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martes, 6 de noviembre de 2012

NO TE HAGAS DAÑO A TI MISMO: VIVIR CON JUSTICIA


Justicia
Si creemos que «vivir con justicia» en el sentido de Epicteto es no herirse a sí mismo, no hacerse daño a sí mismo, no vivir contra el propio orden interno, entonces vemos una conformación de todo eso en la psicología transpersonal. Para Bugental lo que realmente importa es que vivamos en sintonía con nuestra naturaleza humana y con la realidad.
Esto nos da libertad interior ante muchas cosas que preocupan y hacen sufrir a mucha gente. El que vive contra su naturaleza, se hiere a sí mismo, es víctima de sí mismo. «Todos nuestros esfuerzos serán baldíos, mientras no aceptemos nuestra naturaleza y no reconozcamos que somos detentores y no víctimas de nuestro destino» (218).
Muchos quieren mejorar su situación exterior adquiriendo cada vez más cosas lujosas, ganando cada vez más, para poder permitirse cada vez más. Pero si siguen actuando al margen de su naturaleza, «actúan incontestablemente contra sí mismos» (218), se están hiriendo al obrar de ese modo. El ajetreo con el que mucha gente va hoy por la vida, para participar en el juego de roles de la sociedad, lleva a menudo al vacío. ¿Pues de qué nos vale que seamos reconocidos por la sociedad, si vivimos al margen de lo que somos?
Aquí la psicología transpersonal nos confirma lo que ya dijo Jesús: «¿De qué le sirve a uno ganar todo el mundo si pierde su vida?» (Mc 8, 36). La Vulgata lo traduce:«si perjudica a su alma». El que dejando al lado su ser busca su felicidad en lo de fuera, ése se perjudica, se hiere a sí mismo. Pero no se trata solamente de acumular posesiones. Hay mucha gente que pone un enorme esfuerzo con tal de conseguir de los demás un poco de aceptación. Hacen lo que creen que les piden los demás. Se sacrifican por ellos, sólo para obtener unas palabras de reconocimiento. Creen que eso es bueno para ellos. Pero lo que hacen es herirse a sí mismos porque persiguen algo que no corresponde a su propia dignidad.Los primeros cristianos comprobaron que en su mundo todo valía con tal de conseguir una gloria externa. Y desenmascararon todo esto como pura apariencia, porque habían tocado otra realidad. La recomendación de vivir con circunspección, justicia y religiosidad en este mundo, no es por tanto una exigencia ascética de renunciar a todo y de limitarse simplemente a vivir. Responde más bien a la experiencia de su verdadera realidad, de su dignidad divina. Y la experiencia de esta realidad divina los libera de la presión de participar en la vacua actividad de la antigua sociedad. Pero para mucha gente de hoy lo que hacen esas palabras de la Biblia es negar la vida. Nada más lejos de la realidad, porque lo que hacen es confirmarla. Lo que quieren es ayudarnos a que vivamos de acuerdo con lo que somos, que vivamos con circunspección, con justicia, con corrección, en consonancia con nuestro auténtico ser.
En mi trabajo de acompañamiento sufro cuando veo que algunos religiosos y religiosas han hecho a lo largo de su vida un enorme esfuerzo por cumplir todos sus deberes religiosos, sin que jamás hayan llegado por este camino a establecer contacto con su verdad interior. En su actividad religiosa han alimentado también la ilusión de que tenían que hacerse notar ante Dios. Y con demasiada frecuencia su actividad era también el camino que utilizaban para ser valorados y reconocidos por la gente, por sus superiores, por sus hermanos o hermanas. Un camino así no conduce a la amplitud ni a la libertad, sino a la decepción y a la amargura. Algunos se dan cuenta a los sesenta años de que se les ha estafado en su vida, de que ellos mismos se han estafado. No han vivido «con circunspección y justicia», sino que lo único que han intentado es satisfacer a los demás y responder a las expectativas de los otros, hacer justicia a los mandamientos en lugar de ser justos consigo mismos. Y claro, con eso se han hecho una profunda herida.

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