EVANGELIO
Lc
21, 25-28. 34-36
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús
dijo a sus discípulos: "Habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el
rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo
ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se
conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de
poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la
cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse
aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para
que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque
sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren
incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán
comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Palabra
del Señor.
Comienza hoy un nuevo ciclo litúrgico anual
con el Adviento, nombre proveniente del vocablo latino Adventus,
que significa advenimiento o venida. La petición del Padrenuestro en la que
decimos venga a nosotros tu Reino, es especialmente significativa en este
tiempo correspondiente a 4 domingos, durante el cual nos preparamos para
celebrar en la Navidad la venida de Dios hecho hombre a la tierra.
1.
Un tiempo en el que se nos invita a la conversión
El
libro del profeta Jeremías nos presenta en la primera lectura (33, 14-16) un
anuncio del Mesías prometido, descendiente del rey David, cuya misión es poner
en práctica la justicia con todo lo que ella implica: reconocer efectivamente
la dignidad y los derechos de todos los seres humanos, empezando por los más
débiles y excluidos.
Para quienes creemos en Jesucristo
esta profecía comenzó a cumplirse hace poco más de veinte siglos. Sin embargo,
hoy como entonces necesitamos que la acción redentora de Jesús llegue hasta
nosotros como resultado de una disposición sincera a convertirnos, dejándonos
transformar por su Espíritu. Por eso el tiempo del Adviento es una ocasión muy
propicia para revisar nuestra vida y expresar nuestra disposición de
convertirnos a Dios mediante el Sacramento de la Reconciliación.
2.-
Un tiempo en el que se nos invita a la esperanza
La
venida de Dios hecho hombre a la tierra no es sólo un hecho que sucedió hace
poco más de 20 siglos con el nacimiento de Jesús. Él sigue llegando a cada
persona dispuesta a recibirlo. Cada vez que celebramos la Eucaristía repetimos
después de la consagración la misma invocación con que los primeros cristianos
expresaban la esperanza en su venida gloriosa y que quedó escrita al final del
Nuevo Testamento en el penúltimo versículo del Apocalipsis: ¡Ven, Señor
Jesús! (22, 20). De modo similar, en la novena de Navidad que pronto
volverá a resonar con sus gozos, decimos: Ven a nuestras almas, ven no
tardes tanto. Así en el Adviento se nos invita a proclamar nuestra
esperanza en el Reino de Dios, que ya vino en la persona de Jesús, que sigue
llegando a nosotros cuando lo recibimos en la comunión, y que se manifestará
plenamente en su venida gloriosa al final de los tiempos.
Para
cada uno de nosotros, el final de los tiempos será el momento de nuestro paso
de la vida presente a la eternidad. Mientras tanto, tenemos que experimentar
los problemas propios de esta vida presente. El lenguaje de la Biblia llamado apocalíptico
describe el paso de este mundo al futuro con las imágenes simbólicas de un
cataclismo universal, pero no para que nos sumamos en el pesimismo, sino para
que, animados por nuestra esperanza, en lugar de agachar nuestras cabezas como
esclavos oprimidos, las levantemos para que el Señor nos libere de las cadenas
del egoísmo y, como dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura, estemos
bien preparados para “el día en que venga Jesús, nuestro Señor”
(Tesalonicenses 3, 12 - 4,2).
3.-
Un tiempo en el que se nos invita a la vigilancia
El
tiempo de las fiestas de Navidad, que la publicidad comercial inicia incluso
desde antes del Adviento con sus anuncios y decoraciones, suele ser para muchos
un tiempo de rumba en el que abunda el licor y se multiplican los afanes
materiales, mientras lo que verdaderamente significa la conmemoración del
nacimiento y la infancia de Jesús pasa a un segundo plano o simplemente desaparece.
Frente a este olvido del
sentido auténtico del Adviento y la Navidad, la palabra de Dios nos invita a no
dejarnos encadenar por el libertinaje, la embriaguez o el ajetreo de las
preocupaciones materiales, como dice también san Pablo en la segunda lectura.
Renovemos, pues, al iniciar el Adviento, nuestra disposición a celebrar las
fiestas navideñas de fines de este año y de comienzos del año nuevo, como una
oportunidad de renovación en la que tenga prioridad para cada uno de nosotros
la dimensión espiritual de nuestra vida.-
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