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lunes, 24 de junio de 2013

Evangelio del domingo explicado: 23 de Junio del 2013


EVANGELIO
Lc 9, 18-24
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará".


Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Angelus:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este domingo resuena una de las palabras más incisivas de Jesús: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará” (Lc 9, 24).
Aquí hay una síntesis del mensaje de Cristo, y está expresada con una paradoja muy eficaz, que nos hace conocer su modo de hablar, casi nos hace sentir su voz…
Pero, ¿qué significa “perder la vida por causa de Jesús”? Esto puede suceder de dos maneras explícitamente confesando la fe, o implícitamente defendiendo la verdad. Los mártires son el máximo ejemplo del perder la vida por Cristo. En dos mil años son una fila inmensa de hombres y mujeres que han sacrificado su vida por permanecer fieles a Jesucristo y a su Evangelio. Y hoy, en muchas partes del mundo son tantos, tantos, más que en los primeros siglos, tantos mártires que dan su vida por Cristo. Que son llevados a la muerte por no renegar a Jesucristo. Esta es nuestra Iglesia, hoy tenemos más mártires que en los primeros siglos. Pero también está el martirio cotidiano, que no comporta la muerte pero que también es un “perder la vida” por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica de la donación, del sacrificio. Pensemos: ¡cuántos papás y mamás cada día ponen en práctica su fe ofreciendo concretamente su propia vida por el bien de la familia! Pensemos en esto. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas desarrollan con generosidad su servicio por el Reino de Dios! ¡Cuántos jóvenes renuncian a sus propios intereses para dedicarse a los niños, a los minusválidos, a los ancianos…! ¡También estos son mártires, mártires cotidianos, mártires de la cotidianidad!
Y después hay tantas personas, cristianos y no cristianos, que “pierden su propia vida” por la verdad. Y Cristo ha dicho “yo soy la verdad”, por tanto, quien sirve a la verdad sirve a Cristo.
Una de estas personas, que ha dado su vida por la verdad es Juan el Bautista: precisamente mañana, 24 de junio, es su fiesta grande, la solemnidad de su nacimiento. Juan fue elegido por Dios para ir delante de Jesús a preparar su camino, y lo indicó al pueblo de Israel como el Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Cfr. Jn 1, 29). Juan se consagró completamente a Dios y a su enviado, Jesús. Pero al final, ¿qué sucedió?, murió por causa de la verdad, cuando denunció el adulterio del rey Herodes y de Herodías. ¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad! Personas rectas que no tienen miedo de ir contracorriente, y nosotros no debemos tener miedo. Entre ustedes hay tantos jóvenes. Pero a ustedes jóvenes les digo no tengan miedo de ir contracorriente. Cuando te quieren robar la esperanza, cuando te proponen estos valores que son valores descompuestos, valores como la comida descompuesta, cuando un alimento está mal nos hace mal. Estos valores nos hacen mal por eso debemos ir contracorriente. Y ustedes jóvenes son los primeros que deben ir contracorriente. Y tener esta dignidad de ir precisamente contracorriente. ¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente! Y estén orgullosos de hacerlo.
Queridos amigos, recibamos con alegría esta palabra de Jesús. Es una regla de vida propuesta a todos. Y que san Juan Bautista nos ayude a ponerla en práctica.
Por este camino nos precede, como siempre, nuestra Madre, María Santísima: ella perdió su vida por Jesús, hasta la Cruz, y la recibió en plenitud, con toda la luz y la belleza de la Resurrección. Que María nos ayude a hacer cada vez más nuestra la lógica del Evangelio.
Después del ángelus, el Papa dijo:
Y recuerden bien: no tengan miedo de ir contracorriente, sean valientes y así como nosotros no queremos comer una comida que se ha descompuesto no llevemos con nosotros estos valores que están descompuestos y que arruinan la vida y quitan la esperanza. ¡Adelante!

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