JUDÍOS Y SAMARITANOS
El Evangelio nos relata el encuentro de Jesús con una mujer samaritana y aclara que los judíos no se tratan con los samaritanos. Este pueblo de los samaritanos -que todavía existe reducido a un pequeño número-habita en una región que se encuentra al norte de Jerusalén, a mitad de camino cuando se va hacia Galilea. La Biblia relata el origen de los samaritanos diciendo que cuando en el siglo octavo antes de Cristo gran parte de las tribus de Israel fue llevada al destierro en Asiria, el territorio no quedó totalmente desierto sino que algunos israelitas se salvaron de ir a la cautividad por tratarse de personas sin mayor poder que no significaban ningún temor para el imperio. Estos pocos israelitas se mezclaron muy pronto con otros pueblos de origen pagano que los asirios trajeron para que ocuparan el lugar que dejaban libre los desterrados.
De esa manera surgió este pueblo, mezcla de israelitas y paganos, y con una religión que también conservaba elementos de uno y otro origen. Por ese motivo los judíos no reconocían a los samaritanos como auténticos israelitas y consideraban que su religión era otra forma de paganismo. Los samaritanos, por su parte, insisten en que los auténticos israelitas son ellos mismos, y que los judíos son los que han pervertido la religión de los antepasados. Los samaritanos conservan solamente los cinco primeros libros de la Biblia (La Ley de Moisés) y rechazan los libros de los Profetas. Por estas razones de carácter religioso y otras de carácter Político, la oposición entre judíos y samaritanos llegaba a veces hasta la violencia con derramamiento de sangre.
Los piadosos judíos no permitían el trato con los samaritanos, a los que consideraban como impuros. El gesto de Jesús, dirigiendo la palabra a una mujer samaritana, es sorprendente, porque pasa por encima todas estas prevenciones. Y mucho más aun, desde el momento que en el mundo religioso judío de aquellos tiempos no era bien visto que un maestro "perdiera el tiempo" hablando con mujeres.
LA MUJER SAMARITANA
Jesús llegó al territorio de los samaritanos a mediodía. El Evangelista Juan, muy preocupado por los detalles simbólicos, destaca ese hecho ya que en la página anterior ha mostrado el encuentro de Jesús con Nicodemo durante la noche. El judío Nicodemo habla de noche, y la pagana samaritana lo hace a pleno sol, porque en tiempos en que se escribió el Evangelio ya era un hecho que los judíos no aceptaban a Jesús, mientras que la Iglesia se extendía rápidamente entre los pueblos paganos que se convertían. Efectivamente el relate de la samaritana termina cuando ella y todos los de su pueblo reconocen a Jesús como Salvador del mundo. La samaritana parece representar a todo el mundo pagano, así como Nicodemo ha resumido a todos los judíos que conocen la Ley y los Profetas.
EL AGUA
La conversación de Jesús con la samaritana gira en torno al agua que la mujer viene a sacar del pozo, un pozo de más de treinta metros de profundidad que todavía hoy se puede visitar. En oriente, donde el agua es tan escasa, se comprende que se le dé tanta importancia a un pozo de agua. Es preciso asegurarse un lugar donde poder encontrar este elemento tan valioso y necesario para la vida. En la forma de hablar comente se usa el agua para comparar las cosas de mayor valor o las más necesarias para vivir, ya que carecer de agua cuando se soporta el calor del desierto equivale a encontrarse en peligro de muerte.
En los textos religiosos judíos también se recurre a esta forma de hablar porque fuentes, corrientes de agua o el agua misma aparecen como símbolos de las enseñanzas de Dios, de la Ley o de los dones que Dios otorga a los hombres. Esto nos explica los malentendidos de la conversación de Jesús con la Samaritana: los dos hablan del agua, pero mientras ella se refiere a la del pozo, Jesús quiere significar la nueva vida que Dios da a los hombres.
El agua mencionada por Jesús es Él mismo, es el Espíritu Santo que Él concede a los creyentes, es la nueva vida que se recibe en el bautismo. No es necesario ir a buscar cada día esta agua porque se recibe de una vez para siempre. Así se suscita el interés de la mujer que olvida los resentimientos entre judíos y samaritanos para pedirle esa agua a Jesús.
LA SED DE LOS HOMBRES
Los hombres, como la samaritana o como un sediento en el desierto, buscan ansiosamente algo que les haga plenamente felices y que les permita vivir sin limitaciones o ataduras. Por eso recurren a pequeños pozos de agua que nunca pueden satisfacer. Tanto si se trata de enseñanzas de maestros que se presentan como salvadores en lo social, lo político o lo filosófico, como cuando se trata de placeres que sólo dejan insatisfacción y el deseo de poseer o de gozar más, se parecen al poco de agua que la mujer debe ir a buscar cada día con su cántaro para poder vivir un día más.
La mujer pagana representa muy bien a toda la humanidad en busca de vida, que ni siquiera tiene el consuelo de la Palabra de Dios como tienen los judíos representados por el erudito Nicodemo.
ABANDONAR EL CÁNTARO
Dice el Evangelio que la mujer, cuando llegó a entrever lo que decía Jesús, abandonó el cántaro y fue a la ciudad a llamara sus vecinos y parientes para que ellos también conocieran al Señor. Se nos indica el detalle de que la mujer se fue dejando el cántaro (¿Para qué lo quería ahora que había encontrado el agua verdadera?).
Cuando se ha encontrado a Jesús se terminan todas las búsquedas. El es el regalo que Dios hace a los hombres, y aceptarlo a Él es aceptar la vida plena y verdadera. Porque aceptar a Jesús no es solamente recibir una enseñanza, sino adherirse a su persona hasta llegar a hacerse uno solo con Él, es aceptar el Espíritu Santo que El posee totalmente y lo concede sin medida.
Abrirse en esta aceptación es lo que llamamos fe, y esa fe nos da la nueva vida, nos da el ser hijos de Dios, nos da esa experiencia que es imposible describir y que solamente se puede vivir.
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