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sábado, 21 de julio de 2012

EL TRABAJO PASTORAL, UN LLAMADO DE TODOS



 EVANGELIO
Mc 6, 30-34
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Palabra del Señor.

“Vengan ahora ustedes a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco”
El domingo pasado recordábamos cómo Jesús llamó a sus primeros doce discípulos y los hizo sus “apóstoles”, es decir sus enviados para proclamar la Buena Noticia. Ahora los apóstoles regresan de su recorrido y, al contarle “lo que han hecho y enseñado”, Él los invita a “descansar un poco”.
El ser humano necesita sentirse activo y útil, no sólo para el sustento diario, sino también para la propia realización personal. Pero también toda persona que trabaja necesita descansar. Por eso el ideal es poder combinar el trabajo con el descanso. Quienes trabajan en situaciones de responsabilidad en las que muchos dependen de ellos, no pocas veces tienen que atender a las continuas solicitudes que les llegan en tiempos previstos para el reposo. También muchas personas se ven obligadas a multiplicar sus esfuerzos, privándose del descanso para poder conseguir el sustento propio y de sus familias. Y por otra parte, no faltan los adictos al trabajo que desconocen la necesidad de descansar, negándose cualquier posibilidad de re-creación.
Pero el descanso es necesario, y para que sea verdaderamente re-creativo, es decir renovador, supone y exige la búsqueda de espacios y tiempos tanto de silencio interior para rehacernos espiritualmente, como de encuentro y relación con las personas en ambientes constructivos de distensión y diálogo.

Al desembarcar Jesús y ver toda esa multitud, sintió compasión por ellos
El segundo tema del Evangelio de hoy es la compasión de Jesús por la gente. “Com-pasión” significa padecer-con el que sufre o experimenta una situación difícil. En la lengua griega en la cual fueron redactados originalmente los cuatro Evangelios, el término empleado para referirse a que Jesús “se conmovió o sintió compasión” equivale a “se le revolvieron las tripas”, una imagen viva de lo que significa el amor de Dios hecho hombre para compartir con nosotros las situaciones dolorosas y acompañarnos en la búsqueda de solución a nuestros problemas.
Ahora bien, el Evangelio no sólo nos invita a reconocer el amor compasivo de Dios ofrecido personalmente por Jesucristo, sino también a sentir y actuar como Él lo hizo, especialmente en relación con las personas más necesitadas. Una de las causas más profundas de la situación de injusticia social y de violencia en que se encuentra nuestra sociedad es la falta de com-pasión, la indiferencia que lleva a muchos a desentenderse de los problemas de los demás, encerrándose en el egoísmo.

Andaban como ovejas sin pastor; entonces empezó a darles muchas enseñanzas
El tercer tema del Evangelio de este domingo es la imagen del pastor como modelo de la misión encomendada por Jesús a sus apóstoles. Esta misma misión es la que los obispos, con el sucesor de Pedro a la cabeza -el Papa- y también de todos los que ejercemos distintos ministerios o servicios en la Iglesia de Cristo, estamos llamados a cumplir. Por eso a esta misión se le da el calificativo de “pastoral”.
La situación descrita por el Evangelio al referirse a la multitud que “andaba como ovejas sin pastor”, no es sólo de aquel tiempo. Es de todas las épocas y se había dado, por ejemplo, en tiempos del profeta Jeremías, quien predicó en Jerusalén unos 650 años antes de Cristo. “Ay de los pastores que dejan que se pierdan y dispersen las ovejas de mi rebaño…”, dice en la primera lectura de este domingo el profeta, refiriéndose a los reyes descendientes de David que habían promovido no sólo la idolatría, sino también la corrupción y la injusticia social en el pueblo de Dios (Jeremías 23, 1-6).
Nosotros podemos aplicar esta denuncia profética también al nuevo Pueblo de Dios, iniciado por Jesucristo como una comunidad que supera la antigua división entre judíos y gentiles o paganos en virtud de la reconciliación que Él mismo hizo posible gracias a su sacrificio redentor, y a la que se refiere el apóstol san Pablo en la segunda lectura de hoy (Efesios 2, 13-18).
Jesús es nuestro Buen Pastor al que puede aplicarse en todo su sentido el Salmo 23 -el salmo responsorial de la Misa de este domingo-, y para que sintamos su presencia quiso contar con colaboradores que continuaran después de su muerte y resurrección la misión pastoral que recibió de su Padre celestial.
Pero no pensemos que estas palabras están dirigidas solamente a los obispos, sacerdotes y diáconos, se refieren a todos los cristianos, porque los laicos están llamados a compartir la tarea pastoral. De alguna manera todos somos responsables por nuestros hermanos y a todos nos incumbe una tarea de evangelización, tanto a los que ya son cristianos como para los que aun no han oído el mensaje de salvación.

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