NAVIDAD DEL SEÑOR
(Ciclo B)
En el principio existía la Palabra
Y la Palabra estaba junto a Dios
Y la Palabra era Dios
Y la Palabra se hizo carne
Y habitó entre nosotros. Jn 1,1-14
Nuestro ser profundo se manifiesta en la palabra y nuestra libertad obra la palabra que decimos. Nuestra humanidad va en busca de la humanidad de los otros, busca un contacto con ellos, construye comunidades, interviene en las cosas del mundo. Vida, esperanza, empeño, laboriosidad, amor, verdad… todo queda misteriosamente depositado en la frágil envoltura de nuestra palabra que balbucea impotente ante misterios que no logra penetrar
Muchas veces no sabe comunicar sentidos, otras no obtiene los éxitos deseados y otras tantas en lugar de revelar amor de vida, luz de verdad, comunión interpersonal, produce odio, mentira y discordia, revelando la pobreza de nuestro ser.
Aun así, la alegría, el amor, la verdad… están presentes en nosotros y nos impulsan a recorrer la vida de un modo real, en el que se alternan la ausencia y la presencia de bienes, permitiéndonos reconocer que la plenitud de la vida, de la verdad y del amor están en una realidad que, aún, haciéndose presente en nosotros, está mas allá y se llama “Dios”.
Al dejarnos abarcar por la realidad de Dios, por el misterio de su presencia en nosotros, nuestro ser y nuestra palabra se vuelven creativos, en cuanto obedecen con una actitud de espera, de disponibilidad, de fidelidad a lo que Dios dice en nosotros. …. ¿Y que es los que Dios dice a los hombres? ¿Qué forma imprevisible de comunicación decidió Dios actuar en su amor infinito? Lo imprevisible de Dios aconteció en Jesús de Nazaret. Lo imprevisible de Dios sigue aconteciendo en Jesús, porque Él es la Palabra viva y definitiva que Dios como Padre dirige al hombre
Y cuando el hombre se introduce en lo imprevisible y deja de pretender tener y ser la última palabra, cuando se deja decir por Dios y se encuentra con su Palabra hecha carne, queda aferrado a ella por un sentido de sorpresa, que se va volviendo secreta inquietud hasta que estalla en un resplandor: este hombre se descubre a si mismo como presencia de Dios, como signo de Él, como expresión en la que el mismo Dios se manifiesta al mundo
Y todo esto es posible únicamente porque “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. En Jesús, Dios entra en la historia humana, habla palabras humanas y en la misteriosa profundidad de su ser, es uno solo con él. Jesús es, pues, la Palabra plena y definitiva. Es Dios mismo entre los hombres y a la vez, es el hombre perfectamente realizado.
Su vida desde la encarnación hasta la efusión pascual del Espíritu, es Palabra de Dios de modo definitivo. En ella dice que Él es comunión de vida, amor, trinidad. Y dice que quiere ser para el hombre, Padre que ama, aliado que acoge y salva, amigo que comparte hasta la muerte la condición del hombre, para que el hombre participe de su condición divina.
Hoy como en Nazaret, Jesús viene a habitarnos, Viene a morar en nosotros, rompiendo el silencio del universo, animando el desierto de la existencia, iluminando las tinieblas y dando sentido y meta a nuestros inseguros pasos. No es un don superfluo, sino el remedio ofrecido por la misericordia del Padre a la tristeza y al miedo que no dejan de probar y debilitar al hombre.
Y esta Palabra pide insertarse siempre de nuevo en nuestras vidas. Ella quiere hacerse testigo, comunicarse, convertirse en don entre nosotros: con la Palabra y en la Palabra nos edificamos mutuamente, nos ayudamos y corregimos compartiendo lo que somos y creemos y encendiendo la esperanza de “un cielo nuevo y una tierra nueva”
En esta Navidad, recibamos con silencio lleno de espera, de respeto, de docilidad y de obediencia, la Palabra que Dios nos dirige. En una época de desesperanza, sin sentido y desorientación, dejémonos habitar por ella haciéndonos signo humano de Dios ente los hombres, para comunicarles y comunicarnos mutuamente, que solo la Palabra dura eternamente, supera y salva lo que muere y abre paso a la vida verdadera.
de Carlo María Martini