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sábado, 20 de octubre de 2012

ESTAR CON JESÚS




EVANGELIO
Mc 10, 35-45
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?". "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados". Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Palabra del Señor.


Hoy el Evangelio se centra en el tema de la disposición de servicio que exige el seguimiento de Jesús. Desentrañemos el significado que tiene para nosotros lo que nos dice Jesús, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas de este domingo.

“Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber el trago amargo que yo voy a beber, y recibir el bautismo que yo voy a recibir?
Jesús acababa de anunciarles por tercera vez a sus discípulos que lo iban a matar y que iba a resucitar. Pero ellos no habían entendido nada. Imaginaban su resurrección como una vuelta a la vida terrena para restablecer el poder político que había tenido Israel 10 siglos antes, en tiempo de los reyes David y Salomón. De ahí la petición de Santiago y Juan: estar junto a su trono para ser así los más importantes en su Reino.
Después de decirles lo equivocados que están, Jesús les hace una pregunta que en el texto griego corresponde a si son capaces de beber el cáliz que Él va a beber, y de recibir el bautismo con que Él va a ser bautizado. La imagen de beber la copa significa pasar un trance difícil -un trago amargo-, y la del bautismo significa la inmersión en el agua para renacer a una vida nueva. Para los cristianos, este rito es un signo del misterio pascual de Jesús, quien se sumergió en la experiencia de la pasión y muerte de la cruz para pasar a la vida eterna y hacer posible este paso a toda persona que quiera identificarse con Él. 

“El que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás”
Esta enseñanza que nos presentan en relatos muy similares los Evangelios de Marcos y Mateo, es situada por el de Lucas al comenzar la última cena, cuando se presenta una discusión entre los discípulos sobre cuál debe ser considerado el más importante. Jesús entonces les dice: (…) el que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que le sirve? ¿Acaso no lo es
el que se sienta a la mesa? En cambio, yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc 22, 24-27). Y en el Evangelio de Juan encontramos la misma enseñanza: después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les explica el significado de ese gesto: “(…) si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, para que ustedes hagan unos con otros lo mismo que yo he hecho con ustedes” (Jn 13, 13-15).
Esta enseñanza es diametralmente opuesta a la mentalidad de quienes conciben el poder como estar por encima de los demás para someterlos a su servicio. Por eso, a la luz del ejemplo de Jesús, quienquiera que tenga una posición de autoridad, sea como padre o madre de familia, como educador o educadora, como jefe en una organización o como líder de un grupo, de una comunidad o de una colectividad, debe preguntarse si está ejerciendo esa autoridad con una auténtica disposición de servicio para el bien de todos, o con la actitud egoísta de quien sólo busca su propio interés y provecho personal.

“El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida…”
Jesús se refiere a los “jefes que se creen con derecho a gobernar como tiranos a sus súbditos”, para señalar el contraste entre quienes buscan ser servidos como dueños de los demás y quienes quieran seguirlo a Él dispuestos a servir y a dar su vida en aras de un futuro mejor para todos. Este contraste resulta muy significativo en nuestra situación actual, cuando no pocos gobernantes y líderes políticos se dejan llevar por la ambición y la embriaguez arrogante del poder con el ánimo de dominar y esclavizar a los demás.
Contrario a esa actitud de arrogancia y dominación, Jesús anuncia que Él ha venido a servir y a entregar su propia vida para la redención de muchos. Se cumplen así las profecías del libro de Isaías contenidas en los “poemas del siervo -o servidor- de Yahvé”. En la 1ª lectura, que corresponde a uno de esos poemas (Isaías 53, 10-11), leemos que “su siervo (…) se entregó en reparación por los pecados”. Este es el sentido del misterio pascual de Cristo que se actualiza en el sacrificio de la Misa.
Por otra parte, el verdadero servidor se identifica con la situación y las necesidades de los demás, haciéndolas suyas En este sentido, el Evangelio de hoy guarda también una estrecha relación con lo que dice la 2ª lectura (Hebreos 4, 14-16): Jesús no es insensible a nuestra debilidad; al contrario, se sometió a toda clase de pruebas como nosotros, pero sin pecar: es decir, se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado, para rescatarnos liberándonos de sus cadenas.
Conclusión
Este domingo Día Mundial de las Misiones, somos invitados a colaborar con nuestra ofrenda y a pedir por quienes proclaman a Jesús en territorios y ambientes difíciles, donde Él es desconocido o ha sido olvidado. Apoyemos con nuestros aportes la labor misionera de la Iglesia, de la que formamos parte todos los bautizados, y pidámosle al Señor que esa labor sea un testimonio efectivo de servicio, sin autoritarismos ni prepotencias, a imagen y semejanza de Aquél que no vino a ser servido sino a servir.-

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