Domingo
de la Santísima Trinidad - Ciclo C (26 de mayo 2013)
En aquel
tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por decirles,
pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la
Verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo:
hablará de lo que oye, y les comunicará a ustedes lo que está por venir. Él me
glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá comunicando- Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y lo anunciará a ustedes" (Juan 16, 12-15).
glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá comunicando- Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y lo anunciará a ustedes" (Juan 16, 12-15).
Hoy
celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad: un solo Dios, tres personas distintas. Las lecturas de este domingo (Proverbios 8, 22-31; Salmo 8; Romanos 5, 1-5; Juan 16, 12-15) nos invitan a renovar nuestra fe en el misterio inefable de Dios Padre que ha creado
el universo con su Sabiduría infinita (primera lectura), Dios Hijo hecho
hombre en la persona de Jesús que es precisamente la Sabiduría misma de Dios, su Palabra
hecha carne, que con su testimonio de vida, sus enseñanzas y su sacrificio
redentor nos ha revelado la misericordia divina, y Dios Espíritu Santo,
que es la energía positiva procedente del Padre y del Hijo, "el amor de
Dios derramado en nuestros corazones"(segunda lectura) para vivificarnos
,renovarnos, iluminarnos, fortalecernos unirnos en comunidad y "guiarnos hasta
la verdad plena" (Evangelio).
1. El
Misterio de Dios trino y uno
Cuenta el
gran filósofo y teólogo san Agustín de Hipona (354-430 d.C.) que cuando meditaba
sobre la Trinidad divina mientras caminaba por la playa, de repente vio en la
orilla a un niño que intentaba vaciar toda el agua del mar en la concha de un
caracol. Esta experiencia le sirvió para comprender que la mente humana, por más
esfuerzos que haga, es incapaz de abarcar el misterio de Dios. Por eso
nosotros, con nuestro limitado lenguaje tenemos que recurrir a imágenes, a símbolos,
a figuraciones poéticas para poder expresar de algún modo lo que Dios es, y que
sólo percibimos al reconocer desde la fe sus modos de obrar. Y por eso mismo el
lenguaje bíblico, al intentar describir a Dios -no para definirlo, porque el
Infinito es indefinible-, lo hizo con una palabra que en su sentido más
completo corresponde a lo que mejor puede caracterizar lo que es Dios: Dios
es Amor (1 Juan 4, 8.16).
Pero si
Dios es Amor, tiene que ser plural, pues para que exista el amor tiene que
haber alguien que ama, alguien que es amado y que le corresponda también
amando, y la relación misma de amor entre ambos. Este es justamente el sentido
del misterio de la Trinidad divina: un solo Dios que es pluralidad y diversidad
de personas en la perfecta unidad de una comunidad de amor.
Y es así
como Dios Padre se nos revela en las enseñanzas y en la obra salvadora de su
Hijo Jesucristo, que es su Palabra hecha carne y que entregó su vida en la cruz
para que nosotros participáramos de su vida eterna, y nos comunica el Espíritu
Santo que nos hace posible comprender y reconocer la verdad plena: el
amor que Dios es y que nos tiene, que nos anima para corresponderle mediante el
cumplimiento de su voluntad, es decir, amándonos unos a otros como Él mismo nos
ha mostrado que nos ama.
2. Los
símbolos de la Santísima Trinidad
Muchos
símbolos se han empleado para tratar de expresar la realidad de Dios uno y
trino,aunque en definitiva todos se quedan cortos. Uno de esos símbolos es el
triángulo. Otro es el sol, que en sí mismo es fuego, luz y calor. Pero el que
tal vez más llama la atención es el que usó San Patricio (387-461 d.C.), quien
para enseñarles la idea de un solo Dios en tres personas a los paganos que en
su época habitaban la isla de Irlanda, tomaba en sus manos un trébol de tres
hojas.
Con este
sencillo ejemplo, quienes lo escuchaban podían acercarse a la comprensión del sentido
de la fe en la uni-trinidad divina, completamente distinta de las
creencias politeístas por cuanto no se trata de varios dioses, sino de uno solo
cuyo ser obra y se manifiesta pluralmente.
3.
Nuestra fe en la Trinidad nos impulsa a la realización de lo que ella significa
La
liturgia de la Iglesia, sobre todo en los sacramentos y especialmente en la
Eucaristía, expresa constantemente la fe en Dios trino y uno. Esta fe implica a
su vez el reconocimiento de lo que Dios Padre ha querido al crearnos a su
imagen y semejanza, al revelarnos su misericordia y redimirnos por medio de
su Hijo Jesucristo, y al comunicarnos el Espíritu Santo que procede de Él y de
Jesús resucitado: que reconociendo en nosotros la pluralidad y la diversidad de
las personas, se vaya realizando cada vez más entre todos la unidad mediante la
comunión y la participación, es decir, mediante la construcción de una
verdadera comunidad.
Al
iniciar la Eucaristía nos santiguamos invocando el nombre del Dios uno y trino.
En el Gloria alabamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en la
oración inmediatamente anterior a las lecturas bíblicas, nos dirigimos a Dios
Padre por medio de Jesucristo, su Hijo, que vive y reina con Él en la unidad
del Espíritu Santo. Más adelante -en las misas dominicales y de las grandes fiestas
religiosas-, proclamamos con el Credo nuestra fe en Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo,
reconociendo respectivamente su acción creadora, salvadora y santificadora. Luego, después de haberle cantado nuestra alabanza al tres veces Santo, le pedimos a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que se conviertan sacramentalmente en el cuerpo y la sangre de su Hijo Jesucristo. Antes de la comunión hacemos el brindis mediante el cual expresamos nuestra disposición a que por Cristo, con Él y en Él, les sean dados todo honor y toda gloria a Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo. Y al concluir la Eucaristía, el sacerdote imparte a los fieles la bendición de Dios uno y trino.
reconociendo respectivamente su acción creadora, salvadora y santificadora. Luego, después de haberle cantado nuestra alabanza al tres veces Santo, le pedimos a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que se conviertan sacramentalmente en el cuerpo y la sangre de su Hijo Jesucristo. Antes de la comunión hacemos el brindis mediante el cual expresamos nuestra disposición a que por Cristo, con Él y en Él, les sean dados todo honor y toda gloria a Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo. Y al concluir la Eucaristía, el sacerdote imparte a los fieles la bendición de Dios uno y trino.
Que esta
fiesta de la Santísima Trinidad nos motive no sólo para renovar la expresión de
nuestra fe en el misterio insondable de Dios, que es Amor, sino también
para que reactivemos nuestro compromiso de realizar en nuestra vida lo que
significa proclamar a Dios como comunidad perfecta en la unidad y pluralidad de
personas: que habiendo sido creados a su imagen y semejanza, también nosotros,
empezando por la familia, llamada a seguir el modelo de la comunidad trinitaria
que es Dios, respondamos cada día mejor a la invitación que Dios nos hace a ser una auténtica comunidad de amor.-