Segunda parte
Asumir el riesgo de exteriorizar la propia interioridad
Algunas personas, por diversas razones o resistencias, no se atreven a expresar lo que viven en su interior. Ello se debe a:
Miedo al rechazo ajeno.
Deseo de minimizar lo que se vive.
Miedo a herir al otro.
Miedo a hacer el ridículo
Miedo a la incomprensión.
Miedo a perder el control y no poder dominarse.
Miedo a terminar la relación.
Miedo a transgredir normas sociales y educativas.
Miedo a no ser políticamente correcto.
Etcétera.
Esos miedos y prohibiciones provocan una censura en la afirmación personal.
¿Qué pierdes cuando te dejas llevar por el miedo y las prohibiciones en la manifestación de ti mismo?
Pérdida del respeto por ti mismo.
Pérdida del respeto por el prójimo: chismorreo, hablar a espaldas del otro, etc.
Pérdida de bienestar personal: lo que no se expresa, se graba a fuego en tensiones y malestares.
Pérdida de una oportunidad de vivir mementos de intimidad y de comunicación auténtica.
Pérdida de una oportunidad de crecimiento.
Pérdida de un medio de comprender, clarificar y profundizar el propio mundo interior.
Pérdida de la oportunidad de ocupar el propio lugar, afirmarse y aumentar la autoestima.
Etcétera.
¿Te reconoces en estos ejemplos de pérdida?
La consideración de estas pérdidas ¿te incita a asumir el riesgo de la afirmación personal?
¿Qué ganarías expresándote?
Fidelidad a ti mismo.
El bienestar físico y psicológico que aporta la expresión personal.
Una mejor comprensión de tu interioridad.
Mejores relaciones contigo mismo y con los demás.
La posibilidad de mayor objetividad con respecto a ti mismo.
La posibilidad de ocupar tu lugar propio.
Una sensación de libertad interior.
Etcétera
Tercera parte
Un medio de expresarte: el mensaje en «primera persona»
Para una definición del mensaje en «primera persona», véase la estrategia emotiva titulada: «Identificar los propios estados emocionales y sus mensajes», tercera parte: «Atreverse a expresar las emociones y los sentimientos personales mediante mensajes en "primera persona"»
Cuarta parte
La escucha activa
Es frecuente que se malinterprete el auténtico significado de la autoafirmación. Para algunos, afirmarse quiere decir agobiar al otro, expresarle todas las emociones y los sentimientos personales de manera acusadora y brutal, sin tenerle en cuenta, con el resultado de romper la comunicación y ampliar aún más el miedo a afirmarse.
La escucha activa constituye una excelente estrategia de comunicación. Consiste en escuchar la reacción del otro, tomándose el tiempo precise para recibir y reformular las palabras del interlocutor.
Los componentes de la escucha activa son los siguientes:
Un silencio respetuoso y presente a través de un comportamiento corporal atento.
Frases de apertura tales Como: ¿Tengo tiempo de escucharte»; «¿Quieres decirme algo más?»; «Constato que eso no marcha». Hay que tener presente que invitar al otro a hablar no quiere decir forzarle a hacerlo. Palabras de acompañamiento tales como: «Ah, sí»;«Sí»; «Es verdad»; «Ah», etc.
Reformulación, en palabras propias, de lo esencial del mensaje del interlocutor, para permitirle distanciarse de su problema y contar con la escucha de uno. Reflejo de la emoción, que consiste en detectar la emoción vivida por el interlocutor a través de sus palabras y expresársela. Más allá del contenido del mensaje, se da, en efecto, una tonalidad emocional que se transparenta sobre todo en el tono de voz, la mímica, la actitud corporal, etc. Un reflejo precise tiene el efecto de distender al interlocutor y ayudarle a comprenderse y a encontrar sus propias soluciones.