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viernes, 22 de diciembre de 2000

EVANGELIO DEL DOMINGO 19 DE DICIEMBRE : EXPLICACIÓN

Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,18-24):

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Ya estamos a punto

¿De qué estamos a punto? Una buena pregunta. La Navidad está tan cerca que podemos pensar que el Adviento ha sido apenas una preparación para que esta celebración nos salga bien, para cantar mejor los villancicos, para que el incienso arome el templo y todos escuchemos atentos el antiguo relato del niño que nace en Belén. 
      O quizá hay que pensar que el Adviento es mucho más que un tiempo litúrgico que dura cuatro semanas escasas y de lo que se trata es de tocar una de las dimensiones esenciales de nuestra fe. Porque para lo que nos deberíamos de preparar, y lo que debería estar realmente a punto, es para dejar que nazca en nosotros, en nuestra mente y en nuestro corazón, el “Dios-con-nosotros” de que nos hablan la primera lectura y el evangelio de este domingo. 
      La lectura de Isaías puede ser muy iluminadora en el momento actual. Hay quienes piensan que ya no hay lugar para la esperanza, que la fe cristiana está a punto de entrar en fase de decadencia definitiva, que la sociedad ha perdido sus raíces. Son personas que tienen una visión de nuestro mundo realmente oscura. Y es posible que sea verdad. Pero es una situación hasta un poco mejor de la que estaba viviendo el rey Acaz. Su ciudad estaba sitiada por el ejército enemigo. No tenía ya muchas posibilidades de defensa. Y en aquella época los ejércitos vencedores no se andaban con chiquitas. Lo normal era arrasar la ciudad y pasar a cuchillo a los que no convertían en esclavos. Así que Acaz y su pueblo tenían un futuro mucho más negro que el nuestro. 
La señal va a ser un niño
      Ahí, en esa situación, el profeta habla en nombre de Dios. Va a tener una señal y va a ser una señal de futuro. ¿Qué mejor prueba se puede ofrecer de que hay esperanza para la vida  que el nacimiento de un niño? El signo es que va a ser una virgen –y la virgen por sí sola no puede dar lugar a la vida– la que va a dar a luz un niño. Ese niño es el signo vivo de la esperanza, de la capacidad de Dios para crear la vida allí donde nosotros sólo vemos muerte. 
      Ese signo se cumple en María. Ella es la virgen que va a dar a luz la esperanza de la humanidad. En ese niño pequeño recién nacido se hará visible el amor inmenso con el que Dios nos ama a cada uno de nosotros. Es una paradoja porque ese niño precisamente necesitará –como todos los niños– de todos los cuidados y atenciones del mundo para poder crecer y convertirse en una persona mayor. Hasta es poco prudente por parte de Dios alumbrar así la esperanza. ¡Es tan frágil! Es como si el amor, la salvación, necesitase ser amado para poder salir adelante y crecer y dar fruto. Así es Dios. Se hace frágil para estar con nosotros.
El que viene es Emmanuel 
      Así que eso es la esperanza: un niño que va a nacer y que algo, desde muy dentro de nosotros, nos dice que es “Dios-con-nosotros”. Gracias a él podemos seguir mirando al futuro con esperanza y ver en cada hombre y mujer la presencia del amor de Dios, la dignidad inmensa que nos da el ser fruto de su amor. Esa esperanza se constituye en el mejor motor para empujar nuestros deseos de construir un mundo más hermano y más justo, un mundo donde nadie se sienta excluido por ninguna razón. 
      Esa esperanza la tenemos que cuidar como se cuida y atiende a un niño recién nacido. Es frágil y liviana. Está en nuestras manos. No podemos dejar que se caiga. Hay que alimentarla para que crezca y llegue a todos los hombres y mujeres de nuestro mundo. Para que los rostros contraídos por el dolor y el sufrimiento de cualquier tipo conozcan la sonrisa que provoca el amanecer. 
      El Adviento es mucho más que preparar la celebración de la misa de gallo. El Adviento toca lo más central de nuestra fe y hace que arraigue en nosotros la esperanza y que, como José, hagamos todo lo que nos mande el ángel para prepararle una casa digna –un mundo más justo– al Emmanuel.

martes, 19 de diciembre de 2000

EJERCICIOS ESPIRITUALES DE ADVIENTO Y NAVIDAD- FICHA DE ORACIÓN NÚMERO III

FICHA DE ORACIÓN
EL CUMPLIMIENTO DE UNA PROMESA


 “...Cuando surgirá el sol, verán al Rey de reyes: como el esposo en la cámara nupcial  Él viene del Padre…  Oh!! Emmanuel, nuestro Rey y legislador, esperanza y salvación de los pueblos:  Ven a salvarnos, Oh! Nuestro Dios...”
       

