Continuamos compartiendo algunos puntos claves sobre NO HACERSE DAÑO A UNO MISMO, esta vez centrandonos en la el amor como fin de la libertad, y sus diferencias entre lo estoico y lo cristiano.
Hay un aspecto de nuestra
existencia al que Epicteto no le presta la suficiente atención. Porque aunque
hable de la preocupación por los hombres, porque en todos y cada uno de ellos
se puede encontrar una chispa de Dios, en el aspecto del amor que debemos dar a
los demás insiste mucho menos que lo que Jesús nos ha enseñado. De ahí que los primeros cristianos hayan asumido
ciertamente la idea estoica de libertad, pero le han dado al mismo tiempo una
nueva interpretación. Cristo nos ha liberado para la libertad. Si nos fijamos
en la entrega que Jesús hizo de sí mismo en la cruz, nos veremos libres de
seguir misioneros de nosotros mismos, seremos libres para entregarnos a los
demás a través del amor.
El que ama es sobre todo
alguien que se ha liberado de sí mismo. Peo no se ve libre de las pasiones ni
del dolor que le puede causar alguna persona que le ama.
Sí, la verdad es que el mor
nos hace vulnerables. No hay amor sin sufrimiento. Pero las heridas que me
produce el verdadero amor, no tiene nada que ver con las heridas que yo mismo
me hago. En todo caso, lo que a menudo hace el amor es que afloren viejas
enfermedades. Algo que duele de verdad. Sin embargo, el amor puede también curarlas.
La libertad cristiana es una
libertad para el amor, una libertad de toda autocrispación, de todo
apasionamiento en uno mismo y en sus propios deseos. Pero la libertad del amor
tiene como condición la libertad de la que habla Epicteto, la liberación de
falsas ideas que nos hacemos sobre el mundo, y la libertad de pathos, es decir,
de la esclavitud de las pasiones como la ira, la tristeza, el miedo y los
celos. Todavía hoy como cristianos podemos aprender de Epicteto la manera de
liberarnos de las falsas ideas que s hacemos sobre el mundo y de la dependencia
del mundo tal como se manifiesta en las pasiones. Pero la meta de nuestra libertad
es algo radicalmente distinto.
En Epicteto la meta de la
libertad es la paz interior y la imperturbable paz del alma. Si esto se toma
absolutamente, puede llevar a un circulo narcisista en torno a uno mismo. Para
los cristianos, la meta de la libertad es el amor que puede entregarse pero que
también puede ser herido por los hombres. Por el contrario, el amor que nos
estresa no tiene nada de amor; y tampoco lo es el amor que nos exige demasiado
o nos crea mala conciencia cuando alguna vez decimos no. Aquí se habla de un
amor que es libre de entregarse a una persona o a un grupo y comprometerse
totalmente, pero que también es libre incluso para ponerse limites y decir que
no, si se cree que debe hacerlo.
Jesús nunca se sintió
obligado a cumplir los deseos de todas las personas. Nuestro amor procede a
menudo no de nuestra libertad interior, sino de la presión de tener que
contener a todos. A veces esta presión se traduce en dolor de cabeza. Pero
cuando nuestro amor es fruto de nuestra libertad interior, entonces no hay
normalmente dolor de cabeza que valga. El cuerpo es un gran indicador que nos
dice si somos libres de verdad o si nuestro compromiso está determinado por
nuestra necesidad de ser reconocidos y aceptados. Si nuestro amor depende de
nuestras propias necesidades y de la presión de las expectativas de los demás,
entonces ese amor nos hace daño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario