COMPARTIMOS UNA BREVE INTRODUCCIÓN ACERCA DE ESTE TEMA, UTILIZANDO EL LIBRO CUYA TAPA VEMOS AQUÍ. EL TALLER FUE PRESENTADO SEMANAS PREVIAS EN LA CIUDAD DE MENDOZA.
UNA INVITACIÓN A RELACIONARNOS CON LIBERTAD A PARTIR DE ACEPTARNOS.
Es agobiante vivir con permanente sensación de vergüenza y auto-crítica punzante que en momentos difíciles o de estrés no nos permite encontrar tranquilidad, calma, seguridad. Y no son sólo sentimientos sino actitudes, formas de interpretar la experiencia que nos llevan a actuar en consecuencia. La vergüenza disfuncional es un indicador de baja autoestima, porque implica desamor a nosotros mismos: pensamos que somos indignos, que no somos como los demás y tampoco originales.
Si bien este déficit en la autoestima deriva de mensajes negativos recibidos de nuestros padres y de otras personas significativas, que nos llevan a percibir que nuestros sentimientos, necesidades y nuestro sí mismo auténtico no son aceptables, no se trata únicamente de observar las heridas y seguir culpando, reprochando y reclamando a nuestros padres, a nuestra historia, sino de asumir la responsabilidad de nuestra vida. En este texto nos vamos a abocar a la vergüenza disfuncional, relacionada con los sentimientos de inferioridad y baja autoestima.
Cuando somos muy críticos con nosotros mismos vivimos amenazados, externamente en relación con el juicio de los otros e interna-mente podas propias creencias. Si descubrimos lo que nos avergüenza, evitamos que se instale en nuestra identidad, porque cuando la vergüenza se internaliza más allá de un sentimiento pasajero, pasa a formar parte del sí mismo. Todos tenemos aspectos de nosotros mismos que valoramos y otros que rechazamos. La cuestión es cómo nos relacionamos con lo que no nos gusta de nosotros, cómo nos tratamos, ¿en forma agresiva o compasiva? ¿Con autocrítica condenatoria o con actitud amorosa?
La autoestima se regula y fortalece si restablecemos la cohesión interna, si integramos todos nuestros aspectos, aun los que nos avergüenzan. No se trata de erradicar la vergüenza, de combatirla, sino de tomarla como mensajera, reconocer su buena intención descubriendo de qué nos quiere proteger. Si nos conectamos con nuestra verdadera esencia, reforzamos los recursos propios, nos respetamos y aceptamos como somos, al cambiar el concepto que tenemos de nosotros mismos, la transformación de la vergüenza vendrá por añadidura. Lo que pensamos, imaginamos y sentimos influye sobre el organismo y el sistema inmunológico.
Según experimentemos amor y compasión, o miedo, resentimiento y vergüenza, estimulamos sistemas cerebrales relacionados con la calma y el bienestar o con la intranquilidad. Es posible activar zonas cerebrales que contienen redes neurales vinculadas con la empatía, el amor y una mayor conexión entre pensamientos y sentimientos. Si aprendemos a relacionarnos con nosotros mismos con amabilidad y cuidado y, cuando tenemos dificultades, nos enviamos mensajes de ayuda, en lugar de criticarnos, estimularemos aquellas partes del cerebro que responden con amabilidad. Todos tenemos en nuestra esencia una fuente de energía amorosa. El arte consiste en conectarnos con ella y poder tomarla.
Está en nuestras manos poner en funcionamiento esta capacidad y acceder a espacios más profundos de nuestro ser, en el cual todos estamos entrelazados, creados, hijos de un mismo Dios y hermanos con toda la humanidad. Nuestra propuesta, a través de una modalidad teórico-práctica, es sanar el autoconcepto de indignidad y pasar de la autocrítica a la autocompasión para adquirir una sana autoestima.
La buena noticia es que podemos entrenarnos para desarrollar estados mentales positivos y desactivar los negativos. A este fin, y para comprender mejor la estrecha relación que existe entre el cuerpo, la mente y el espíritu, antes de abocarnos a desarrollar el tema de la vergüenza vamos a hacer una descripción de la neurofisiología de las emociones y de los sistemas cerebrales que las regulan.
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