El Papa Benedicto nos dice:
“……Vivamos atentamente estos momentos que preceden a la Navidad, junto con María, la Virgen del silencio y de la escucha. Ella, que fue totalmente envuelta por la Luz del Espíritu Santo, nos ayude a comprender y vivir en plenitud el misterio del Nacimiento de Cristo y a mantener vivo el asombro interior, en la ferviente espera del Nacimiento del Salvador……”

 En la Encarnación del Hijo de Dios reconocemos los inicios de la Iglesia, todo proviene de allí. Y ella debe rehacerse en Cristo, Verbo de Dios encarnado, el Emmanuel, el Dios con nosotros, por medio del cual se cumplió la voluntad salvadora de Dios Padre.
La esperanza se articula en la virtud de la paciencia y la humildad, que acepta el misterio de Dios y se fía de Él aún en tiempos de oscuridad. 
Debemos ser apóstoles llenos de esperanza, que confían con alegría en las promesas de Dios, invitados a realizar su Reino. Reino de Dios que quiere decir no sólo que Dios existe y vive, sino que también está presente y obra en el mundo
Jesús, nuestro Redentor, vino a crear un puente entre el cielo y la tierra, Él nos lleva a descubrir que se hizo hombre para hacernos partícipes de la dignidad de hijos de Dios, llamados a su Reino de Santidad y de Amor…. 

………………………………………………………… 

Guiados por las palabras de nuestro Papa Benedicto, reflexionemos juntos, preparándonos para la Navidad:

       *El tiempo se ha cumplido: después de haber revivido a través del Adviento la espera del Mesías, cantado por los profetas, caminemos con María y José, hacia la gruta de Belén; que nuestro corazón este preparado para recibir el anuncio de los ángeles y para adorar con los pastores al Niño recién nacido: nuestro Salvador.
       *En las cercanías de la santa Navidad, el grandioso cántico del Magníficat, todo tejido con los hilos de oro de la Antigua Alianza y con los mismos sentimientos de María, nos ayuda a vivir con alegría la gozosa espera de Jesús en el camino de nuestro seguimiento a Cristo, reconociendo a cada hermano con la mirada misericordiosa del Padre a esta humanidad perdida y oprimida, para que se abra a recoger el don de la paz y de la alegría que el Salvador viene a traer a la tierra.
        *Navidad es la fiesta de la paz. El Niño que Isaías anuncia es llamado por él: “Príncipe de la Paz”. De su Reino se dice: “la paz no tendrá fin”. A los pastores se anuncia en el Evangelio  “la Gloria de Dios en lo alto del cielo” y “la Paz en la tierra”,  junto con María, cultivemos la certeza de que el hombre que se deja iluminar por el esplendor de la verdad emprende casi naturalmente del camino de la Paz.
        *Mientras encendemos las luces del pesebre o del árbol de Navidad en nuestras casas, hagamos que se abra nuestra alma a la verdadera Luz Espiritual, llevada a todos los hombres de buena voluntad…. 
El verdadero misterio de Navidad es el esplendor interior que proviene de este Niño. Dejemos que este esplendor interior nos sea comunicado, que encienda en nuestro corazón la llama de la Bondad de Dios.
¡Que llevemos todos con nuestro amor la Luz en el mundo! ¡No permitamos que esta llama luminosa, encendida por la fe, se apague por las corrientes frías de nuestro tiempo!
Cuidémosla fielmente, y hagamos don de ella a los demás!
…………………………………………………….
Los invitamos a rezar con los siguientes textos:
   * Miq 5, 1-3
   *1 Sam 2, 1-2 , 8-10
   *Lc 2, 1-18
…………………………………………………….

 Oración conclusiva


Padre bueno y misericordioso,

que nos has sostenido

en el camino del Adviento,

danos saber vivir en plenitud

la gracia de la Santa Navidad

donde se cumple tu Palabra.

Haciéndonos conforme a Tu Hijo,

humilde y obediente,

haz que nosotros también usemos nuestra vida

en un fiel y generoso servicio

que te dé gloria a Ti y ayude a nuestros hermanos.

