.

.
P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS

EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
Tel. conmutador: (11) 5235 2281
EN MENDOZA: RESIDENCIA DE LA COMPAÑÍA . IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN
Portería Colón 67 Tel./Fax (261) 429 9437

E-mail : centroamarservir@gmail.com


martes, 4 de diciembre de 2012

NO HACERSE DAÑO A UNO MISMO-Partícipes de la naturaleza divina II



Formas de manifestarse la naturaleza divina en nosotros
Para la segunda Carta de Pedro, somos partícipes de la verdadera vida porque hemos sido llamados por Cristo y porque creemos en el mensaje del Apóstol. Quiere también mostrarnos que vale la pena ser cristianos, confiar en el mensaje de la Escritura. Pues sólo entonces viviremos de verdad, conforme a nuestra naturaleza divina.
Esta vida nueva y real requiere sin embargo formas concretas de manifestarse. Por eso el autor enumera una serie de virtudes que todo aquel que ha sido tan agraciado por Dios debiera realizar con el máximo celo, para que la naturaleza divina de los cristianos resplandezca a los ojos del mundo «como una lámpara que brilla en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero matutino se alce en vuestros corazones» (2 Pe 1, 19).
Se despliega aquí una cadena de ocho eslabones que empieza con la fe y termina con el amor. Estas cadenas de virtudes estaban muy en boga entre los autores helenistas (cf. Vötgtle, 149). Es una tarea extraordinariamente honrosa la que el cristiano debe realizar aquí. El cristiano puede realizar todas las virtudes tan apreciadas en el entorno helenista, porque participa de la naturaleza divina. La cadena de virtudes empieza con la fe. La fe es el cimiento sobre el que el cristiano edifica su vida. De la fe viene la virtud, la eficiencia, la fuerza. El que cree puede vivir de otro modo, más consciente y dotado de una nueva energía. No vive desde sí mismo, sino desde la fuente divina que mana en él y jamás se agota, de la fuerza divina que jamás se debilita. De la virtud y la fuerza viene el conocimiento, la gnosis. Gnosis indica aquí la capacidad de distinguir lo bueno de lo malo. Y significa ver la realidad correctamente, verla tal como ha sido creada y pensada por Dios.
Gnosis es la visión correcta, que está libre de las falsas ideas (dogmata) a las que se refiere Epicteto. Tanto los hombres de entonces como los de ahora suspiran por la gnosis, el conocimiento y la iluminación. El camino místico es pues un camino hacia el verdadero conocimiento de las cosas. Del conocimiento viene el autodominio (egkrateia). El hombre tiene dominio sobre sí mismo y no es determinado por sus instintos. Vive él y no es vivido por nadie más, ni por otros hombres ni por otras fuerzas. Egkrateia puede significar también
abstinencia. Quien tiene dominio sobre sí mismo puede decidir libremente lo que quiere y lo que no quiere. No ha de tenerlo todo. También puede renunciar. Sobriedad no significa una dura ascesis, sino libertad de decisión. Requiere paciencia (hypomone), perseverancia, estabilidad, solidez. Tiene que defenderse de todas las artes persuasivas de fuera que quieren empujar al hombre hacia algo que en el fondo de su corazón no quiere. Hypomone
significa literalmente resistir, mantenerse abajo, decir sí a lo que es. No situarse por encima de la realidad, sino mantenerse bajo ella, es decir, aceptarla tal cual es, confiar que incluso Dios mismo acepta y confía en esta realidad. 
 De la perseverancia y estabilidad viene el temor de Dios, la piedad, el respeto a los mandamientos de Dios. El hombre piadoso, es decir, el que teme a Dios, tiene su sitio en Dios. Edifica su casa sobre roca y no sobre la arena de las pasiones y deseos que apartan al hombre de su interior. Eusebeia, piedad y temor de Dios «es un saber sobre Dios que hace que el hombre tome en serio a Dios en su voluntad, que le une a Dios y aumenta su confianza en Dios» (Grundmann, 69). Es interesante que los Setenta interpreten la famosa frase de la sabiduría judía «principio de la sabiduría es el temor del Señor» con la también típica frase griega «el respeto a Dios es el principio de la experiencia» (Grundmann, 69). Quien sabe algo de Dios y de su misterio incomprensible y lo trata con respeto, ese experimenta la realidad tal cual es, sienta las bases de una profunda experiencia existencial, puede llegar a una experiencia mística que los místicos de todas las religiones anhelan como meta del camino espiritual. De la piedad viene la fraternidad (philadelphia), el amor al hermano, el amor fraternal. Quien ha encontrado su sitio en el Señor, no gira alrededor de sí mismo, sino que es libre para amar a sus hermanos y hermanas. Se compromete con este mundo. Fomenta una conciencia de responsabilidad social y una sensibilidad ante las necesidades de sus hermanos los hombres. Y de ahí se deriva el amor, el agape, que ahora lo abarca todo, tanto a Dios, como a los hombres, es decir, a toda la creación. El amor es el fruto de la fe. El amor es el último eslabón de los ocho que tiene la cadena. Ocho significa siempre plenitud y totalidad, la eternidad. En el ocho, lo infinito,lo eterno y lo divino ocupan el primer plano. Por eso las pilas bautismales son siempre octogonales. En el bautismo recibimos la vida divina en plenitud. Por eso la cadena de ocho eslabones es una descripción de la naturaleza divina de la que hemos sido hechos partícipes a través de Cristo. Ella describe la vida que ha sido penetrada por la presencia salvadora y liberadora de Dios y que se ha convertido en divina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario