas. Los fariseos cumplían y hacían cumplir los preceptos religiosos con toda rigurosidad, y hasta en los menores detalles, con el objeto de que no quedara ningún resquicio por donde pudiera introducirse el contagio del paganismo. Si bien es cierto que los fariseos en algunas oportunidades pudieron ser criticados porque a veces cumplían los preceptos por exhibición Y pecaban de hipocresía, también es verdad que en general no todos eran así, sino que eran personas muy religiosas y que cumplían las exigencias religiosas a la perfección. 
En el evangelio que comentamos, al hablar del cumplimiento de la Ley, Jesús dice que los cristianos deben ser más exigentes que los fariseos, y que de lo contrario no entrarán en el reino de los cielos. Esto significa que cuando se trata del cumplimiento de la Ley es necesario ser más exigentes que los más exigentes. Si tenemos en cuenta lo que se ha dicho antes, será fácil entender esta exigencia del Señor. Las formulaciones de la Ley entendida como precepto pueden engañarnos si nos quedamos simplemente con el sonido de las palabras y no vamos a lo que Dios quiso decir con ellas cuando proclamó los mandamientos, o peor aun si retorcemos el sentido de las palabras de la Ley para hacerles decir lo que Dios no quiso decir. En algunas ocasiones Jesús reprendió a los que creían cumplir bien los mandamientos porque hacían lo que decían las palabras de la Ley, pero no cumplían con la voluntad de Dios. La Ley, leída a la luz de Cristo, no nos debe indicar lo mínimo a realizar, ni se trata de lo que podemos hacer sin que sea pecado. Más bien nos muestra una aspiración a imitar la perfección divina, que nunca nos dejará satisfechos, porque siempre podemos hacer algo más.  Toda la Ley ha sido dada para que el ser humano viva como hijo de Dios, para que lleve los rasgos del Padre celestial. Sólo se puede decir que "cumplimos un mandamiento" cuando el modo de preceder que manifestamos con ese cumplimiento nos ha hecho más semejantes a Dios. Por eso, como Dios es amor, toda la Ley se puede compendiar en el único mandamiento del amor a Dios y al prójimo, amando como ama Cristo. Se debe tener esto ante los ojos para poder entender todo lo que viene a continuación: la nueva forma de vivir los mandamientos debe ser una expresión de ese único mandamiento. Como dicen algunos autores, las exigencias del Sermón de la montana se resumen en una exigencia de misericordia.

LAS NUEVAS FORMULACIONES

Jesús ilustra la nueva forma de leer la Ley como para que tengamos un ejemplo según el cual entendamos también los demás mandamientos. El evangelio de san Mateo recoge seis nuevas formulaciones. Ya se ha dicho más arriba que en el evangelio de este domingo se leen las cuatro primeras, dejando las otras dos para el domingo siguiente. Las que corresponden a esta lectura son las de los mandamientos que nosotros numeramos como quinto, sexto y octavo, intercalando en lugar del séptimo lo referente al divorcio. Cuando Jesús habla de los mandamientos, como hace en su diálogo con el joven rico, cita sólo aquellos que se refieren al trato con el prójimo. En el primer caso está la prohibición del homicidio y la amenaza del juicio ante un tribunal para quien lo comete, así como se encuentra en distintos mandamientos de la antigua Ley. 
A continuación, Jesús proclama la nueva exigencia en esta etapa del reino: ahora se amenaza con el juicio y el infierno a quien simplemente se enoja o dice una palabra poco amable a su hermano. Por el modo de hablar de Jesús se ve que estas amenazas no pueden ser tomadas literalmente. Son intencionalmente exageradas para que entendamos que los que hemos sido renovados por la fuerza del evangelio debemos aprender a amar con tal intensidad a nuestro prójimo, que cualquier falta o carencia de amor, aun las que el común de la gente no toma en cuenta porque considera demasiado leves, para el cristiano deben ser objeto de especial atención. Una ilustración de Jesús nos muestra la gravedad de este mandamiento: Jesús lo coloca por encima del precepto del culto. Si lo exige un acto de reconciliación con el hermano, se puede y se debe postergar la celebración de un sacrificio. Cuando Jesús enseña la importancia del mandamiento del amor por encima de los demás preceptos de la Ley, en el evangelio de san Marcos se dice explícitamente que amar a Dios y al prójimo es más importante que todos los holocaustos y los sacrificios.

Así como un simple enojo era puesto a la misma altura que los pecados más graves, también los males pensamientos y los deseos impuros son equiparados al pecado adulterio, que la Ley de Moisés castigaba con la pena de muerte. Para mostrar que las faltas consideradas leves por el común de la gente adquieren mayor gravedad en la nueva etapa del reino, se añaden algunos ejemplos semejantes al del caso anterior. También aquí, con un lenguaje evidentemente exagerado, se dice que habría que recurrir a la mutilación del cuerpo si de esta forma se pudiera evitar el pecado. La antigua Ley introdujo el divorcio y el juramento para corregir deficiencias que se dan en este mundo donde reina el pecado. Pero Jesús ensena que en la vida del cristiano no debe haber espacio para esas deficiencias. Jesús establece, con su autoridad, que en esta etapa del reino, el hombre redimido debe vivir de tal manera que tanto el divorcio como el juramento aparezcan como algo completamente ajeno a su vida. Si el amor es la única ley, en la vida matrimonial de los cristianos no se puede presentar ninguna de las situaciones por las que se podría llegar a un divorcio. Si el cristiano tiene que ser perfecto como es perfecto el Padre celestial, en su manera de hablar no puede existir la más mínima posibilidad de mentira. De esta forma se excluye el juramento, porque quien jura deja entender que puede estar mintiendo si no interpone un juramento. 

Las nuevas formulaciones que propone Jesús escapan a lo que se puede llamar Ley. Más que normas a cumplir, se trata de una nueva disposición del hombre. Se trata del preceder propio del cristiano que ha sido tocado por la gracia de Cristo, y que ya no lleva un código como norma de conducta sino que se rige por la fuerza del Espíritu Santo y tiene como modelo la perfección de Dios Padre. Seamos dóciles al impulse del Espíritu de Dios para que de esa manera se manifieste el reino de Dios sobre la tierra.