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miércoles, 26 de agosto de 2009

La Pregunta de un Curioso

UNA PUERTA DIFÍCIL

Una persona viene a preguntar a Jesús por la cantidad de los que se salvan. Son muchos los que se hacen preguntas como esta. Siempre encontramos personas que están muy interesadas en saber cómo será la vida después de la muerte, cuándo sucederá el fin del mundo, o cualquier otra cosa por el estilo. Todo eso pertenece a lo pintoresco, a lo curioso, pero no agrega ni quita nada a la fe y por eso mismo no tiene nada que ver con nuestra propia salvación. Estas cosas solamente tienen que ver con la imaginación y con la cunosidad, y Dios no ha quendo revelarnos ninguna cosa que sirva sólo para alimentar nuestra fantasía. En la Palabra de Dios encontramos únicamente aquello que nos compromete a dar una respuesta ante un Salvador que se nos manifiesta ofreciéndonos su amistad y haciéndonos ver cual es nuestra verdadera situación ante El y ante los demás hombres.

Por ese motivo Jesús no responde directamente a la pregunta del hombre que lo interroga. En vez de decirle cuántos serán los hombres que se van a salvar (lo cual al fin de cuentas es un dato que no sirve para nada), le comienza a decir: «Traten de entrar ustedes.. .». La curiosidad sobre esos datos pintorescos acerca de lo religioso es una forma de evadirse y de eludir el compromiseo con Dios y con el prójimo. Jesus advierte la actitud del hombre que habla con El, y lo llama nuevamente al centro del problema: «No te ilusiones pensando que eres religioso porque sabes cosas que se refieren a la religión; más bien asume tu compromiso: lucha por entrar en el Reino en vez de preocuparte por saber el número exacto de los que se van a salvan
PARÁBOLA DE LA PUERTA ESTRECHA
La palabra que se usa para responder a la pregunta, y que aquí se traduce como "traten", en la lengua onginal (el griego) es muy ilustrativa: «luchen». La entrada en el Reino no es algo que se debe esperar pasivamente, sino que se debe conseguir por medio de un esfuerzo que se puede comparar con una lucha. Sin la gracia y sin la ayurla de Dios no se puede hacer nada en este sentido, pero una vez que hemos recibido la fuerza y el apoyo de Dios debemos responder poniendo todo nuestro esfuerzo y nuestras energías en un combate que se presenta como especialmente difícil.
Para hacer ver mejor cómo se presenta esa dificultad, el Serior dice dos breves parábolas. La pnmera comparación es la de la puerta estrecha. Supongamos que somos muchas personas que tratamos de entrar en un lugar que tiene una sola puerta y que ésta es muy estrecha. Es una situación que se da con frecuencia en ciertas aglomeraciones. Se empuja para entrar, se trata de apartar a los demás, y a veces hasta se pierde la noción de amor y de respeto por el prójimo. Quien se quede esperando que entren los demás puede tener la seguridad de que se quedará afuera. Algo simiiar sucede con la entrada en el Reino de ios cielos: para poder entrar hay que esforzarse, de lo contrario no se podrá entrar. Después de haber recibido la gracia de Dios se debe "luchar" y esa lucha es el esfuerzo que cada uno debe emprender contra sus malas inclinaciones para veneer la tendencia al pecado. Y es también el dinamismo que hay que poner en práctica para abundar en buenas obras para con los demás. La segunda parábola es la del Padre de familia que cierra la puerta antes de que comience el banquete. Algunos invitados Ilegan retrasados y pretenden entrar, pero ya no es hora. El Dueño de casa se asomará para ver quiénes son los demorados que Ilegan tan tarde y no los reconocerá. Por fr, visto estos que Ilegan a deshora no reúnen las condiciones para entrar en el banquete y tendrcín que quedarse afuera.Podemos preguntar: ¿Qué puerta es ésa por la que hay que entrar? ¿de qué banquete se trata? El Senor dice en la última parte del texto que se está hablando del Reino de Dios. Es esa realidad Ultima a la que todos estamos invitados, pero que ya se va haciendo presente en este mundo desde que Jesucnsto se manifestó. Él no vino sólo para hablarnos de lo que nos espera después de la muerte sino también -y principalmente- del Reino de Dios que se acerca y que viene a nosotros. El texto pone el acento en la forma definitiva, en el banquete final en compañía de todos los santos, pero no se debe perder de vista que ese Reino y ese banquete ya comienzan en este mundo.

FUERA DEL BANQUETE

El Señor termina sus parábolas hablando de las dos situaciones diferentes: los que están dentro de la sala del banquete y los que quedarán afuera. De estos últimos dice que estarán con llanto y rechinar de dientes, imágenes que indican que estarán muy tnstes y con mucha rabia e indignación. Las dos situaciones, el banquete y el Ilanto con rechinar de dientes son figuras que nos aproximan al misteno de lo que será nuestra suerte definitiva. La Palabra de Dios nunca nos ha explicado en detalle cómo será la existencia que seguirá a esta vida, solamente lo ha hecho mediante imágenes y figuras. Unas, como la del banquete al que se hace referencia en la lectura de este domingo, nos hablan de una gran felicidad. Otras, como la del Ilanto con rechinar de dientes, nos presentan la posibilidad de una existencia llena de amargura.
Nadie puede decir que al fin da lo mismo. La situación del que quede afuera será muy dramática, será la entrada en una ofrecer cuando se ha revelado como nuestro Salvador. Hay un tiempo limitado para responder a esa invitación, y si no se aprovecha el tiempo, comenzará la etapa definitiva donde ya no habrá una segunda oportunidad. En cambio dentro del banquete estarán todos los santos y junto a ellos una multitud que vendrá de los cuatro puntos cardinales. Se reconoce aquí una alusión a textos del Antiguo Testamento, como el que se ha oído en la primera lectura, que anuncian una convocatoria universal al final de los tiempos. Para aquellos judíos que en la antigüedad confíaban imprudentemente en la elección de Israel y pensaban que los demás pueblos·quedarían fuera, estos textos proféticos causaban malestar. No podían aceptar que los odiados paganos pudieran tener una suerte semejante a la del pueblo de Israel. Sin embalrgo los profetas anunciaron que todos los pueblos han sido Ilamadós a la salvación. También nosotros podemos caer en el mismo error pensando que porque estamos en la Iglesia ya estamos seguros de nuestra salvación definitiva. Nos adelantamos aljuicio de Dios y en nuestro intenor ya hemos decidido que muches quedarán fuera, quizá porque no los vemos entre nosotros cuando nos reunimos en la Iglesia. Pero los que según nuestro criterio  son los últimos resulta que ante la mirada de Dios son los primeros, porque cuando el Señor les dio su gracia respondieron con mucha mayor generosidad y prontitud; de la misma manera los que juzgamos
como los pnmeros, ante la mirada de Dios puede ser que sean los últimos.

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