Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-18):
Domingo 20 de junio del 2010
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, comunidad de amor.
Hoy celebramos la solemnidad de la santísima trinidad. Cuando confesamos que Dios es Uno y Trino no podemos renunciar al deseo que entender qué es lo que esto significa, y por eso a lo largo de la historia del cristianismo muchos han intentado explicar esta afirmación desde distintos conceptos y teorías. Algunas de ellas nos pueden parecer más sugerentes que otras, pero lo que sí que es común a todas ellas y a la experiencia de quienes se adentraron en este esfuerzo intelectual es que al final la realidad de Dios no puede encerrarse en nuestros parámetros y conceptos. Por eso decimos que Dios es un misterio, Alguien que se insinúa, que se sugiere, pero que no se deja encerrar en definiciones intelectuales ni se agota en nuestra experiencia por profunda y dilatada que ésta sea.
Por eso entender el misterio de Dios es adentrase en el misterio de la Trinidad, y eso ha de hacerse no únicamente por la vía del pensamiento, sino también y sobre todo por la vía de experiencia. Dios nos muestra su ser a través de su acción en la historia. En ella llegamos a la convicción que nuestro Dios es comunidad, que Dios no es un ser solitario, soltero, encerrado en sí mismo; al contrario, la comunicación de amor y de vida están inscritas en su mismo ser.
Este es un buen criterio que discernimiento para ver la autenticidad de nuestra experiencia de Dios y de nuestra práctica como cristianos. La fe en el Dios que anuncia Jesucristo hace referencia directa a la comunidad, nace en el seno de una comunidad que es la que me transmite la Buena Noticia. En ella la fe crece y se purifica. Y desde ella somos enviamos para en el mundo vivir comprometidos en la construcción del Reino de Dios. Tan importante es esto para nosotros que podemos decir que no se puede vivir en cristiano independientemente de la pertenencia más o menos intensa a una comunidad. Por eso sin la comunidad, la fe se convierte en ideología, se hace subjetiva y fácilmente manipulable, se convierte en hábito o superstición… La comunidad garantiza la autenticidad de nuestra experiencia de fe y nos lanza al compromiso. La comunidad es el aire que necesitamos como cristianos para permanecer vivos.
Celebrar la fiesta de la Trinidad es celebrar el Amor de Dios Padre creador, del Hijo que nos muestra el rostro de Dios Padre y del Espíritu que vivificando a la Iglesia y lanzándola al mundo para crear esa gran comunidad a la que la creación entera está llamada, la gran familia de los hijos de Dios.