Por Cristo nuestro Señor.

Amén.


*Ref. bibliográfica:  “Novena de Navidad con Benedicto XVI”

martes, 12 de diciembre de 2000

III DOMINGO DE ADVIENTO 2010

Evangelio según San Mateo 11,2-11.

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:
"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".
Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino.
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

 EXPLICAMOS Y ENTENDEMOS:

San Juan Bautista es un personaje al cual los evangelios le dan mucha importancia. Él fue el último de los profetas, el que tuvo el privilegio de presentar al Salvador esperado, lo bautizó en el Jordán y preparó a algunos de los que serian después sus discípulos. Para cumplir con tan honroso ministerio se retiró al desierto y se dedicó a la ascética rigurosa, y al final de su vida puso un digno broche entregando su sangre como mártir. Fue tan grande la influencia de san Juan Bautista en los primeros días del cristianismo, que algunos llegaron a confundirse y formaron una secta que afirmaba que el Mesías era san Juan y no Jesús.

LA PREGUNTA DE JUAN BAUTISTA
 Esta página del evangelio nos hace ver que la fe no fue fácil para Juan Bautista. El también tuvo necesidad de interrogar a Jesús y de dejarse instruir por el Señor. La pregunta  que hizo a Jesús por medio de sus discípulos no fue una simple curiosidad, ni tampoco una ignorancia fingida con el fin de que se instruyeran los enviados, como han dicho algunos. Él fue llevado a la cárcel por atreverse a censurar la moral del Tetrarca Herodes Antipas. Mientras estaba allí, oyó hablar del comportamiento de Jesús y se ha sentido confuso. Ese comportamiento no era el que Juan esperaba cuando presentaba a Jesús como el que debía venir. Si leemos con atención la predicación del Bautista en los días que precedieron al bautismo del Señor, así como se encuentra en uno de los primeros capítulos del evangelio de san Mateo -que hemos leído el domingo pasado veremos que èl esperaba la llegada de un Juez que viniera a castigar a los pecadores y a dar a cada uno su merecido. La predicación de san Juan Bautista abunda en expresiones referentes al castigo y deja en la penumbra todo lo que se puede referir a la misericordia. Esto nos hace ver que hasta los más grandes santos son personas de su tiempo, y que también ellos deben dejarse conducir e instruir por el Señor. En la época en que apareció Jesús la espiritualidad judía acentuaba los rasgos vengativos del Mesías, sin dejar mayor espacio para la salvación de los pecadores o para la misericordia hacia todos. Y Juan Bautista oye decir que Jesús no condena a nadie. Por eso se pregunta: ¿Será éste el que debe venir? ¿O tal vez habría que esperar a otro?
 LAS OBRAS DE JESÚS
Cuando el evangelio dice que Juan Bautista oyó hablar de las obras de Jesús, se está refiriendo a lo que se relata en las páginas precedentes del libro de los Evangelios. Los últimos capítulos del evangelio de san Mateo, antes de la pregunta del Bautista, se ocupan de los milagros de Jesús, de la comida del Señor con los pecadores y del envío de los doce Apóstoles para que vayan a buscar las ovejas perdidas. En realidad la imagen que presenta Jesús es muy distinta de la que podía esperar el Bautista. Al curar a los enfermos, Jesús se ha acercado a los que eran considerados religiosamente impuros, ha curado al sirviente de un centurión romano, aprovechando la oportunidad para poner de relieve la buena disposición y la fe de aquel pagano. Ha llamado a un cobrador de impuestos para que forme parte del grupo de los doce apóstoles, cuando el gremio de los que cobraban impuestos era aborrecido por todo el pueblo religioso y además estaba prácticamente excomulgado. Finalmente, al sentarse a comer como amigo con los que estaban marginados de la comunidad religiosa por causa de su mal comportamiento y de su condición pecadora, había suscitado el escándalo de todos los piadosos y el conflicto interior de Juan. Pero el Bautista no criticó a Jesús ni dejó de creer en él. Por el contrario, con toda humildad mandó a sus discípulos para que le preguntaran. El que era maestro de otros, no se avergonzó de que sus discípulos vieran que él también necesitaba instrucción.
LA RESPUESTA DE JESÚS
Jesús no respondió con un sí o con un no. Simplemente les dijo a los enviados que fueran a decir a Juan lo que ellos oían y veían. Juan, que era buen conocedor de las profecías mesiánicas, sabía interpretar correctamente esos hechos. Las palabras de Jesús en el Evangelio explicitan los obras de las que son testigos los discípulos de Juan Bautista: Los ciegos ven, los paralíticos caminan... A primera vista son referencias a los milagros que el autor del Evangelio ha relatado en las páginas precedentes. Pero hay que ir más al fondo de la cuestión. Para los conocedores de la Sagrada Escritura, estas afirmaciones corresponden al texto del profeta Isaías que se proclama como Primera Lectura en este domingo. Este profeta habla de ciegos que comienzan a ver, de sordos que oyen, de paralíticos que saltan, de mudos que gritan... y todo esto en un contexto en el que se está anunciando el tiempo de la salvación. No se trata entonces de milagros que favorecen a uno o a otro sino a la situación de todo un pueblo que se encuentra ciego, sordo, mudo, muerto... y que necesita una intervención de Dios para sacarlo de esa condición miserable. En el mismo libro de Isaías se encuentra el texto en el que un Profeta relata su vocación diciendo que Dios lo ha ungido y le ha dado el Espíritu Santo para que vaya a anunciar la Buena Noticia a los pobres. Jesús concluye la lista de milagros añadiendo esta referencia al final de su mensaje a Juan Bautista. Al remitirlo a todos estos textos, Jesús le está diciendo al Bautista que en el Antiguo Testamento, además de los anuncios del tremendo día del juicio en el que Dios retribuirá a cada uno su merecido, están los anuncios de un tiempo de salvación en el que el mismo Dios curará las heridas de todos los hombres y recogerá cariñosamente a los que estaban perdidos y necesitados de perdón.
Como una discreta advertencia, la respuesta de Jesús termina con una bienaventuranza: "feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!". Ante el preceder de Jesús es fácil escandalizarse. Los hombres, aunque parezca contradictorio, no aceptan con facilidad que el Salvador sea amigo de los pecadores. ¡Feliz el que no se escandaliza, porque ese tiene una gran fe!.
De un manera indirecta, a través de su confusión y su pregunta, san Juan Bautista nos ha instruido a todos los que en este tiempo de Adviento nos preparamos para celebrar la venida del Señor. En esta Navidad nos encontraremos con el Salvador que viene a buscar la oveja perdida y a sanar todas nuestras enfermedades y dolencias. Si reconocemos que somos débiles y pecadores, el encuentro con El no debe producirnos temor, porque no viene a nosotros como Juez inflexible. La respuesta dada a Juan debe llenarnos más bien de confianza y de deseos de que venga.
Jesús habla a su Pueblo

