.

.
P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS

EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
Tel. conmutador: (11) 5235 2281
EN MENDOZA: RESIDENCIA DE LA COMPAÑÍA . IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN
Portería Colón 67 Tel./Fax (261) 429 9437

E-mail : centroamarservir@gmail.com


martes, 5 de junio de 2012

LIBERTAD Y PASIÓN DEL HOMBRE



 Continuamos compartiendo algunos puntos claves sobre NO HACERSE DAÑO A UNO MISMO, esta vez centrandonos en la el amor como fin de la libertad, y sus diferencias entre lo estoico y lo cristiano.

Hay un aspecto de nuestra existencia al que Epicteto no le presta la suficiente atención. Porque aunque hable de la preocupación por los hombres, porque en todos y cada uno de ellos se puede encontrar una chispa de Dios, en el aspecto del amor que debemos dar a los demás insiste mucho menos que lo que Jesús nos ha enseñado. De ahí  que los primeros cristianos hayan asumido ciertamente la idea estoica de libertad, pero le han dado al mismo tiempo una nueva interpretación. Cristo nos ha liberado para la libertad. Si nos fijamos en la entrega que Jesús hizo de sí mismo en la cruz, nos veremos libres de seguir misioneros de nosotros mismos, seremos libres para entregarnos a los demás a través del amor.
El que ama es sobre todo alguien que se ha liberado de sí mismo. Peo no se ve libre de las pasiones ni del dolor que le puede causar alguna persona que le ama.
Sí, la verdad es que el mor nos hace vulnerables. No hay amor sin sufrimiento. Pero las heridas que me produce el verdadero amor, no tiene nada que ver con las heridas que yo mismo me hago. En todo caso, lo que a menudo hace el amor es que afloren viejas enfermedades. Algo que duele de verdad. Sin embargo, el amor  puede también curarlas.
La libertad cristiana es una libertad para el amor, una libertad de toda autocrispación, de todo apasionamiento en uno mismo y en sus propios deseos. Pero la libertad del amor tiene como condición la libertad de la que habla Epicteto, la liberación de falsas ideas que nos hacemos sobre el mundo, y la libertad de pathos, es decir, de la esclavitud de las pasiones como la ira, la tristeza, el miedo y los celos. Todavía hoy como cristianos podemos aprender de Epicteto la manera de liberarnos de las falsas ideas que s hacemos sobre el mundo y de la dependencia del mundo tal como se manifiesta en las pasiones. Pero la meta de nuestra libertad es algo radicalmente distinto.
En Epicteto la meta de la libertad es la paz interior y la imperturbable paz del alma. Si esto se toma absolutamente, puede llevar a un circulo narcisista en torno a uno mismo. Para los cristianos, la meta de la libertad es el amor que puede entregarse pero que también puede ser herido por los hombres. Por el contrario, el amor que nos estresa no tiene nada de amor; y tampoco lo es el amor que nos exige demasiado o nos crea mala conciencia cuando alguna vez decimos no. Aquí se habla de un amor que es libre de entregarse a una persona o a un grupo y comprometerse totalmente, pero que también es libre incluso para ponerse limites y decir que no, si se cree que debe hacerlo.
Jesús nunca se sintió obligado a cumplir los deseos de todas las personas. Nuestro amor procede a menudo no de nuestra libertad interior, sino de la presión de tener que contener a todos. A veces esta presión se traduce en dolor de cabeza. Pero cuando nuestro amor es fruto de nuestra libertad interior, entonces no hay normalmente dolor de cabeza que valga. El cuerpo es un gran indicador que nos dice si somos libres de verdad o si nuestro compromiso está determinado por nuestra necesidad de ser reconocidos y aceptados. Si nuestro amor depende de nuestras propias necesidades y de la presión de las expectativas de los demás, entonces ese amor nos hace daño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario