.

.
P.BRADLEY ,EQUIPO ,COLABORADORES Y AMIGOS

EN BS. AS. :COLEGIO DEL SALVADOR -Callao 542 -
Tel. conmutador: (11) 5235 2281
EN MENDOZA: RESIDENCIA DE LA COMPAÑÍA . IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN
Portería Colón 67 Tel./Fax (261) 429 9437

E-mail : centroamarservir@gmail.com


lunes, 6 de agosto de 2012

EL PAN DE LA VERDAD




EVANGELIO

Jn 6, 24-35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello". Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que él ha enviado". Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: 'Les dio de comer el pan bajado del cielo'". Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo". Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed".

Palabra del Señor.

El Pan de la Verdad. Jesucristo sacia el hambre trascendente del hombre. Como es la Verdad,para allegarse más al hombre se hace alimento simple, al alcance del bolsillo de cada uno. Basta una simple y elemental capacidad de entender para asimilar esa Verdad y saciarse de ese Pan. El pecado entorpece el entendimiento e incapacita para alimentarse de ese Pan. Es sorprendente la discapacidad que manifiesta el hombre regido por el pecado. Es casi común la torpeza y es particularmente notable entre quienes manifiestan, por otro lado, una habilidad extraordinaria para la ciencia, la profesión y la técnica. El Pan en el que se convierte Cristo para sus hermanos aparece como de inferior calidad. Él mismo asume una naturaleza por debajo de la angélica e infinitamente inferior a la divina. La Eucaristía conserva el nivel de la Encarnación. La insensatez humana inspira una carrera vertiginosa hacia el prestigio vano y el engañoso bienestar. A nadie se le ocurre ubicarse en el último lugar, a llamar bienaventurada la pobreza, a describir como un ideal el ocultamiento, a preferir el despojo de todo por el Reino. Al recorrer las propuestas y exhortaciones evangélicas advertimos la diferencia de sentido entre su lenguaje y el nuestro. Lo que para Él es la expresión más perfecta de la verdad, para el hombre “prudente y sabio” del mundo es una tontería. ¿Dónde está la verdad? ¿a quién asiste la razón? Si tenemos fe otorgaremos a Jesús todo el crédito y, obviamente, desecharemos otra autoridad que no sea la suya. 
 
Hacia nuevos espectadores.
 
 Su presencia, en la conciencia de nuestro pueblo, incorpora los valores que no se deterioran. De ellos tenemos hambre y sed. Son los que verdaderamente necesitamos para desarrollar nuestra vida humana y cristiana. El contacto personal con Jesús actúa de manera inmediata, racionalmente impredecible, como si el Señor creara cada instante, sin repetirse, desafiado por el proverbial enemigo del hombre: la muerte. El lenguaje que el Señor emplea, en su relación con los hombres, produce las expresiones más atractivas y simples. Quienes las atendieron entonces abrieron sus inteligencias a las manifestaciones de su sabiduría y no ofrecieron resistencia a su acción invisible y silenciosa. Lo vieron cara a cara, impresionados por sus gestos y la fuerza de su testimonio. ¿Ahora? En el anonadamiento de los tiempos presentes, reducido a un sitio de la historia y no, como en realidad lo es,
abarcándola por completo. ¿Qué requiere hoy sin imagen física y sin posibilidad de ser espectáculo? Lo que Él mismo estableció a partir de la Ascensión: una Iglesia de testigos, empeñados en adiestrar anuevos “espectadores” en la interpretación de los signos de la fe. La acción evangelizadora no depende de lo sensiblemente comprobable sino de la fe. No obstante, el mundo necesita ver y escuchar a quienes están siendo renovados por la gracia del Salvador. Es allí donde se le ofrece la posibilidad de una opción que lo incorpora a la novedad anunciada por el Evangelio.
 
 La solidaridad como compromiso. 
Ese anuncio reclama gestos comprometedores por parte de los testigos. Particularmente el gesto sintetizador de todos: la caridad. En eso “reconocerán que son mis discípulos” y, por ello, que la gracia hoy operable establece vínculos nuevos, reconstructores de la auténtica solidaridad para una nueva sociedad. El amor que Jesús propone a sus discípulos y amigos compromete en una solidaridad activa que asciende desde la asistencia a la promoción humana. El reparación de la justicia constituye el gesto de amor más genuino. Se orienta a la afirmación de la igualdad sobre la base de la diversidad. De esa manera se restablece la dignidad personal, común a todos, y se asegura la convivencia en paz. Persiste la cizaña en medio del trigo que espera la cosecha para ser excluida y destruida por el fuego. Mientras tanto se intentará el equilibrio que evite la destrucción del trigo por causa de la cizaña. Un combate firme en el que se pone en juego la seguridad efectiva y la sanción medicinal correspondiente. Es la obra de los poderes constitucionales en equilibrio y respetuosos de sus autonomías. Quienes los ejercen deben ser escogidos entre los más virtuosos: prudentes,
honestos y abnegados servidores del bien común.. Algunos lo considerarán subversivo del “orden” que se han fabricado irresponsablemente. Será vituperado por ello en sus creyentes y testigos; se intentará su silencio a cualquier precio. Es preciso que su palabra sea conocida.
Muchos hombres y mujeres de buena voluntad despertarán si acceden a ese conocimiento. La mentira es una atmósfera, a la que se han acostumbrado muchos ciudadanos, aclimatados a ella como si fuera naturalmente la propia. Disipar la mentira es extraer el venenoso oxígeno sin el cual, en esas deplorables condiciones, parecen no poder respirar. No es el medio ambiente que les corresponde; su alejamiento del mismo es urgente e inevitablemente doloroso. La conversión incluye un llamado y una gracia para decidir el cambio del clima social. El acostumbramiento en el desorden y en la inmoralidad fija estereotipos aparentemente inmodificables. La vida cristiana es la práctica de una revolución, que modifica esa rígida estructura cultural, inspirada únicamente en el amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario