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martes, 18 de julio de 2000

DEJENLOS CRECER JUNTOS

Evangelio del domingo 17 de julio del 2011 según san Mateo 13,24-43

Dejadlos crecer juntos hasta la siega


En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: "El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'

[Les propuso esta otra parábola: "El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas."
Les dijo otra parábola: "El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente."
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo." Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo." Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga."“Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca”.

La Palabra de Dios de este Domingo se concentra en imágenes propias del tiempo de verano en el mundo rural, cuando los segadores, ataviados con zagones, zoquetas y hoces, marchaban de sol a sol a segar la mies sazonada, para después, en carros o a lomo de caballerías, acarrear los haces hasta la era, colmando de olor a trigo maduro los caminos. Es un privilegio haber pertenecido a la cultura agrícola que fue referencia permanente para los escritores sagrados.

Desde un contexto de recogida de frutos, se entona la oración del salmo, que canta a quien es el Dador de todo bien: “Tú preparas los trigales: riegas los surcos, igualas los terrenos, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes. Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría. Los valles se visten de mieses que aclaman y cantan”

Los textos no sólo llevan a imaginar una época ya pasada de trabajos agrícolas, sino que son ejemplo para invitar a trabajar interiormente la tierra del propio corazón, para que sea tierra profunda, húmeda, que reciba la semilla de la Palabra y dé el fruto de una cosecha abundante en la medida del don recibido.

Un corazón endurecido como el pedregal, un corazón repleto de afectos y de dependencias, enredado en deseos y evasiones, un corazón frívolo, colocado al borde de todos los caminos, que se ofrece al mejor postor, no es tierra buena para la Palabra.

Las lecturas de hoy nos invitan a acoger la Palabra, a guardarla y meditarla, como sucede en el proceso de la siembra y de la germinación, cuando, después de los duros trabajos que exigen fidelidad, se exulta de alegría por los frutos maduros. “Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o setenta o treinta por uno.”

Cuando el labrador tiene en su mano el trigo limpio, recién aventado, y lo ha acarreado a la troje, a resguardo de posibles amigos de lo ajeno, las palabras del Apóstol San Pablo toman realismo: “Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá”.

¿Cómo ha sido tu cosecha, del treinta, del setenta, del ciento por uno?

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