Las bienaventuranzas, no son un código de leyes. No se trata de que "hay que cumplir esto". Se trata de una revelación. Jesús ha exclamado: iCuánto más felices seríais si no estuvierais apegados al dinero, ni al placer, si aprendierais a sufrir y a perdonar, si fuerais más limpios de corazón, si trabajarais por la paz y la justicia! Y si todo esto os lleva a ser mal mirados o perseguidos, ¡más felices todavía! Las bienaventuranzas son el retrato interior de Jesús. Jesús es así. Y nos ofrece un código de sabiduría, nos ofrece sus criterios y sus valores.
- Jesús piensa que poseer es peligroso, porque nos posee.
- Jesús piensa que ante Dios somos pobres, y nos llama dichosos si nos
damos cuenta de ello.
- Jesús piensa que la mansedumbre, la no violencia, es la verdadera fuerza.
- Jesús piensa que el placer, la felicidad del mundo, puede ser un engaño, y sabe que el dolor tiene sentido, que el final es el consuelo.
- Jesús piensa que los satisfechos de la vida, los que no se rebelan ante el mal y la injusticia, son unos desgraciados, mientras que son dichosos los que tienen sensibilidad para sublevarse ante el mal.
- Jesús sabe que lo humane es el perdón, porque sabe que así es Dios.
- Jesús piensa que los limpios de corazón, los que no piensan mal, son dichosos, tienen los ojos de Dios, saben que el bien es más fuerte que el mal.
- Jesús piensa que es bueno trabajar por la paz e incluso sufrir y ser perseguido por trabajar por la justicia, porque esa ha sido la "señal de los profetas", porque el Reino de Dios suele ser rechazado.
Ésta es la mente de Jesús. Todo lo que tenemos que hacer es examinar nuestra mente, ver si pensamos lo mismo que él. Porque él no se equivoca. Dichosos los que son así, porque son sabios, están en la Verdad, van por el buen camino. Dichosos los que son así, porque Jesús era así.
Convertirse (Mt 4,17), por tanto, significa ir cambiando, "volverse así, poco a poco", ir valorando, entendiendo y viviendo la vida como Jesús. Porque él es nuestra Sabiduría, que para unos puede ser ilusoria y para otros escándalo o locura. No predicamos la "sabiduría de este mundo". Los griegos presumen de su filosofía; los judíos piden milagros. Nosotros ofrecemos sólo la sabiduría de
Jesús, la que le Ilevó a la cruz.
Esta Sabiduría no es obra de ricos, de poderosos, de sabios. Jesús se alegra en su corazón de que ésta sea sabiduría de gente sencilla, que "entiende" a Dios mejor, que es capaz de austeridad, de compartir, de com-pasión (padecer con). El "resto de Israel" ha estado siempre fuera de la elite del poder y del saber. Quizá por esto repite tantas veces Jesús que los primeros son los últimos y los últimos son los primeros.
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