LAS OBRAS DE LA IGLESIA
Muchos censuran a la Iglesia sin tener la misma humildad de san Juan Bautista. Le exigen que condene a todos los pecadores, que expulse de su seno a quienes no viven de acuerdo con las leyes rigurosas de la moral, que no se mezcle con la gente que vive al margen de la comunidad religiosa. Es cierto que a veces es necesario tomar medidas con algún miembro de la familia cristiana, y los apóstoles nos han dado el ejemplo. Pero esto no se debe hacer antes de agotar todos los medios. El mismo Jesús no expulsó a Judas del grupo de los apóstoles ni tomó medidas contra Pedro después de su negación..
La misión de la Iglesia es continuar las obras de Jesús. No debe adelantar el juicio final, sino que debe buscar a todos los que son ciegos, paralíticos, sordos, leprosos y muertos para devolverles la vida y la salud. Es necesario que la Iglesia busque a los pobres y se siente a comer alegremente con ellos para anunciarles la buena noticia del amor y del perdón de Dios. Estas obras de la Iglesia, que son las obras de Cristo, podrán escandalizar a algunos. En el texto que viene inmediatamente después del que estamos comentando, Jesús se lamenta porque muchos dicen que él es un glotón y borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. El preceder de Jesús con la gente fue ocasión para que le crearan mala fama. Solamente los que tienen fe son capaces de descubrir en Jesús y en la Iglesia que se ocupa de los pobres los rasgos del Buen Pastor anunciado en los profetas, que busca a la oveja perdida y la abraza cariñosamente.

