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jueves, 20 de septiembre de 2012

NO TE HAGAS DAÑO A TI MISMO-CAMINOS HACIA LA LIBERTAD III



Liberación de los viejos modelos de vida

1 Pe 3, 16 contiene la palabra de la anastrophe, del cambio de vida en Cristo.
La primera Carta de Pedro contrapone esta conducta en Cristo a «la insensata conducta heredada de vuestros mayores» (1 Pe 1, 18), de la que Cristo nos ha liberado. Estas palabras me han dicho mucho últimamente. Y en mi tarea de acompañamiento he visto también lo mucho que pueden hacer estas palabras:«Sabed que no habéis sido liberados de la conducta idolátrica heredada de vuestros mayores, con bienes caducos -el oro o la plata-, sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin mancha y sin tacha> (1 Pe 1, 18s).
H. Schlier traduce que Cristo nos ha liberado: «de vuestra vida de apariencias recibida de los padres» (Schlier, 273). Por «salvación por Jesucristo» entiende el autor que hemos sido liberados de la insensatez y vacío de nuestra vida, tal como la hemos recibido de nuestros padres. A esta vida se la denomina mataios, que significa insensato, fatuo, vano. «No era lo que pretendía ser. No estaba preñada de ser, como se decía, sino que era algo arbitrario... Se trataba pues de una vida irreal, de una vida de apariencias, de una vida objetivamente estúpida -esta es otra acepción de mataiosporque rebosa ilusiones sobre ella misma» (Schlier, 272).
Nos hemos hecho muchas ilusiones sobre nuestra vida. Los hindúes hablan de mala, de apariencia, de ilusión. La fe nos libera de las ilusiones que nos hemos hecho sobre nuestra vida. Entre ellas, la de que podemos tener todo lo que queremos, que todo es posible, que la felicidad y la satisfacción interior son bienes que podemos comprar. La salvación por Jesucristo es una liberación para la realidad. Hemos sido sacados de una vida en la ignorancia (cf. 1 Pe 1, 14), de la desorientación (1 Pe 2, 25), de las tinieblas (1 Pe 2, 9). H. Sechlier cree que la cotidianidad sexualizada y demonizada de una antigüedad niveladora y desintegradora fue «para los cristianos la prueba definitiva de una vida radicalmente inaudita e irreal por su falta de compromiso y su arbitrariedad» (Schlier, 274). Cristo nos ha liberado de todo esto. Cirilo de Jerusalén llama rnataios a las «representaciones teatrales, a las carreras de caballos y a la caza». Todo el mundo de apariencias de la Antigüedad, que era puro brillo exterior, para el que el contenido de la vida era sólo teatro y sensación, es para los cristianos algo vacío, fatuo e insensato. De esta realidad aparente los cristianos se
sienten liberados por Cristo.

Los cristianos deben estar en Cristo y no dejarse configurar por el mundo. Son forasteros en este mundo y por el nuevo nacimiento en el bautismo han sido elevados al mundo de Dios. Han pasado a ser reyes, hombres libres, sobre los que este mundo no tiene ningún poder. Deben ser pues «sensatos y vivir sobriamente para dedicarse ala oración» (1 Pe 4, 7).
Esta vida desde la oración y la gracia se caracteriza porque «se está libre de ilusiones y sueños, porque se es más ‘realista', pero no en el sentido de un compromiso oportunista con eso que se denomina realidad, tal como la entiende el espíritu de este tiempo, sino en el sentido de una visión imparcial e imperturbable de las cosas» (Schlier, 294).
El fundamento de la libertad interior con la que Cristo vive en este mundo, sin que éste le domine, con la que él se siente libre de todos los falsos modelos de vida y de las ilusiones que embargan a la gente que le rodea, es su propia entrega en su muerte en la cruz. La preciosa sangre de Jesucristo apunta al amor con el que Cristo nos ha amado hasta el foral y con el que se ha entregado por nosotros.
Es el lenguaje de la mística del amor el que pudiera entresacarse de estas palabras de la primera Carta de Pedro. Y porque Cristo nos ama así, es por lo que tendremos una vida nueva, por lo que volveremos a nacer, por lo que seremos libres del señorío de este mundo y de la «conducta insensata, heredada de nuestros padres».

El amor de Dios, que se mostró con la máxima claridad en la autoentrega de Jesús en la cruz por nosotros, nos transforma. Nos libera del lastre del pasado. No somos un puro y simple producto de la historia de nuestra vida. No estamos condenados a repetir lo que hemos aprendido de nuestros padres. En razón del amor de Cristo hemos sido liberados de las cadenas de nuestros modelos de vida. Los primeros cristianos han tenido la clara experiencia de que el amor de Cristo, que se hizo visible en su preciosa sangre en la cruz, es quien los ha liberado de la vida de apariencias que hasta entonces habían vivido junto con sus contemporáneos. El amor de Cristo les abrió nuevas posibilidades. De tal manera que, desde ese momento, no quedaban atados a los viejos modelos de vida que habían recibido de sus padres.
Teresa de Jesús tuvo la experiencia de cómo el amor de Dios la liberó de todos los miedos y preocupaciones. A partir de ahí ya no se volvió a preocupar de si era correcto todo lo que hacía. Desde entonces le traía absolutamente sin cuidado lo que los demás pensaran de ella. La experiencia del amor de Dios le procuró tranquilidad interior y una profunda libertad.
Mientras un día de fiesta estaba sumida en oración, vio que Jesús estaba muy cerca de ella. La Santa lo cuenta así: «Yo, como estaba ignorantísima de que podía haber semejante visión, diome gran temor al principio y no hacía sino llorar, aunque en diciéndome una palabra sola de asegurarme, quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no sabía en qué forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco, o no estuviese muy divertida, podía ignorar que estaba cabe mí» (Teresa de Jesús, 195).
La experiencia de la cercanía amorosa de Cristo puede también liberarnos a nosotros de los modelos de vida inconscientes que normalmente nos condicionan. Cristo nos libera para la realidad. Si él está en nosotros, entonces haremos justicia a la realidad y dejaremos de oscurecerla con nuestros viejos modelos. Mucha gente está condicionada por los modelos de vida que han recibido de sus padres y de su trayectoria vital. Creen que son libres, pero lo que hacen en realidad es limitarse a seguir inconscientemente los modelos que han interiorizado de sus padres.

Para la primera Carta de Pedro es el amor de Cristo el que nos puede liberar de estos modelos de conducta y de estos dramas personales.

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