ESCUDO DE VALORES: CLASIFICAR Y CONOCER MIS VALORES

Compartimos un breve artículo que nos ayudará a entender un punto importantísimo sobre el libro " LOS MIEDOS Y SU EFECTO SOBRE LA AUTOESTIMA". Este punto es el Escudo de Valores, una sencilla (si se puede decir así) dinámica para distinguir y afirmar valores. Espero que les sea de ayuda y lo aprovechen , ¡Animense!
P. Raúl

INTRODUCCIÓN
Los valores constituyen un aspecto esencial en la educación y en la formación de las personas. Desde la comunicación favorecemos el crecimiento transmitiendo valores claros y testimoniando con nuestra vivencia sus beneficios. La vida es el camino privilegiado para transmitir valores: el respeto enseña respeto, la acogida enseña acogida, la verdad enseña verdad, la alegría enseña alegría... Si queremos ayudar a los demás a crecer en valores, debemos demostrar que es posible hacerlo creciendo nosotros mismos.
El rumbo de mi vida, y el ejemplo que doy, dependen fundamentalmente del camino que tomo para buscar la felicidad: la busco en los ídolos del mundo, el tener, el poder, el placer; o la busco en los valores trascendentes, el ser, la verdad, la justicia, la fraternidad, el servicio...
Elegimos estos mensajes: 

«Cuida tu vida que es el único evangelio que mucha gente puede leer». (Helder Cámara)
«Lo que eres habla tan fuerte que no entiendo lo que dices». (Proverbio)
~Más que por lo que dice, el maestro enseña por lo que es». (Anthony de Mello)

TRANSMITIR VALORES
II. DESCRIPCIÓN DE LA HABILIDAD
Tanto imponer sus valores como desentenderse de la formación moral de las personas, son caminos ineficaces en los conflictos de valores. Transmitir valores es, sin embargo, un camino viable y eficaz. La habilidad de transmitir valores se puede sintetizar en: querer influenciar y saber cómo hacerlo: viviéndolos. Esto supone en primer lugar un trabajo personal: revisar mis valores y clarificarlos; es decir, conocer mis valores, definirlos con términos claros y verificar si hay coherencia entre lo que proclamo y lo que vivo realmente. Esta verificación me permite descubrir si el valor es real, o si simplemente es algo que quiero vivir, un anhelo, un ideal.
La clarificación de valores consiste en confrontar los valores apreciados y elegidos, con mi vida: mis acciones concretas, mis comportamientos, mis hábitos. Otros aspectos que tener en cuenta para la transmisión de valores:
1. Estar seguro de enviar mensajes claros sobre sus valores.
2. Estar dispuesto para evolucionar y crecer.
3. Mantenerse informado en materia de valores.
 III. APLICACIÓN DE LA HABILIDAD
Para transmitir valores conviene estar atento y dispuesto a:
· Utilizar el tiempo necesario para hablar y promover los valores que vivo.
· Identificar acciones concretas que son expresiones de la vivencia de valores.
 -Partir de mis convicciones y verificar cómo se encarnan en mi vida.
·Distinguir valores esenciales, valores perennes, de valores secundarios, que pueden evolucionar con la cultura y el tiempo.
·  Cuando afirmo un valor, cuido la coherencia del lenguaje: que los gestos digan lo mismo que las palabras.

 1. CLASIFICAR Y CONOCER MIS VALORES
 a) Cuáles son mis valores
1.   Hacer una Lista de mis valores.
2. Enumerarlos según prioridad, según su importancia para mí.
3.  Calcular aproximadamente cuánto tiempo, durante la semana, dedico a e valores: para practicarlos, hablar de ellos, promoverlos en mi ambiente.
4. Comparar mis valores con los valores de mi familia o de mi grupo.
b)Los valores que vivo:
1.  Elegir tres valores que corresponden a mis convicciones.
2.  Para  cada  uno  de  ellos,  encontrar  tres  acciones  concretas  realizadas ultimamente (hoy, ayer, hace una semana, este mes).- Ejemplo: para el valor familia: el domingo me senté a conversar con mis hijos varones, «ayer almorcé con mi hermano Juan», «acompañé a mi esposa a caminar».
c) Escudo de valores (personal - familiar - grupal)
DIBUJAR ( en  un escudo dividido como muestra la imagen de abajo). Luego completar según las indicaciones:

1. Lo que considero que es el mayor logro de mi vida. ·
2. El valor más importante para mí·
3. La principal cualidad en mi familia.
4. Aquello que más desearía lograr en mi vida.
5. El valor que yo desearía ver que viven y comparten todas las personas.
6. Cuatro cualidades mias que las personas recordarán después de mi muerte.

lunes, 11 de diciembre de 2000

EL TESTIGO

EVANGELIO DEL DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE DEL 2011
Jn 1, 6-8. 19-28
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. Éste es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?. Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías. "¿Quién eres, entonces?, le preguntaron: "¿Eres Elías?. Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?. "Tampoco", respondió. Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?. Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.. Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?. Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.


SAN JUAN BAUTISTA
Durante el tiempo de Adviento, la Iglesia dirige la atención de una manera muy especial a la figura de san Juan Bautista. De los cuatro domingos de este tiempo, dos de ellos lo tienen como figura central en la lectura del evangelio. El domingo pasado nos hemos ocupado de él, y hoy nuevamente volvemos a encontrarlo, pero esta vez en un texto del evangelio de san Juan. Cuando estamos por revivir el misterio de la venida del Señor en Navidad, es natural que pensemos en aquel que tuvo como misión preparar al pueblo judío para la primera manifestación pública del Salvador. Su predicación sigue siendo un llamado siempre actual para quienes nos disponemos a salir al encuentro de Jesús. Ya hemos visto que san Juan Bautista se presenta como el profeta que llamaba a todos a hacer penitencia en vista de la inminente llegada del Salvador. El texto de san Juan que se proclama en este domingo, se detiene a considerar la gran distancia que hay entre el Bautista y el Señor que viene. Llama la atención que mientras los otros evangelistas recuerdan los textos elogiosos para san Juan Bautista, el evangelio de san Juan, por el contrario, recoge todas aquellas escenas en las cuales se establece la comparación entre Jesús y san Juan Bautista, para concluir que Jesús es infinitamente superior. En el evangelio de este domingo podemos constatarlo, si ponemos atención en la insistencia en los aspectos negativas: "No era la luz... No soy el Mesías- Ni Elías... ni el Profeta...."
EL TESTIGO
El evangelio de este domingo un himno a la Palabra de Dios. En ese prólogo se introducen algunas frases referentes a san Juan Bautista, que son las primeras que leemos en el evangelio de este domingo: la comparación entre el Bautista y la Palabra. La Palabra es la luz, pero el Bautista no es la luz sino un testigo de la luz. El autor del evangelio le da gran importancia al título de 'testigo' que le aplica a san Juan Bautista. Un testigo es alguien que puede hablar de lo que ha visto y oído. Jesús, en el primer momento de su presentación ante los hombres, viene precedido por un hombre reconocido por todos y que da testimonio de que efectivamente Jesús es el Hijo de Dios, enviado por el Padre. Para poder hacer estas afirmaciones, Juan Bautista ha recibido una revelación especial de parte de Dios. Las cosas que dice san Juan Bautista no son ocurrencias ni opiniones de él, sino afirmaciones que ha oído del mismo Dios. Por eso se insiste en que es 'testigo': habla de lo que vio y oyó. 

LOS OTROS TESTIGOS 

En el evangelio según san Juan se habla muchas veces de los testigos. El Bautista no es el único. Porque también Dios da testimonio sobre Jesús, así como también las Sagradas Escrituras, Jesús da testimonio de si mismo con sus propias obras, el Espíritu Santo lo da junto con los discípulos, y finalmente el mismo autor del evangelio de san Juan se apoya en el testimonio que dio un discípulo al que elogiosamente lo distingue con el nombre de "discípulo amado de Jesús" Cuando Jesús resucitado envió a los discípulos a predicar el Evangelio, les dijo que ellos debían hacerlo como testigos de lo que anunciaban. El Señor puede llevar a los hombres a la fe por caminos que sólo El conoce, y es sabido que lo hace con frecuencia. Pero es indiscutible que él ha querido que la forma normal en que el evangelio llegue a toda la humanidad es por medio de los testigos. El testimonio de los primeros discípulos de Jesús es de suma importancia para nuestra fe, porque nosotros podemos creer en Cristo, Hijo de Dios y Redentor nuestro, gracias a aquellos que fueron testigos de todo lo que Él hizo y dijo, y luego – iluminado por el Espíritu Santo - proclamaron a todo el mundo la Buena Noticia de la salvación. 
Ellos hablaron de lo que habían visto y oído, y en la mayor parte de los casos debieron derramar su propia sangre por sostener que lo que ellos decían era verdad. Por esa razón, la palabra testigo (que en griego de dice mártys: mártir ) se aplica ahora a quienes derraman su sangre por defender la fe cristiana. En todos los tiempos y en todos los lugares el Señor coloca a estos testigos que pueden hablar de lo que han visto y oído. Estos testigos son, en primer lugar, aquellos a quienes llamamos "los santos". No solamente creyeron en Jesús, sino que vivieron de su propia vida; conocieron a Jesús por lo que se les enseñó, y estudiaron, pero luego esa enseñanza resultó insignificante ante el conocimiento de Cristo que tuvieron por su contacto personal con el Señor en su vida interior, por la palabra del Evangelio que resonó dentro de ellos mismos, por la fuerza de la nueva vida de resucitados que recibieron de Jesucristo resucitado y vivo para siempre. Estos testigos dieron testimonio de que Cristo ha muerto y ha resucitado, pero mas que con las palabras lo han hecho con su propia vida. Jesús viviente ha transformado la vida de cada uno de ellos de tal manera que la vida de los santos no se explica ni se entiende si no es porque Jesucristo vive. Quedamos admirados ante la vida de algunos santos. Ante todo por los que han sido canonizados por la Iglesia. como san Francisco de Asís.. San Cayetano... santa Teresita... don Bosco... Maximiliano Kolbe...

Otros no han recibido este reconocimiento oficial, pero su ejemplo es conocido y admirado por todos, como es el caso de la Madre Teresa de Calcuta... los últimos Papas...
Pero ¿qué serían ellos sin Cristo? Todos los santos son como espejos que reflejan una sola luz que es Cristo. Si no está la luz, ellos ya no tienen ningún resplandor. Esto mismo es lo que se dice en el evangelio de hoy: Juan Bautista no es la luz, sino un testigo de la luz, Cristo era la Palabra, pero Juan era solamente la voz que resuena Debemos reflexionar seriamente sobre este aspecto del Evangelio, porque sucede con frecuencia que muchas personas, cuando descubren el resplandor de Cristo que hay en la personalidad de un santo, se sienten tan poderosamente atraídas que olvidan al Señor, o por lo menos lo dejan en un segundo lugar. Es necesario comprender muy bien que lo que brilla en los santos es un resplandor solamente, pero la verdadera luz es aquel que los ilumina: Cristo el Señor.
 Miremos a los santos para que descubramos donde esta la verdadera fuente de la luz, pero no nos quedemos con el reflejo: vayamos hacia la luz.

NOSOTROS SOMOS TESTIGOS

También nosotros somos llamados a ser testigos de Cristo delante del mundo. El mundo no puede ver directamente a Jesús resucitado, y por eso se necesitan testigos que hablen a todos de los que han visto y oído. Cada uno de nosotros, una vez que ha conocido a Jesús y ha experimentado la nueva vida de los resucitados, tiene el grave compromiso de hablar y de actuar para ser testigo delante de los demás.
Todo hombre tiene derecho de llegar a conocer a Dios. Este derecho se lo ha dado el mismo Dios cuando ha querido que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Si no actuamos como testigos le estamos negando a todos este derecho dado por el Señor. Para ser testigos es necesario que ante todo vivamos intensamente nuestra vocación cristiana. No podemos actuar como testigos si antes no hemos visto al Señor, si no lo hemos oído, si no lo hemos llegado a experimentar en nuestra vida. Jesús nos dice en otra parte del Nuevo Testamento que somos la luz del mundo. Y se explica esta figura diciendo que no se oculta una luz puesta en un lugar elevado. Debemos hacer todas nuestras obras de tal manera que todos los hombres, al verlas, glorifiquen a Dios. 

El proceder de los cristianos es el testimonio que el mundo necesita. De nada valen las palabras verdaderas y hermosas que decimos sobre la doctrina de nuestra fe, si luego les quitamos credibilidad actuando de una manera indigna de las palabras que hemos pronunciado. También se nos dice en la Escritura que debemos saber dar razón de nuestra esperanza. Es necesario que nos preocupemos por tener una buena formación cristiana como para saber responder a todo aquel que nos pregunta o nos plantea dudas y dificultades. Nos estamos preparando para recibir a Cristo en la Navidad. Necesitamos testigos que nos señalen al Señor, así como lo hizo san Juan Bautista. No nos quedemos con los testigos, sino más bien apoyémonos en ellos para reconocerlo y encontrarlo sin dificultad. Pero pensemos también en los millones de personas que todavía no lo han encontrado y que esperan y necesitan que nosotros seamos los testigos que con sus palabras y sus obras los lleven hacia Jesús.